COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

lunes, 26 de diciembre de 2016

SE VIENE LA CRISIS (Parte 2)

...Viene de la Parte 1
Las centrales mencionadas se construyeron en su mayor parte durante el período de gran crecimiento económico, incluso a pesar de sufrir muchas crisis políticas, entre los años 1960 y 1974. Algunas continuaron y se pusieron en marcha durante los 80 porque la generación, transporte y distribución de energía era prácticamente un monopolio estatal y las grandes obras se seguían planificando, aunque la debacle económica provocada por la dictadura militar (1976-1983) frenó en gran parte el ritmo de las inversiones llegando incluso a la paralización total de algunas obras. No solo se sufrió la paralización de las obras nuevas sino que la falta de presupuesto afectó incluso los programas de mantenimiento y reparación de las usinas existentes. Esta falta de mantenimiento provocó la primera de las crisis de oferta energética durante los últimos años del gobierno de Raúl Alfonsín obligándolo a programar cortes a lo largo del país para evitar el colapso del sistema. Esta crisis pavimentó el camino equivocado que llevó a la privatización del sistema eléctrico argentino (SEA) y convertir las tres grandes empresas estatales Agua y Energía, SEGBA e Hidronor en una constelación de empresas generadoras, transportadoras y distribuidoras que no tuvieron acceso al enorme plantel de profesionales especialistas con que contaban las empresas estatales y que permitieron la elaboración del programa estratégico de largo plazo sobre el que se montó la infraestructura del SEA. Tal fue la previsión y visión de futuro de la etapa estatal de manejo del SEA que en muchas partes hasta el día de hoy se genera, transmite y distribuye utilizando la misma infraestructura de aquella época. Un lugar donde esto es evidente es en la zona correspondiente a la ex-SEGBA, el Gran Buenos Aires. Las empresas que se quedaron con la explotación de esa región, Edenor y Edesur, son las que, gracias a su escasa inversión en nueva infraestructura, provocan las recurrentes crisis energéticas cada verano. En su zona de explotación se producen los cortes recurrentes durante estos meses de gran consumo.
Durante la gestión de los Kirchner, donde a pesar de cierta imprevisión y descuido en el sector energético y donde no se intervino para nada en el esquema de explotación privada del sistema, sí se entendió parcialmente que es el Estado el que tiene que intervenir activamente en generar oferta estratégica de energía, no el sector privado. Dentro de este concepto el estado intervino en aumentar la cota de la Central Yaciretá que estaba generando solo al 70% de su capacidad de diseño, reflotar la abandonada central atómica Atucha II y por primera vez en décadas arrancar con la construcción de importantes centrales hidráulicas nuevas y nuevas centrales atómicas. Estas centrales una vez puestas en marcha permitirán un ahorro importante de combustibles fósiles no renovables. Estrategia que solo era concebible desde el estado.
Esta intervención estatal en la construcción de grandes centrales de bajo costo de explotación pero que requieren de un gran esfuerzo fiscal es una pata, importante, pero parcial dentro de un esquema donde el transporte y la distribución de la energía sigue en manos privadas. Y es en ese sector donde se seguirán produciendo los cuellos de botella porque los operadores privados se niegan a hacer inversiones que garanticen una servicio de calidad y confiable. Cuando un consumidor privado requiere conectarse a una red pública, pero cuya explotación la tiene otro privado, la distribuidora, la inversión de aquella conexión que pasará a engrosar el patrimonio de la distribuidora, la debe financiar el consumidor. Cuando se trata de una inversión importante, como la infraestructura de un barrio o el acceso de varios kilómetros desde la red existente a un establecimiento industrial, por ejemplo, la empresa distribuidora contabilizará esa obra como parte de su inversión en infraestructura comprometida cada año a pesar de ser pagada en su totalidad por el usuario o cliente. Si este último está bien asesorado y conoce la ley, esa inversión que hizo de su bolsillo la puede recuperar en el tiempo en forma de energía a consumir. Si no está asesorado la inversión la pierde, ya que la distribuidora solo repondrá el costo de la obra si se hace una serie de gestiones legales y burocráticas en ese sentido. De lo contrario es una infraestructura pagada por un tercero que las empresas pasar a poseer y hacer figurar como inversión propia sin haber desembolsado un peso. Uno de los argumentos preferidos de parte de las empresas explotadoras del SEA para no invertir era el bajo valor de las tarifas eléctricas.

En 2016 el tema más urticante fue el aumento obsceno en el monto de las tarifas, entre ellas las eléctricas. Además de este aumento brutal se les perdonó a las empresas eléctricas una cifra sideral de deuda con el estado. Y se les conservó los subsidios, cuya eliminación era uno de los argumentos para justificar los enormes aumentos. Encima de todo esto las empresas están solicitando un nuevo aumento del 75% para principios de 2017. Y aun así no hicieron las inversiones. Para el presente verano ya el presidente anunció los mismos o mayores cortes que en el verano anterior sabiendo que sobre la infraestructura no se gastó una moneda. Fin parte 2.       

SE VIENE LA CRISIS (Parte 1)

Luis O. Corvalán 
Consultor – Asesor | Generación de Energía

Central Hidráulica Chocón
En 2004 se publicó en un diario un comentario que realicé sobre la crisis energética que se estaba viviendo. (ver aqui)  A 12 años de aquella ocasión repito aquí gran parte de ese análisis que conserva una actualidad notable.
El motivo de esta renovada opinión es porque se están generando, ahora, las condiciones para una crisis grave en el futuro cercano. Y cuando llegue se buscarán los culpables en gestiones anteriores y en contextos que no existen en la actualidad, sino que se los está generando por malas medidas que se están tomando en la presente gestión.
Veamos primero como se diseña y gestiona una matriz energética pensando en el país como una unidad estratégica. Y aquí mismo, en el génesis del análisis, está el principal problema conceptual. El liberalismo económico se niega a considerar el carácter estratégico y nacional del tema energético. Su lógica es una rentabilidad y que el mercado sea el que genere la oferta y el funcionamiento de un sistema que nunca se rigió por leyes de oferta y demanda.
Veamos un poco de historia. La generación de energía eléctrica pasó a ser la razón de la explosión de desarrollo que fue una característica del siglo XX. La energía se produce en usinas por maquinarias que se conocen con el nombre de “grupos”, ya que están formadas siempre por 2 máquinas. Una máquina que impulsa y un generador. Técnicamente todos los generadores son idénticos. Cambian el tamaño, la forma de montarlo y la velocidad. Pero todos son máquinas sincrónicas. La máquina de impulso en cambio puede tener diferentes principios de funcionamiento y tomar la energía de fuentes diversas. Por estas razones las centrales se identifican por su fuente primaria de energía. Así tenemos centrales hidráulicas, térmicas, nucleares, eólicas, a gas, ciclo combinado, solares, geotérmicas, mareomotices, etc.
Qué tipo de central se va a instalar es una decisión estratégica que debe tomar un país y no el mercado. Porque el proceso de generación compromete recursos energéticos que pueden ser estratégicos, ya sea por escasos, no renovables o necesarios para otras formas de energía, por ejemplo el transporte, la industria o la calefacción.
Hay una ecuación bastante simple en esto de generar energía eléctrica: el costo de explotación es inversamente proporcional a la inversión. Traducido al cristiano quiere decir: cuanto más barata la instalación de mi usina más caro será explotarlo a lo largo de los años.
Esto que acabo de expresar es un tema fundamental a considerar si generar energía fuera algo solo regido por el mercado. Y lo que ocurrirá en estos casos es que el inversor privado hará un estudio de la inversión necesaria y el tiempo de retorno de esa inversión. No considerará para nada el carácter estratégico del recurso a emplear, su impacto ambiental o su escasez.
Solo el estado y bajo una administración lúcida y previsora puede contemplar todos estos elementos para diagramar una estrategia energética que satisfaga la demanda del país, que prevea un crecimiento de la demanda acorde al crecimiento del país mientras garantice en el tiempo la existencia de los recursos energéticos necesarios dejando una parte de los mismos disponibles para otros actores económicos y otras maneras de transformarlos.
Los ejemplos de lo que acabo de decir son muchos, claros y palpables. Las grandes usinas de la Argentina que son por un lado grandes obras civiles construidas desde el estado con el esfuerzo de todos los ciudadanos son además las centrales que aprovechan fuentes renovables o eficientes, de poca contaminación y permiten una explotación sustentable y de bajísimo costo. Esto a su vez mejora la competitividad de toda la industria. 
Requirieron grandes inversiones y por eso ningún privado a partir de la época de la desregulación del sistema eléctrico argentino montó una central de estas características. Me refiero a las grandes centrales hidráulicas, las centrales atómicas y las grandes centrales térmicas que se construyeran todas durante épocas en que el estado era un actor económico central en el esquema energético argentino. Algunas de estas son las grandes represas sobre el río Limay: Alicurá, Piedra del Águila, Chocón y otras, las centrales hidráulicas de Salto Grande, Yaciretá, Río Grande, Futaleufú, las centrales nucleares de Atucha y Embalse, las centrales térmicas de Costanera y Puerto Nuevo, las más grandes del país de su tipo en la ciudad de Buenos Aires.
La “transformación del sistema eléctrico argentino” de los 90 basada en la llamada “Ley Bastos” permitió que cualquier privado pueda montar una usina y comenzar a generar, sin exigirle una característica determinada de central. Esto hizo proliferar centrales del tipo a gas natural. Son centrales que un contratista internacional especializado puede montar en 6 meses en un predio de 4 a 10 hectáreas. Esto permite un retorno rápido de la inversión y con las utilidades convertir esa central original a gas en una de ciclo combinado, aumentando un 50 o 60% lo generado con el mismo consumo de gas. Esto permitió ir atendiendo el aumento vegetativo de la demanda eléctrica pero a costa de un aumento exponencial del consumo de gas natural, un recurso que a la Argentina le sobraba y se daba el lujo de ventear hasta el punto tal de tener que hoy importarlo. Además de haber privatizado la empresa nacional de gas lo que prácticamente hizo desaparecer la exploración de nuevos yacimientos. Fin Parte 1

sábado, 24 de diciembre de 2016

2016 - Un balance personal

Me gustan los balances, las conclusiones. Como transitar un sendero en la naturaleza y de tanto en tanto detenerse en un lugar elevado y mirar el paisaje para saber si vamos bien rumbeados.
Pero el presente no es fácil de analizar, en particular por el grado de polarización que ha calado hondo en cada argentino. La objetividad es un recuerdo lejano y por más que uno intente siempre aparecerá la voz crítica que nos colocará en uno u otro extremo del arcoíris político, sin necesidad de justificar con conceptos tamaño absolutismo.
Así que mencionaré la obviedad que siempre hago en estos casos. Lo que sigue es mi punto de vista, uno más dentro de un concierto de interpretaciones de una realidad que palpitamos como única pero que cada uno mira desde una perspectiva diferente.
Tengo información cuantiosa, de diferentes medios y autores y referidas a distintos momentos históricos de las últimas 5 décadas que me confirman, más allá de toda teoría conspirativa, disciplina que generalmente esquivo, que hay una tendencia mundial por parte de diversos centros de poder, en particular económico, de invadir los medios de comunicación para generar un sentido común que favorezca sus intereses. Eso, dicho de alguna manera. Lo podría expresar mejor si creyera que mis comentarios merecen más detenimiento de mi parte, algo que está aún por verse.
Esta lógica que puedo referenciar si me propusiera un trabajo más extenso, tiene su correlato en estas pampas y de manera grosera. Esta nota está acompañada con una imagen de la tapa de Clarín del 4 de diciembre de 2001. Hacía 24 horas todos los ahorros y dineros en cuentas corrientes de los argentinos habían sido confiscados por el gobierno y solo se les permitiría acceso a raíz de 250 pesos por semana. Un hecho económicamente catastrófico para el público y prueba de un colapso de la economía que desembocaría en pocos días en la más grave crisis de la historia argentina. Y sin embargo ahí se insinúa como la “gente” tiene dudas, asociando a esa entelequia menor la ignorancia, mientras “los mercados”, algo mucho más sofisticado e informado, están “mejor”. No importa la gravedad de la situación, siempre titula para conformar su núcleo duro de intereses. En la década liberal que precedió a ese infausto mes el diario de la cornetita creció órdenes de veces participando en todo tipo de negocios con el estado y convirtiéndose en un gran grupo de negocios capaz de influir aún más en el quehacer diario, algo que ya era una costumbre de décadas. El ejemplo sirve para mostrar, ya en la lejanía, como el medio lejos de informar a lo que se dedica es a formar. Generar sentido común. En aquel caso vender una imagen de normalidad cuando el colapso ya estaba en curso. Invito a mirar la tapa del día anterior, cuando informaba de la captura de los dineros privados por parte del gobierno y titulaba como si la medida implicaba simplemente un trámite más para acceder a los ahorros cuando en realidad era una confiscación. Hoy defender esa estrategia comunicacional sobre este tema en particular es virtualmente imposible y por eso me fui a 15 años atrás. Hoy aparecerían voces criticando mi oposición al medio como una postura prejuiciosa y cooptada por parcialidades recientes.
Mi entendimiento e imprescindible de explicitar para el presente análisis es que esta tendencia del diario, replicada ahora en la TV abierta, cable, radios y portales que son las herramientas actuales que exceden en largo al papel, ha venido horadando constantemente a la opinión pública hasta convencerla, en mayorías suficientes, que el gobierno pasado ha sido el más corrupto de la historia y que la presente gestión es llevada adelante por hombres probos preocupados por los destinos de la patria y sin nada que ocultar.
Esto a fuerza de repetición diaria trasciende los titulares y penetra los capilares de la conciencia individual. Este año he oído desde la inocente “dale tiempo” hasta construcciones algo más sofisticadas del tipo “él maneja su propio dinero en cambio Cristina hizo su fortuna con dinero del pueblo”. Afirmación que el interlocutor toma como un axioma ya que no tiene como comprobar ni una ni otra mitad de la frase. Pero le “suena” real a punto de defenderlo vehemente en cualquier discusión descartando como falaz cualquier argumentación en contrario.
La gestión actual no soportaría una semana en el poder si un buen día este medio y su sistema de satélites comenzara a poner a consideración del público la ubicación estratégica en oficinas del poder a conspicuos interesados en cada área, la seguidilla de leyes y decretos que permitieron la obscena transferencia de ingresos públicos hacia las empresas representadas por esos funcionarios, la toma indiscriminada de deuda en dólares, moneda local y otras dejando su pago en hombros de la población para que propios y asociados puedan remitir utilidades al exterior o simplemente fugar dinero, las decenas de empresas en paraísos fiscales que presidente y funcionarios poseen para escabullir impuestos, los contratos directos a amigos y parientes, la persistente negativa a cualquier política que favorezca a conjunto de la sociedad y decenas de situaciones más que extenderían aún más mi comentario. Nada de eso ocurrirá y ningún proceso judicial al respecto andaría cómodo por tribunales siendo que uno de los abogados del grupo Clarín hoy integra la Corte Suprema. Tan blindada está la presente gestión que las movilizaciones de protesta aún son actos aislados que no ponen en jaque ni al gobierno ni a la continuidad de las políticas. Así como en diciembre de 2001, a 2 semanas del estallido general, el diario seguía comentando como si se tratara de una simple medida más cuando era en realidad la chispa que provocaría la colmatación de la paciencia de todo un país, el presente que va rumbo a lo mismo no será informado en estos medios hasta el día después, cuando estemos buscando entre los escombros qué permanece de la Argentina que alguna vez conocimos.
Abocados todo el año a titular las peripecias legales de funcionarios de la gestión anterior, pocos que solo se informan por estos medios tienen una cabal dimensión del nivel de desmadre de la situación económica del país. Es cierto que parte del problema ya era visible hace un año pero los paradigmas económicos son radicalmente diferentes. Sin ponerme aquí a defender teóricamente una u otra concepción, sí puedo en cambio mostrar los resultados que dichas ideas produjeron en el pasado. Una solución al desequilibrio pueda pasar por bajar todo tipo de gasto, estrategia utilizada hasta el hartazgo en el pasado con ningún resultado exitoso que yo recuerde. El ejemplo más reciente es la política de déficit cero implementada por Cavallo en julio de 2001 que lo único que logró fue acelerar la caída. Aquel gabinete tenía muchos integrantes del actual y que hoy repiten la misma política como si mágicamente nos llevaría por diferentes resultados. Nada de esto se comenta en los grandes diarios argentinos salú. Y ya que mencionamos las peripecias judiciales podemos detenernos un poco en eso también. Por la seguidilla de titulares que vimos desde 2008 a la fecha, la sensación que todos tienen es que la simple imputación de algunos de estos llevaría de inmediato a su detención y que “se pudra en la cárcel”. Resulta que a Boudou, emblema de la corrupción K hoy algo demodé, mucho más allá que las declaraciones de una novia despechada de un supuesto testaferro, cruces telefónicos y alguna transferencia desprolija de un auto viejo, las contundentes pruebas que lo pondría años a la sombra aparentemente no aparecen, ya que con los hoy tribunales tan entusiastas sigue cual Niki Lauda, quemado pero libre y tranquilo. Báez tiene en el bolsillo el naipe de “salir de la cárcel gratis” ya que una parte importante de sus negocios turbios lo realizó a la sombra de jugadores más grandes que resultaron familiares directos del actual impoluto presidente. No creo que avancen demasiado las investigaciones por este lado. El patético comprovinciano arrojador olímpico de bolsos con complicidades de novicias rebeldes que no le será fácil zafar de tan in fraganti de su caso resultó ser un electrón libre que no se logra vincular con cómplice alguno. Esto por mencionar el caso más explícito e indefendible de corrupción hasta ahora descubierto, siempre limitándonos a la gestión anterior. Nueve palos verdes. Los casos más avanzados contra Cristina son el dólar futuro y los hoteles del sur. En el primer caso la defensa es bastante sencilla. Es un acto de gobierno que se transformó en negocio espurio gracias a medidas que tomó la actual gestión y cuyos beneficiarios fueron funcionarios actuales que el juez ya declaró inocentes. Condenar a Cristina requiere de microcirugía legal y mucha literatura fantástica. Mucho más simple sería demostrar como Aranguren favoreció a su empresa Shell en detrimento de las cuentas públicas porque todo está oficializado en decretos y medidas explícitas. Pero la justicia no le interesa porque no lo leyó en los principales medios.
Los gobiernos que de autotitulan progresistas son más culpables cuando comenten un acto de corrupción que un gobierno conservador-liberal. Esto es lo que sostengo desde hace décadas y fue el motivo de mi axioma “la honestidad de un gobierno es inversamente proporcional a su liberalismo económico”. Álvaro García Linera, vicepresidente boliviano, lo explicita formidablemente cuando exige que la gestión progresista y en defensa de lo popular vaya acompañada de integridad porque “la corrupción es una característica del capitalismo salvaje, de los regímenes liberales y antipopulares”. Es dar un gran paso atrás para dejar expuesto al corrupto. Convivir con la corrupción es torpedear la filosofía con que se llega al poder. Y por eso mi crítica al peronismo que es políticamente higroscópico, absorbe cualquier idea que se le presente y anida aventureros individualistas y corruptos en su seno. La gestión actual, en cambio, lleva la corrupción en su estructura, en el centro de su quehacer cotidiano. Basta ver la arquitectura societaria de sus funcionarios y descubrirán a simple vista que están “vestidos para delinquir”. Empezando por el presidente, el mayor de todos por su tamaño, historia y complejidad en el entramado de sociedades y andamiaje familiar para repartir cargas, responsabilidades y sellos de goma. Mi sueño es una gestión radicalmente diferente, desde la ideas como del comportamiento mafioso tan característico. Que no salga en los diarios no los hace inocentes. De la misma manera que hacer tapa todos los días no te hace culpable.
Volviendo a la gestión económica, la idea que se propala es que era inevitable, que era la única opción, que había una bomba de tiempo. El tema es que si hay opciones y hay otras maneras de hacer las cosas. Detrás del velo de corrupción con que se la quiso ocultar, hay corrientes de opinión diferentes y para colmo con ejemplos prácticos positivos. La estrategia tanto de Scioli como de Massa, explicitada por sus economistas, y que representan más del 60% de los votos emitidos, apostaba al crecimiento y al mercado interno como manera de equilibrar las cuentas fiscales. No al ajuste presente que lo único que hizo, tal como pronostiqué en noviembre de 2015, fue aumentar el déficit al punto tal de hoy dar letra a los más ortodoxos que aúllan por mayores ajustes y shocks que significan mayores penurias y garantizan fracasos más rápidos aún. Más que tropezar con la misma piedra es llevarse puesto de nuevo la camionada de ripio.
El juicio a Milagro Sala, probablemente el primero de estos en lograr la instancia de oral y público, fue una muestra cabal de lo artificial y armado de las pruebas en contra que permitió el lucimiento de la abogada defensora. Más rápido y explícito que los pesados y polvorientos expedientes, la característica de público deja a los jueces más expuestos a la hora del fallo. Algo que no sucede cuando leemos ya consumado sobreseimientos de cuanto funcionario actual que jueces redactan entre gallos y medianoches.
La finalidad de generar indignación con el latiguillo de la corrupción (Lula enfrenta media docena de juicios) no es porque se anhela gobiernos honestos e impolutos. Se anhela otra política económica. Entonces de nada sirve señalar corrupción si no se la vincula de inmediato con la gestión de la cosa pública y principalmente con la gestión económica. Aquí la razón de vincular al exministro Kiciloff con una cuenta en Delaware, totalmente inexistente. El responsable del área económica debe caer bajo el manto de corrupción, tal cual le pasó a Boudou, porque lejos de querer honestidad se quiere otra política económica. Esa es la razón de tanta insistencia. Es insostenible la idea de una gestión honesta en el actual gobierno. Una mínima investigación que vaya por fuera de los titulares descubre los fondos injustificados de la vice-presidente, las operaciones inmobiliarias de su fundación en Calafate (nada menos), los contratos directos a Majul y esposa, a la esposa de Leuco, a Niembro y los favores mencionados a Clarín, sobreseyendo a sus titulares en la escandalosa cooptación de Papel Prensa durante la dictadura y la veloz declaración de inocencia de funcionarios actuales ya mencionada. Toda la estructura mediática en función de una política económica. Tal cual sucedía en 2001, tal cual pasó en la dictadura. De las otras carteras y por fuera de los medios hay para hacer dulce.  
Molesta mi opinión, reconozco. Pero hay algo que me reconforta: se sostiene en el tiempo. Conservo mis escritos políticos desde 1985 y mis vaticinios no estuvieron tan pifiados. Especialmente si se los compara con los anuncios de nuestros ilustres funcionarios apenas un año atrás. Veo un 2017 más complicado todavía, simplemente porque se está partiendo de un escenario mucho más deprimido que hace un año pero con los mismos funcionarios y con las mismas ideas que complicaron el presente año más allá de lo necesario. Espero equivocarme, algo que no es muy frecuente lamentablemente.

Pero con estas ideas aprovecho la paciencia de los lectores para desearles a todos felices fiestas y un futuro mejor.                      

sábado, 12 de noviembre de 2016

QUIEN ES EL JEFE YO ESTOY EN CONTRA

La derecha siempre tiene el argumento apropiado y el medio dispuesto a propalarlo. Nos convenció que para terminar con la corrupción K nada mejor que un empresario cuya familia lleva 40 años de negociados, sobreprecios en obra pública, contrabando, fuga de divisas, estatización de deuda privada, espionaje y otras exquisiteces. 
Ahora con el triunfo de Trump saldrán a decir que el mundo gira sabiamente a la derecha. Otro error garrafal. Ayer salió una encuesta confirmando lo que vengo diciendo desde hace meses: Bernie Sanders hubiera ganado la general por 54 a 46% o 55 a 45%, según la encuestadora. En ese caso ¿diríamos que el mundo gira a la izquierda? También hubiera sido un error ese análisis. El mundo, en general, está harto de la política tradicional, sea del signo que fuera, porque desde hace muchos años no acompaña los deseos y necesidades de la base electoral. En España gobernada por la derecha con un partido "obrero" travestido la alternativa antisistema surge por izquierda. En Francia, caso contrario, la alternativa aparece como extrema derecha. Como mencioné en abril, Sanders y Trump tienen en común su feroz crítica al sistema político tradicional. Y Hillary era el prototipo del político enquistado, corrupto, pro-sistema bancado por las corporaciones.
¿Pero a qué llamo sistema? Como mencioné en un largo artículo sobre el liberalismo, en 1980 se produce un quiebre entre la productividad de las empresas y los niveles de ingreso de sus trabajadores. Y eso se acentuó hasta la fecha. El mundo avanzó generando enormes riquezas pero la clase trabajadora hoy gana menos que entonces, necesita trabajar más horas, le cuesta más conservar su puesto de trabajo. Por primera vez desde la revolución industrial las generaciones presentes viven peor que las anteriores. Luego de la caída del muro de Berlín en 1989 se quiso dejar grabado a fuego que esta manera de hacer las cosas era la única opción y que al ciudadano medio no le quedaba otra que mirar la realidad como un simple espectador. La muerte de las ideologías, ya no hay nada que pensar. Bajar los brazos, resignarse. Se unieron los grandes vencedores de estas ideas: capitalistas, banqueros, grandes conglomerados, millonarios de ocasión y sus indispensables medios de comunicación. A esto llamo "sistema". Cooptaron el poder político en todas partes. Promoviendo gobiernos afines y limitando el accionar de gobiernos contrarios. Esto llevó a los partidos populares, como el PSOE español o la izquierda francesa, incluso el actual gobierno griego, a moverse a la derecha abandonando sus bases. Le pasó incluso a Dilma cuando nombró a Levi como ministro de finanzas con los resultados a la vista. Pero las ideologías no murieron, ni mucho menos. Decir eso es ideológico, justamente. Es una manifestación política, interesada, aviesa, disimulada como un análisis de la realidad. Por supuesto que hay otras opciones. Algunos saben capitalizar el descontento a su favor aunque no tengan la más mínima intención de cambiar nada. Trump me late a eso, al igual que Macri que ni se le mueve un pelo al incumplir todo lo prometido. El siglo XXI deberá generar los mecanismos políticos de transformación porque no podrán mentir ad infinitum. Las clases populares tienen un límite de tolerancia, pueden consultarlo con Luis XVI. Ya lo dijo J.F. Kennedy el 13 de marzo de 1962: "Aquellos que hacen imposibles las revoluciones pacíficas convierten a las revoluciones violentas en inevitables". Pero para la indispensable transformación ordenada necesitamos políticos que vean y piensen más allá de sus aceitadas narices, que solo olfatean las inmediaciones de sus propias y miserables apetencias. Por hoy la dejamos aquí. Después podemos ver los ejemplos y las alternativas, que las hay.

domingo, 25 de septiembre de 2016

PARAÍSO INEXISTENTE. UNA VEZ MÁS.

Reflexiones Domingueras

Encontré en FB un medio dinámico que estimuló mi afición por la escritura y el análisis político. Algunos habrán notado mi distanciamiento de los últimos tiempos. Estoy algo saturado de las reiteraciones y de la realidad proyectada a través de sus muros. Convencido de mis ideas que se fueron puliendo desde mi adolescencia no gracias a convicciones abstractas sino por corroboración con lo que yo veo como realidad, me consume la paciencia leer teorías o descripciones que poco correlato tienen con lo concreto y real de lo cotidiano. Quien se tome el trabajo de leer mis escritos de 2015 notarán que mientras por un lado advertía de graves errores de estrategia, de comunicación y de procedimientos a quienes se aferraban al poder atados al mástil del peronismo como si eso fuera garantía de algo olvidando que el abismo del que se tuvo que salir durante el triplete kirchnerista fue cavado por gestiones del mismo palo, por otro lado advertía a los asqueados de esa realidad las penurias e iniquidades que un gobierno explícitamente liberal se traía disimuladas tras racimos de globos amarillos que intentaron, con éxito, distraer al electorado. Nadie lo reconoce, pero la realidad los traicionó si es que aun creen que los políticos no. A esos jubilados que se indignaban de pagar ganancias y hoy pagan más, a los que repetían que se estaban robando la plata de los jubilados y hoy descubren que el PAMI ofrece menores servicios que hace un año o que las actualizaciones semestrales ni se acercan a los aumentos de precios. O esos más sofisticados que recitaban que el dólar estaba absurdamente retrasado y que el levantamiento del cepo iba a solucionar mágicamente. El tema sigue siendo mi latiguillo de toda la vida y que probablemente ya harta: los liberales, neo liberales, ortodoxos o como cuernos quieran llamarlos llamarse tienen un discurso soberbio, aleccionador y pseudo científico que nunca emboca lo que ocurre y mucho menos lo que ocurrirá. Una simple pregunta como “¿para qué se toma determinada medida?” es suficiente para demostrar en cuestión de semanas o meses que el resultado ni se acerca a lo prometido. Llevar el dólar de 9,80 a 16 no trajo competitividad, solo generó la inflación necesaria para contrarrestar exactamente ese aumento. Abrir el acceso al dólar no generó la avalancha de divisas que prometía Prat Gay para enero y febrero sino exactamente lo contrario: se baten records de compra y fuga de divisas que, repito, fugan pocos pero se cubre con deuda que pagamos todos. El engendro legislativo que perdona prisión e impuestos a quienes se dedicaron por décadas a fugar y ocultar sus bienes no generó los 20, 40, u 80 mil millones de dólares de ingresos porque, como sostengo desde hace 35 años, los arrogantes teóricos del sálvese quien pueda desestimaron lo más obvio: estás dependiendo de la repatriación y el blanqueo en personas que se dedican a la fuga y al negro. Ya no necesito especular: los resultados están a la vista. Y como no ocurrió lo que no iba a ocurrir, hoy salen presurosos a rematar los activos del Fondo de Garantía por doble vía: para quitar ingerencia del estado (algo que les da asco por convicción) en las empresas amigas que solventan al gobierno con discurso y personajes y por el otro para cumplir con las vanas promesas que supuestamente la avalancha de dólares iba a hacer: compensar mínimamente los reclamos de un sector de jubilados. Deuda concreta por un lado, vaciar patrimonios públicos por otro, todo lleva a beneficios para pocos y penurias por generaciones. Nutrirse de los Lanata, los Castros, Bonellis y/o Longobardis tiene su costo: mientras el mago recita nada por aquí nada por allá mientras te muestra sus mangas te está meando la cabeza y ni cuenta te fijás, como decía un amigo. Otro amigo que solía prenderse en cualquier debate de esta índole y defendía a rajatabla ajustes y penurias públicas como única manera de alcanzar la meca de todo liberal: el equilibrio fiscal, hoy se hace el distraído mientras la realidad muestra exactamente lo contrario y corrobora mi tesis: eso lleva a penurias, nada más, mientras que los déficit empeoran, tanto en Argentina como en Brasil, predios que utilizamos de ejemplos. Y esto por solo nombrar uno de sus pifies, entre muchos. Por estas razones me aferro a mis ideas ya que son acompañadas en gran medida por los acontecimientos, les guste o no. Y por eso me atrevo otra vez a vaticinar: en una gestión que llegó al poder con el 34% de los votos propios y gracias un balotage totalmente malversado donde se impusieron por un pelito, no es ámbito suficiente para convencer a los grandes inversores si durante el proceso destruiste el mercado interno y tenés todos los días manifestaciones en contra. Sería ilusorio pedirles un análisis profundo, tan proclives ellos a los besos y los paseos coreografiados para deleite de los cerebrolisos. Pero ya que arrancaron la gestión criticando a Maduro, sería interesante plantearles que van camino a convertirse en lo mismo: una parodia de gestión que se aferra a un discurso que no se está cumpliendo pero en lo formal legitimado por el voto, pero sin encontrar el rumbo ni las herramientas para manejar un país, tarea para la cual no están preparados. Solo haraganear la mayor cantidad de recursos públicos en su propia dirección por todos los medios al alcance: rebajando impuestos a gente como uno, aumentando tarifas hasta lo imposible, rebajando sueldos, despidiendo, frenando todo programa social, etc. Y el argumento de fondo siempre es crear “un clima de negocios” que promete en el futuro inversiones y un paraíso que jamás se cumplió con exactamente las mismas medidas. Sigamos creyendo como lo venimos haciendo desde hace generaciones. Pero les aviso una vez más: la realidad pasa por otro lado.      

miércoles, 31 de agosto de 2016

UNA REALIDAD, DOS RUMBOS

Una visión personal          

  El siglo XXI encuentra al mundo navegando aguas turbulentas de mares nuevos con los instrumentos políticos del siglo XVIII y XIX. Algunos países lograron una síntesis de conceptos incorporados pragmática o criteriosamente según sus particulares realidades y escalas de valores consensuados por sus sociedades. Y son los ejemplos exitosos a los que siempre recurro.
Pero buscando una simplificación de raíz, un cuerpo calloso primario sobre el cual se construyen los diferentes matices de pensamiento, encontramos, a mi parecer, solo dos corrientes de pensamiento. Las corrientes políticas y fácticas que de variadas maneras determinaron el rumbo de los últimos dos siglos (por poner caprichosamente un marco temporal) han conducido a la humanidad a las situaciones de enorme desigualdad que vemos hoy. Esto que muchos autores, analistas y dirigentes vinieron tratando desde siempre cobró notoriedad entre la academia hace un par de años cuando el economista francés Thomas Piketty publicó su monumental trabajo de más de 1000 páginas “El Capital del Siglo XXI” donde saca conclusiones de 200 años de estadísticas donde muestra fehacientemente como el mundo fue constantemente, salvo contadas excepciones, hacia la concentración obscena de la riqueza en poquísimas manos que tenemos hoy. A punto tal que 80 personas tienen la misma riqueza que la mitad de la población mundial combinada.
Esta desigualdad, en palabras de Piketty, está superando a la que existía en las décadas previas a la Revolución Francesa. En este caso los grandes capitales reemplazaron a la decadente monarquía, pero el esquema de injusticia social es idéntico. Y la pregunta obvia que se hace Piketty es hasta cuando la sociedad tolerará esta desigualdad creciente sin un estallido general como fue en el siglo XVIII la Revolución Francesa que marcó un cambio de era.
Expresado este concepto aquí viene mi interpretación personal que pinta mi visión política primaria: las ideas, programas, propuestas, banderas, actitudes políticas ¿en qué rumbo nos coloca como sociedad? ¿Vamos hacia una mayor concentración o vamos hacia distintas formas de redistribución o de participación de las rentas de manera de obtener una sociedad menos injusta? Aquí no defino ni un partido ni un movimiento histórico ni un concepto rígido de ideas. Defino un rumbo, un horizonte. Lo demás, los medios, la manera, las propuestas concretas, serán como siempre motivo de discusión, de debate, de consensos y de discrepancias. Pero me gustaría que se comprenda lo que para mí es el punto de partida: hacia donde queremos ir.
En mi caso particular este concepto me llevó a simpatizar con diferentes propuestas a lo largo de las décadas pero siempre con la misma premisa. Lo mío va de buscar el rumbo que intente la mayor igualdad social posible. Y la mayoría de las veces termino optando por el que ofrece menos desigualdad, lejos de mi ideal. Y muchas veces termino catalogado por la foto y no por la película. Así fui señalado de radical, peronista, socialista, K o lo que fuere.
Hoy la realidad desnuda crudamente esta dicotomía. Y la gestión que tenemos actualmente en Argentina no disimula su intención de ir hacia la concentración, aún mayor, de la riqueza en pocas manos. Todos los días se toman medidas en este sentido. Y fue la razón por la cual en el pasado este conjunto de ideas solo llegaba al poder impuesto por la fuerza de los sectores minoritarios. Hoy llegaron gracias al voto popular porque el refrán publicitario superó a la consigna política. Pero las consecuencias de estas políticas son menos fáciles de maquillar.
El otro aspecto de este panorama que yo pinto bipolar es que el primer grupo tiene una gran variedad de herramientas para el ejercicio del poder y articula aceitadamente todos sus movimientos. Mediante presión económica, mediante grandes medios de comunicación, a través de organismos multilaterales, a través de presión política, mediante embajadas, ejércitos, convenios comerciales, tratados de libre comercio, generación de sentido común, etc. Todo suma hacia un objetivo simple e indisimulado: captar la mayor porción de renta posible. Y la contracara, en cambio, es un abanico de buenas intenciones y de las otras, en un mar de banderas y propuestas, cada uno con su tópico o matiz que defiende como si les fuera la vida en eso. Los ambientalistas, los socialistas, los nacionales y populares, las corrientes internas de partidos que militan a ambos lados de esta frontera conceptual, etc. Un cocoliche de diferencias sutiles que impide la construcción de un gran frente indispensable para confrontar con tan formidable enemigo. Una Armada Brancaleone cuando lo necesario es una muy clara estructura de conceptos básicos que deben ser un norte que pueda unir voluntades. Justicia social, integración, contención. El Papa lo llamó techo, tierra y trabajo. Otros lo llaman inclusión social. Igualdad de oportunidades. Lo que les plazca. La pregunta, vuelvo a insistir, necesita aclarar el rumbo: ¿Vamos hacia una mayor desigualdad o hacia una mayor justicia en la distribución de la riqueza? ¿Está bien que el esfuerzo de las comunidades sea captado por un minúsculo grupo de personas o debemos buscar la manera de construir una sociedad más equilibrada? Respondidas estas preguntas simples, recién podemos avanzar hacia el próximo paso. Pero estaremos definiendo el más elemental de los conceptos de cara a un recorrido que llevará generaciones concretar. Todo lo demás serán las formas, pero lo imperdonable es errar el fondo a la hora de tomar la decisión. En mi humilde visión.           


  

domingo, 24 de julio de 2016

EL PESADO PRESENTE

Reflexiones Domingueras


Ya se cumplirán 8 meses de gestión. La información en los grandes medios hace que aquellos que se convencieron que la corrupción era exclusividad K y votaron a la presente gestión, todavía piensan que esto va por algún camino y no por el campo travieso de la total incertidumbre que a mi entender transita. Los informados por esos medios son los que me criticaron los lúgubres pronósticos que hice en noviembre pasado pero que no han podido señalarme un pifie siquiera de las medidas económicas anticipadas entonces. Esto lo traigo a colación a ver si ahora me prestan un poco mejor atención. Ahora que ya pasó, podemos evaluar lo realmente sucedido. A diferencia de mis pronósticos que suponían una aplicación de medidas ortodoxas de manual que llevarían a un freno de la actividad económica, un empobrecimiento general, un aumento formidable de la deuda pública, mayor desocupación y como consecuencia un aumento del déficit fiscal, todos estos efectos que efectivamente se cumplieron no fue consecuencia de un dogma económico errado sino de la intención primaria básica de un grupo de gerentes y accionistas convenientemente ubicados en todos los espacios del ejecutivo e incluso en la Corte Suprema de producir una inmediata y grosera transferencia de ingresos hacia sus compañías, grupos económicos y fondos de inversión. Lo primero que se hizo a contramano de cualquier ordenamiento de la economía fue dejar en las manos más opulentas todo el dinero público que se pudo, mediante la quita de cargas impositivas, tarifazos o la obscena cancelación del dinero solicitado por los fondos buitres, cuenta que pagarán por generaciones todos los argentinos y que fue a parar a contados bolsillos. Esta desesperación por la rapiña del dinero de todos se hace mientras a diario te informan de bolsos, supuestos arrepentidos, rumores, testimonios que llevan a pensar que las desgracias presentes son una consecuencia innegable de unos cuantos estúpidos delincuentes que llevaron unos millones para su molino y no de un robo sistemático y parcialmente legalizado por una banda de asaltantes del poder político provenientes del poder real que hoy nos gobiernan. El pago a los buitres, tal como anticipé en noviembre, era el paso necesario para limpiar el plástico que iba a permitir gobernar hoy con plata de futuras gestiones para frenar el colapso lo suficiente para cosechar cuanto peso público se pueda desviar a una cuenta privada antes que la gilada se avive y salga masivamente a la calle. Tal como se hizo en el pasado. No voy a repetir lo expresado hasta el cansancio, pero envalentonado por anteriores predicciones, hoy me animo a señalar lo siguiente. Si a la gestión anterior no le cerraban las cuentas fiscales y eso obligaba a diversas creatividades y a la emisión de dinero que provocaba una inflación anual del orden del 25% compensada por paritarias, hoy la situación es diferente. El déficit es del orden del doble o triple del anterior dentro de un contexto de un freno notable de la economía, tal como anticipé, lo que afecta aun más la recaudación. Cualquiera puede leer esas noticias presentadas como neutras o incluso como logros de todas las semanas: la colocación de lebacs, la emisión de títulos, el acuerdo con organismos para tal o cual obra. Todo es una toma de deuda y generalmente con vencimientos que exceden el mandato del iletrado que circunstancialmente nos gobierna. Para cuando se celebran las legislativas del 2017 no habrá manera de sostener el relato de la herencia ni de los bolsos revoleados y los efectos de estos primeros meses ya habrán producido estragos en los sectores opositores y entre los incautos votantes. Si ya Macri gobierna con minoría en ambas cámaras y a pura negociación que indefectiblemente consiste en dinero, cuando las papas estén quemadas y las bancas propias más escuálidas, el descontrol del ejecutivo será total o caerá en un autoritarismo y locura represiva con pronóstico pavoroso. Lo de De la Rúa parecerá una tranquila siesta primaveral y las calles serán un campo de batalla peligroso. No voy a abundar más allá y comenzarán la llovizna de críticas, pero no puedo evitar mi impulso de expresar lo que pienso. Este país es rico y absolutamente viable. Pero la solución queda para allá, no hacia donde vamos ahora. Lo dije antes, lo reafirmo ahora a 8 meses entrado en gestión. No tengo problemas en exponer mis afirmaciones al paso del tiempo. Lo hago desde hace décadas y la verdad no recuerdo grandes pifies del estilo: “el año que viene terminará con una inflación del orden del 20%”, como afirmó nuestro veraneante crónico a cargo del ejecutivo, gracias al voto de la dama y el caballero. Buen domingo a todos.        

jueves, 2 de junio de 2016

¿QUEREMOS SER UN GRAN PAÍS?

Cornell University fundada en 1865 bajo el
Morril Act
El recientemente desaparecido Aldo Ferrer sostenía en su gran obra “La Economía Argentina” que la enorme diferencia de desarrollo que lograron Estados Unidos y Canadá respecto del resto del continente tiene que ver con la manera en que se distribuyó la tierra. Esta afirmación es acertada desde mi punto de vista. Y cuando es el gobierno el que decide como, a quien y con qué fines se dispone de la tierra y no un monarca a puro capricho que tiene su corte a miles de kilómetros, los resultados pueden ser asombrosamente diferentes. 
Uno de los más notables presidentes que dieron los Estados Unidos fue Abraham Lincoln que hizo aprobar en 1862 la ley llamada “Morrill Act” más popularmente conocida como “Land Grant College Act”. Propuesta por un diputado de Vermont llamado Justin Smith Morrill, esta ley otorgaba 30000 acres de tierra (25000 hectáreas) por cada senador y por cada representante a cada Estado (según el censo de 1860) para que disponga mediante la venta de la tierra o la explotación de la misma la creación y funcionamiento de institutos de estudios superiores en “agricultura y artes mecánicas”. Esta ley dio un impulso enorme a la educación superior en EE.UU y la hizo accesible a todas las clases sociales. Para 1866 ya había 300 ingenieros recibidos en el país e instituciones de nivel que podían generar estos profesionales. Para 1911 EE.UU. contaba con 36000 ingenieros. Había estados que no tenían disponible tanta tierra fiscal y en esos casos podían acceder a tierras de otros estados. Así fue que el Estado de Nueva York se hizo de tierras boscosas de Wisconsin que dieron ganancias suficientes para crear y mantener la Universidad de Cornell donde enseñaba Carl Sagan. Es una manera de aprovechar la tierra y apostar al futuro un poco más provechosa que entregar provincias enteras a un puñado de cortesanos para su provecho personal. Después nos sorprendemos cuando los destinos de los países son tan diferentes y aquí nos hacen creer que el libre mercado es lo que los hizo grandes. ¿Qué es esto de universidades por todas partes??

sábado, 28 de mayo de 2016

PEQUEÑO LIBERAL ILUSTRADO

Resumen de 200 años de historia económica.
Luis O. Corvalán

El siglo XVIII fue un momento de enorme transformación. Ahí surgieron las ideas de la ilustración que darían forma más adelante a las democracias modernas que reemplazarían en gran parte del mundo a las monarquías, sistema de gobierno que por entonces era lo habitual. Esta revolución de las ideas en lo social tuvieron su correlato en las letras, las artes y en las ciencias.
Adam Smith
Me gusta ubicar dentro de este movimiento el aporte intelectual de Adam Smith, el pensador inglés que hoy consideramos el padre del liberalismo. En su libro “La Riqueza de las Naciones” comienza ubicando lo que será su teoría en un contexto histórico muy amplio que propone una interesante interpretación del desarrollo del hombre como especie. Nos cuenta como el hombre pasa de ser un simple cazador y recolector a ser un individuo social, con comunidades organizadas y un carácter urbano. Esto se da primero en la Mesopotamia y Egipto. Nos hace notar que estos fenómenos tienen en común la presencia de ríos importantes, lo que explica ese salto tan grande que da el hombre. No es por la riqueza de la tierra ni por tener un líder carismático o rey prodigioso. El fenómeno se explica por la aparición del comercio, el intercambio entre los diferentes asentamientos. Este fenómeno es el que explica el surgimiento de las sociedades y fomenta el trabajo artesanal, la agricultura, los servicios. Este análisis que se proyecta hasta su tiempo permite a Adam Smith elaborar tu tesis que ubica al individuo como el generador de la “riqueza de las naciones”. Y su búsqueda, considerada natural, del beneficio propio es la que, sumada con las voluntades de otros individuos, será el motor de la riqueza de la comunidad en su conjunto. Es interesante para nosotros no olvidar el contexto de estas propuestas. Si el generador de la riqueza es el individuo, el trabajador, el burgués, el campesino, el artesano, esto redunda en el cuestionamiento del sistema monárquico presente en la mayor parte de Europa y América en ese momento. Si la riqueza no proviene de la casta de nobles puestos ahí por la providencia, es cuestionable que el poder político siga en esas manos. Ese fue el trasfondo revolucionario de sus propuestas.
Y la propuesta de gestión que hace Smith es dejar liberadas las fuerzas económicas para estimular el ejercicio libre de estos “emprendedores” y de esta manera los países alcanzarán el máximo de sus posibilidades. De aquí que los seguidores de estas propuestas breguen por una nula o mínima intervención del estado en asuntos económicos. Y por esta razón los economistas de esta escuela de pensamiento se llaman “liberales”, en alusión a esta “libertad económica”.
Ahora, en los países centrales de ese momento y que aun hoy son potencias: Inglaterra, Francia, Países Bajos, Alemania y el recién independizado Estados Unidos, estas ideas no se llevaron a la práctica con la naturalidad que nos intentan hacer creer hoy, siglo XXI, los liberales.
Fue Gran Bretaña, el mayor imperio de ese momento, cuya casta dominante abrazó con entusiasmo las ideas de su pensador Adam Smith para tratar de derribar las barreras con que las demás potencias y países de la época protegían su comercio. El principal interés de Gran Bretaña era colocar su producción textil y proveer de materias primas a su industria, la más desarrollada del mundo. En este contexto se entienden muchos conflictos de ese período incluidas las dos invasiones que sufre Buenos Aires a principios del siglo XIX.
El libro de Smith se publico en 1776, año en que EEUU declaró su independencia. Y luego de una larga guerra y un proceso de organización nacional, en 1789 asume George Washington como el primer presidente del nuevo país. Adam Smith ve en esta joven nación, un experimento de república democrática basada en las ideas de la ilustración, como el campo ideal para aplicar sus propuestas. Alexander Hamilton, uno de los padres de la patria, fue el primer Secretario del Tesoro, virtual Ministro de Economía de Washington. En 1791 Smith le propone a Hamilton con vehemencia la apertura de la economía en total sintonía con los deseos de los barones británicos. Ellos querían limitar a la recientemente emancipada colonia al rol de proveedor de material primas y consumidor de productos elaborados, manteniéndola así dentro de su zona de influencia. Hamilton rechaza de plano la propuesta con el argumento de que la nueva nación no está en condiciones de competir con el aceitado aparato industrial británico y que la protección aduanera es indispensable si pretenden, como lo estaban haciendo, convertirse en un país industrial e integrado con un fuerte mercado interno. Aquí se produce la madre de los debates que persiste hasta nuestros días: apertura o protección. Lo que Hamilton establece como norma no es taxativamente una u otra opción, es el concepto que explicita: “haré lo que se necesite para garantizar el bienestar de la nación.” Es decir, Hamilton no se casa con una idea rígida sino que adoptará las políticas que el lugar y la situación demanden. Y el tiempo dio la razón a Hamilton, no a Smith. Estados Unidos con esta premisa se convirtió en la mayor potencia mundial, desplazando al Reino Unido en el Siglo XX.
Alexader Hamilton
La economía de mercado basada en el liberalismo económico de Smith explica gran parte del enorme desarrollo que sufrió el mundo desde fines del siglo XVIII a esta parte. Pero vemos que nunca se cumplió con la ausencia del estado. Y veremos con más detalle como fue esa intervención. Del universo de emprendedores que formarían la riqueza de los Estados Unidos, algunos se convirtieron en verdaderos magnates gracias a la evolución de sus negocios dentro de un contexto de revolución industrial. Nombres como Rockefeller (petróleo), o JP Morgan (acero) o Vanderbilt (transporte) fueron los estereotipos de este tipo de empresario exitoso, entre miles.
En el período desde los tiempos de Smith hasta 1978-1980 se produjo un avance notable en los medios de producción que permitió a las empresas y al agro aumentar notablemente la productividad. Por productividad llamamos a cuanto puede producir un individuo por hora o jornada de trabajo. Y durante todo ese período este aumento de productividad se fue transformando en aumento de sueldos para los trabajadores o mejoras en las condiciones de trabajo, o ambas. De jornadas de 12 o 14 horas diarias sin descanso a comienzos del período industrial se pasó a las 60 horas laborables por semana para el año 1900 y desde entonces las horas de trabajo se redujeron a 48 o 40 horas semanales o menos. Obreros que iban a trabajar a pie o en bicicleta a sus fábricas podían tener hijos que viajaban en auto para cumplir la misma función una generación después. Esto fue una característica de este período. El tan mentado ascenso social.
Un empresario de los grandes surgido en EE.UU. que triunfó combinando un producto novedoso con técnicas revolucionarias de producción fue Henry Ford. El desarrolló la línea de producción que le permitió fabricar cientos de autos por día a precios accesibles.
Línea de Montaje de Ford en 1920
Para 1920 en su planta de Detroit trabajaban 100 mil obreros. Y Ford sabía que entre esos obreros podía encontrar clientes, así que pagaba sueldos dignos que le permitían conciliar un precio de venta rentable de sus vehículos con la capacidad de consumo de sus propios empleados. Aquí vemos como un industrial toma conciencia que el mejor negocio para su particular actividad no es “pagar los salarios más bajos posibles” como reza la teoría o como proponen algunos políticos sino crear las condiciones de un mercado interno saludable y con poder de compra. Él se sabía exitoso solo en un contexto como ese.
Estamos usando ejemplos casi exclusivamente de Estados Unidos porque a la larga fue el país que terminó exportando el sentido común que se propaló por el mundo durante el último siglo y por lo tanto estos ejemplos impactaron en diferentes latitudes y momentos históricos de manera similar.
Estas riquezas se crearon en un contexto de libertad de empresa, pero como mencionamos y veremos más adelante, dentro de un contexto muy relativo. Los Estados Unidos siempre fueron fiel a la idea original de Hamilton. El estado siempre mantuvo protecciones a determinados productos y apertura en otros rubros en función de sus necesidades, intereses de ciertos sectores, ventajas competitivas de algunos o vulnerabilidades de otros. Pero hay otro aspecto de la intervención estatal que disparó el veloz desarrollo del país.
Supongamos que Henry Ford, ya que lo nombramos, ganó fortunas un determinado año con su fábrica. Y llegado a fin de año decide hacer una extracción de sus beneficios, para su uso personal. Por ejemplo, quiere tomar como ganancia unos 500 millones de dólares. La legislación que estaba vigente para su época aplicaba un impuesto a las ganancias individuales que llegaba al 91% cuando el valor superaba un cierto límite. Entonces a don Henry no le convenía sacar ese dinero como utilidad porque casi todo acabaría en el fisco. El secreto para disponer de ese dinero “extra” de manera legal y que no se lo lleve el estado era el siguiente: Ford empleaba esos 500 millones para agregar un línea nueva de producción, por ejemplo. De esta manera aumentaba aun más la facturación y el valor de su empresa. Supongamos que pasaba a valer, digamos, 2000 millones de dólares más, justamente por haber aumentado su producción. Entonces don Henry iba a la bolsa de valores y vendía acciones de su empresa por valor de 500 millones, se juntaba con el mismo dinero pero sin pagar impuestos, ya que la venta de acciones no estaba ni está gravada. Este esquema. que estuvo vigente desde mediados del siglo XIX hasta 1923 y luego reimpuesto durante el gobierno de Roosevelt hasta fines de los 70 explica casi por sí solo el exponencial crecimiento de la industria norteamericana que terminó pasando por arriba la de Europa para principios del siglo XX. Además produjo una demanda sostenida de mano de obra y los sueldos más altos del mundo.
En las elecciones de 1920 el candidato Warren Harding prometía bajar esto que llamaba “impuestos distorsivos” y otros impuestos a los más ricos. También prometía el repliegue del estado en los negocios bajo el lema “more business in government and less government in business”. Aclaremos, Estados Unidos no era un país intervencionista ni de base socialista. Era un país que respetaba la libre empresa y defendía la oferta y la demanda. Pero como describí, tenía reglas de juego definidas por el estado, una particular presión impositiva que fomentaba la inversión productiva y una protección selectiva de ciertos sectores. Y a partir de fenómenos como la concentración de la producción, refinería y comercialización de combustibles por parte de Rockefeller, se redactaron leyes anti-monopolio y otras formas de intervención estatal para evitar la cartelización de ciertos mercados. La propuesta de Harding era liberalizar aun más la economía, disminuir estas intervenciones estatales y sacar la presión impositiva sobre las mayores fortunas. Ganó las elecciones y si bien murió a poco de asumir, su sucesor Coolige llevó adelante la plataforma prometida y bajó esa tasa de impuestos desde el 91% hasta el 24%. Los poseedores de grandes fortunas se vieron de la noche a la mañana con efectivo a su disposición que antes no tenían. Este dinero ahora en mano buscó medios fáciles de inversión que garantizaran rentas rápidas. Y así se empezó a alimentar un mercado de capitales y un mercado inmobiliario que creció desproporcionadamente y en poco tiempo. El dinero se volvió especulativo. Los ”locos años 20” fue una década de particular bonanza y despilfarro por parte de los más ricos. Se produjo una enorme burbuja bursátil e inmobiliaria que fue la causa que llevó finalmente al estallido de octubre de 1929 y que derivó en la mayor recesión mundial de la que se tiene registro. No fue un “ciclo económico” como se intenta explicar hoy. Fue producto de decisiones, de legislación y de comportamientos que gracias a una libertad extrema de mercado produjo lo que produjo. O sea, repasando, podemos afirmar que una economía que funcionaba de manera fabulosa y que produjo un crecimiento como pocas veces visto en la historia gracias a una combinación de políticas de libre mercado, protección aduanera selectiva y políticas fiscales agresivas que fomentaban la inversión productiva y gravaba la renta extraordinaria, al pasar a una economía de mayor libertad y menor presión impositiva, es decir, más parecida a lo que soñaba Adam Smith, el resultado fue un estallido y una pobreza generalizada que pasó largamente las fronteras de los Estados Unidos.
Cola de gente desempleada esperando un café y sopa gratis
durante la gran depresión
En 1930 la administración de Herbert Hoover no sabía como o no creía que el estado pudiera tener una intervención activa para sacar al país adelante. El pensaba, como se escucha ahora, que las cosas mejorarían en el semestre siguiente. Así la crisis se transformó en una profunda recesión que duraría años. Luego de 1934 y ya bajo la presidencia de Franklin D. Roosevelt se empezaron a aplicar políticas activas por parte del estado para intentar salir de la recesión. Influenció mucho en esto las ideas del economista británico John Maynard Keynes que proponía una activa participación del estado en estos casos a través de obra pública y distintos incentivos para estimular la recuperación, inyectando dinero público al sistema. Y durante su gestión, FDR repuso la alícuota del 91% del impuesto a las ganancias individuales. La recuperación finalmente se consolidó con el ingreso de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial y la intervención masiva del estado en la economía, potenciando la producción de todo tipo de armamento y equipos bélicos. Los efectos de la intervención estatal perdurarían por décadas después de finalizada la guerra. FDR impuso una serie de políticas sociales que pasaron a conocerse como el Estado de Bienestar.
La idea de Estado de Bienestar de los Demócratas
continuó durante la gestión republicana de Eisenhower
Luego de los 4 mandatos de FDR más el de Truman, los demócratas llevaban 5 períodos presidenciales consecutivos. En 1952 ganó la presidencia el republicano Dwight Eisenhower que, a diferencia de lo que pedía el ala conservadora de su partido, mantuvo en vigencia las políticas sociales de los demócratas e incluso reforzó algunas. Mantuvo la alícuota en el 91% y para fines de los 70, luego de las presidencias demócratas de Kennedy y Johnson, los EEUU llegaron a los mayores índices de ocupación y bienestar que se recuerda. Tan era la opulencia y la salud fiscal que pudieron financiar simultáneamente una insana carrera armamentista producto de la Guerra Fría con la Unión Soviética, la guerra de Vietnam y un ambicioso programa espacial que llevaría al hombre a la luna en 1969. Esto mientras se invertía en infraestructura a lo largo y ancho del país.
Habíamos mencionado como el aumento de la productividad, que para esta época ya llevaba 150 años, se traducía en mayores sueldos y mejores condiciones de trabajo para la extensa clase media que ya poblaba el país.
En 1953, el intelectual conservador Russell Kirk publica una obra monumental de 6 tomos llamada “The Conservative Mind” donde plantea el pensamiento conservador de manera magistral, para los que gustan de esas ideas. Y ahí propone que los progresos sociales deben producirse muy paulatinamente y a lo largo de generaciones. El nivel de progreso social que él observa en ese período de posguerra es insostenible según su perspectiva. Si las mejoras y progreso continúan produciéndose al ritmo que llevan en poco tiempo se generaría una inestabilidad social producto de demasiado bienestar.    
La marcha en protesta a la Guerra de Vietnam
del 15 de noviembre de 1969 en Washington DC
magistralmente recreada por Zemeckis en Forrest Gump
Dentro de este período se producen grandes movilizaciones sociales y profundos cambios en la música, el arte y la estética en general. En los años 50 los afroamericanos comienzan a movilizarse por sus derechos. Los primeros grupos ambientalistas empezaron a principios de los 60 a organizar marchas en contra de Dow Chemical y Monsanto por los agroquímicos. Por otra parte los consumidores empezaron a organizarse en contra de algunas grandes empresas, en particular las automotrices. Las grandes fábricas sabían de ciertos riesgos o defectos de fabricación que podían provocar accidentes. El cálculo que hacían era exclusivamente desde un punto de vista de rentabilidad. Si mejorar un diseño en todos los autos significaba una inversión de 100 millones de dólares, se lo balanceaba con un estudio de los posibles accidentes, la cantidad de víctimas y de ellas, 1 de cada 3 que iban a juicio, cuánto costaba indemnizarlas. Si el costo era menor a los 100 millones la modificación no se hacía. Era más barato indemnizar. No importaban las víctimas, solo las ganancias. Esta filosofía de las automotrices la desnudó Ralph Nader, por entonces un joven abogado, cuando en 1965 publicó su célebre libro “Unsafe at any Speed”. El libro denunciaba que las automotrices no fabricaban vehículos más seguros para ahorrar costos y así potenciar sus beneficios. Este libro cambió la industria automotriz y al poco de publicarse ya se estaban aprobando leyes que regularían la producción estableciendo standards de seguridad que fueron en aumento hasta nuestros días. Otra industria que comenzó a sentir las protestas de consumidores fue la tabacalera. Estos movimientos en defensa de los usuarios en general tenían como contraparte las grandes empresas y corporaciones de los Estados Unidos que empezaron a sentirse acusadas de ser los malos de la película.
Lewis F. Powell Jr.

En este contexto llegamos al año 1971. Otro abogado, esta vez de Virginia, llamado Lewis Powell y que tenía entre sus defendidos a las grandes tabacaleras, decidió hablar con los poderosos empresarios para decirles que se estaba perdiendo una batalla cultural. Negros, gays, mujeres, obreros, estudiantes, ambientalistas, consumidores en general, opositores a Vietnam, todo el pueblo por un motivo u otro está movilizado y protestando. Powell sostiene que Kirk Russell tenía razón cuando anunció 20 años antes que este momento llegaría: el pueblo tiene demasiado bienestar. Y que muchos de estos activistas y movimientos surgidos en la última década estaban minando la confianza justamente en las grandes corporaciones que, en su visión, habían hecho grande al país. Su propuesta fue la de contraatacar desde una estrategia integral. Ser propietario de grandes medios ya no era suficiente. Había que producir los contenidos, editorializar, generar usinas de pensamiento, auspiciar universidades y colegios e imponer los nombres de docentes que comulguen con estas ideas y diseñar la currícula y los planes de estudio con los contenidos de su elección. Se crearon los primeros “think tanks” conservadores, entre ellos la célebre Heritage Foundation, una de las primeras, destinada a generar, difundir e intentar imponer estas ideas.
Powell a los 2 meses de presentado su "Manifesto" fue propuesto por Nixon para integrar la Corte Suprema de Justicia. Pero su gestión fue el génesis de lo que hoy es una costumbre mundial. Hay todo una infraestructura en todos los formatos imaginables destinada a promover los valores conservadores y a favor de las grandes corporaciones montadas sobre la idea de libertad de empresa y libertad económica y el repliegue del estado de sus funciones regulatorias. Hoy las grandes cadenas de información no están para informar sino para formar, crear una conciencia amigable a las corporaciones y demonizar cualquier movimiento de derechos civiles, políticas populares o intervenciones del estado en cualquiera de sus formas. Esta estrategia se ha consolidado y perfeccionado hasta nuestros días como observamos a diario.
Volvamos ahora a la carrera productividad-sueldos. Para fines de la década de 1970 esta lógica sufre un importante quiebre. A principios de esa década Nixon había separado al dólar de su patrón oro con lo que el valor del dinero dejó de estar atado a un bien tangible como el oro. También en esa época se produjo la gran crisis del petróleo que provocó grandes fortunas en pocas manos y en poco tiempo. Estos fenómenos y otros que se producirían en la década siguiente como por ejemplo el surgimiento de Bill Gates, un muchacho que con cero capital y una buena idea se convertiría en pocos años en el hombre más rico del mundo, ya no pueden explicarse con la lógica de Adam Smith de oferta y demanda y autorregulación del mercado. Sus reglas de juego "naturales" son largamente insuficientes para regular o siquiera explicar esta nueva realidad. Y esto dicho después de 200 años en donde vimos claramente que jamás se usaron los plantes de Smith tal cual fueron planteadas. Solo a partir de la actividad de estos centros de difusión y los medios de comunicación vinculados a estos centros de poder corporativo que las ideas de libre mercado y estado ausente se mantienen como una alternativa viable y deseable, sin ningún correlato en la práctica y menos como gestión exitosa en país alguno.  
Ahora volvamos a la productividad. Habíamos mencionado que el aumento paulatino y constante de la productividad en el trabajo tanto industrial como rural permitió mejoras de sueldos y condiciones laborales y esta tendencia se mantuvo desde los tiempos de la revolución industrial a finales del Siglo XVIII hasta fines de la década de 1970.
En los 60 se hicieron estudios aprovechando los ordenadores que ya tenían algunas universidades. Introduciendo los valores de los avances producidos en productividad gracias al impacto de la automatización y otras modernizaciones dentro de las fábricas y contemplando el avance correspondiente en sueldos y condiciones de trabajo del último siglo. Este estudio, solo considerando matemáticamente como sería el futuro usando los datos duros disponibles hasta ese momento, pronosticaba que para el año 2000, de seguir avanzando la productividad como lo venía haciendo durante todo el siglo XX, las condiciones de trabajo serían tales que el hombre promedio solo necesitaría trabajar muy pocas horas a la semana y ganado sueldos tan elevados que la mayor preocupación nacional sería cómo utilizar el tiempo libre. El problema sería proveer de esparcimiento suficiente. 
Pero a partir de la segunda mitad de la década de 1970 una serie de fenómenos sociales y tecnológicos hizo que ese acompañamiento lineal entre productividad y sueldos comience a desaparecer. Las empresas continuaron creciendo en productividad de manera lineal en sintonía con la historia de décadas precedentes pero a partir de ahí los sueldos dejan de progresar de igual manera, se estancan. En valores constantes o de poder adquisitivo incluso decrecen con el tiempo. El ascenso social se revierte y aparecerá por primera vez una generación con peores condiciones de vida que su predecesora.
A partir de la Crisis del Petróleo de 1973 y de los
procesos de globalización de la economía
los salarios reales empiezan a despegarse de
la productividad que continúa un ascenso lineal.
Este proceso detuvo el ascenso social y contribuyó
a la enorme concentración de la riqueza en pocas manos.
Todo el aumento del PBI a partir de 1980 solo fue a parar
al bolsillo del 1% más rico de la población. 
No hay un único motivo para esto pero si una confluencia de razones que difieren según el autor de cada estudio. Pero podemos resumir algunas causas que me parecen atendibles. La revolución en las tecnologías que llevaron a una interconexión más íntima del mundo y la globalización que sucede hizo que las grandes empresas pudieran transnacionalizar su producción, centralizar compras y ventas y globalizar sus mercados. Un trabajador calificado de EEUU se encontró de pronto con millones de operarios calificados de todo el mundo compitiendo por su misma tarea. Esto quitó fuerza negociadora a los sindicatos y por otra parte desvinculó a las compañías del medio que las rodeaba. Esa mención de Henry Ford pagando buenos sueldos porque de su plantel de trabajadores salía su clientela perdió total significado. Ahora fábricas de EEUU estaban produciendo en Singapur o Malasia los mismos productos que antes se fabricaban en sus plantas locales, muchas de las cuales cerraron. Para comienzos de los 80 ya con Ronald Reagan de presidente, esta corriente neoconservadora se anotaba su primer y más importante triunfo. Con Reagan la tasa del impuesto a las ganancias personales vuelve a bajar al 23% y la presión impositiva sobre los más ricos y sobre las corporaciones llega a un mínimo histórico. La globalización también impactó en el mercado de valores haciendo de las transacciones una industria en si misma.
Para facilitar este libre movimiento de productos, divisas y centros de producción, las grandes empresas y corporaciones presionan para que la mayor cantidad de países adopten políticas de libre mercado y con la menor injerencia posible de los gobiernos locales. Esto se exporta fronteras afuera de los centros de poder. Pero en los EEUU los actores económicos aplican fuertes presiones a través de sus lobbistas y aportes de campaña para que sus nichos de negocios no se vean afectados. De esta manera, a pesar que EEUU clama por la apertura de los mercados de sus vecinos y socios comerciales, mantiene muy protegidos ciertos sectores que considera de su interés. Esto está en total sintonía con la postura que Alexander Hamilton aplicó durante el primer gobierno hace más de 220 años. Y así seguirá siendo por mucho tiempo más. La apertura y el libre comercio es una práctica que se exporta convenientemente pero no se aplica puertas adentro. Y los países que quieren tener acceso a una porción del gran mercado norteamericano tienen que aceptar grados de liberalización de su economía que no son correspondidos por la potencia hegemónica. Un ejemplo de esta asociación es el NAFTA, con Méjico y Canadá, que ya lleva más de 20 años de vigencia. Mientras los estadounidenses no tienen problemas para ingresar a Méjico, los mejicanos no gozan de igual derecho. Esto es solo la muestra más visible de las asimetrías del tratado que mantuvieron a Méjico en igual o peor estado de pobreza que antes del tratado. Mientras tanto miles de empresas norteamericanas cruzaron sus plantas a territorio mejicano para pagar sueldos muy inferiores a los que pagaban en su país de origen. El tratado benefició a las empresas norteamericanas pero perjudicó a los trabajadores, dejándolos desocupados o con sueldos deprimidos.  
Mientras esto ocurre y la riqueza se concentra en cada vez menores manos, los medios, las academias y cuanto formato dispongan las corporaciones bombardean a diario las bondades de políticas que han demostrado ser nefastas para el grueso de la población. Y paralelamente demonizan cualquier intento de revertir o poner límites a esta fiesta para pocos que ha producido en los últimos 30 años la desigualdad más grande de la historia, peor que en las épocas de los faraones o de los feudos medievales.
Instituciones como el FMI fueron las encargadas de divulgar ideas económicas liberales por todo el mundo y presentadas como “sanas” e incuestionables. Cualquier propuesta alternativa o crítica a sus rígidos esquemas económicos se menosprecia y ridiculiza. Cuando se difundieron por el mundo los comportamientos exigidos por el FMI y fueron aplicados en países tan disímiles como Jamaica, Rusia, Argentina o Corea del Sur, los grandes capitales fluían a sus anchas por todo el globo. Hasta que absolutamente todos, uno por uno, fueron colapsando en mayor o menor medida produciendo una seguidilla de crisis entre 1998 y 2002. Para ese momento el FMI perdió credibilidad y gravitación a nivel global, pero aun así sigue imponiendo sus condiciones cada vez que un país necesita un auxilio urgente. Es el caso de Grecia en la actualidad.
Las recetas del FMI incluían la liberalización de los
mercados de capitales que produjo crisis hasta en países
con economías sanas como Corea del Sur
Latinoamérica, después de esa época de crisis que afectó a muchos de sus miembros, adoptó políticas alternativas de diversa índole y de acuerdo a las diferentes circunstancias y tuvo un notable crecimiento entre el período 2002-2010, en particular países como Brasil, Bolivia, Argentina, Ecuador y Venezuela. Dificultades que aparecieron a partir de la crisis de 2008 y la caída del precio del petróleo y los granos complicaron la situación fiscal e interna de muchos de estos países. Los medios mencionados y las grandes corporaciones de las que forman parte empezaron coordinadamente un proceso implacable de desgaste de las figuras y partidos populares en todos estos países siguiendo al pie de la letra las estrategias que se diseñaron a partir de la idea original de Lewis Powell. Esto, sumado a errores de los propios atacados, algunos groseros, han ido volcando las voluntades se sectores amplios de la población hacia alternativas que incuestionablemente le serán perjudiciales pero que se han impuesto gracias a un incesante bombardeo informativo. Ocultando estratégicamente los fines utilizaron todo medio a su alcance hasta lograr reubicarse en algunos centros de poder aun sin haber podido exhibir algún tipo de éxito ni político ni económico en el pasado que justifique semejante entusiasmo de cara al futuro.
Y otro fenómeno que estamos observando en la actualidad es una vuelta más de la misma tuerca. Ahora las corporaciones quieren y promueven meta-estructuras donde podrán moverse con mayor libertad aun por encima de gobiernos y legislaciones nacionales. Estos son los tratados del Trans-Pacífico y el nuevo Tratado del Atlántico que se han negociado a espaldas de los Congresos de cada país y con cláusulas secretas. Es el triunfo definitivo de las corporaciones por sobre el sistema político y los soberanos mismos, que son los pueblos, en las democracias actuales.
Por el momento dejo aquí este resumen de la historia del desarrollo económico de los últimos 200 años centrado en el desarrollo particular de los Estados Unidos pero que el lector fácilmente podrá extrapolar a nuestra particular realidad. Se podrá ver que los procesos históricos locales han sido un reflejo de lo que estaba ocurriendo en el gran país del norte. Queda para una segunda parte el análisis de la desregulación financiera de finales de la gestión Clinton y como eso deriva en la burbuja y el estallido de 2008. Los hechos narrados están todos referenciados y chequeados por más de una fuente. La selección y la interpretación de los mismos corre por mi cuenta y como siempre aclaro, responde a mi particular forma de ver.

Update: para entender en más profundidad el proceso y qué significó el Manifesto Powell invito a los lectores a escuchar mi podcast de 2021 sobre el tema:

Bibliografía y notas

1. Adam Smith – Nature and Causes of the Wealth of Nations – Encyclopedia Britannica Press - 1970
2. Michael E. Newton - Adam Smith and Alexander Hamilton on income and sales taxes. - November 23, 2010
3. HAWB – Blog – How Alexander Hamilton Rejected Adam Smith – 20-10-2015
4. Steven Horwitz - Hoover's Economic Policies – Concise Encyclopedia of Economics – Sept-2011
5. Kirk Russell – A Conservative Mind - Alabama Policy Institute - Oct 2005
6. Wikipedia - Warren G. Harding
7. Wikipedia – Herbert Hoover
8. Wikipedia – J.P. Morgan
9. Wikipedia – John D. Rockefeller
10. Wikipedia – Lewis F. Powell Jr.
11.Dean Baker - Behind the Gap between Productivity and Wage Growth – Center for Economic an Policy Research – Febrero 2007
12. Robert Z. Lawrence – The Growing Gap between Real Wages and Labor Productivity  – Peterson Institute For International Economics - 21-07-2015
13. Ralph Nader – Unsafe at Any Speed – Grossman Publishers - NY Oct 1965
14. US History.org – The Rise of the American Industry – First 30 Years - Independence Hall Association in Philadelphia – © 2008
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17. Montoya Roberto - El Imperio Global - Editorial El Ateneo © 2003
18. Thomas Hartmann - The Crash of 2016 - Hachette Book Group © 2013
19. Thomas Piketty - El Capital en el Siglo XXI - Capítulo IV - Primera Edición en Castellao © 2014 - Fondo de Cultura Económica Argentina S.A.