COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

domingo, 29 de junio de 2008

Sobre el Campo - Pasado y Presente

El campo. Yo también opino.
Por Luis Octavio Corvalán

Mis ocupaciones personales me obligaron a estar al margen de la discusión. Ahora, con un poco de tiempo, doy mi opinión. Sólo para pacientes.

Quiero descubrir América y no tengo un mango…

Cristóbal Colón tenía un sueño: encontrar una ruta de comercio más corta hacia el Oriente. Estos viajes de exploración eran, como la motivación colombina, empresas netamente burguesas, con fines de negocios. No consiguiendo la financiación necesaria entre sus paisanos genoveses, recurre sistemáticamente a los dirigentes de España, Portugal y Francia, en reiteradas oportunidades. Finalmente, como todos sabemos, obtiene un tibio apoyo de los Reyes Católicos de España. El decreto que debe aceptar el navegante garantiza para el reino de España todas las tierras a descubrir, con sus riquezas, bienes y gentes incluidas.
Esto permitió transformar una aventura con intenciones comerciales en un fenomenal negocio para la monarquía española, lo que permitió por siglos prolongar el medioevo en España mientras sus rivales directos, Inglaterra y Francia y gran parte de Europa, evolucionaban hacia el modernismo, la revolución industrial y sistemas de representación más dinámicos. La teoría bastante bien fundamentada por Eduardo Galeano en su monumental “Las Venas Abiertas de América Latina” analiza muy detalladamente este fenómeno. Hasta la muerte de Francisco Franco en 1975, España era uno de los países menos evolucionados de Europa Occidental.
Para ir a autores menos extremos, Aldo Ferrer, en su clásico libro “La Economía Argentina”, concluye que “la” causa del atraso y desigualdad de América Latina radica en la manera que se distribuyó la tierra. El continente se distribuyó entre cortesanos y nobles influyentes, adelantados, encomendados y otros títulos que garantizaran alguna cercanía con la corona. El resto de los mortales de a pie que se aventuraban a cruzar el mar debían resignarse a actividades que no requirieran de la posesión de la tierra. Es bueno recordar que en el siglo XVI una parcela de tierra podía significar la diferencia entre subsistir con cierta dignidad y el hambre o la indigencia. La superficie descubierta era más de 50 veces todo el territorio de la península ibérica, por lo tanto una mínima distribución de tierras entre inmigrantes era absolutamente viable.
Una de las evidencias que expone Ferrer para sostener su interpretación es la abismal diferencia de evolución del subcontinente latinoamericano comparado con los EE.UU. y Canadá, donde se repartieron la tierra entre los que llegaban para trabajarla, creando un mercado interno y desarrollo social muy distinto.

La Independencia.
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Con el correr de los siglos, una confluencia de razones entre políticas, militares, comerciales y sociales llevaron a los procesos de autonomía, guerras de independencia y finalmente las nuevas organizaciones que dieron lugar a los actuales países latinoamericanos.
Durante estos procesos lo que estaba en discusión era justamente el “modelo” de país a construir. Los que tenían ideas republicanas e inclusivas, a favor de la integración del pueblo, su educación, la promoción de la industria y un crecimiento algo más equitativo que lo que garantizaba la estructura monárquica vigente hasta el 25 de mayo de 1810 fueron inteligentemente apartados del poder por los que simplemente querían desembarazarse del rey de España, pero que no se tocara ninguno de los intereses y privilegios conseguidos gracias a éste.
Así, los próceres como Moreno, Belgrano, San Martín, Balcarce, Monteagudo y tantos otros terminaron en los libros de historia, avenidas y plazas, pero muertos o lejos de la “cocina” del poder, donde permanecieron los Pueyrredón, los Anchorena, los Alvear, durante los años de formación de la patria.
Luego vendría Rosas, un gran terrateniente que increíblemente se convirtió en caudillo popular porque comía asados con la peonada, su derrota en manos de Urquiza, también dueño de grandes extensiones y exportador, y de ahí a la “organización nacional”, la constitución y el inicio de la Argentina democrática.

La Democracia Conservadora.

Durante 60 años el país fue gobernado por conservadores gracias a mecanismos electorales fácilmente manipulables, y en este período se convirtió en el “granero del mundo”, asombrando a europeos el nivel de riqueza de las familias tradicionales argentinas, que veraneaban en Europa por largos períodos tirando “manteca al techo”, al punto de que para esa época se acuñó en el viejo continente la frase “rico como argentino”. De esta época son los numerosos palacios que aún hoy dan la característica arquitectónica de los barrios más tradicionales de Buenos Aires, y muchos majestuosos cascos de estancias.
En ese mismo período se amplió la frontera agrícola gracias a la conquista del desierto, que fue financiada por contribuyentes privados, para no tocar las crónicamente escuálidas finanzas públicas, con un esquema no muy diferente al pacto entre Colón y la reina: las tierras conquistadas irían a parar a los financistas como pago a su contribución patriótica. Esto generó una concentración aún mayor de la tierra, ya que en ese momento los que estaban en condiciones de financiar semejante campaña no eran otros que los que ya tenían tierras.
A todo esto, durante esa época dorada, el médico español Bialet Massé, de extensísima trayectoria en el país, es comisionado en 1904 para relevar la condición laboral de la población obrera en Argentina. Es así que Bialet deja documentadas las paupérrimas condiciones de vida de los peones rurales, que trabajaban para esa misma gente que no tenía idea de cómo gastar las obscenas fortunas que esos trabajadores ayudaban a generar. El “efecto derrame”, que aún esperábamos 100 años después durante el resurgimiento liberal de los 90 de Menem, nunca llegó.

Recaudación, Déficit Fiscal, Devaluación.

Durante los 150 años que pasaron desde la Constitución de 1953, dos características crónicas de la economía argentina fueron el déficit fiscal y la devaluación de la moneda. Los conservadores y luego los liberales que, sorprendentemente, en Argentina confluyen en intereses y política, siempre hablaron de reducir el gasto público, es decir, gastar menos en educación, salud, gastos sociales, infraestructura, en un país donde no sobra nada de eso, y nunca mencionaron aumentar la recaudación, que produciría igual efecto, pero que casi inevitablemente los aludiría, ya que eran y siguen siendo, la franja social con más capacidad para aportar al fisco. La solución, en cambio, pasaba por devaluaciones, que afectaban directamente los ingresos de los trabajadores, empleados y asalariados en general, licuaba deudas en pesos y aseguraba ganancias en dólares a los exportadores. Esta transferencia generalizada de ingresos a favor de los agro-exportadores por parte del resto de la sociedad transcurrió como un fenómeno de la naturaleza absolutamente inevitable durante esos 150 años de vida “democrática”.
Es indudable que el poder real en el país pasa por los dueños de la tierra, que en cada ocasión de crisis, de revolución o conflicto profundo, lograron imponer políticas y medidas que dejaron a salvo sus intereses, y siempre en desmedro del interés del conjunto de la sociedad, desde el descubrimiento del continente, el proceso de independencia, las guerras civiles, la organización nacional, los golpes de estado y los incontables planes de estabilización económica aplicados cuando las cuentas fiscales no cerraban.

Y ahora De Angeli…
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Aunque el paso de los siglos pueda haber diluido la distribución original de las tierras, apareciendo nuevos grupos y empresas que se suman a las familias tradicionales, y muchas de éstas perdieron sus fortunas con la sucesión de generaciones y algunas grandes propiedades se atomizaron, una característica que perdura aún hoy es que el 80% del campo productivo está en manos de unos 6000 propietarios y el 20% restante en manos de unos 300 mil productores cuya realidad es muy distinta. De todas maneras, un país netamente agro ganadero de 40 millones de habitantes, donde una pequeña parte de los agricultores que a su vez son menos del 1% de su población explota la mayor parte la tierra, es un síntoma inequívoco de que las mismas no se distribuyeron bien. Es difícil construir una democracia en un país cuyo suelo fue repartido de la manera menos democrática posible, y en 200 años de vida independiente jamás se hizo algo por corregir esa asimetría.
Pero es incuestionable que este núcleo duro de la sociedad argentina, que concentra gran parte de la riqueza del país, genera más de la mitad de todas las exportaciones, cobra en divisas y cuya actividad requiere poca mano de obra en comparación a otras, resiste violentamente cuando se tocan sus intereses. No es a lo que están acostumbrados históricamente, no tienen problemas en ningunear a dirigentes, autoridades u otros actores que no piensen como ellos y se sienten con derecho a jaquear la vida del resto de la sociedad en su protesta. Los medios de comunicación han contribuido para instalar la imagen de “trabajadores del campo”, víctimas de políticos resentidos y poco capaces, y han logrado aglutinar detrás de esta causa un apoyo que incluye a las clases medias, que serían directamente víctimas de las medidas buscadas por los dirigentes del campo, y a la patética oposición que busca cualquier oportunidad para sentirse parte de una multitud que son incapaces de reunir por ellos mismos. Un gran responsable de esta singular unión es el propio gobierno, que no ha mostrado ni cintura política para aplicar sus medidas económicas ni muñeca para timonear en la tormenta que su propia torpeza ha generado.
La presente discusión no nace el 11 de marzo como plantea la dirigencia del campo. Probablemente si Colón hubiera tenido la fortuna necesaria para bancar su viaje o hubiese contado con socios adecuados, o si a lo largo de los 500 años desde entonces hasta hoy se hubiese producido un verdadero cambio de fondo, este continente estaría disfrutando de otra manera las enormes riquezas que tiene. Pero eso sería como mucho, no?

Luis Octavio Corvalán, 1° de junio de 2008.

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