COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

domingo, 20 de diciembre de 2015

SUPERMERCADO DEL MUNDO

Reflexiones Domingueras

Fabricación de la famosa heladera SIAM
que comenzó en la década de 1930
Argentina llegó a su máxima actividad industrial en 1974. La desocupación era del orden del 3%. Argentina fabricaba autos con una integración nacional de más del 90%, fabricaba material ferroviario como locomotoras, vagones de carga y de pasajeros, fabricaba maquinas herramientas pesadas para la industria, maquinaria vial, maquinaria agrícola, la línea de hogar como lavarropas, heladeras, televisores y radios eran de integración nacional, ya disponíamos de vectores para el lanzamiento de equipos de investigación al espacio, en la fábrica militar de aviones de Córdoba ya se construía el Pucará, avión de diseño 100% nacional. No puedo dedicarme a listar todo lo que Argentina fabricaba porque no hay lugar para tanto, pero doy la idea. Con el golpe de 1976 llega al Ministerio de Economía el nefasto abogado José A. Martínez de Hoz que era miembro de un organismo privado llamado The Trilateral Commision[1].

La locomotora Diesel Eléctrica fabricada en Córdoba
con una integración nacional de casi el 100%.
Se fabricaban 50 por año y para la época de la privatización
 en los 90 había 1050 locomotoras en servicio. 
Hoy son menos de 50. 
El nombre proviene del objetivo de la comisión que consistía en coordinar los esfuerzos de grandes capitales privados de EEUU, Europa y la zona Asia-Pacífico, en particular Japón. Esta organización se dedicó a adoctrinar a la clase dominante de las zonas más influyentes del mundo para generar consensos que favorezcan la concentración de la riqueza en un grupo reducido de corporaciones. El fundador de TTC era David Rockefeller, miembro del Council of Foreign Relations[2], una ONG no partidista que desde 1923 ha influenciado la política exterior norteamericana. En países periféricos como la Argentina, ajeno a la triple zona que se consideraba primer y segundo mundo en la época, TTC se dedicaba a captar personalidades con poder de influencia para usarlos como quinta columna y que defiendan los intereses de estos sectores concentrados del primer mundo. Una de las estrategias de TTC era instalar el concepto de la “división internacional del trabajo”. Esto significaba que cada país o región del mundo se tenía que dedicar exclusivamente a lo que por naturaleza o desarrollo era su actividad más rentable o eficiente. Un país como Argentina tenía que concentrarse en la actividad agrícola-ganadera y olvidarse de fabricar autos, por ejemplo, que Japón podía hacer de manera más eficiente y económica. Esta idea iba de bruces con el enorme desarrollo industrial existente en Argentina como sustitución de importaciones que tuvo lugar a partir de las dos grandes guerras de la primera mitad del siglo XX. Proceso que se intensificó durante las presidencias de Perón y durante el traumático gobierno desarrollista de Frondizi. El programa económico de la dictadura se alineó completamente con los preceptos de la deplorable comisión trilateral y pudimos ver en estos últimos tiempos las famosas publicidades de la época que defenestraba la industria nacional y hablaba maravillas de cualquier cosa importada que llegaba por estas pampas. Si Argentina quería tener actividad industrial alguna, debía ser relacionada con el agro-industria, nada más. Las famosas latas de corned beef que se despachaban a Inglaterra era un ejemplo de valor agregado que se nos permitía tener según la “división internacional del trabajo”. Hoy incluye también el bio-diesel, alimentos balanceados para mascotas y animales de granja y otros productos elaborados a partir de la producción agrícola-ganadera. Nada de fabricar radares, satélites o grandes generadores eólicos. Autos ni hablar.
El discurso de ayer de Mauricio Macri[3] entre besos y abrazos con los dirigentes del campo, grandes beneficiarios de todas las medidas tomadas hasta ahora por el nuevo gobierno, iba exactamente en ese sentido. Soñar con ser el “supermercado” del mundo iba dirigido a dar valor agregado a la producción primaria del campo, como máximo sueño industrializador. Ninguna medida para defender la existente industria nacional que pudo renacer luego de la década liberal de los 90 que terminó de destruir lo que Martínez de Hoz ya hizo en su gestión de fines de los 70. Argentina sufrió un proceso de retroceso tecnológico que no pudo remontar y recién en los últimos años logró un desarrollo nuevo en áreas similares gracias a una nueva generación de emprendedores y también por un fuerte impulso oficial a través del INVAP (radares, satélites, control de calidad, investigaciones aplicadas, etc)[4]. Todo eso puede volver a desaparecer con el discurso agro-industrial que escuchamos ayer. Ninguna política estatal declamada o aplicada hasta ahora en estos breves días de gobierno apunta a fortalecer lo logrado en esta área. Todo lo contrario, la apertura indiscriminada de importaciones en un momento en que el mundo está en plena recesión y estancamiento económico es una invitación a que nos inunden de productos que no tienen demanda en el mundo desarrollado. No proteger la industria nacional es condenar al país a altos niveles de desempleo y marginación, ya que el agro absolutamente concentrado, latifundista y rentista no alcanza ni por asomo a generar los puestos de trabajo para un país de 42 millones largos de habitantes. Yo anticipé las medidas a tomar por el gobierno entrante hace poco más de un mes y me ridiculizaron por lo lúgubres que eran. Hoy, con la mayoría de las predicciones concretadas en decretos y anuncios formales, espero que me otorguen un poco más de crédito al leer mis comentarios sobre el tema. Una característica que los neo-liberales, como la cofradía de economistas de Macri, tienen es la de ser sumamente previsibles. Hice lo mejor que pude para alertar de estas políticas a los votantes que, hartos de los estilos de CFK, pensaron que Macri era un bálsamo de buenas costumbres y respeto republicano. No es más que un instrumento para la concentración económica y para favorecer a sectores que tienen los recursos y medios para hacerse pasar por líderes honestos y preocupados por el país. Siempre en estos casos espero equivocarme, pero hasta ahora lamentablemente no está ocurriendo. Feliz domingo a los amigos.    





[4] Nacimiento, Desarrollo y Destrucción de la Industria Electrónica en Argentina – Luis Octavio Corvalán – Tucumán - 1986

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