Sobre este tema armé un Podcast. Mi número 7. Los interesados pueden verlo aquí:
Luis Octavio Corvalán Politico
Comentarios sobre Política, Historia y Polémicas Varias
COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES
sábado, 19 de agosto de 2023
sábado, 24 de junio de 2023
LA GUERRA
Mi última nota hace unos días: https://locpolitico.blogspot.com/2023/06/unipolo.html
sábado, 10 de junio de 2023
UNIPOLO
A poco de finalizada la Segunda Guerra Mundial empezó la Guerra Fría entre las dos potencias triunfadoras: Los EEUU y la Unión Soviética. Entramos en un mundo bipolar. Cada país debía estar alineado con uno u otro bando. Más tarde se armaría un grupo de países "No alineados" justamente intentando evitar esta disyuntiva.
Al colapsar la Unión Soviética
en 1991, el mundo se convirtió en unipolar. Solo quedó una única superpotencia:
Los Estados Unidos. Se preveía, entonces un mundo más tranquilo, sin la amenaza
nuclear. Pero lo que realmente ocurrió fue que los EEUU se sintieron sin rival
y empezaron a usar su prepotencia militar para avanzar sobre todo país que no
aceptara sus reglas de juego. Y el mundo empezó a tener más guerras que antes.
Se desmembró a Yugoslavia, un país que mientras su gran líder Tito permanecía
vivo se resistió equidistante entre las potencias. Esto era inaceptable en el
nuevo orden mundial. EEUU y la OTAN intervinieron destruyendo la capital y el
resto del páis, "balcanizando" Yugoslavia en varios países más
pequeños, causando cientos de miles de muertes en el proceso. Promoviendo
sublevaciones internas en todo país cuyo gobierno, régimen o líder no era de la
simpatía de Washington. Así se fogoneó la llamada "primavera árabe" y
empezaron a caer uno tras otro los líderes molestos: A Libia, se la atacó con
fuerzas de EEUU y OTAN, asegurando que su líder Muammar Gadaffi fuera
asesinado. Se invadió Irak, para detener y luego ejecutar a su líder Saddam
Hussein, se invadió Afganistan. Estos tres países jamás recuperarían el nivel
de vida de sus clases medias previo a las intervenciones. En 2011 fue derrocado
Hosni Mubarak, presidente de Egipto. En Siria, EEUU intervino junto con sus
socios de la OTAN y grupos terroristas que ellos mismos financiaban (Al Qaeda e
ISIS) pero su líder Bashar al-Asad resistió como pudo y con la ayuda de Rusia
logró finalmente triunfar, pero sin evitar la destrucción casi total de su país
y tener que soportar hasta hoy la presencia imperial de una base de EEUU en su
territorio, robando su petróleo entre otras cosas. La intervención prepotente
de EEUU también provocó, entre muchos otros conflictos, la breve guerra entre
Rusia y Georgia de 2008, cuando aceptó que Georgia, país limítrofe con Rusia,
se uniera a la OTAN. Luego la guerra en Yemen, diversos conflictos en África,
el derrocamiento del gobierno democrático de Honduras, la financiación de
partidos y grupos opositores a todo régimen antipático para el imperio,
incluyendo aquí en Argentina.
Un país cuya clase política
está financiada por las corporaciones del complejo militar industrial, la
industria farmacéutica y los grandes financistas de Wall Street vivirá en
permanente guerra, tendrá la industria de salud más cara y privatizada del
mundo y promoverá el endeudamiento de todos los países en desarrollo del mundo,
para obligarlos a aplicar recetas económicas alineadas con los propios
intereses de EEUU y garantizar un flujo permanente de divisas hacia Wall Street
y Washington que financie el permanente déficit del gobierno federal, única
manera de sostener el gasto militar para semejante epopeya de muerte y
destrucción. También garantizando la permanente pobreza y subdesarrollo de los
paises endeudados.
La guerra de Ucrania, a diferencia de lo que los grandes medios de occidente informan a diario, no fue provocada por Rusia ni por Putin. Es la continuación de esta política de guerra permanente que EEUU necesita para conformar a quienes financian su tan promovida democracia. A pesar de las insistencias diplomáticas durante dos décadas de Vladimir Putin de buscar soluciones a lo que Rusia considera una amenaza existencial, EEUU siguió comportándose como el Unipolo, la única potencia relevante que no necesita ni dialogar, ni atender las preocupaciones de otros países. Desde la asunción de Joe Biden, incorporó "de facto" a Ucrania a la OTAN, mandando instructores, armas y apoyo logístico. Y aún con esta guerra en Ucrania en pleno desarrollo, EEUU ya está preparando a su opinión pública y al mundo para la próxima: la guerra con China. No pudiendo competir ni con su industria, ni con su comercio y ni siguiera diplomáticamente con la nueva potencia asiática, lo que se propone es convencer al mundo que China, que logró su desarrollo sin invadir a nadie ni colonizar a país alguno, es la nueva amenaza a la paz mundial. Solo alguien que viva en una burbuja puede creer que existe otro país que sea mayor amenaza para la paz que el que hizo de la guerra su modo habitual de vida.
Hoy gran parte del mundo,
entre ellos el BRICS y todos los países que buscan pertenecer a esta nueva
coalición, plantea un mundo multipolar, donde no haya una hegemonía ni un
celador que dicte que está bien y qué está mal en el mundo. Y menos alguien sin
ninguna autoridad moral para ponerse en ese lugar. Donde cada país es respetado
y nadie alecciona como debe ser su política interna, sus políticas económicas
ni sus sistemas electorales. Estamos presenciando la agonía del mundo unipolar
que tenemos desde 1991 y viendo nacer una nueva forma de relacionarnos entre
nosotros. Según mi punto de vista, éste es el mundo que tenemos hoy.
Luis Octavio Corvalán
San Pedro de Colalao, 8 de junio de 2023
miércoles, 23 de marzo de 2022
UCRANIA, EL DESENLACE ANUNCIADO
Por Luis Octavio Corvalán – Marzo de 2022
Intentar escribir sobre Ucrania hoy
es todo un desafío. Es el tema del momento, está en todas partes. En esta nota
intentaremos dar nuestro propio punto de vista.
El 24 de febrero pasado, Rusia
invadió formalmente Ucrania. La visión “mainstream” de occidente y buena parte
del mundo es que Putin, el líder autocrático ruso, es el culpable de esta
inaceptable movida militar, contrariando toda norma de convivencia
internacional. En general, los países occidentales y en particular los de la
comunidad europea, se estorban unos a otros para acoplarse a las condenas y
sanciones económicas que sugiere Washington.
El rol de Estados Unidos en esto es como ese promotor que sentado cómodo en el ringside grita al boxeador que está en el cuadrilátero cómo debe enfrentarse y lastimar a su contrincante, más grande, potente y gran favorito para ganar la pelea. Lo que menos tiene pensado el promotor es subir al cuadrilátero para colaborar con su cuerpo e integridad en la pelea. Ahora vamos a analizar un poco mejor cómo es que llegamos a esto.
Caída del Muro de Berlin - 1989 |
Para no irnos muy atrás, vamos a comenzar esta historia con la caída del muro de Berlín en 1989 y luego, un par de años más tarde, después del colapso de la Unión Soviética, en que los estados pertenecientes a ese conglomerado quedaron echados a su suerte y con la posibilidad de declararse independientes. Es así que Rusia pasó a ser un país más, el componente más grande y poderoso de la ex unión, pero no más que eso: un país más. Y mientras Estados Unidos sacaba ventaja de esa crisis y de la debilidad de su principal enemigo - recordemos que para el ciudadano medio norteamericano, Rusia y la URSS eran sinónimos y muy pocos conocían la diferencia - al mismo tiempo fueron captando para su lado de la grieta ideológica que significó la guerra fría, a la mayoría de estos estados ahora independientes. Con el tiempo, muchos pidieron integrar la Comunidad Económica Europea y, para 1999, varios de estos estados fueron admitidos en la OTAN, la alianza militar creada en 1949 para defender a Europa Occidental de un avance expansionista de la URSS, justo en el año en que pasó a ser una potencia nuclear. En 2004 se agregaron otros países a esta alianza militar, algunos de los cuales compartían frontera con Rusia.
Boris Yeltsin - Vladimir Putin |
Para entonces, Rusia ya estaba
dirigida por Vladimir Putin, un líder carismático, ex espía, atlético y
vigoroso, que contrastaba con el etílico y torpe semblante de Boris Yeltsin,
que permitió, con el apoyo de Estados Unidos y el FMI, hundir a Rusia en una
crisis inédita, con niveles de pobreza, de marginación, desocupación y hambre
como jamás vivieron durante los años de comunismo. Putin comenzó a recomponer
la economía y a devolver la autoestima a un pueblo golpeado, y dejó muy en
claro luego de la incorporación de Letonia, Lituania, Estonia y Rumania a la
OTAN el 29 de marzo de 2004, que no toleraría más avances de la coalición
militar hacia sus fronteras. Se refería puntualmente a países como Ucrania,
Georgia y Belarus, entre otros.
Estados Unidos, en lugar de
incorporar a Rusia a la órbita de países que ya habían abandonado el comunismo
y de tomarla como una aliada estratégica - algo que podrían haber hecho durante
los años de Yeltsin - , disolver la OTAN - cuya función ya no tenía objetivos
reales -, y contribuir a lograr ese soñado mundo liberal y democrático donde
nadie tenía que pensar, como lo vaticinaba Francis Fukuyama en ese ridículo best-seller
“El fin de la historia”, se vio tentado, en cambio, a aprovechar la debilidad
rusa para consolidarse como potencia hegemónica y de paso humillar a su
disminuido rival.
Fue así que Estados Unidos comenzó a
utilizar a la OTAN para desintegrar a su antojo a la ex Yugoslavia,
bombardeando ciudades y población civil sin consultar siquiera a su contraparte
rusa, expandiendo de esa manera a la
OTAN, tal como lo mencionamos anteriormente. Esto contrastó con la política
empleada al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando EEUU contribuyó a
reconstruir Alemania y Japón y a incorporarlos como socios, para no repetir la
experiencia de la guerra anterior, donde humillaron a Alemania, condenándola a
cubrir los gastos de la guerra, hundirla en un crisis económica y humanitaria
que desembocó en la aparición de Adolf Hitler y todo lo que sobrevino después.Belgrado en llamas por el bombardeo de
EEUU y la OTAN
Aparentemente, se olvidaron de esa
experiencia y aquí repitieron la historia. Para fortuna de la humanidad, en
Rusia apareció Putin y no un Hitler. En las dos décadas y monedas que lleva en
el poder, Putin no mostró jamás una intención expansionista ni agresiva hacia
ninguno de sus vecinos. Sí reprimió intentos separatistas, en particular en
Chechenia, como lo mostraron otros países ante similares situaciones. Estados
Unidos en el siglo XIX, Gran Bretaña, España y otros más recientemente.
Sin embargo, todos los involucrados
hoy en este conflicto sabían perfectamente que Putin había aclarado
taxativamente que cualquier otro avance de la OTAN significaría una “amenaza
existencial” para Rusia y que habría una respuesta acorde. La amenaza
existencial es la contraparte del latiguillo que usa EEUU cuando expresa una
“amenaza a la seguridad nacional” y actúa sin el menor reparo por las formas,
defendiéndose a su capricho del proclamado riesgo. Pero en 2004, año en que
Putin empezó a expresarse en ese sentido, EEUU no veía en Rusia a un actor
capaz de llevar a cabo sus amenazas y siguió, como lo expresa el catedrático
John Mearsheimer (Chicago University) “hincando con un palo al oso” con la
suposición de que nada ocurriría.
Con esto en mente y con la obligada
venia de EEUU, en abril de 2008 el general Jaap de Hoop Scheffer, Secretario
General de la OTAN, expresó que Ucrania y Georgia eventualmente ingresarían al
tratado militar. Las relaciones entre Rusia y Georgia habían sido siempre
conflictivas desde la caída de la URSS. Y empeoraron a partir del año 2000
cuando Putin asume el poder. Luego de muchos problemas y tensiones entre ambas
naciones, justamente durante ese abril de 2008, tanto el presidente de Georgia
Mikheil Saakashvili como su par norteamericano George W. Bush expresaron el
interés de incorporar a ese país a la OTAN. Y tal como dejó claro Putin poco
tiempo antes, en agosto de ese año dieron comienzo las acciones militares entre
Rusia y Georgia. Para octubre finalizaron los enfrentamientos, con dos regiones
separatistas independizadas del gobierno central de Georgia y aniquiladas las
ambiciones de unirse a la OTAN. Georgia no se anexó a Rusia y es hoy un país independiente.
O sea, el que se haya sorprendido de lo que ocurrió a partir del 24 de febrero pasado, no conoce o no quiso recordar la historia reciente. La guerra de Georgia de 2008 puso en evidencia la obsolescencia del aparato militar ruso y la falta de profesionalismo de sus tropas. Esto no pasó desapercibido para Putin, que se puso en campaña para modernizar su ejército. Ese fue un objetivo central desde entonces, logrando impresionantes resultados que hoy se observan en las decisiones que tanto EEUU como sus socios europeos toman, de no involucrarse militarmente en el conflicto. Rusia es un rival de respeto hoy, incluso para una superpotencia como Estados Unidos.
Georgia en agosto de 2008 - Apoyada por EEUU |
Ucrania es un país más grande que Georgia y ubicado en un lugar aún más estratégico, visto desde Europa. Sus dirigentes tenían una relación de cooperación y simpatía hacia Moscú, pero esta situación se vio alterada drásticamente en febrero de 2014, cuando manifestantes nacionalistas de extrema derecha y otros descontentos empezaron numerosas protestas callejeras en contra del presidente Viktor Yanukovych, democráticamente electo en 2010 y con estrechos vínculos con Moscú. Estos manifestantes recibieron inmediato apoyo de todo tipo por parte de los Estados Unidos y el 24 de ese mes Yanukovych fue depuesto y su gobierno derrocado. Se había negado a firmar un tratado que iba a incorporar a Ucrania a la CEE. Los gobiernos que lo sucedieron fueron, por supuesto, pro-norteamericanos.
El país que se llena la boca de
democracia no tiene inconveniente en apoyar golpes de estado contra gobiernos
democráticos si estos son en su beneficio. La inmediata reacción de Rusia fue
anexar la península de Crimea, que fue obsequiada a Ucrania por Rusia cuando
ambos formaban parte de la URSS. En esa península está Sebastopol y la
principal base naval rusa del Mar Negro. Una consulta popular realizada al poco
tiempo arrojó que más de un 90% de la población de Crimea deseaba ser parte de
Rusia y no de Ucrania. Los países occidentales jamás reconocieron esa anexión y
siguen reclamando su devolución.
Otra de las consecuencias de la
Revolución de la Dignidad, como se autoproclamó el golpe de estado de febrero
de 2014, fueron los levantamientos de regiones de Ucrania oriental, donde se
habla ruso, en conflicto con sus conciudadanos que hablan ucraniano. Estos
movimientos separatistas recibieron apoyo militar y de inteligencia de Rusia y
se convirtieron en un conflicto interno irresuelto hasta ahora, con sectores
virtualmente independizados del gobierno central de Kiev, que no dudó durante
estos años en bombardear a la población civil e intentar por la fuerza
recuperar control de esa región rebelde.
Europa, mucho más expuesta a estos
conflictos que transcurren en su propio territorio, conoce perfectamente esta
historia pero carece hoy de verdaderos líderes que pongan sus propios intereses
económicos, de seguridad, estratégicos y energéticos por delante de las
decadentes ambiciones imperiales de los Estados Unidos. La falta de una
dirigencia compuesta por verdaderos estadistas le está dando a Europa un rol
bastante patético en esta crisis, donde EEUU desde su comodidad y distancia,
aislada por dos océanos, mueve los hilos de este conflicto donde solo aporta
retórica e ingentes negocios para su siempre presente complejo militar
industrial, mientras los muertos y la destrucción de infraestructura civil e
industrial y el colapso económico y humanitario lo aporta Ucrania.
Todo esto es consecuencia directa - por más que algunos medios insisten en negarlo - , del flirteo de occidente con la incorporación de Ucrania a la OTAN, que se reavivó desde la llegada de Zelensky al poder. Según el investigador John Mearsheimer ya nombrado, Ucrania se convirtió en el último año y pico en un miembro “de facto” de la OTAN. Lo dejaron jugar con la posibilidad concreta, pero cuando vino la reacción rusa y la invasión del 24 de febrero, Zelensky vio que todos los que lo impulsaron a hacerse “el bravo” lo dejaron solo en el campo de batalla. La destrucción del país lo llevó a admitir recientemente que nunca estuvo en sus planes incorporarse a la OTAN y así buscar una manera elegante de frenar el avance ruso y salir del atolladero. Si a esto lo hubiera manifestado abiertamente antes de la invasión, el conflicto no se hubiese producido. Sabe, mediante los encuentros que está teniendo, que los rusos no piensan conquistar Ucrania. Los sueños de Zelensky de ingresar a la alianza militar no ocurrirán, deberá reconocer que Crimea es parte de Rusia y más que probablemente deberá, además, reconocer la autonomía de las regiones rebeldes del este. Podrá, si se llega a un arreglo, conservar el resto de Ucrania e incorporarla eventualmente a la Comunidad Europea, pero no a la OTAN. Las potencias occidentales no se involucran directamente porque saben que Rusia está enganchada en una guerra de posiciones, muy estática y controlada, aún a costa de sus tropas y vehículos terrestres, desplegando una porción ínfima de su arsenal militar, con la única intención de poner presión sobre el gobierno ucraniano para negociar desde una posición de fuerza.
Ucrania 2022 - Una guerra que Occidente pudo prevenir |
El mayor problema que la resistencia
ucraniana está generando a Occidente, y a Estados Unidos en particular, es
prolongar el conflicto más allá de las propias previsiones del Pentágono y la OTAN.
Esto les genera un dilema moral que no tenían previsto: la resistencia
ucraniana, que evita una fácil y rápida victoria rusa, expone el flagrante
abandono de Occidente en materia militar a Ucrania. Estados Unidos prohibió a
Polonia enviar a Ucrania sus aviones de fabricación soviética, que los pilotos
ucranianos saben operar, para no escalar el conflicto. Ellos –los Estados
Unidos – son conscientes de que a este conflicto lo gana Rusia. El peor
escenario es la prolongación del conflicto o peor, que Rusia empiece a perder.
Lo que no quieren hacer es arrinconar a un enemigo que ve el acercamiento de
Ucrania a Occidente como una “amenaza existencial”, y más que nada cuando ese
enemigo tiene a su disposición un arsenal nuclear y lo tiene alistado.
Los puntos que Putin exige para un
alto el fuego y el retiro de tropas son temas que Washington sabía de antemano
que se iban a tener que aceptar. La valiente, heroica y patriota resistencia
que está exhibiendo el pueblo y fuerzas militares ucranianas está demorando ese
desenlace y profundizando la crisis económica en Ucrania, en Rusia y en el
resto de Europa e impactando incluso en Argentina. Nadie quiere que esto se
extienda.
Contradicciones que se producen en
un mundo donde las fronteras ideológicas se diluyen y donde las añoranzas de
poder absoluto de un imperio en decadencia llevan a muchos a embarcarse en
conflictos absurdos y fácilmente evitables. Por esta razón China mira
expectante, sin condenar a Rusia, porque ya sabe de sobra que nada gana
siguiendo un juego dialéctico y vacío de contenido de su principal rival
económico y estratégico. Además, Putin cumplió con su promesa a Xi Jinping de
no invadir Ucrania hasta finalizadas las olimpíadas de invierno de Beijing. Lo
hizo 48 horas después.
Esto es lo que vemos en la
superficie. Rusia, y en particular Putin, totalmente a contramano de la
propaganda y discurso imperante en Occidente, no tienen intención de anexar
Ucrania, ni restaurar la Unión Soviética, ni de seguir conquistando Europa.
Nunca mostró ambiciones expansionistas.
Las provocaciones de Estados Unidos,
en particular desde la asunción de Joe Biden, que a los 2 meses tildó de
“asesino” a Putin y casi en simultáneo humilló a la delegación china en Alaska
en el primer encuentro comercial entre ambas potencias,
empiojaron más las ya difíciles relaciones que venían arrastrando desde
la caótica gestión Trump en materia internacional. La violencia siempre es
mala, y esta vez hay algo de legítimo en condenar el accionar de Rusia y Putin.
Pero desgarrarse las vestiduras, prohibir a atletas a competir, congelar fondos
de ciudadanos rusos y demás sobreactuaciones no pueden provenir de quienes
usaron la fuerza, las invasiones y el poder militar en general para imponer sus
gustos e intereses económicos al resto del planeta. Al menos, hay que adoptar una
visión prudente dentro de un mínimo contexto histórico,
como el que hemos intentado mostrar en esta nota.
domingo, 20 de marzo de 2022
EL DIODO
-O cómo perder un país en pocos años-
El diodo es el componente electrónico más simple. Permite que los electrones circulen libremente en un sentido pero les hace casi imposible circular en el sentido contrario.
Argentina, como Nación, creó a lo largo del siglo XX una cantidad importante de grandes empresas para explotar sus recursos naturales, generar energía, brindar servicios, transportar a su población y sus productos por vía terrestre, aérea y marítima, producir acero para sus industrias y muchas otras actividades. El estado era capaz de fabricar locomotoras, vagones, barcos y aviones y muchas cosas estratégicas más.
Por carecer de grandes inversores privados o mercados de capitales suficientes, fue el Estado, con el dinero de todos los ciudadanos, el encargado de llevar adelante todos esos emprendimientos. Y así se convirtió en el país con más kilómetros de ferrocarriles de Sudamérica, con más universidades, con una clase media única en la región y con una fuerte industrialización que se disparó a partir de la Gran Guerra de 1914 cuando, a causa de ese conflicto, los productos importados dejaron de llegar al país.
Esta forma de desarrollo continuó durante muchos años, atravesando gobiernos conservadores, radicales, la década infame con su ristra de gobiernos de derecha, se potenció durante el primer peronismo de los 40 y 50, continuó luego con los gobiernos militares y se consolidó durante el variopinto espectro de gestiones accidentadas de los 60, nuevamente radicales y gobiernos de facto incluidos. Para 1973 y 1974, cuando retorna el peronismo, Argentina disfrutaba de los índices de desocupación más bajos de su historia y de las mayores participaciones industriales en sus exportaciones. Una situación envidiable, y aun con eso conflictos políticos a raudales. ¿Por qué? Porque como dijo Fidel Castro el 25 de mayo de 2003 en la Facultad de Derecho, "cuando ese mundo mejor posible se alcanza, un mundo mejor es posible". Los argentinos querían, pretendían y tenían derecho a algo aún mejor.
A partir de 1975, empezó a tallar con más fuerza y llegar al Ministerio de Economía los genios liberales que convencieron, primero a pocos, pero a partir de la década del ochenta y, particularmente en Argentina, a partir del estrepitoso fin del gobierno de Alfonsín, que todo eso que se vino haciendo estaba mal.
Las políticas económicas que impusieron como las correctas, sin embargo, no pudieron jamás mostrar resultados siquiera parecidos a los que Argentina había logrado décadas atrás cuando todas las gestiones aplicaban otras ideas económicas, en mayor o menor medida.
Argentina se subió a la moda del Consenso de Washington que presionaba para que todas las empresas que durante décadas habían sido estatales, o sea, que pertenecían al conjunto de la población y que apuntaban a beneficiar a ese conjunto, debían pasar a manos privadas para beneficio de un reducido grupo de inversionistas y aventureros.
Y eso se hizo. Rápido, con la complacencia de sindicatos, con fervoroso apoyo de los medios, cuyos accionistas pasaron a beneficiarse de ese proceso privatizador, el país fue desmembrado y despojado de sus bienes, sus empresas, sus recursos naturales, sus medios de transporte, sus rutas terrestres, fluviales, marítimas y aéreas. Todos aplaudían este desguace de grandes porciones de infraestructura, de las grandes empresas de servicios, de las acerías, de los pozos petroleros y gasíferos, de los yacimientos de carbón de piedra, de hierro y encima entregando bienes que antes no se explotaban como tales a empresas extranjeras. Así entregamos rutas para que recauden privados pero que al poco tiempo tuvimos que volver a mantener nosotros, como sociedad, mientras seguíamos permitiendo que la recaudación lo lleve una empresa privada.
Todos esos desastres económicos fueron, sin embargo, anunciados como grandes triunfos del sentido común y de las excelentes prácticas económicas. Argentina ya no tenía dólares para satisfacer la demanda de importadores, de sus propios ciudadanos que deseaban ir al exterior, etc. Había que disponer de dólares para pagar las enormes deudas que tuvimos que tomar crónicamente o que fueron inducidas para satisfacer bicicletas financieras de un sistema de capital ahora internacionalizado, liberalizado, casi sin controles.
Los que hablaban pestes de las ideas estructuralistas, de la sustitución de importaciones como herramienta de desarrollo, de la protección a la industria local, de instrumentos de política económica como el "compre nacional" y otras medidas que tuvieron éxito por décadas, todavía no lograron exhibir los beneficios y logros de sus ideas, luego de casi medio siglo de intentar aplicarlas.
Ahora, si nos ponemos a leer lo ocurrido y a sacar conclusiones, podríamos estar tentados de regresar el reloj, o de intentar volver a armar la estructura económica que sí dio resultados durante tres cuartas partes del siglo XX. Pero esa facilidad que tuvimos para rifar los bienes de todos nosotros a favor de un puñado de capitalistas privados, con toda la prensa a favor, con diputados truchos permitiendo el cuórum con sus culos, con sindicalistas enriqueciéndose mientras dejaban de a miles a sus afiliados en la calle, resulta casi imposible si la queremos revertir. Que ahora, por razones de necesidad, por interés público, por defensa nacional, por la emergencia económica, por estrategias de desarrollo, por el nivel de endeudamiento inmanejable o por cualquiera de tantas razones justificables decidimos invertir el sentido de esa sangría: que ahora los privados entreguen, vendan, trasfieran o pierdan sus concesiones a favor del conjunto de la sociedad, suena imposible.
Nos iríamos a Venezuela, cederíamos ante el populismo, nos convertiríamos en Corea del Norte y tantos otros miles de lugares comunes que inundan diarios, portales, radios, televisión y cuanto medio anda al alcance. Nadie menciona que sería ir hacia una Argentina que ya comprobamos posible, exitosa, integradora, con pleno empleo, con excelente educación y con una industria pujante. Argentina, no Venezuela, Cuba o lo que sea.
Pero recorrer el camino inverso al que tan alegremente nos hicieron recorrer en los 90, es casi una imposibilidad. Un diodo ideológico, una trampa que insiste con una regla no escrita: una vez que perdiste como sociedad lo que generaste por décadas con impuestos, sacrificios y proyectos de país y bajo el signo político que fuera, no lo podés volver a recuperar. Es fácil y simple transferir desde lo público -insisto: de TODOS NOSOTROS- hacia un advenedizo privado que intentar recuperar de ese privado un bien que por su valor estratégico fue creado por el pueblo e intentar devolvérselo al pueblo.
En la próxima entrega podemos recorrer ejemplos de países que también cayeron bajo el canto de la sirena de Washington y entregaron el patrimonio de todos a favor de empresas privadas pero que al tiempo, al ver el error cometido y los resultados, recorrieron el camino inverso y hoy gozan de una situación muy superior a la nuestra. Coraje político, proyecto claro de país, soberanía en la toma de decisiones, todas cosas que también carecemos. Pero es posible.
viernes, 14 de enero de 2022
50 SOMBRAS DE VERDE
Central Hidroeléctrica El Chocón
La Crisis Futura del Sistema Energético Argentino
domingo, 11 de julio de 2021
CAMBIAR POR CAMBIAR
Reflexiones Domingueras
Yo me pasé ese año, los anteriores y los
posteriores hablando del neoliberalismo, sus errores conceptuales, su pésimo
registro en términos de igualdad, de derechos y de compromiso con la
democracia, etc. Y de cómo las
gestiones pro libre mercado destruyeron a la Argentina. E indefectiblemente la discusión cae en el
peronismo-antiperonismo y yo terminé acusado de ser K, tragarme un relato and
what not. Cuando nunca hice un
planteo en términos partidarios.
Y yo voy a insistir en mi postura: en los coletazos
finales del capitalismo, como los años que vivimos, el poder de fuego de los
que sostienen lo insostenible -hacer
lo que "el mercado" quiere- tiene tanta artillería comunicacional a su disposición que es difícil
reorientar a mis interlocutores hacia el razonamiento propio, sacar
conclusiones de la realidad, de
la historia y olvidarse de los partidos y apellidos por un rato. En
particular cuando uno termina aceptando como verdades casi axiomáticas eventos que ni siquiera ocurrieron. O creer en declaraciones hoy que los
propios autores cuestionaban hace algunos años. Como los exabruptos de Patricia Bullrich
sobre la quiebra del Correo,
definiéndola como una persecución política cuando ella misma, antes de la quita
de la concesión en 2004, denunciaba lo actuado por el grupo Macri y pidiendo la quiebra (Octubre 2001).
Argentina es un país periférico pero de una
industrialización mediana. Supo estar mucho más industrializado hace décadas,
con un ferrocarril único en Sudamérica por su longitud y capacidad de carga, flota
mercante, astilleros y grandes fábricas. Fueron los economistas liberales
montados sobre cualquier signo político, sean militares, peronistas o radicales,
los que destruyeron al país. Y por esa razón y mínimo conocimiento de la
historia que referentes de otras corrientes de opinión, como Osvaldo Bayer, pedíamos
a gritos que no se permita que alguien como Macri acceda a la presidencia (Si gana Macri no sé a donde va a ir a
parar el país, adonde va a ir a parar la clase media, la clase trabajadora
- O. Bayer 10-11-2015). Solo un canalla puede acusar a Bayer de ser K, o
peronista siquiera. Pero era la idea.
A los que
querían un cambio, sin tener idea de qué cambio le estaban proponiendo, les
preguntaría dónde se ubican hoy, cuando sus sueldos y jubilaciones valen la
mitad en dólares que antes del "cambio". Pero más me interesa saber dónde
están parados cuando el mundo se va enterando que la gestión que apoyaron tuvo
un rol activo en un golpe de estado que derrocó al gobierno democrático de un
país vecino. Y no solo un gobierno democrático, pero el que levantó al pueblo
de un abandono y pobreza de 200 años de la mano de gobiernos "como la
gente". ¿Les pesa saber que votaron a esa clase de dirigentes? ¿Les da
igual? Y de cara al futuro ¿lo seguirán haciendo? ¿Qué opinión tienen de las
declaraciones de TODOS los miembros y candidatos de esa cofradía cuando dicen
que en esta elección "se juega la república"? ¿En serio, luego de 4
años de gestión y de los descubrimientos que siguen apareciendo, creen que
ellos son el resguardo de la democracia y la república?
¿O se justifican dudando de todo lo que aparece y atribuyéndolo a una "persecución política"? Repito, por enésima vez, yo no soy peronista, no soy radical, no estoy afiliado a partido alguno. Pero ante las disyuntivas históricas, voté al radicalismo, voté al peronismo y siempre con la misma consigna: votar al que menos daño haga a los sectores populares y al Estado. Y en general el electorado se comportó de esta manera y los sectores conservadores y liberales en lo económico sacaban entre 3 y 10% de los votos, medianamente en proporción a la población que representan. Solían recurrir a golpes militares para poder acceder al poder. Los medios, y sí, los grandes responsables, hicieron creer a vastos sectores populares: empleados, laburantes, autónomos, desocupados, que grandes empresarios con frondosos antecedentes con todo tipo de perjuicios al estado, Correo incluido, los iban a representar de alguna manera.
Lo que me
encantaría que muchos concluyan, luego de un análisis medianamente racional e
introspectivo, es que los medios que los bombardean con la información diaria
pertenecen a ese mismo colectivo y, por supuesto, relatarán acorde a sus intereses.
Y, obviamente, no son los de la clase laburante, la de los empleados, los
maestros, los jubilados y mucho menos los desocupados o los que trabajamos en
nuestros propios y dificultosos proyectos personales.
Así, al menos,
cuando alguien nos proponga un cambio, y con la arrogancia de agregarle el
adjetivo "todos", incluyendo a una indefinida masa con la pomposa meta
de ser algún tipo de mayoría, se nos ocurra preguntar, de mínima, de qué cambio
estamos hablando.
Cuando se inventó
la democracia en los términos similares a la actual, en la Grecia de Pericles, el
gran filósofo Sócrates era un crítico implacable del sistema. Sabía que mucho
de los electores estaban nadando en la más absoluta de las ignorancias. Era la
situación del momento. Y proponía, en cambio, una dirigencia aristocrática de
filósofos para gobernar.
25 siglos después
aprendimos como debe ser la sociedad para que una democracia funcione: debe
estar educada. Sarmiento y Alberdi, entre otros, lo entendieron. Entonces, un
criterio sencillo para saber si a un gobierno le interesa la república y la
democracia podría ser, por ejemplo, ver cuantas escuelas construye, cómo trata
a sus docentes, si apoya la investigación, etc. Un simple criterio, hay otros.
La otra es leer
el diario a ver qué dice de tal o cual gestión. Ahí también desarrollarás un
criterio. El del dueño del diario.
Perdón la falta
de humor. Feliz domingo a todos.