Luis O. Corvalán
20 de junio de 2007
Hoy nos reunimos para celebrar el "Día de la
Bandera". Y no hay mejor oportunidad para reflexionar sobre los hechos que
han dado lugar a su establecimiento como fecha patria. A diferencia de lo que el
sentido común nos indica, el día 20 de junio no corresponde a la fecha de la
creación de la bandera, sino que es el día en que fallece don Manuel Belgrano,
su creador.
Conmemorar el día de su fallecimiento como "Día
de la Bandera" es, de alguna manera, un acto de injusticia para con uno de
los personajes más íntegros y fundacionales de nuestra nación, que la historia
oficial ha dejado sin "su día".
Mencionemos brevemente que el 27 de febrero de 1812,
Belgrano, que se encontraba defendiendo las costas del Paraná, en las
proximidades de Rosario, de los ataques que ordenaba el gobernador español de
Montevideo, hizo formar a sus tropas frente a una bandera que había cosido una
vecina de Rosario llamada María Catalina Echeverría y les ordenó jurarle
fidelidad con las palabras "Juremos vencer a los enemigos interiores y
exteriores, y la América del Sur será templo de la Independencia y de la
Libertad."
Las autoridades de Bs. As., en particular el
secretario del Triunvirato Bernardino Rivadavia, criticaron fuertemente estas
manifestaciones de independencia y este último ordenó por carta guardar esa
bandera y seguir usando la española, preocupado por no molestar a los
británicos que ahora eran aliados de España contra Napoleón.
Los indicios de la época parecen sugerir que esta
primera bandera tenía dos franjas verticales, una blanca y otra celeste, como
la que usaría más adelante el Ejército de los Andes al mando de San Martín
durante las campañas libertadoras.
En Buenos Aires y el Litoral, a partir de 1813 comienza
a usarse la bandera con tres franjas horizontales, celeste, blanca y celeste.
Estos eran los colores de la casa de Borbón, a la que pertenecía Fernando VII,
el rey de España que por entonces estaba cautivo de Napoleón. Esta coincidencia
con los colores adoptados por Belgrano un año antes parece finalmente haber
conformado tanto al bando conciliador con las potencias extranjeras como a los
más comprometidos con la total liberación del continente, cuyos máximos
exponentes eran Belgrano y San Martín, entre otros. Así perdururará hasta
nuestros días la bandera argentina.
Pero, como mencionamos al principio, un acto de
justicia sería dedicar este día para recordar aunque sea brevemente parte de
las ideas y la obra que nos dejó este auténtico héroe de nuestra historia que
fue don Manuel Belgrano.
Belgrano fue uno de los más notables economistas
argentinos, precursor del periodismo nacional, impulsor de la educación
popular, la industria nacional, la justicia social, ideólogo del movimiento de
sublevación americano entre muchas otras cosas.
Esta semana ocurrieron hechos, como la derogación de
leyes mal habidas, que nos deben recordar que en nuestro país soplan aires de
cambio para bien, que es nuestra obligación como soberanos saber percibir y
valorar en su justa medida. Cambios que permiten esperanzarnos con un país
mejor.
Es por eso que hoy debemos rescatar al Belgrano
pensador, innovador, revolucionario y profundamente coherente entre sus dichos
y sus hechos. La historia nos recuerda cada año que Belgrano murió pobre, pero
casi nunca menciona que nació rico y que invirtió su capital económico y humano
en perseguir su ideal revolucionario. Jamás se resignó a morir en la pobreza,
ya que reclamó hasta sus últimos días los sueldos atrasados que le
correspondían, y que se aplicaran a los fines establecidos los 40 mil pesos oro
que había donado para la construcción de escuelas, que fueron robados por las
autoridades políticas de entonces, cuyas conductas lamentablemente tuvieron
muchos más adeptos a lo largo de la historia que la integridad y honestidad de
don Manuel Belgrano.
Belgrano nació el 3 de junio de 1770 en Bs. As. y
después de recibirse en el colegio San Carlos viajó a España y estudió en las
prestigiosas universidades de Valladolid y Salamanca, donde llegó a ser
presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía
Política. En Europa tomó contacto con las obras de los grandes pensadores del
siglo XVIII: Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Adam Smith y otros.
Esta formación lo lleva a tomar conciencia que la
tierra es fuente de riqueza, que la prosperidad de las naciones se logra
gracias al trabajo de sus habitantes, de la importancia de la educación y la
capacitación de la población en oficios: creó escuelas de dibujo técnico, de
matemáticas y de náutica. Su meta era la construcción de un país mucho más
justo que el heredado de la época colonial. Adelantado a la época, propuso la
absoluta igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer. En 1798 escribió
el primer proyecto de enseñanza estatal, gatuita y obligatoria. Tenía una
profunda sensibilidad social y una extraordinaria conciencia política que
dejaba muy atrás a cualquier pensador de su época. En 1801 colaboró en la
fundación del primer periódico que se editó en nuestro país: el Telégrafo
Mercantil y redactó el primer
proyecto constitucional del Río de la Plata.
Aparte de todos estos aspectos menos conocidos pero de
enorme valor humano en Belgrano, no olvidemos sus hazañas más conocidas: su
mando al frente del Ejército del Norte, el éxodo Jujeño, las gloriosas
victorias en las batallas de Tucumán y Salta.
Con todo el respeto y significado que tiene nuestra
enseña patria, creo que hacemos justicia al conmemorar de una manera mucha más
amplia la persona y el legado de ese formidable prócer que fue don Manuel Belgrano, que entre tantas cosas
de enorme trascendencia que realizó en su vida, además creo nuestra
bandera.
Ya que la historia oficial, con mucho retraso pero con
justicia, terminó llamando a San Martín el "Padre de la Patria", para
terminar este acto recordemos un comentario de Belgrano muy anterior a esta
definición: "Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria,
me contentaría con ser un buen hijo de ella".
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