COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

domingo, 24 de diciembre de 2017

VOLVER AL SIGLO XVIII

Reflexiones Domingueras:

El hito que terminó con el modernismo y nos depositó en la Era Contemporánea fue la Revolución Francesa. Su importancia no puede ser exagerada. Aunque en lo personal la pongo a la par con la revolución norteamericana que ese mismo año consolidaba un sistema democrático y republicano que permaneció en el tiempo a diferencia de la experiencia francesa que luego reflotó la monarquía y los absolutismos que supuestamente venía a eliminar.
Veamos, hasta ese momento era aceptado, o impuesto, o ambos, un sistema monárquico donde un grupo reducido de privilegiados detentaban el poder y por ende grandes recursos económicos para poder conservarlo y la autoridad máxima era heredada entre miembros de la familia. El resto de la población debía aceptar un destino menor y en todos los casos a merced de la voluntad de esta casta de dirigentes autoimpuestos. La Revolución en su sentido más profundo y resumido consistió en arrebatar el poder a esta minúscula porción de la sociedad y entregarlo a las mayorías mediante alguna de las formas representativas que están vigentes hoy en el mundo. En la actualidad es mal visto un gobierno autocrático, impuesto por la fuerza y que no tiene aval popular. Esto no era así hace poco más de dos siglos.
Hoy, en pleno siglo XXI, los avances en derechos sociales y conquistas han sido enormes. Pero en vastos sectores del globo las democracias están siendo cuestionadas y muchos gobernantes son “tolerados” por no avizorar un sistema superador. Lejos está alguna intención mía de proponer algo mejor que una democracia representativa. Sí intentar una explicación absolutamente personal de lo que está ocurriendo y la insatisfacción en la “clase política” aquí y allende los mares.
En lo político la representación democrática vino de la mano del capitalismo, o viceversa. No importa demasiado el orden. Y con el capitalismo, la acumulación de riqueza. Y la riqueza, en gran medida, al igual que el poder monárquico prerrevolucionario, se hereda. Esto ha creado además de grandes fortunas nuevas y recientes gracias a la tecnología, una o varias generaciones de individuos que nacieron en la opulencia y que flotaron sus existencias lejos de las penurias de los que deben trabajar o buscar trabajo para comer, pagar las cuentas y asegurar un mínimo de bienestar para sus familias. Estas minorías de gente extremadamente rica han existido en toda época de la historia y casi siempre acompañaban al poder institucional en cualquiera de sus formas. La democracia, cuando funciona adecuadamente, logra poder un marco regulatorio a esto gracias a que representa en el poder a las mayorías que no forman parte de este grupo excepcional. La acumulación de riqueza normalmente fue gravada para que una parte de esos beneficios se pueda usar para el conjunto de la sociedad que con su esfuerzo (trabajo, consumo) permitió esa acumulación y así lograr sociedades armoniosas, funcionales e integradas. Puedo aburrir con ejemplos en este sentido. Pero ya en este siglo se vio acentuado otro fenómeno: la gente con poder económico, llámese corporaciones, sistema financiero, grandes empresas, empresarios, inversores e instituciones que los apoyan están logrando cada vez más imponer condiciones, legislación, tratados y en general políticas económicas por sobre las instituciones democráticas. Tratados confidenciales redactados y firmados a espaldas de legisladores con textos secretos, imposiciones totalmente caprichosas a los estados para que adopten medidas que favorezcan a estos reducidos grupos de poderosos se han vuelto moneda corriente.
La consecuencia inmediata de esto es una concentración aún más obscena de la riqueza. Hace poco más de un lustro nos asombraba enterarnos que 87 individuos poseían la misma riqueza que el 50% del planeta. Hoy son menos de 40 los que reúnen esa misma riqueza. Esto es innegable y no está sujeto a una interpretación política. Thomas Piketty, un economista francés, investigó en detalle este fenómeno y lo plasmó en una monumental obra llamada “El Capital en el Siglo XXI”. Ahora, definido esto aquí transcribo textual una frase que escribí más arriba: “un grupo reducido de privilegiados detentaban el poder y por ende grandes recursos económicos para poder conservarlo y la autoridad máxima era heredada entre miembros de la familia. El resto de la población debía aceptar un destino menor…”
¿Suena extrañamente familiar después de lo expresado? Lo que expresa Piketty en su libro es que la Revolución Francesa estalló porque se alcanzó un nivel de desigualdad tan grande que resultó intolerable para la población. Y advierte que hoy estamos alcanzando niveles similares de desigualdad.
Mientras que por un lado tuvimos avances en lo social que no podemos negar, en lo económico fuimos raudamente retrocediendo hasta ubicarnos en una situación comparable a la existente previa a la Revolución Francesa. Y eso hace razonablemente prever un estallido que esta vez será mundial gracias a la interconectividad que hoy existe. Voy a citar a dos presidentes norteamericanos que advirtieron esto cada uno a su manera para que nadie se le ocurra pensar que mis ideas son de “zurdito sudaka”:
“Aquellos que hacen imposibles las revoluciones pacíficas hacen las revoluciones violentas inevitables” (JFK) y “El mayor problema que debemos encarar en el siglo que viene es la desigualdad” (Jimmy Carter – 1999).
Como llegamos a esto por el voto y la complacencia de mayorías es tema de otra reflexión.
Esto lo dejo para la meditación de mis amigos a ver si de una vez por todas dejamos de discutir nombres y empezamos a fijarnos en ideas.

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