COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

miércoles, 9 de julio de 2014

CELEBRANDO EL 9 DE JULIO

Discurso sobre el 200° aniversario del 9 de Julio de 1816

Hoy estamos celebrando un nuevo aniversario de la Declaración de la Independencia. El 9 de julio de 1816, hace exactamente 190 años, en esta ciudad, entonces un pequeño pueblo de 12 manzanas, delegados de la mayoría de las provincias que formaban el ya extinto Virreinato del Río de la Plata, que estaban reunidos y debatiendo desde el 24 de marzo, dieron forma a la citada declaración. Hoy nos toca rememorar y homenajear ese momento fundacional de la historia patria.
Con el correr del tiempo, nuestro presente como sociedad, y por lo tanto la percepción de la realidad, va mutando con las circunstancias, y de igual manera nuestra forma de interpretar la historia. Como dijo una vez Juan Carlos Pugliese, distinguido legislador que presidió la cámara de diputados en los años 80, cuando recuperamos definitivamente la democracia, con su particular humor entre absurdo e irónico: “la Argentina puede tener un futuro incierto, pero su pasado es imprevisible”.
Justamente estos aniversarios sirven, cada año, para revisitar los acontecimientos y analizarlos desde nuestro presente, que es una consecuencia de lo que nos ocurrió en el pasado.
Para describir brevemente el contexto en que se desarrollaron los hechos de aquel 9 de julio podemos decir que las Provincias Unidas de América del Sud - todavía no se llamaba Argentina-, y que incluían lo que hoy es Bolivia, estaban en una situación crítica. Los realistas, que habían recuperado grandes porciones del continente, el norte (actual Venezuela), el altiplano y la capitanía de Chile, amenazaban las débiles fronteras del único bastión revolucionario que quedaba. San Martín trataba de armar su Ejército de los Andes en Mendoza y en el plano político interno había grandes conflictos de intereses, en especial con las provincias del litoral y la banda oriental, que bajo la influencia de Artigas, habían convocado a otro Congreso unos meses antes y que se negaron a mandar delegados a Tucumán.
Estos conflictos, propios de esa época en que un proyecto de país estaba recién naciendo, eran sorprendentemente similares a los que aún persisten en los debates políticos actuales, y que no hacen más que confirmarnos que no hemos resuelto todavía cuestiones básicas de nuestra organización como nación.
Producida la Revolución de Mayo, en 1810, dentro de los dirigentes de esa época, incluso en la Primera Junta, había un grupo de auténticos revolucionarios que soñaban con un país moderno, participativo, con educación, ciencias, industria y comercio, inclusión, mercado interno, distribución de riquezas. Este sector estaba enfrentado con otro sector que participó de la emancipación de España, pero que había prosperado y consolidado su poder económico y político con el sistema monárquico y no estaba dispuesto a renunciar a sus privilegios. Este último sector pudo imponer su poder y desplazar a los revolucionarios que soñaban con una república moderna: a los 9 meses de aquel 25 de Mayo el cuerpo de Mariano Moreno era arrojado en alta mar, y poco tiempo después Belgrano era destinado lejos, combatiendo a los realistas sin ningún apoyo en el alto Perú.
Seis años después, en el Congreso de Tucumán, estas disputas persistían. Las autoridades de Buenos Aires querían que San Martín abandonara sus proyectos de liberación y fuera al litoral a reprimir a las fuerzas de Artigas, que promovía los ideales republicanos, una profunda reforma en la posesión de las tierras y medidas que amenazaban los intereses de los grandes terratenientes que obtuvieron su riqueza gracias a su vinculación con la Corona y al contrabando. San Martín, en su grandeza, desobedeció esas órdenes y paralelamente apuró a los Congresales para que declarasen la independencia y se definiera rápidamente la situación del país.
Para 1816, después de la profunda crisis que significó la Revolución Francesa, las monarquías se estaban restaurando por todo el continente europeo. La única república que permanecía en el mundo eran los Estados Unidos. Las discusiones entre los republicanos y monárquicos se hacían cada vez más acaloradas dentro del Congreso. Nada se había avanzado desde 1810. Y todavía faltaban casi 40 años para que se consolide la organización nacional mediante la sanción de una Constitución.
Como la mayoría de los actos políticos “consensuados”, la Declaración finalmente acordada el 9 de julio entre los congresales era lo suficientemente vaga como para conformar a todos. El acta redactada ese día hablaba de romper los violentos vínculos que la ligaban a los Reyes de España… sus sucesores y metrópoli” pero en ese momento no mencionaba nada sobre otras potencias, porque existían entre los Congresales quienes proponían pasar a depender de los portugueses, franceses o ingleses, como manera de garantizar la independencia de España.
Antes de pasar una copia de la declaración al Ejército, que estaba al mando de San Martín, de quien todos conocían sus firmes ideales independentistas y republicanos, el diputado Medrano, que presidía el Congreso, ordenó, en sesión secreta el 19 de julio, agregar las palabras “y de toda dominación extranjera” para evitar el enojo del patriota general, no tanto porque respetaban sus ideas, sino su poder de fuego.
Aunque suene absurdo, este nivel de debate aún persiste en sus formas: todavía escuchamos a varios de nuestros políticos clamar por “relaciones carnales” o alineamientos automáticos con potencias de turno, como manera de garantizar hipotéticas seguridades, inversiones y crecimientos que todavía esperamos. Estamos recién, como regresando de una enorme elipsis de 200 años, volviendo a debatir la realización, la independencia y la fundación de una gran nación latinoamericana que pueda, de una buena vez, integrar a sus pueblos, contener a sus ciudadanos, volver protagonistas a sus habitantes originarios, desplazados y saqueados por siglos. No es otra cosa que intentar realizar los sueños de nuestros más ilustres próceres, que fueron subvertidos durante demasiado tiempo, desechados, reemplazados por ideas más mezquinas.
San Martín y Belgrano, nuestros mayores próceres, fueron protagonistas también de este 9 de julio. El militar, desde su comandancia en Mendoza, estaba pendiente de las deliberaciones en Tucumán, escribiendo varias veces al diputado por Mendoza Godoy Cruz con recomendaciones y consultas. Belgrano, como sabemos, era un Congresal muy activo en Tucumán. Ambos tenían muy claro que la educación era la herramienta fundamental para hacer un país viable.
Sin artes, ciencia, agricultura y población las provincias unidas no se podrán constituir en república escribía San Martín en esos días. Belgrano ya había propuesto casi 20 años antes la educación estatal, gratuita y obligatoria. Estas ideas fueron dejadas de lado por décadas, y estos auténticos personajes murieron, uno en el exilio y el otro pobre y olvidado.
El 9 de Julio de 1816 se declaraba la independencia de España, a nivel administrativo, político y militar, pero la auténtica independencia de un pueblo, que es el país real, se logra con la educación de sus habitantes. El saber da libertad, da independencia, posibilidades de realización personal. Esa es nuestra función en este ámbito, y ahora, que estamos trabajosamente recuperando un país que fue desvastado durante décadas, es importante tomar conciencia de este presente que vivimos, donde nos volvemos a mirar a la cara con nuestros vecinos, con quienes hemos compartido este trabajoso nacer como naciones y que recién ahora estamos descubriendo que nuestros problemas y sueños son los mismos, que podemos trabajar juntos como continente, que nos podemos complementar y lograr un auténtico desarrollo, sin tutelajes, sin organismos multilaterales, sin influencias homogénicas, esa “metrópoli” de la cual nos declaramos independientes hace 200 años. Uds. alumnos, a quienes va a pertenecer el futuro, tienen la irrepetible oportunidad de vivir y consolidar, quizás por primera vez, la auténtica independencia que en esta ciudad se declaraba, en un día soleado como hoy, el 9 de julio de 1816.  
 

domingo, 22 de junio de 2014

Día de la Bandera


Luis O. Corvalán
20 de junio de 2007

Hoy nos reunimos para celebrar el "Día de la Bandera". Y no hay mejor oportunidad para reflexionar sobre los hechos que han dado lugar a su establecimiento como fecha patria. A diferencia de lo que el sentido común nos indica, el día 20 de junio no corresponde a la fecha de la creación de la bandera, sino que es el día en que fallece don Manuel Belgrano, su creador.
Conmemorar el día de su fallecimiento como "Día de la Bandera" es, de alguna manera, un acto de injusticia para con uno de los personajes más íntegros y fundacionales de nuestra nación, que la historia oficial ha dejado sin "su día".
Mencionemos brevemente que el 27 de febrero de 1812, Belgrano, que se encontraba defendiendo las costas del Paraná, en las proximidades de Rosario, de los ataques que ordenaba el gobernador español de Montevideo, hizo formar a sus tropas frente a una bandera que había cosido una vecina de Rosario llamada María Catalina Echeverría y les ordenó jurarle fidelidad con las palabras "Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será templo de la Independencia y de la Libertad."
Las autoridades de Bs. As., en particular el secretario del Triunvirato Bernardino Rivadavia, criticaron fuertemente estas manifestaciones de independencia y este último ordenó por carta guardar esa bandera y seguir usando la española, preocupado por no molestar a los británicos que ahora eran aliados de España contra Napoleón.
Los indicios de la época parecen sugerir que esta primera bandera tenía dos franjas verticales, una blanca y otra celeste, como la que usaría más adelante el Ejército de los Andes al mando de San Martín durante las campañas libertadoras.
En Buenos Aires y el Litoral, a partir de 1813 comienza a usarse la bandera con tres franjas horizontales, celeste, blanca y celeste. Estos eran los colores de la casa de Borbón, a la que pertenecía Fernando VII, el rey de España que por entonces estaba cautivo de Napoleón. Esta coincidencia con los colores adoptados por Belgrano un año antes parece finalmente haber conformado tanto al bando conciliador con las potencias extranjeras como a los más comprometidos con la total liberación del continente, cuyos máximos exponentes eran Belgrano y San Martín, entre otros. Así perdururará hasta nuestros días la bandera argentina.
Pero, como mencionamos al principio, un acto de justicia sería dedicar este día para recordar aunque sea brevemente parte de las ideas y la obra que nos dejó este auténtico héroe de nuestra historia que fue don Manuel Belgrano.
Belgrano fue uno de los más notables economistas argentinos, precursor del periodismo nacional, impulsor de la educación popular, la industria nacional, la justicia social, ideólogo del movimiento de sublevación americano entre muchas otras cosas.
Esta semana ocurrieron hechos, como la derogación de leyes mal habidas, que nos deben recordar que en nuestro país soplan aires de cambio para bien, que es nuestra obligación como soberanos saber percibir y valorar en su justa medida. Cambios que permiten esperanzarnos con un país mejor.
Es por eso que hoy debemos rescatar al Belgrano pensador, innovador, revolucionario y profundamente coherente entre sus dichos y sus hechos. La historia nos recuerda cada año que Belgrano murió pobre, pero casi nunca menciona que nació rico y que invirtió su capital económico y humano en perseguir su ideal revolucionario. Jamás se resignó a morir en la pobreza, ya que reclamó hasta sus últimos días los sueldos atrasados que le correspondían, y que se aplicaran a los fines establecidos los 40 mil pesos oro que había donado para la construcción de escuelas, que fueron robados por las autoridades políticas de entonces, cuyas conductas lamentablemente tuvieron muchos más adeptos a lo largo de la historia que la integridad y honestidad de don Manuel Belgrano.
Belgrano nació el 3 de junio de 1770 en Bs. As. y después de recibirse en el colegio San Carlos viajó a España y estudió en las prestigiosas universidades de Valladolid y Salamanca, donde llegó a ser presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política. En Europa tomó contacto con las obras de los grandes pensadores del siglo XVIII: Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Adam Smith y otros.
Esta formación lo lleva a tomar conciencia que la tierra es fuente de riqueza, que la prosperidad de las naciones se logra gracias al trabajo de sus habitantes, de la importancia de la educación y la capacitación de la población en oficios: creó escuelas de dibujo técnico, de matemáticas y de náutica. Su meta era la construcción de un país mucho más justo que el heredado de la época colonial. Adelantado a la época, propuso la absoluta igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer. En 1798 escribió el primer proyecto de enseñanza estatal, gatuita y obligatoria. Tenía una profunda sensibilidad social y una extraordinaria conciencia política que dejaba muy atrás a cualquier pensador de su época. En 1801 colaboró en la fundación del primer periódico que se editó en nuestro país: el Telégrafo Mercantil  y redactó el primer proyecto constitucional del Río de la Plata.
Aparte de todos estos aspectos menos conocidos pero de enorme valor humano en Belgrano, no olvidemos sus hazañas más conocidas: su mando al frente del Ejército del Norte, el éxodo Jujeño, las gloriosas victorias en las batallas de Tucumán y Salta. 
Con todo el respeto y significado que tiene nuestra enseña patria, creo que hacemos justicia al conmemorar de una manera mucha más amplia la persona y el legado de ese formidable prócer que fue  don Manuel Belgrano, que entre tantas cosas de enorme trascendencia que realizó en su vida, además creo nuestra bandera.   
Ya que la historia oficial, con mucho retraso pero con justicia, terminó llamando a San Martín el "Padre de la Patria", para terminar este acto recordemos un comentario de Belgrano muy anterior a esta definición: "Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella".

  

lunes, 28 de abril de 2014

PERONISMO

Reflexiones Domingueras

27-04-2014
Los domingos recorro con un poco más de detenimiento los diarios, porque a diferencia de los días de semana, hay algo más de información elaborada, a diferencia del vértigo diario de asesinatos, robos, cortes de ruta y declaraciones desacertadas de políticos, vedettes o deportistas de ocasión. Leo a Horacio Verbitsky, cuyo análisis de la realidad tiene generalmente una agudeza que me agrada y sus informes demuestran siempre al menos dos elementos interesantes: muy buenas fuentes en lugares claves del entramado institucional y buen conocimiento legal. Ahora, a pesar de tener entre los amigos del FB varios que adhieren a profundas consignas del tipo "andate yegua" que al leerme me identifican como un peronista de primera hora, nunca adherí a esa corriente filosófica ni tengo intenciones de hacerlo. Me desembaracé de una pátina gorila con la que crecí gracias a las opiniones de mis padres que padecieron por distintas razones la primera etapa peronista. Por parte materna un rechazo visceral por ella identificarse con una estirpe de clase perjudicada por la indispensable redistribución de ingresos y el perjuicio directo ocasionado a mi abuelo, dueño de la proveeduría de un ingenio al que los trabajadores se veían obligados a canjear los vales con que pagaban una parte de su sueldo. Doy fe del buen corazón de mi querido abuelo y la falta de mala intención de su parte y cuyo único pecado fue ser paisano y amigo del dueño de ingenio, franceses ambos. Las autoridades de la época lo metieron preso porque su balanza tenía un error por encima de lo aceptado por norma. Inútil fue el detalle que la balanza erraba en su contra, indicando menos de lo correcto, con lo cual mi abuelo vendía de más azúcar y yerba que lo pactado con los clientes. Mi padre, en cambio, hijo de campesinos de toda la vida y sin pretensiones de tipo hematológicas, ganó una beca Fullbright en 1952 y necesitaba un pasaporte para viajar, algo que no le entregarían si previamente no se afiliaba al partido del general cuanto valés. Con los años fui aprendiendo historia argentina y comprendí la imperiosa necesidad de un drástico cambio de procederes en un país acostumbrado a ser atendido por sus dueños, minorías privilegiadas por la monarquía que nunca perdieron ni sus posesiones ni su ambición por manejar los destinos del país. La formidable obra de reparación histórica de la gestión peronista no puede ser desmerecida y menos por la falacia que históricamente gobernó el país de una manera u otra desde su propia fundación como colonia. Pero el cambio logrado no estuvo sustentado por profundos conceptos ni políticos ni filosóficos ni económicos que den un marco definido al movimiento. Verbitsky hoy analiza con pinceladas de autocrítica las profundas divisiones del movimiento que llevaron a los actos de violencia irracional de 1973 y 1974 y los muestra más o menos como errores de procedimiento y de falta de perspectiva histórica de sus protagonistas, cuando, a mi entender, no son más que las consecuencias de una estructura partidaria que insistió en tener entre sus filas corrientes de opinión absolutamente irreconciliables y manejadas con total falta de escrúpulos por el líder mismo. Y no solo sus caprichos generaron el baño de sangre que sus seguidores provocaron durante sus últimos dos años de vida, sino que las divisiones, las contradicciones ideológicas y la violencia entre sus facciones afines perduran sanitas y coleando hasta nuestros días. Su escudito y la marcha adornaron el proceso que liquidó al estado y provocó el hambre y la desintegración del país, desmantelando su aparato productivo y quitando los medios mínimos de intervención por parte de la sociedad en su destino y los mismos símbolos acompañan al proceso de intenta desesperadamente recuperar algo de equilibrio y autonomía y devolver algunos de esos instrumentos, empresas y herramientas de política económica que se rifaron alegremente durante la década anterior. Y hoy las opciones más probables que se prometen como alternativa y cambio surgen de exactamente el mismo partido, acompañado por impresentables que sabemos son afiliados de la primera hora. Y para cerrar el comentario, la oposición ahora se junta toda también bajo un mismo sello de goma. O sea que, de seguir todo como hasta aquí, en el 2015 se elegirán entre dos o tres posibles opciones que no garantizan al electorado un sesgo alguno sobre rumbos, políticas ni corrientes de pensamiento de cara al futuro. No son ni de centro, ni de derecha, ni de izquierda, sino todo lo contrario. En eso coincido con el hoy pobre análisis del querido Perro Verbitsky cuando con nostalgia rememora el último acto de su general favorito cuando expresa que el gran pueblo argentino es su único heredero. Y así nos va. Gracias a su aporte de ideas el país puede construir una formidable infraestructura de herramientas sociales y productivas para rifarlas luego, tratar de recuperarlas más adelante, y vaya a saber qué hacer de eso en los próximos años. De pensar, poco y nada.

lunes, 11 de marzo de 2013

RUMBOS - Sobre la muerte de Chávez

Semana movidita si las hubo. Las conclusiones y los análisis están por todas partes, no quiero redundar en eso. Pero sí me gustaría mencionar algo que percibo desde la distancia, desde una altura tal que podamos abarcar nuestro querido continente y alrededores. La caída del muro de Berlín se celebró anticipada y erróneamente como el triunfo de las ideas individualistas y liberales sobre los conceptos integradores y socialistas, mal sintetizados por la guerra fría entre USA y la URSS. Digo mal sintetizadas porque esa guerra la protagonizaron dos superpotencias y sus cuitas poco y nada reflejaban las peripecias y necesidades de un sinnúmero de países "de a pie", más chicos, menos militarizados, menos desarrollados. Fukuyama proclamaba el fin de las ideas que no era otra cosa que decir, "dejen de pensar, mis ideas prevalecieron." En la práctica eso se tradujo en un "Consenso de Washington" que su propio nombre es una contradicción en sí misma, sabiendo que un país como Argentina, en Washington, no puede consensuar demasiado que digamos.
A caballo de eso se montaron los UCD y los más impresentables del peronismo para liquidar un país, que a los tropezones pero aceptablemente, había contenido a su sociedad hasta la llegada de la última dictadura con su circo de asesinos físicos, sociales y económicos que lisiaron de gravedad cualquier equilibrio logrado tras generaciones de esfuerzo.
Como eran de esperar, los experimentos económicos, que no se aplicaron en ningún "país serio del mundo" terminaron devastando desde los vulnerables como Jamaica y Argentina, hasta sólidas economías como Corea del Sur y Brasil, Rusia incluida.
¿Cómo se salió de eso? Con política, con ideas, con sensibilidad y participación social. Las ideas no murieron, fueron anestesiadas para que la anti-política hiciera de las suyas. Hoy los grupos económicos son mucho más poderosos e influyentes que en la década del 70 y la gente, salvo puntuales excepciones, vive peor o con más dificultad que entonces.
Ver un continente movilizado, dolido, hermanado e intercambiando palabras de comprensión y aliento no puede ser mejor síntoma de los tiempos que corren. Estamos llenos de política, de ideas, de integración. Recuperamos el concepto de "tejido social". Yo no me salvo, o mi salvación no tendrá intensidad y sentido si mi prójimo se pierde en el camino. Es un "tejido", un entramado social donde el peor de los mensajes es una filosofía de "sálvese quien pueda" o la darwinniana de "sobrevive el más apto". Las oposiciones en general no comprendieron el cambio de época, dedicadas a denostar a los gobernantes están asombrosamente carentes de ideas, cuando es eso lo que se está demandando de ellas. Algún idea "nuestra", algo superador, algo acorde al siglo XXI. Importar experiencias de otros países, mejor fundados, con pasados más consistentes o con otro grado de desarrollo, con otras idiosincrasias no sirvieron y el votante ya sospecha de eso. El gran ejemplo Chile no pudo sacudirse de 17 años pinochetistas que los tiene todavía sin que logren diagnosticar sus males. Los grandes centros de opinión los tienen como ejemplo pero deben convivir con un obrero minero ganando 70 u 80 veces lo que gana un jubilado, empleos precarios y una educación solo accesible a los que pueden pagar. El otro ejemplo de liberalismo que sobrevive en el continente es Colombia, donde la izquierda se estigmatiza con una guerrilla tan absurda como demodé que cree que plantarse 50 años en la selva es sinónimo de movimiento o evolución social, con armas y todo. Patético, contraproducente y totalmente innecesario. Un ejemplo de lo que digo es el didáctico almuerzo con Mirtha que reapareció por los medios y que compartieron Chávez y Macri, allá por 2003. La mayor esperanza de la diestra vernácula hablando un rosario de lugares comunes sobre mirar al futuro, hacer las cosas bien y otras profundidades conceptuales mientras nuestro desaparecido bolivariano le daba una lección de contextualización histórica y de pertenencia imprescindible para cualquier proyecto político.
O el decadente análisis de Lilita que trata de convencernos que la masiva despedida a Néstor Kirchner era una puesta en escena, una obra de teatro. La bronceada candidata crónica no tiene idea de lo que pasa en la calle, o subestima al destinatario de sus locuras. Ambas posibilidades explican su desaparición política, a pesar de su permanencia mediática.
Podemos no coincidir en las ideas, en los personajes, en los métodos, pero el pueblo latinoamericano despertó de un letargo demasiado largo, hoy está de pie defendiendo lo logrado, y si a alguien no le gusta, tendrá que presentarse con algo superador, algo que lo convenza que lo ofrecido es mejor que el muy imperfecto presente que se tiene, y eso requiere pensar, elaborar y presentar IDEAS, conceptos, discursos. En una palabra, hacer POLITICA, nuevamente, como nunca se debió dejar de hacer. Desde Pericles hasta Obama, donde hay o hubo una democracia, al soberano hay que convencerlo, más aun cuando está despierto y atento.
Dije muchas veces, me felicito vivir en este continente, tan hermoso, tan injusto y tan golpeado, que tenemos mucho por hacer y es fácil y emocionante sentirse protagonista de estos cambios. Y al ser un continente inmensamente rico, los cambios se perciben rápido, no se pueden disimular o negar. Argentina era un país integrado y por ahí muchos pueden negar algún progreso, pero visitar Bolivia hoy y es un país completamente distinto a la Bolivia de los 90, por no ir demasiado atrás.
Debemos asumir nuestro rol de mandantes, se nos murió un mandatario, pero si conocemos el rumbo, no le podemos errar, somos los protagonistas, los que escribimos nuestra historia.
En estos días ejemplares, de tanto simbolismo y tanta significación, mi más emocionado saludo a los hermanos latinoamericanos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Sobre el triunfo de Obama y otros temas surtidos.


Luis O. Corvalán
Tucumán, 11 de noviembre de 2012

Una tórrida noche tucumana, allá por enero de 1984, cayó por casa el transitorio novio de una amiga de una amiga. Yo contaba 27 años vertiginosos y este personaje, que vi por única vez esa noche, sumaba con algo de optimismo unos 18 ó 19, casi una década menos que su circunstancial compañera. Luego de las informales introducciones y el típico sondeo ajedrecístico de todo nuevo encuentro, nos descubrimos enfrascados en una discusión política, pasión que nos unía. Pero las visiones eran muy diferentes, algo que lejos de ser motivo de discordia y odios, como en nuestro convulsionado e intolerante presente, era motivo de encendidos e ilustradores contrapuntos.
Mi sorpresa fue descubrir la solidez de las convicciones de este jovencito y lo bien sustentadas que estaban tanto en información doctrinaria como en datos duros de la realidad y la historia. Era un marxista de paladar negro, o de laboratorio como los llamábamos una década antes, cuando eran moda. Los más despectivos los llamaban marxistas de café. A mí me sonaba a algo superado y pude poner en práctica una serie de respuestas y cuestionamientos que pude elaborar en años de maduración y dictaduras y que me hubiera encantado poder darlas a mis compañeros de colegio que me recitaban de manera más primitiva argumentos similares a los de este nuevo idealista.
Para recordar el contexto, nuestro querido Alfonso, como llamábamos cariñosamente a Raúl Alfonsín, llevaba en el poder apenas un mes, y todavía estaba intacta la ilusión de la democracia recuperada luego de años de la más brutal dictadura de nuestra intermitente historia republicana. Que un imberbe me hable de “dictadura del proletariado” solo lo aceptaba por su escasa edad y la total inconciencia que habrá tenido en los años más crueles del pasado inmediato.
Yo consideraba mi postura una evolución superadora de las ideas del notable Karlitos que mis compañeros de colegio tildaban de “perfectas”, razón por la cual eran de difícil aceptación entre los simples mortales. Carecían de la necesidad de un “consenso” y eso obligaba a una “dictadura” llevada a cabo por una élite de autoproclamados esclarecidos. Esta estructura de poder tenía notables coincidencias con lo que acabamos de superar y en esa discusión yo dije algo el tiempo me daría la razón: ese modelo de poder tenía sus años contados. Como sabemos, cinco años después caía el muro de Berlín y hoy Rusia apoya un modelo económico no tan diferente, pero lo hace mediante el “consenso” y libre elección de su población.
Pero de los dichos de mi novel interlocutor, debo sacarme el sombrero por un vaticinio que me dijo él a mí esa noche, y que me llamó la atención porque era algo que no había escuchado de boca de mis anteriores expositores marxistas. Dijo que el gran freno a la proliferación por el mundo de las ideas socialistas eran los trabajadores y la clase media de los Estados Unidos. Esta marea de gente no sintonizaba con sus pares del resto del mundo por haberse criado en una sociedad individualista con una mirada despectiva a todo lo que sea colectivo o social, y ello era posible gracias a un muy buen nivel de vida y poder adquisitivo. Ello hacía tolerable e incluso atractivo para ellos un discurso de libre empresa, libre mercado e individualismo a ultranza. Así el poder norteamericano propalaba por el mundo estas ideas, y las imponía a todo occidente como una parte de su guerra ideológica contra el comunismo. El pibe sostenía que el día que la clase media norteamericana se vea amenazada seriamente por índices de desocupación peligrosos, caída de sueldos, perdida de sus viviendas por no poder pagar hipotecas, no poder pagar una salud privada de precios prohibitivos, iban a tener que abandonar ese egoísmo característico y buscar políticas más inclusivas y la intervención gubernamental que los defienda frente a las circunstancias. Eso generaría un cambio del sentido común que permitiría consolidar un rumbo hacia la izquierda inevitable. La intervención estatal ante situaciones graves no era una novedad en Estados Unidos, ya que ocurrió luego de la crisis de los años 30, pero era algo audaz de plantear en ese momento de pleno apogeo de las “reaganomics” y el rumbo que estaban tomando las cosas en el mundo. Un tibio intento de proponer algo distinto como hizo Alfonsín en esos días respecto a la deuda argentina tuvo una respuesta feroz por parte del “mercado”, llevándose puesto a su primer ministro de economía Bernardo Grinspun. Y el final de su mandato no fue otra cosa que una bajada definitiva de pulgar de ese mismo “mercado”.
Pero debo confesar, que casi 25 años después de esa noche, las condiciones que planteaba mi circunstancial interlocutor se dieron y el mundo pudo ver con asombro como las calles de las grandes ciudades del país del norte se llenaban de indignados y por primera vez se veía una importante cantidad de gente de clase media en una postura “anti-sistema”. En ese caldo de cultivo se dieron las elecciones de 2008 con el triunfo de un joven interracial Obama sobre un viejo anglosajón puro como McCain que no podían ser mejor metáfora de las ideas que representaban. Hoy, cuatro años más tarde, a pesar de no haber podido cumplir la mayoría de las promesas de cambio que había anunciado en su primera campaña electoral, una parte importante del pueblo le permite a Obama un nuevo mandato, sin dejarse llevar por las viejas y conocidas propuestas de libertad y repliegue estatal que no es otra cosa que decir en criollo “cada chancho atiende su rancho”.
No quiero decir que los USA se están volviendo marxistas ni mucho menos. Es como el Titanic, un mínimo cambio de rumbo exige un esfuerzo importante y si se lo hace a tiempo, puede, con algo de suerte, impedir el impacto con el iceberg, cosa inevitable si alguien con las ideas de Romney agarraba el timón.
Por similares razones, gran parte del mundo y Latinoamérica en particular, recibieron con una sensación de alivio los resultados de la elección del martes, ya que es más fácil para nosotros sintonizar con una persona que dice “nos salvamos entre todos o no se salva nadie” y que al menos intenta resolver cuitas internacionales con diálogo más que con el garrote. Eso está por verse, pero al menos alguien más “como uno” está a cargo del gran pero generalmente torpe país del norte. 
Ahora se dan cuenta los republicanos que su derrota responde a un cambio demográfico que ellos se regaron a reconocer. El voto blanco, masculino, heterosexual y anglosajón ya no es suficiente para ganar una elección por más que los locuaces y bien difundidos reaccionarios y el campesinado profundo y conservador sigan incondicionales a las propuestas del Partido Republicano. Para colmo de males lo peor y los más cavernícolas exponentes del partido se mostraban a la par del candidato y en cuanta reunión o entrevista que lograra difusión. Los negros, hispanos, homosexuales, mujeres pensantes e inmigrantes de otras latitudes son demasiados votos perdidos para esas propuestas excluyentes. A replantear muchachos! 
Las discusiones clásicas de izquierda y derecha son en torno a ideales que se elaboraron en el siglo XIX y los siglos XVII y XVIII. Pensar en aplicar esas filosofías en el siglo XXI es negar los dos últimos siglos de historia. Los avances en derechos humanos, de la mujer, del niño, la abolición de la esclavitud, las multinacionales, las uniones económicas, las armas de destrucción masiva, las Naciones Unidas, y tantas cosas más que dan forma a nuestra actualidad no existían cuando estas teorías se plantearon. Es momento de mirar al futuro y buscar nuevas ideas, sintetizar lo mejor del cúmulo de filosofías que nos trajeron hasta aquí y dar un paso al frente para exigir al menos la discusión de un nuevo rumbo. Debemos terminar con los rescates millonarios con fondos públicos a unos pocos bancos y permitir que esos mismos bancos dejen sin vivienda a 400 mil familias como ocurre en España. ¿No son “fondos públicos”? ¿Plata del pueblo? España es el ejemplo de lo que ocurre cuando luego del fracaso de una mala gestión “socialista”, se decide por el rumbo opuesto. Zapatero no pudo resolver el problema, pero Rajoy era sabido que iba a empeorar las cosas. Sólo los españoles se sorprendieron del resultado.
Así como ya nadie habla de “dictadura del proletariado”, planteo de modé si los hay, también debemos terminar con la mentira del “libre mercado” de una buena vez. Bienvenidas las nuevas ideas. No me hago grandes ilusiones pero al menos con Obama espero que no nos pongan palos en la rueda en la construcción de un nuevo sentido común. Un futuro difícil nos espera.             

martes, 11 de septiembre de 2012

11 de Septiembre


por Luis Corvalán

En este día aniversario del atentado a las Torres Gemelas, un sentido recuerdo para las tres mil víctimas del odio y el fanatismo.
También un dolido homenaje a Salvador Allende, asesinado por los golpistas al mando de Augusto Pinochet, respaldado por la CIA y el Departamento de Estado, en la persona de Henry Kissinger.
No son totalmente inconexos ambos acontecimientos. El gran país del norte, en su cínico discurso de promover las democracias por el mundo, no duda en desestabilizar, derrocar y asesinar a líderes democráticos cuando no les caen simpáticos mientras apoyan a monarquías o dictaduras saludables para sus negocios.
Celebro que latinoamérica se haya integrado como bloque y tome sus decisiones con más independencia. El atentado del 11-9-01 ha llevado la atención del gendarme mundial casi exclusivamente a Afganistán y Medio Oriente y a partir de ahí nuestro continente pudo crecer tanto en integración como en producción, disminución de la pobreza y más que nada en una identidad tantas veces postergada por las frustraciones. La prensa concentrada y nostálgicos que nos prefieren como un patio trasero se dedican a denostar a los líderes populares del continente, que a pesar de sus errores y particularidades, han levantado sus voces en nombre de los que nunca tuvieron nombre. Me parece saludable, aunque a muchos no les guste, que en las cumbres regionales se vean pieles oscuras y originarias entre sus líderes. Hay mucho por corregir, mucho más por recorrer, pero por favor, no retrocedamos. No nos olvidemos de donde venimos, de los fangos en que nos hundieron instituciones como el FMI, el BM y otras.
No nos olvidemos de Salvador Allende hoy, y de las miles de víctimas que jalonaron el camino que nos trajo hasta aquí, siempre.

martes, 28 de agosto de 2012

Difícil Presente - Agosto de 2012

Estoy pasando un año de muchos sobresaltos, esfuerzos, compromisos y muy poco descanso. Dejé algo abandonados mis comentarios políticos, muy a pesar mío. Los tiempos, convulsivos, creativos, cambiantes, críticos, invitan a la reflexión, al comentario o al exabrupto. Prometo en el futuro muy cercano empezar a agregar opiniones de nuevo aquí. La crisis europea, las elecciones en Estados Unidos y Venezuela, el renacimiento de Latinoamérica, la crispación en mi país, Argentina, merecen al menos unos comentarios y por qué no unas polémicas. I'll be back...soon.