Quiero
dejar en claro algo que indefectiblemente aparece cada vez que hago estos
comentarios: no apoyo la inflación ni soy partidario de ella. Pero mi crítica
presente y que ya expresé antes es hacia los fundamentalistas de la estabilidad
que incorporan al sentido común de la población la idea de que la inflación es
el peor de los pecados y que debe eliminarse a cualquier precio como condición
necesaria para vaya a saber que círculo virtuoso. “La inflación es el peor de
los impuestos y que lo pagan los que menos tienen” se escucha permanentemente.
Debo informarles a todos que el costo de la estabilidad, si las condiciones no
son las adecuadas, también lo pagan los que menos tienen. La estabilidad de la
moneda es señal de salud y buen desempeño de la economía, pero como tal es una
consecuencia de esta y no su causa. En cristiano: se logra la estabilidad
cuando se logra una economía sana y no al revés. Planchando la moneda a priori
en un contexto inadecuado de desbalances y déficit no conduce al crecimiento.
¿Lo estudié en algún tratado sesudo de economía? No, es la conclusión a la que
llego de leer historia.
Este
gobierno hizo un ajuste ortodoxo. Esto quiere decir: hago lo que dicen los
textos (ortodoxos) de economía y espera que la realidad responda a esa teoría.
El pequeño detalle consiste en que la realidad no acompaña, me atrevo a decir
nunca, a esas teorías. ¿De donde saco esto? Tiro algunos ejemplos: luego del
colapso de 1929, el presidente Hoover aplicó políticas de ajuste para salir del
déficit fiscal que esa crisis produjo, profundizando el problema y no solucionándolo.
Lo mismo puedo decir de lo aplicado en Argentina en 1975 por Celestino Rodrigo,
lo aplicado durante la gestión de de la Rúa en 2000-2001, lo aplicado en Grecia
en 2010 y repetido en 2015, el ajuste brasilero ortodoxo aplicado por Dilma en
2015 que no revirtió el problema sino que lo agravó. Cuando pedí ejemplos de
ajustes exitosos un totalmente desinformado profesor de historia tuvo que
remontarse a Carlos Pellegrini, en el siglo XIX, citando algo completamente
diferente a los ajustes mencionados que podemos detallar en un futuro.
Argentina
creció dentro de procesos de crisis e inestabilidad institucional y con inflación
relativamente alta, por ejemplo, durante el período 1960-1974 llegando a índices
de participación industrial record y a la menor desocupación de la historia y
con una deuda externa insignificante. Italia llegó a ser la quinta economía
mundial desplazando al Reino Unido durante la vigencia de su lira y con la
inflación más alta de Europa Occidental, financiando su déficit fiscal a pura
emisión. ¿Son prácticas recomendables? No necesariamente. Primero está la salud
económica que debería desembocar en estabilidad. Pero anteponiendo la
estabilidad no desemboca automáticamente en salud económica como quedó
demostrado palpablemente en la Argentina de los 90, con una inflación cero pero
con un país cayendo a pedazos hasta implosionar.
Los
economistas de Macri quieren bajar la inflación de la manera ortodoxa:
recortando gastos a lo pavo y subiendo la tasa de interés para que la gente se
tiente a inmovilizar los fondos mediante plazos fijos. Esta obsesión por la
estabilidad es clásica cuando un banquero se sienta en el Ministerio de Economía:
Cavallo, Roque Fernández, Sturtenegger, Prat Gay, Melconian y otros son
banqueros. Lavagna es pro industria. Estilos diferentes, concepciones
distintas. El error de la actual gestión es la misma de Cavallo del 2001:
tratar de cerrar los números bajando gastos sin percatar que eso lleva a bajar
dramáticamente la actividad y así baja lo recaudado, quedando la meta de
equilibrio cada vez más lejos. El soñado segundo o tercer semestre del año
pinta no mejor sino peor y bajo todo punto de vista las variables sinceras
respecto de la mentira vivida hasta 2015 lo único que muestra es la sinceridad
del error de estas políticas. A mi, personalmente, lo que me indigna es que
esto ya lo vivimos. No es que nos sorprende ni lo que se aplica ni sus
resultados, era previsible y lo manifesté con mucha claridad. Esto que llaman “sincerar”
es alinear la política económica con lo que estos dogmáticos creen que debe ser
lo cierto. Lo que se venía haciendo de estimular la economía desde el estado
para sostener el consumo interno dentro de un contexto global de achique,
impedir la pérdida de puestos de trabajo mediante obra pública y proyectos como
el Arsat y manteniendo tarifas bajas estaba generando desequilibro en las
cuentas fiscales y debían corregirse, pero era lo correcto como lo demostraba
la actividad económica real. Responde a otra filosofía económica y social que
los ortodoxos llaman una mentira que necesitaba ser sincerada. Lo que realmente
necesita ser sincerado es el error garrafal recontra demostrado en la práctica
de las políticas económicas aplicadas por la actual gestión, que no conducen al
equilibrio, con sus más que previsibles resultados que todos tenemos delante de
nuestras narices.
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