COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

martes, 30 de octubre de 2007

CUIDAME DE LA PAZ, QUE DE LA GUERRA ME CUIDO YO....


Comentarios sobre Política Exterior
Luis Corvalán, Tucumán 07 de enero de 2004
Artículo Publicado en diario EL SIGLO - Tucumán

La caída del muro de Berlín en 1989 y la implosión de la Unión Soviética sucedida poco tiempo después llevó a los analistas políticos a sacar conclusiones apresuradas, oportunistas y, como se comprobaría luego, en muchos casos erradas: la muerte de las ideologías, el pensamiento único, la globalización irrestricta y varios subproductos.
El período mencionado coincidió con el gobierno de Carlos Menem y de su mano la Argentina compró el paquete completo: renunció al Movimiento de Países No-alineados, enfrió sus relaciones con Cuba, asumió actitudes despectivas con nuestros vecinos latinoamericanos, adoptó las relaciones carnales con Washington, privatizó indiscriminadamente todo lo estatal, tomamos el dólar como moneda de referencia, dejamos de reclamar por Malvinas, participamos de la Guerra del Golfo I abandonando décadas de neutralidad, y muy probablemente por esta razón fuimos blanco del terrorismo internacional.
La década del 90 consolidó a Estados Unidos como única superpotencia, provista de un formidable poder de fuego: infraestructura militar, presupuesto, tecnología y recursos humanos volcados al arte de la guerra. Como corolario inmediato de esta realidad, es evidente que cualquier enemigo que entre en conflicto con Washington no va a recurrir a una guerra convencional para solucionarlo. El poderío militar incuestionable, sumado a una política exterior irrespetuosa, prepotente y agresiva en defensa de sus intereses estratégicos es garantía de que Estados Unidos será blanco de sabotajes, actos terroristas, guerrillas urbanas, ataques bacteriológicos o cualquier otro medio de agresión no convencional.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial se logró dar a la recién creada ONU un status de peso como foro de discusión y herramienta de solución pacífica de conflictos, y más recientemente, como brazo armado de la comunidad internacional para atemperar incluso militarmente ánimos encontrados, con discutible resultado. De todas maneras, con todas sus imperfecciones, este es el mejor medio disponible para evitar que los problemas entre países y comunidades se resuelvan a tiros.
El ataque del 11 de septiembre de 2001, condenable desde todo punto de vista, ha coincidido, casualmente o no (en lo particular sostengo lo segundo), con una administración republicana manejada por petroleros tejanos, casualmente la misma procedencia de Lyndon Johnson, que llevó la guerra de Vietman a proporciones apocalípticas luego del asesinato de JFK, pero con una administración demócrata. George W. Bush, que no sabía distinguir entre Suiza y Suecia al asumir, aprovechó las circunstancias para atacar a enemigos históricos, con dudosas vinculaciones o ninguna en absoluto con los autores de los atentados. El despropósito no logró el apoyo institucional de la comunidad internacional a través de la ONU y este emprendimiento debió llevarse a cabo en una soledad diplomática sin precedentes, con el apoyo casi exclusivo de José M. Aznar y Tony Blair, que hundieron sus índices de popularidad puertas adentro a niveles de muerte política. El caso del británico es patético: a pesar de éxitos indiscutibles en temas tan sensibles como la desocupación, hoy prácticamente inexistente en el Reino Unido, una encuesta de imagen reciente lo ubica último entre 30 políticos.
Consumada la invasión a Irak sin el consentimiento de las Naciones Unidas, la guerra fue violenta y breve, con escasas bajas entre los atacantes. Luego de formalmente concluida, las víctimas entre los triunfadores empezaron a aparecer. La maquinaria de guerra se muestra torpe y a veces hasta indefensa en su rol de ejército de ocupación. Para atemperar el costo en votos que significa ver a sus muchachos volver en bolsas, George W. Bush busca ahora desesperadamente en los ámbitos que antes tildaba de inadecuados y obsoletos, nuevos socios en la peligrosa y poco épica tarea de mantener sojuzgado al pueblo iraquí hasta tanto aprendan a vivir en una democracia lo más parecida posible a las occidentales, con partidos inocuos y colaboradores con la economía de los ocupantes.
Este fin de año ha sido en Estados Unidos y Londres el más intranquilo en mucho tiempo. Muchos habrán extrañado esos años apacibles en que misiles soviéticos les apuntaban, aunque jamás necesitaron suspender actos y espectáculos públicos, reuniones y vuelos internacionales. Hasta en el Congreso se vivieron escenas de pánico en estos días. La ciudad de Las Vegas, tan apegada a celebraciones millonarias para fin de año, debió suspender sus eventos con pérdidas incalculables para productores, artistas y empresarios. Los enemigos de Estados Unidos ganaron una batalla importante desde el punto de vista del daño causado, sin haber gastado una bala, ni medio kilo de trotyl, ni sacrificado combatiente alguno. La fuerza bruta se demostró incapaz de siquiera garantizar un mínimo de tranquilidad a su poseedor.
Cuando la comunidad de naciones está llegando a grados de entendimiento trascendentes, creando un Tribunal Penal Internacional compuesto por juristas de reconocida trayectoria de diversos países, como manera de hacer cumplir tratados internacionales respecto a derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, Estados Unidos se niega a someterse a su jurisdicción, consciente de que su Departamento de Estado, sus espías y agentes encubiertos han recurrido a crímenes de guerra y violaciones de elementales derechos humanos, como lo corroboran sus propios archivos desclasificados recientemente. Esta herramienta le hubiera servido de excelente medio para juzgar y condenar internacionalmente a los autores materiales e intelectuales de los ataques terroristas de los que fue objeto su país, y le hubiera permitido disponer de un estamento militar más legítimo para perseguir, encarcelar o eliminar a sus agresores.
El problema, lamentablemente, no se limita a la búsqueda de justicia/venganza por parte del pueblo norteamericano, sino a la irracional apetencia de recursos naturales, geo-estratégicos y económicos de su clase dirigente, que aprovecha el alto grado de desinformación e indiferencia del pueblo en temas que van más allá de sus fronteras. Esta desinformación, producto de la autosuficiencia típica de los habitantes del país del norte, también es prolijamente resguardada por las autoridades mediante una descarada censura a sus medios masivos de información respecto de las imágenes y testimonios de los frentes de conflicto, censura que no es repudiada masivamente justamente por esa otra característica mencionada: la indiferencia.
A pesar del ejercito de opinadores y medios locales en Argentina que claman por un alineación automática con la superpotencia, como en los tiempos de Menem, la postura independiente adoptada por la Cancillería argentina -compartida por países como Canadá, Alemania, Francia o nuestro socio mayor, Brasil- debe ser considerada sana y prudente, dadas las circunstancias actuales.
De no triunfar este año en Estados Unidos un candidato con una visión completamente opuesta en materia de política exterior, el país del Norte habrá consolidado para este comienzo de siglo una triste paradoja: aún cuando su enemigo histórico, el único con capacidad militar para infligirle daño serio y con una visión política antagónica, ha desaparecido, los Estados Unidos lograron convertir al mundo en un lugar más inseguro para vivir que durante la tan temida guerra fría.

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