Reflexiones Domingueras
¿Qué pensaríamos si nos enteramos que en Atenas la gente se lleva pedazos del Partenón a sus casas para completar sus muros, o adornar sus galerías con los frisos? ¿O si en Egipto usaran los bloques de la gran pirámide para ahorrarse algunos ladrillos en la construcción de algún hotel 4 estrellas? ¿Y que estas maravillas estén completamente abandonadas por las autoridades, olvidadas a su suerte? Pasó en otras épocas, pero hoy nos indignaría.
Argentina no tiene estos monumentos tan antiguos. Pero tiene obras de arte majestuosas, de las que nos deberíamos sentir orgullosos, que en su momento fueron admiradas en el mundo. Costaron enormes esfuerzos a nuestros antepasados. Se hicieron con gran sacrificio, incluso de vidas, sin mencionar el esfuerzo físico, técnico y fiscal para su construcción. Y hoy permanecen abandonadas, a merced de la rapiña diaria, de la desidia, mientras que declamamos distintas formas de soberanía dándole la espalda a estas maravillas que supimos conseguir a base de sacrificio puro. Lo mínimo que se me ocurre es que es una enorme falta de respeto a las generaciones que nos precedieron.
Tuve la fortuna de conocerlas de cerca, palparlas, verlas ahí, abandonadas. Hay muchos ejemplos de esto, pero hoy me limitaré a nombrar tres, que fueron de las más magníficas y esforzadas obras de arte que hoy yacen abandonadas: son los pasos internacionales ferroviarios a Chile (2) y Bolivia.
El tren trasandino de Mendoza tardó 21 años en construirse, desde 1889 hasta 1910 y operó hasta 1984. Hoy existen planes millonarios para su modernización, pero mientras tanto, una obra que estaba funcionando, hoy está abandonada. Una maravilla por su trazado, sus puentes, túneles, terraplenes, estaciones y por su valor estratégico como vía de comunicación. Juntando herrumbre con su legado de pueblos fantasmas, desocupación y abandono, en todo sentido.
El segundo cruce a los Andes es una obra monumental, mucho más larga y que implicó la construcción de viaductos espectaculares que aun hoy maravillan al mundo y es el ramal que parte de Salta, cruza los Andes a la altura del volcán Socompa, a 4200 mts de altura, convirtiéndolo en el más alto del mundo, y llega al puerto de Antofagasta en el Pacífico. Conocido como Ramal C-14, o Ferrocarril Hauytiquina, esta maravilla recorre paisajes maravillosos y cientos de kilómetros entre los 3500 y 4000 metros de altura. Las vías se encuentran mejor conservadas y fácilmente recuperables, en una zona de creciente actividad turística y minera que obliga al transporte por camiones en rutas de ripio que van, en muchos tramos, acompañando a los rieles inactivos. El “Tren de las Nubes”, hoy mal administrado por la provincia, hace intermitentemente una parte mínima del recorrido hasta el famoso viaducto de Polvorillas, menos de la mitad del trayecto hasta Chile. A pesar que del lado chileno el ramal es explotado por una firma de transporte de carga, del lado argentino su contraparte, el Belgrano Cargas, no utiliza el maravilloso trazado para nada. Hay proyectos y carpetas dando vueltas por escritorios varios, pero la realidad muestra un abandono no muy diferente de los otros ramales. Por su extensión y trazado, el C-14 es el ramal que más esfuerzo y tiempo llevó construir, arrancando su proyecto en 1880 para finalmente ser inaugurado en 1948.
El otro ramal que mencioné es el tramo que une Jujuy con La Quiaca, recorriendo toda la Quebrada de Humahuaca de punta a punta más el tramo de puna que va de Tres Cruces hasta el límite con Bolivia. En el pasado, esto permitía viajar por tren desde Retiro hasta La Paz, Bolivia. Hoy del lado boliviano el tren sigue funcionando a diario, permitiendo un medio de transporte cómodo y económico a los bolivianos. Este ramal recorre paisajes maravillosos, que hoy podrían ser motivo de atracción turística y una manera económica de transportar las producciones de los agricultores de la zona con el resto del país, productores que quedaron aislados en muchos casos y hoy dependen del transporte de camiones, mucho más caro y contaminante. Este ramal, luego de años de estudio, se construyó bastante rápido en comparación con los ramales a Chile, inaugurándose en 1908 y funcionando hasta la década del 70. Hoy es el más deteriorado, sus durmientes adornan cuanto hotel 4 estrellas hay en la zona de Purmamarca, Tilcara, Humahuaca y alrededores.
Estos tres ejemplos son las maravillas técnicas, artísticas y de esfuerzo humano que hoy nos damos el lujo de dejar abandonados por un mal entendido de modernidad y eficiencia. Mientras Europa, Rusia, India, Japón y la mayoría de los países que valoran el esfuerzo de su pueblo en la construcción de estas magníficas obras, hoy gozan de trenes modernos y eficientes, la mayoría circulando por trazas también centenarias, aquí nos damos el lujo y el despilfarro irrespetuoso de dejar abandonadas estas maravillas que fueron motivo de orgullo en otras épocas, sin que políticos ni dirigentes se den por enterados. Yo tuve la suerte de recorrerlas, las fotos que ilustran (salvo el viaducto de Polvorillas) las saqué personalmente. Puedo dar fe del sentimiento de frustración, bronca, nostalgia e impotencia que da mirar estas maravillas olvidadas que supimos conseguir. Uno sueña con tener un mejor país, mejor infraestructura, rutas, puentes y vías de comunicación. Por ahí hay que tener paciencia porque los números no lo permiten. Por eso la indignación, esto lo tuvimos, se construyó, se pagó fortunas, funcionaba y lo abandonamos. Soñar con un futuro mejor también obliga a conservar lo bueno que ya logramos. De lo contrario estaremos demoliendo y reconstruyendo la misma pared ad infinitum. Y al final solo tendremos una pared.
Argentina no tiene estos monumentos tan antiguos. Pero tiene obras de arte majestuosas, de las que nos deberíamos sentir orgullosos, que en su momento fueron admiradas en el mundo. Costaron enormes esfuerzos a nuestros antepasados. Se hicieron con gran sacrificio, incluso de vidas, sin mencionar el esfuerzo físico, técnico y fiscal para su construcción. Y hoy permanecen abandonadas, a merced de la rapiña diaria, de la desidia, mientras que declamamos distintas formas de soberanía dándole la espalda a estas maravillas que supimos conseguir a base de sacrificio puro. Lo mínimo que se me ocurre es que es una enorme falta de respeto a las generaciones que nos precedieron.
Tuve la fortuna de conocerlas de cerca, palparlas, verlas ahí, abandonadas. Hay muchos ejemplos de esto, pero hoy me limitaré a nombrar tres, que fueron de las más magníficas y esforzadas obras de arte que hoy yacen abandonadas: son los pasos internacionales ferroviarios a Chile (2) y Bolivia.
El tren trasandino de Mendoza tardó 21 años en construirse, desde 1889 hasta 1910 y operó hasta 1984. Hoy existen planes millonarios para su modernización, pero mientras tanto, una obra que estaba funcionando, hoy está abandonada. Una maravilla por su trazado, sus puentes, túneles, terraplenes, estaciones y por su valor estratégico como vía de comunicación. Juntando herrumbre con su legado de pueblos fantasmas, desocupación y abandono, en todo sentido.
El segundo cruce a los Andes es una obra monumental, mucho más larga y que implicó la construcción de viaductos espectaculares que aun hoy maravillan al mundo y es el ramal que parte de Salta, cruza los Andes a la altura del volcán Socompa, a 4200 mts de altura, convirtiéndolo en el más alto del mundo, y llega al puerto de Antofagasta en el Pacífico. Conocido como Ramal C-14, o Ferrocarril Hauytiquina, esta maravilla recorre paisajes maravillosos y cientos de kilómetros entre los 3500 y 4000 metros de altura. Las vías se encuentran mejor conservadas y fácilmente recuperables, en una zona de creciente actividad turística y minera que obliga al transporte por camiones en rutas de ripio que van, en muchos tramos, acompañando a los rieles inactivos. El “Tren de las Nubes”, hoy mal administrado por la provincia, hace intermitentemente una parte mínima del recorrido hasta el famoso viaducto de Polvorillas, menos de la mitad del trayecto hasta Chile. A pesar que del lado chileno el ramal es explotado por una firma de transporte de carga, del lado argentino su contraparte, el Belgrano Cargas, no utiliza el maravilloso trazado para nada. Hay proyectos y carpetas dando vueltas por escritorios varios, pero la realidad muestra un abandono no muy diferente de los otros ramales. Por su extensión y trazado, el C-14 es el ramal que más esfuerzo y tiempo llevó construir, arrancando su proyecto en 1880 para finalmente ser inaugurado en 1948.
El otro ramal que mencioné es el tramo que une Jujuy con La Quiaca, recorriendo toda la Quebrada de Humahuaca de punta a punta más el tramo de puna que va de Tres Cruces hasta el límite con Bolivia. En el pasado, esto permitía viajar por tren desde Retiro hasta La Paz, Bolivia. Hoy del lado boliviano el tren sigue funcionando a diario, permitiendo un medio de transporte cómodo y económico a los bolivianos. Este ramal recorre paisajes maravillosos, que hoy podrían ser motivo de atracción turística y una manera económica de transportar las producciones de los agricultores de la zona con el resto del país, productores que quedaron aislados en muchos casos y hoy dependen del transporte de camiones, mucho más caro y contaminante. Este ramal, luego de años de estudio, se construyó bastante rápido en comparación con los ramales a Chile, inaugurándose en 1908 y funcionando hasta la década del 70. Hoy es el más deteriorado, sus durmientes adornan cuanto hotel 4 estrellas hay en la zona de Purmamarca, Tilcara, Humahuaca y alrededores.
Estos tres ejemplos son las maravillas técnicas, artísticas y de esfuerzo humano que hoy nos damos el lujo de dejar abandonados por un mal entendido de modernidad y eficiencia. Mientras Europa, Rusia, India, Japón y la mayoría de los países que valoran el esfuerzo de su pueblo en la construcción de estas magníficas obras, hoy gozan de trenes modernos y eficientes, la mayoría circulando por trazas también centenarias, aquí nos damos el lujo y el despilfarro irrespetuoso de dejar abandonadas estas maravillas que fueron motivo de orgullo en otras épocas, sin que políticos ni dirigentes se den por enterados. Yo tuve la suerte de recorrerlas, las fotos que ilustran (salvo el viaducto de Polvorillas) las saqué personalmente. Puedo dar fe del sentimiento de frustración, bronca, nostalgia e impotencia que da mirar estas maravillas olvidadas que supimos conseguir. Uno sueña con tener un mejor país, mejor infraestructura, rutas, puentes y vías de comunicación. Por ahí hay que tener paciencia porque los números no lo permiten. Por eso la indignación, esto lo tuvimos, se construyó, se pagó fortunas, funcionaba y lo abandonamos. Soñar con un futuro mejor también obliga a conservar lo bueno que ya logramos. De lo contrario estaremos demoliendo y reconstruyendo la misma pared ad infinitum. Y al final solo tendremos una pared.
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