COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

domingo, 6 de junio de 2021

EL FIN DE LA HISTORIA, EL COMIENZO DE LA INCERTIDUMBRE



En la época de las monarquías, el sistema se mantenía por la propagación del siguiente sentido común: un pueblo mayoritariamente creyente de la existencia de un dios supremo, tarea a cargo de una iglesia muy activa y en estrecha consonancia con la corte del rey, y la difusión del concepto que el rey lo es por determinación divina. Es Dios quien decidió que sea rey. De esta manera, el pueblo, en su miseria generalizada, acepta como inevitable a sus gobernantes y como que es poco y nada el lugar para el cambio. La ilustración de fines del siglo XVII y su florecimiento en el siglo XVIII melló esta idea y la gente se animó a rebelarse y a cuestionar la autoridad del rey. Las máximas expresiones de esta transformación fueron la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos, que abrieron la era de las democracias occidentales y la declinación de las monarquías. Luego de la caída del muro de Berlín, y el colapso de la URSS, la superpotencia que venía rivalizando con los Estados Unidos desde fines de la Segunda Guerra Mundial, los pensadores occidentales concluyeron que lo que fracasó fue una ideología. La más popular de estas expresiones coincide con parte del título de un libro de Francis Fukuyama, docente, escritor y analista norteamericano que dice que la historia ha terminado. (The End of History and the Last Man -1992). En este libro pronostica que las democracias occidentales, la economía de mercado y el estilo de vida occidental serán las formas definitivas de gobierno y sociedad para el hombre. Ya para 1995 el propio Fukuyama cuestiona esa presurosa conclusión en otro libro (Trust: Social Virtues and Creation of Prosperity). Pero, esperablemente, este volumen tuvo mucha menos repercusión y análisis dentro de los centros de poder y mucho menos entre el público en general. El primer título es todo lo que se necesitaba para establecer que el único camino posible era el neoliberalismo. Con este concepto se desintegró a la Argentina, se llevó a países prósperos y desendeudados como Corea del Sur a una crisis de deuda y colapso financiero, se produjo el colapso social y económico de potencias como la propia Rusia o Brasil, desencadenó la pobreza en países tranquilos y equilibrados como Jamaica y muchos otros ejemplos que deberían haber certificado el fracaso de las ideas liberales ya a principios del siglo. (El Malestar en la Globalización - Joseph Stiglitz 2002). Pero de manera similar a los argumentos que sostenían a los monarcas hasta el siglo XVIII e incluso más, se esparció el sentido común que la libertad de mercado, poniendo énfasis en la palabra "libertad", era el único camino posible. Y eso continúa hasta hoy, increíblemente. Mientras sociedades que se mantuvieron al margen de esta tendencia de los 90, o que intentaron ese camino pero rápidamente vieron su fracaso y retomaron posturas diferentes, o mantuvieron un estado sólido y participativo en la economía lograron mantener sus niveles de vida o crecer durante estas últimas décadas, los países que abrazaron esas ideas conservadoras (para ser abarcativo de varios conceptos) vieron surgir nuevos multimillonarios y languidecer a sus clases medias a punto tal que hoy tienen igual o menos capacidad adquisitiva que hace 50 años a pesar del fuerte crecimiento del PBI mundial en ese período. Tal fue la imposición del sentido común (Noam Chomsky: Manufacturing Consent 1988; Jorge Alemán : Capitalismo, Crimen Perfecto o Emancipación 2019 y otros) que el gran público considera incorrecto, demodé, o fracasado cualquier propuesta transformadora seria y en consecuencia los políticos intentan, ante cada elección, mostrarse lo más "confiado" posible ante mercados y centros de poder, dando mensajes de prudencia y consentimiento para evitar sucumbir ante las fuerzas dominantes. La consecuencia de esto, a mi entender, es la sucesión de "estallidos" de pueblos frustrados con sus clases dirigentes y que en estos años aparecieron en el continente: Chile, Perú, Colombia y Ecuador son los casos más resonantes, pero no exclusivos. Y la otra variante por donde escapa la frustración de las masas es en la elección de dirigentes atípicos, que se muestran distantes del político clásico que es fácilmente identificable con las estructuras gastadas del poder tradicional. Y así surgieron esperpentos políticos como Trump o Bolsonaro, simplemente porque se mostraron provenientes de sectores "alejados de la política". Y generalmente eran mentiras. Ambos ejemplos están muy ligados a los poderes reales. Lo que impuso esta falsa idea de que la historia llegó a su fin y ya no hay que discutir la política, la economía o las estructuras sociales fue una ausencia llamativa de debate político profundo. Se discuten formas, estéticas o estilos de gobierno pero nadie se atreve a ofrecer una plataforma que realmente cambie la estructura de poder. Estructura que ya demostró hasta el literal hartazgo ser incapaz de dar satisfacción a reclamos populares más que razonables. Y toda esa discusión, o ausencia de la misma, lo que hace es disimular o postergar el real dilema que recorre el mundo. Como el elefante en la habitación que nadie quiere mencionar: la agonía del capitalismo como sistema. Así, lo dije. La pandemia llevó a ciertas autoridades, celebridades o intelectuales que habitualmente no tocan el tema, a finalmente ponerlo al menos en tela de juicio. "El capitalismo fracasó…" dijo el Papa Francisco." “Es hora de entender que el capitalismo no ha dado buenos resultados” expresó Alberto Fernández. Podemos atribuir orígenes peronistas a ambos, pero también expresaron lo mismo en otras palabras pensadores de otras vertientes. Erik Kobayashi, colaborador de la muy poco justicialista revista Forbes declara que "el capitalismo falló cuando más lo necesitábamos" y un sinfín de otros vienen expresando lo mismo, exasperados por los resultados de la pandemia pero que además lo venían sosteniendo con menos vehemencia desde los movimientos Occupy de 2014. La desigualdad, constante en la historia de la humanidad, se había reducido gracias a siglo y pico de democracias en occidente hasta el arribo del dúo Reagan -Thatcher que impusieron un liberalismo renovado luego de 3 décadas de estados benefactores que crearon un crecimiento en el nivel de vida y de pretensiones de las clases populares y medias del mundo. Y a partir de ahí la desigualdad se disparó hasta niveles más escandalosos que los previos a la Revolución Francesa (Thomas Piketty: El Capital en el Siglo XXI - 2013). La caída del muro les permitió una vuelta de tuerca más a lo que se venía dando. Los estallidos obligan a cambios. Lo dijo Thomas Jefferson al proponer una revolución cada generación y no esperar al ciclo natural de "opresión, rebelión y reforma, opresión, rebelión y reforma…" Es la frase inspiradora de la expresión de John Kennedy "aquel que impida la revolución pacífica hará inevitable la revolución violenta". Cito a norteamericanos insospechados de comunistas o progres para ilustrar que no se trata de un fenómeno soñado por una izquierda romántica ni utópica. Es la manifestación de pensadores centrales de occidente y en distintas etapas históricas. Algo que cualquiera, en cualquier momento histórico y con 2 dedos de frente, percibe. Hoy se pretende que sea un debate inexistente o superado. A partir de la caída del muro y de la expresión, luego repudiada por el propio Fukuyama, del fin de la historia, el indispensable debate de ideas se ha visto encerrado en lo que se convirtió en una olla a presión que empieza a estallar en distintas latitudes. El capitalismo, mal que le pese a muchos, está en una crisis anticipada por el propio Marx hace más de siglo y medio. No pretendo verlo abolido en mi ciclo biológico pero es más que necesario arrancar con un debate sobre lo que vendrá. Y no seguir con la foto estática que nos proponen justamente aquellos que tienen algo que perder en la transformación. No puede ser que una minoría imponga la agenda e inunde el sentido común, tal como hacía la monarquía previo a su virtual desaparición. Ya tenemos experiencia en estos procesos. El mercantilismo reemplazó, luego de un proceso largo, al feudalismo. El capitalismo, gradualmente, desplazó al mercantilismo hace unos 3 siglos. Ya es hora de empezar a discutir como saldremos del capitalismo. Es eso, o seguir languideciendo con medidas tibias que están destinadas a fracasar desde su propia discusión. No propongo la solución, pero sí insisto con empezar con el planteo de la misma. Feliz domingo.