COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

lunes, 8 de diciembre de 2014

¿SUBIMOS EL PUENTE O BAJAMOS EL RÍO?

Reflexiones Domingueras
El título hace referencia a una película bastante mala de los 70 del genial Jerry Lewis. Pero rescato la opción que plantea. 
Hace unos años me tocó una experiencia musical divertida. Me pidieron que grabe una versión del himno de la Escuela Normal. La escuela tenía un himno compuesto vaya a saber por quién y que alguna vez lo grabaron con un piano. Había aparentemente un único casete con el original de donde sacaron copias, una de las cuales me facilitaron. La cinta original se había roto, la parcharon, y de esa sacaron las restantes copias que sobrevivieron. Así que el himno que todos escuchaban y cantaban en los actos tenía un salto. Una parte la métrica pasaba de un compás u otro salteando varios en el medio. Sonaba raro y muy evidente.
Armé el himno en una consola multipista que tenía en esa época utilizando una guitarra midi. El nuevo himno tenía un piano similar al original, un ensamble de cuerdas y unos vientos, todo disparado desde mi guitarra. Quedó aceptable, en un CD. Con un sonido bien equilibrado y por supuesto sin el famoso salto producto de la cinta rota. Y esta versión se utiliza hasta hoy en los actos de esa escuela. Lo gracioso fue observar los primeros actos que se utilizaba la nueva versión del himno. Los chicos se perdían en el tiempo, ya que se habían acostumbrado al salto y les costó bastante adaptarse a la versión rítmicamente correcta.
Este relato intenta hacer notar cuanto nos acostumbramos a lo cotidiano sin detenernos a analizar si eso que vivimos con naturalidad es lo correcto, o si responde a una mínima lógica, o simplemente es una costumbre.
Durante la primera gestión de Juan D. Perón se adoptó el aguinaldo. Un sueldo anual complementario a fin de año. En un país que necesitaba urgente una redistribución más justa de los ingresos, esta medida tenía a simple vista un justificativo. Y vino para quedarse. Se aplica en Uruguay y Honduras más o menos como aquí, y seguramente en algún otra parte. Pero no es moneda corriente. La etimología de la palabra es algo difusa y nadie está muy de acuerdo. Lo fonéticamente más próximo es una expresión proveniente de los druidas que refería a las donaciones que los señores feudales o acaudalados de la época daban a los pobres a fin de año: “A gui l’an neuf” que literalmente significa “el muérdago del año nuevo”. Hasta el día de hoy me sorprende la persistencia de esta plantita en las fiestas de fin de año.
El aguinaldo solo se explica por dos razones: o se le da al trabajador un “regalo” además de pagarle un salario justo por su trabajo, o se le estaba pagando algo menos de lo merecido para que el “regalo” salga de su propio esfuerzo. Mi teoría es que la segunda explicación es la correcta. Y mirándola con simpatía me imagino un ahorro forzoso que se entrega a mediados y a fin de año para que disponga para sus vacaciones, alguna compra especial o lo que fuera. Y esto del bono de fin de año, en un país que paga aguinaldo por ley, me parece un sinsentido.
Se justifica porque los salarios este año perdieron respecto de la inflación. Esta aseveración es discutible de por sí. Pero hay una debilidad en este esquema argentino que ya asumimos como normal, como el salto en el himno.
Correr con el salario detrás de los precios es una carrera que lleva indefectiblemente a convertir a la Argentina en un país caro en términos de dólar y de esta manera quitar competitividad a los productos argentinos, afectando las exportaciones y las fuentes de trabajo. En definitiva, un perjuicio no solo a empresarios, mina la base misma de la clase trabajadora, su nivel de empleo.
Es hora que nuestros dirigentes sindicales y la sociedad en general se empiece a preguntar y a protestar por el aumento de precios, no quedarse en la carrera buscando aumentar salarios. Esto ha llevado a la Argentina de tener un superávit en todo sentido durante al período 2003-2007 a la realidad actual, donde en el país de la vaca y el trigo estemos pagando el pan y el bife entre los más caros del mundo. Y tampoco hagamos la fácil de decir que toda la culpa la tiene el gobierno. La estructura de costos no la aplica el gobierno. La famosa hamburguesa de MacDonald’s muestra como los márgenes de utilidad del payaso son enormemente mayores en Buenos Aires que en NY o Moscú. Después de una década de discusiones paritarias, es momento de preguntarse ¿qué estamos haciendo? Como país necesitamos producción, empresas sanas, viabilidad. Si los precios aumentaron en promedio un 25% en un año, no paguemos un producto al doble del año pasado. Ninguna variable económica justifica tamaño aumento, salvo la estacionalidad. La discusión debe trasladarse a otra cancha en algún momento. No siempre la solución es un aumento de salarios, por ahí es hora de discutir qué está pasando en el otro extremo de la ecuación. Así como se puede disciplinar al dólar blue, sin apartarnos de lo legal se debería poder poner un límite o disciplinar la formación irrestricta de precios. Es mi humilde aporte. Feliz domingo a mis amigos.