COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

sábado, 14 de mayo de 2016

LA REALIDAD Y EL DOGMA

Quiero dejar en claro algo que indefectiblemente aparece cada vez que hago estos comentarios: no apoyo la inflación ni soy partidario de ella. Pero mi crítica presente y que ya expresé antes es hacia los fundamentalistas de la estabilidad que incorporan al sentido común de la población la idea de que la inflación es el peor de los pecados y que debe eliminarse a cualquier precio como condición necesaria para vaya a saber que círculo virtuoso. “La inflación es el peor de los impuestos y que lo pagan los que menos tienen” se escucha permanentemente. Debo informarles a todos que el costo de la estabilidad, si las condiciones no son las adecuadas, también lo pagan los que menos tienen. La estabilidad de la moneda es señal de salud y buen desempeño de la economía, pero como tal es una consecuencia de esta y no su causa. En cristiano: se logra la estabilidad cuando se logra una economía sana y no al revés. Planchando la moneda a priori en un contexto inadecuado de desbalances y déficit no conduce al crecimiento. ¿Lo estudié en algún tratado sesudo de economía? No, es la conclusión a la que llego de leer historia.
Este gobierno hizo un ajuste ortodoxo. Esto quiere decir: hago lo que dicen los textos (ortodoxos) de economía y espera que la realidad responda a esa teoría. El pequeño detalle consiste en que la realidad no acompaña, me atrevo a decir nunca, a esas teorías. ¿De donde saco esto? Tiro algunos ejemplos: luego del colapso de 1929, el presidente Hoover aplicó políticas de ajuste para salir del déficit fiscal que esa crisis produjo, profundizando el problema y no solucionándolo. Lo mismo puedo decir de lo aplicado en Argentina en 1975 por Celestino Rodrigo, lo aplicado durante la gestión de de la Rúa en 2000-2001, lo aplicado en Grecia en 2010 y repetido en 2015, el ajuste brasilero ortodoxo aplicado por Dilma en 2015 que no revirtió el problema sino que lo agravó. Cuando pedí ejemplos de ajustes exitosos un totalmente desinformado profesor de historia tuvo que remontarse a Carlos Pellegrini, en el siglo XIX, citando algo completamente diferente a los ajustes mencionados que podemos detallar en un futuro.
Argentina creció dentro de procesos de crisis e inestabilidad institucional y con inflación relativamente alta, por ejemplo, durante el período 1960-1974 llegando a índices de participación industrial record y a la menor desocupación de la historia y con una deuda externa insignificante. Italia llegó a ser la quinta economía mundial desplazando al Reino Unido durante la vigencia de su lira y con la inflación más alta de Europa Occidental, financiando su déficit fiscal a pura emisión. ¿Son prácticas recomendables? No necesariamente. Primero está la salud económica que debería desembocar en estabilidad. Pero anteponiendo la estabilidad no desemboca automáticamente en salud económica como quedó demostrado palpablemente en la Argentina de los 90, con una inflación cero pero con un país cayendo a pedazos hasta implosionar.

Los economistas de Macri quieren bajar la inflación de la manera ortodoxa: recortando gastos a lo pavo y subiendo la tasa de interés para que la gente se tiente a inmovilizar los fondos mediante plazos fijos. Esta obsesión por la estabilidad es clásica cuando un banquero se sienta en el Ministerio de Economía: Cavallo, Roque Fernández, Sturtenegger, Prat Gay, Melconian y otros son banqueros. Lavagna es pro industria. Estilos diferentes, concepciones distintas. El error de la actual gestión es la misma de Cavallo del 2001: tratar de cerrar los números bajando gastos sin percatar que eso lleva a bajar dramáticamente la actividad y así baja lo recaudado, quedando la meta de equilibrio cada vez más lejos. El soñado segundo o tercer semestre del año pinta no mejor sino peor y bajo todo punto de vista las variables sinceras respecto de la mentira vivida hasta 2015 lo único que muestra es la sinceridad del error de estas políticas. A mi, personalmente, lo que me indigna es que esto ya lo vivimos. No es que nos sorprende ni lo que se aplica ni sus resultados, era previsible y lo manifesté con mucha claridad. Esto que llaman “sincerar” es alinear la política económica con lo que estos dogmáticos creen que debe ser lo cierto. Lo que se venía haciendo de estimular la economía desde el estado para sostener el consumo interno dentro de un contexto global de achique, impedir la pérdida de puestos de trabajo mediante obra pública y proyectos como el Arsat y manteniendo tarifas bajas estaba generando desequilibro en las cuentas fiscales y debían corregirse, pero era lo correcto como lo demostraba la actividad económica real. Responde a otra filosofía económica y social que los ortodoxos llaman una mentira que necesitaba ser sincerada. Lo que realmente necesita ser sincerado es el error garrafal recontra demostrado en la práctica de las políticas económicas aplicadas por la actual gestión, que no conducen al equilibrio, con sus más que previsibles resultados que todos tenemos delante de nuestras narices.        

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