COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

miércoles, 23 de marzo de 2022

UCRANIA, EL DESENLACE ANUNCIADO

Por Luis Octavio Corvalán – Marzo de 2022

Intentar escribir sobre Ucrania hoy es todo un desafío. Es el tema del momento, está en todas partes. En esta nota intentaremos dar nuestro propio punto de vista. 

El 24 de febrero pasado, Rusia invadió formalmente Ucrania. La visión “mainstream” de occidente y buena parte del mundo es que Putin, el líder autocrático ruso, es el culpable de esta inaceptable movida militar, contrariando toda norma de convivencia internacional. En general, los países occidentales y en particular los de la comunidad europea, se estorban unos a otros para acoplarse a las condenas y sanciones económicas que sugiere Washington.

El rol de Estados Unidos en esto es como ese promotor que sentado cómodo en el ringside grita al boxeador que está en el cuadrilátero cómo debe enfrentarse y lastimar a su contrincante, más grande, potente y gran favorito para ganar la pelea. Lo que menos tiene pensado el promotor es subir al cuadrilátero para colaborar con su cuerpo e integridad en la pelea. Ahora vamos a analizar un poco mejor cómo es que llegamos a esto.

Caída del Muro de Berlin - 1989

Para no irnos muy atrás, vamos a comenzar esta historia con la caída del muro de Berlín en 1989 y  luego, un par de años más tarde, después del colapso de la Unión Soviética, en que los estados pertenecientes a ese conglomerado quedaron echados a su suerte y con la posibilidad de declararse independientes. Es así que Rusia pasó a ser un país más, el componente más grande y poderoso de la ex unión, pero no más que eso: un país más. Y mientras Estados Unidos sacaba ventaja de esa crisis y de la debilidad de su principal enemigo - recordemos que para el ciudadano medio norteamericano, Rusia y la URSS eran sinónimos y muy pocos conocían la diferencia  - al mismo tiempo fueron captando para su lado de la grieta ideológica que significó la guerra fría, a la mayoría de estos estados ahora independientes. Con el tiempo, muchos pidieron integrar la Comunidad Económica Europea y, para 1999, varios de estos estados fueron admitidos en la OTAN, la alianza militar creada en 1949 para defender a Europa Occidental de un avance expansionista de la URSS, justo en el año en que pasó a ser una potencia nuclear. En 2004 se agregaron otros países a esta alianza militar, algunos de los cuales compartían frontera con Rusia.

Boris Yeltsin - Vladimir Putin

Para entonces, Rusia ya estaba dirigida por Vladimir Putin, un líder carismático, ex espía, atlético y vigoroso, que contrastaba con el etílico y torpe semblante de Boris Yeltsin, que permitió, con el apoyo de Estados Unidos y el FMI, hundir a Rusia en una crisis inédita, con niveles de pobreza, de marginación, desocupación y hambre como jamás vivieron durante los años de comunismo. Putin comenzó a recomponer la economía y a devolver la autoestima a un pueblo golpeado, y dejó muy en claro luego de la incorporación de Letonia, Lituania, Estonia y Rumania a la OTAN el 29 de marzo de 2004, que no toleraría más avances de la coalición militar hacia sus fronteras. Se refería puntualmente a países como Ucrania, Georgia y Belarus, entre otros.

Estados Unidos, en lugar de incorporar a Rusia a la órbita de países que ya habían abandonado el comunismo y de tomarla como una aliada estratégica - algo que podrían haber hecho durante los años de Yeltsin - , disolver la OTAN - cuya función ya no tenía objetivos reales -, y contribuir a lograr ese soñado mundo liberal y democrático donde nadie tenía que pensar, como lo vaticinaba Francis Fukuyama en ese ridículo best-seller “El fin de la historia”, se vio tentado, en cambio, a aprovechar la debilidad rusa para consolidarse como potencia hegemónica y de paso humillar a su disminuido rival.

Fue así que Estados Unidos comenzó a utilizar a la OTAN para desintegrar a su antojo a la ex Yugoslavia, bombardeando ciudades y población civil sin consultar siquiera a su contraparte rusa,  expandiendo de esa manera a la OTAN, tal como lo mencionamos anteriormente. Esto contrastó con la política empleada al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando EEUU contribuyó a reconstruir Alemania y Japón y a incorporarlos como socios, para no repetir la experiencia de la guerra anterior, donde humillaron a Alemania, condenándola a cubrir los gastos de la guerra, hundirla en un crisis económica y humanitaria que desembocó en la aparición de Adolf Hitler y todo lo que sobrevino después.

Belgrado en llamas por el bombardeo de
EEUU y la OTAN

Aparentemente, se olvidaron de esa experiencia y aquí repitieron la historia. Para fortuna de la humanidad, en Rusia apareció Putin y no un Hitler. En las dos décadas y monedas que lleva en el poder, Putin no mostró jamás una intención expansionista ni agresiva hacia ninguno de sus vecinos. Sí reprimió intentos separatistas, en particular en Chechenia, como lo mostraron otros países ante similares situaciones. Estados Unidos en el siglo XIX, Gran Bretaña, España y otros más recientemente.

Sin embargo, todos los involucrados hoy en este conflicto sabían perfectamente que Putin había aclarado taxativamente que cualquier otro avance de la OTAN significaría una “amenaza existencial” para Rusia y que habría una respuesta acorde. La amenaza existencial es la contraparte del latiguillo que usa EEUU cuando expresa una “amenaza a la seguridad nacional” y actúa sin el menor reparo por las formas, defendiéndose a su capricho del proclamado riesgo. Pero en 2004, año en que Putin empezó a expresarse en ese sentido, EEUU no veía en Rusia a un actor capaz de llevar a cabo sus amenazas y siguió, como lo expresa el catedrático John Mearsheimer (Chicago University) “hincando con un palo al oso” con la suposición de que nada ocurriría.

Con esto en mente y con la obligada venia de EEUU, en abril de 2008 el general Jaap de Hoop Scheffer, Secretario General de la OTAN, expresó que Ucrania y Georgia eventualmente ingresarían al tratado militar. Las relaciones entre Rusia y Georgia habían sido siempre conflictivas desde la caída de la URSS. Y empeoraron a partir del año 2000 cuando Putin asume el poder. Luego de muchos problemas y tensiones entre ambas naciones, justamente durante ese abril de 2008, tanto el presidente de Georgia Mikheil Saakashvili como su par norteamericano George W. Bush expresaron el interés de incorporar a ese país a la OTAN. Y tal como dejó claro Putin poco tiempo antes, en agosto de ese año dieron comienzo las acciones militares entre Rusia y Georgia. Para octubre finalizaron los enfrentamientos, con dos regiones separatistas independizadas del gobierno central de Georgia y aniquiladas las ambiciones de unirse a la OTAN. Georgia no se anexó a Rusia y es hoy un país independiente.

O sea, el que se haya sorprendido de lo que ocurrió a partir del 24 de febrero pasado, no conoce o no quiso recordar la historia reciente. La guerra de Georgia de 2008 puso en evidencia la obsolescencia del aparato militar ruso y la falta de profesionalismo de sus tropas. Esto no pasó desapercibido para Putin, que se puso en campaña para modernizar su ejército. Ese fue un objetivo central desde entonces, logrando impresionantes resultados que hoy se observan en las decisiones que tanto EEUU como sus socios europeos toman, de no involucrarse militarmente en el conflicto. Rusia es un rival de respeto hoy, incluso para una superpotencia como Estados Unidos.

Georgia en agosto de 2008 - Apoyada por EEUU

Ucrania es un país más grande que Georgia y ubicado en un lugar aún más estratégico, visto desde Europa.  Sus dirigentes tenían una relación de cooperación y simpatía hacia Moscú, pero esta situación se vio alterada drásticamente en febrero de 2014, cuando manifestantes nacionalistas de extrema derecha y otros descontentos empezaron numerosas protestas callejeras en contra del presidente Viktor Yanukovych, democráticamente electo en 2010 y con estrechos vínculos con Moscú. Estos manifestantes recibieron inmediato apoyo de todo tipo por parte de los Estados Unidos y el 24 de ese mes Yanukovych fue depuesto y su gobierno derrocado. Se había negado a firmar un tratado que iba a incorporar a Ucrania a la CEE. Los gobiernos que lo sucedieron fueron, por supuesto, pro-norteamericanos.

El país que se llena la boca de democracia no tiene inconveniente en apoyar golpes de estado contra gobiernos democráticos si estos son en su beneficio. La inmediata reacción de Rusia fue anexar la península de Crimea, que fue obsequiada a Ucrania por Rusia cuando ambos formaban parte de la URSS. En esa península está Sebastopol y la principal base naval rusa del Mar Negro. Una consulta popular realizada al poco tiempo arrojó que más de un 90% de la población de Crimea deseaba ser parte de Rusia y no de Ucrania. Los países occidentales jamás reconocieron esa anexión y siguen reclamando su devolución.

Otra de las consecuencias de la Revolución de la Dignidad, como se autoproclamó el golpe de estado de febrero de 2014, fueron los levantamientos de regiones de Ucrania oriental, donde se habla ruso, en conflicto con sus conciudadanos que hablan ucraniano. Estos movimientos separatistas recibieron apoyo militar y de inteligencia de Rusia y se convirtieron en un conflicto interno irresuelto hasta ahora, con sectores virtualmente independizados del gobierno central de Kiev, que no dudó durante estos años en bombardear a la población civil e intentar por la fuerza recuperar control de esa región rebelde.

Europa, mucho más expuesta a estos conflictos que transcurren en su propio territorio, conoce perfectamente esta historia pero carece hoy de verdaderos líderes que pongan sus propios intereses económicos, de seguridad, estratégicos y energéticos por delante de las decadentes ambiciones imperiales de los Estados Unidos. La falta de una dirigencia compuesta por verdaderos estadistas le está dando a Europa un rol bastante patético en esta crisis, donde EEUU desde su comodidad y distancia, aislada por dos océanos, mueve los hilos de este conflicto donde solo aporta retórica e ingentes negocios para su siempre presente complejo militar industrial, mientras los muertos y la destrucción de infraestructura civil e industrial y el colapso económico y humanitario lo aporta Ucrania.

Todo esto es consecuencia directa - por más que algunos medios insisten en negarlo - , del flirteo de occidente con la incorporación de Ucrania a la OTAN, que se reavivó desde la llegada de Zelensky al poder. Según el investigador John Mearsheimer ya nombrado, Ucrania se convirtió en el último año y pico en un miembro “de facto” de la OTAN. Lo dejaron jugar con la posibilidad concreta, pero cuando vino la reacción rusa y la invasión del 24 de febrero, Zelensky vio que todos los que lo impulsaron a hacerse “el bravo” lo dejaron solo en el campo de batalla. La destrucción del país lo llevó a admitir recientemente que nunca estuvo en sus planes incorporarse a la OTAN y así buscar una manera elegante de frenar el avance ruso y salir del atolladero. Si a esto lo hubiera manifestado abiertamente antes de la invasión, el conflicto no se hubiese producido. Sabe, mediante los encuentros que está teniendo, que los rusos no piensan conquistar Ucrania. Los sueños de Zelensky de ingresar a la alianza militar no ocurrirán, deberá reconocer que Crimea es parte de Rusia y más que probablemente deberá, además, reconocer la autonomía de las regiones rebeldes del este. Podrá, si se llega a un arreglo, conservar el resto de Ucrania e incorporarla eventualmente a la Comunidad Europea, pero no a la OTAN. Las potencias occidentales no se involucran directamente porque saben que Rusia está enganchada en una guerra de posiciones, muy estática y controlada, aún a costa de sus tropas y vehículos terrestres, desplegando una porción ínfima de su arsenal militar, con la única intención de poner presión sobre el gobierno ucraniano para negociar desde una posición de fuerza.

Ucrania 2022 - Una guerra que
Occidente pudo prevenir

El mayor problema que la resistencia ucraniana está generando a Occidente, y a Estados Unidos en particular, es prolongar el conflicto más allá de las propias previsiones del Pentágono y la OTAN. Esto les genera un dilema moral que no tenían previsto: la resistencia ucraniana, que evita una fácil y rápida victoria rusa, expone el flagrante abandono de Occidente en materia militar a Ucrania. Estados Unidos prohibió a Polonia enviar a Ucrania sus aviones de fabricación soviética, que los pilotos ucranianos saben operar, para no escalar el conflicto. Ellos –los Estados Unidos – son conscientes de que a este conflicto lo gana Rusia. El peor escenario es la prolongación del conflicto o peor, que Rusia empiece a perder. Lo que no quieren hacer es arrinconar a un enemigo que ve el acercamiento de Ucrania a Occidente como una “amenaza existencial”, y más que nada cuando ese enemigo tiene a su disposición un arsenal nuclear y lo tiene alistado.

Los puntos que Putin exige para un alto el fuego y el retiro de tropas son temas que Washington sabía de antemano que se iban a tener que aceptar. La valiente, heroica y patriota resistencia que está exhibiendo el pueblo y fuerzas militares ucranianas está demorando ese desenlace y profundizando la crisis económica en Ucrania, en Rusia y en el resto de Europa e impactando incluso en Argentina. Nadie quiere que esto se extienda.

Contradicciones que se producen en un mundo donde las fronteras ideológicas se diluyen y donde las añoranzas de poder absoluto de un imperio en decadencia llevan a muchos a embarcarse en conflictos absurdos y fácilmente evitables. Por esta razón China mira expectante, sin condenar a Rusia, porque ya sabe de sobra que nada gana siguiendo un juego dialéctico y vacío de contenido de su principal rival económico y estratégico. Además, Putin cumplió con su promesa a Xi Jinping de no invadir Ucrania hasta finalizadas las olimpíadas de invierno de Beijing. Lo hizo 48 horas después.

Esto es lo que vemos en la superficie. Rusia, y en particular Putin, totalmente a contramano de la propaganda y discurso imperante en Occidente, no tienen intención de anexar Ucrania, ni restaurar la Unión Soviética, ni de seguir conquistando Europa. Nunca mostró ambiciones expansionistas.

Las provocaciones de Estados Unidos, en particular desde la asunción de Joe Biden, que a los 2 meses tildó de “asesino” a Putin y casi en simultáneo humilló a la delegación china en Alaska en el primer encuentro comercial entre ambas potencias, empiojaron más las ya difíciles relaciones que venían arrastrando desde la caótica gestión Trump en materia internacional. La violencia siempre es mala, y esta vez hay algo de legítimo en condenar el accionar de Rusia y Putin. Pero desgarrarse las vestiduras, prohibir a atletas a competir, congelar fondos de ciudadanos rusos y demás sobreactuaciones no pueden provenir de quienes usaron la fuerza, las invasiones y el poder militar en general para imponer sus gustos e intereses económicos al resto del planeta. Al menos, hay que adoptar una visión prudente dentro de un mínimo contexto histórico, como el que hemos intentado mostrar en esta nota.

domingo, 20 de marzo de 2022

EL DIODO

 -O cómo perder un país en pocos años-

El diodo es el componente electrónico más simple. Permite que los electrones circulen libremente en un sentido pero les hace casi imposible circular en el sentido contrario.

Argentina, como Nación, creó a lo largo del siglo XX una cantidad importante de grandes empresas para explotar sus recursos naturales, generar energía, brindar servicios, transportar a su población y sus productos por vía terrestre, aérea y marítima, producir acero para sus industrias y muchas otras actividades. El estado era capaz de fabricar locomotoras, vagones, barcos y aviones y muchas cosas estratégicas más.

Por carecer de grandes inversores privados o mercados de capitales suficientes, fue el Estado, con el dinero de todos los ciudadanos, el encargado de llevar adelante todos esos emprendimientos. Y así se convirtió en el país con más kilómetros de ferrocarriles de Sudamérica, con más universidades, con una clase media única en la región y con una fuerte industrialización que se disparó a partir de la Gran Guerra de 1914 cuando, a causa de ese conflicto, los productos importados dejaron de llegar al país.

Esta forma de desarrollo continuó durante muchos años, atravesando gobiernos conservadores, radicales, la década infame con su ristra de gobiernos de derecha, se potenció durante el primer peronismo de los 40 y 50, continuó luego con los gobiernos militares y se consolidó durante el variopinto espectro de gestiones accidentadas de los 60, nuevamente radicales y gobiernos de facto incluidos. Para 1973 y 1974, cuando retorna el peronismo, Argentina disfrutaba de los índices de desocupación más bajos de su historia y de las mayores participaciones industriales en sus exportaciones. Una situación envidiable, y aun con eso conflictos políticos a raudales. ¿Por qué? Porque como dijo Fidel Castro el 25 de mayo de 2003 en la Facultad de Derecho, "cuando ese mundo mejor posible se alcanza, un mundo mejor es posible". Los argentinos querían, pretendían y tenían derecho a algo aún mejor.

A partir de 1975, empezó a tallar con más fuerza y llegar al Ministerio de Economía los genios liberales que convencieron, primero a pocos, pero a partir de la década del ochenta y, particularmente en Argentina, a partir del estrepitoso fin del gobierno de Alfonsín, que todo eso que se vino haciendo estaba mal.

Las políticas económicas que impusieron como las correctas, sin embargo, no pudieron jamás mostrar resultados siquiera parecidos a los que Argentina había logrado décadas atrás cuando todas las gestiones aplicaban otras ideas económicas, en mayor o menor medida.

Argentina se subió a la moda del Consenso de Washington que presionaba para que todas las empresas que durante décadas habían sido estatales, o sea, que pertenecían al conjunto de la población y que apuntaban a beneficiar a ese conjunto, debían pasar a manos privadas para beneficio de un reducido grupo de inversionistas y aventureros.

Y eso se hizo. Rápido, con la complacencia de sindicatos, con fervoroso apoyo de los medios, cuyos accionistas pasaron a beneficiarse de ese proceso privatizador, el país fue desmembrado y despojado de sus bienes, sus empresas, sus recursos naturales, sus medios de transporte, sus rutas terrestres, fluviales, marítimas y aéreas. Todos aplaudían este desguace de grandes porciones de infraestructura, de las grandes empresas de servicios, de las acerías, de los pozos petroleros y gasíferos, de los yacimientos de carbón de piedra, de hierro y encima entregando bienes que antes no se explotaban como tales a empresas extranjeras. Así entregamos rutas para que recauden privados pero que al poco tiempo tuvimos que volver a mantener nosotros, como sociedad, mientras seguíamos permitiendo que la recaudación lo lleve una empresa privada.

Todos esos desastres económicos fueron, sin embargo, anunciados como grandes triunfos del sentido común y de las excelentes prácticas económicas. Argentina ya no tenía dólares para satisfacer la demanda de importadores, de sus propios ciudadanos que deseaban ir al exterior, etc. Había que disponer de dólares para pagar las enormes deudas que tuvimos que tomar crónicamente o que fueron inducidas para satisfacer bicicletas financieras de un sistema de capital ahora internacionalizado, liberalizado, casi sin controles.

Los que hablaban pestes de las ideas estructuralistas, de la sustitución de importaciones como herramienta de desarrollo, de la protección a la industria local, de instrumentos de política económica como el "compre nacional" y otras medidas que tuvieron éxito por décadas, todavía no lograron exhibir los beneficios y logros de sus ideas, luego de casi medio siglo de intentar aplicarlas.

Ahora, si nos ponemos a leer lo ocurrido y a sacar conclusiones, podríamos estar tentados de regresar el reloj, o de intentar volver a armar la estructura económica que sí dio resultados durante tres cuartas partes del siglo XX. Pero esa facilidad que tuvimos para rifar los bienes de todos nosotros a favor de un puñado de capitalistas privados, con toda la prensa a favor, con diputados truchos permitiendo el cuórum con sus culos, con sindicalistas enriqueciéndose mientras dejaban de a miles a sus afiliados en la calle, resulta casi imposible si la queremos revertir. Que ahora, por razones de necesidad, por interés público, por defensa nacional, por la emergencia económica, por estrategias de desarrollo, por el nivel de endeudamiento inmanejable o por cualquiera de tantas razones justificables decidimos invertir el sentido de esa sangría: que ahora los privados entreguen, vendan, trasfieran o pierdan sus concesiones a favor del conjunto de la sociedad, suena imposible.

Nos iríamos a Venezuela, cederíamos ante el populismo, nos convertiríamos en Corea del Norte y tantos otros miles de lugares comunes que inundan diarios, portales, radios, televisión y cuanto medio anda al alcance. Nadie menciona que sería ir hacia una Argentina que ya comprobamos posible, exitosa, integradora, con pleno empleo, con excelente educación y con una industria pujante. Argentina, no Venezuela, Cuba o lo que sea.

Pero recorrer el camino inverso al que tan alegremente nos hicieron recorrer en los 90, es casi una imposibilidad. Un diodo ideológico, una trampa que insiste con una regla no escrita: una vez que perdiste como sociedad lo que generaste por décadas con impuestos, sacrificios y proyectos de país y bajo el signo político que fuera, no lo podés volver a recuperar. Es fácil y simple transferir desde lo público -insisto: de TODOS NOSOTROS- hacia un advenedizo privado que intentar recuperar de ese privado un bien que por su valor estratégico fue creado por el pueblo e intentar devolvérselo al pueblo.


En la próxima entrega podemos recorrer ejemplos de países que también cayeron bajo el canto de la sirena de Washington y entregaron el patrimonio de todos a favor de empresas privadas pero que al tiempo, al ver el error cometido y los resultados, recorrieron el camino inverso y hoy gozan de una situación muy superior a la nuestra. Coraje político, proyecto claro de país, soberanía en la toma de decisiones, todas cosas que también carecemos. Pero es posible.

 

viernes, 14 de enero de 2022

50 SOMBRAS DE VERDE

Central Hidroeléctrica El Chocón

La Crisis Futura del Sistema Energético Argentino

El mundo busca ir hacia energías más verdes. Verde es el dólar que tan escaso se nos hizo. Verde está la transformación del sector energético argentino. Y digo esto último porque, les guste o no a los políticos, a los economistas ortodoxos y al ejército de comunicadores que cobran para convencer a las grandes mayorías que lo más conveniente para ellas es adoptar políticas que favorezcan a un minúsculo grupo de opulentos, la Argentina sólo será viable si recupera el manejo de la energía para el Estado. Es la principal agenda, o debería serlo, y nadie siquiera trata el tema. Y aquí mis razones.
Y aquí cambio de camiseta. Dejo lo que a muchos ya vislumbran como otra de mis opiniones no solicitadas sobre política y me pongo en el rol de un consultor semi retirado en temas energéticos.
Primer punto: el mundo va hacia energías más verdes. Las fuentes de combustibles fósiles se irán agotando y por otro lado la contaminación que producen ya está en niveles innegablemente preocupantes. Y nuevamente, Argentina se encuentra en una situación privilegiada. Grandes superficies en zonas tropicales, a gran altura, casi sin nubosidad gran parte del año la hace ideal para enormes y eficientes parques solares. Y la extensísima y poca poblada Patagonia es ideal para aprovechar la energía de los constantes vientos. Paulatinamente ambas fuentes de energía van cobrando más participación en la matriz energética total. Es un rumbo ya definido.
Ahora peguemos un salto atrás en el tiempo. La primera gran línea de muy alta tensión (MAT) del país fueron los 2000 y pico de kilómetros del tramo Chocón-Ezeiza que conecta las grandes centrales de la cuenca del Río Limay con la zona metropolitana, el Gran Buenos Aires. Esa línea la construyó el Estado a principios de los años 70 y continúa prestando servicios en la actualidad. Es la misma. Eso para aquellos que insisten en que nada estatal funciona. Sólo que hoy la explota una empresa mixta llamada Transener SA, cuyos accionistas son Citelec SA en un 51%, empresa cuyo capital se reparte en partes iguales entre Marcelo Midlin y el Estado Nacional. El otro 49% de las acciones se puso a disposición del público y de ese 49%, una parte (casi el 20%) lo tiene el FGS de los jubilados, o sea, también son fondos estatales. El 27% restante está en manos de diversos inversores privados y un 1.65% lo tiene la propia Citelec. O sea, hoy en día los directores estatales tienen mayoría y control de la compañía. Esto permitió, luego del cambio de gobierno, evitar que las acciones estatales se vendan al sector privado, sueño húmedo del anterior gobierno macrista que lo hizo explícito mediante el decreto 882 del año 2017 firmado por el mismísimo MM y su secretario de energía, el CEO de Shell JJ Aranguren.
La central hidroeléctrica El Chocón también fue construida por el Estado y luego privatizada en 1993. La empresa que explota esta central también tiene una precipitación estatal. Ahora, la concesión fue por 30 años. O sea, en 2023 debería volver al Estado. Veamos si tenemos los pantalones largos y la decisión política para hacer cumplir esto. Es una generadora de energía y de dinero cuyo costo de explotación es ínfimo en comparación con su nivel de generación.
¿Para qué traigo esto? Volvamos a lo verde. El día de mañana, políticas ambientalistas mediante, nuestra oferta energética será más verde. Esto incluye a las grandes centrales hidroeléctricas, como El Chocón, a los parques eólicos y solares mencionados y a las centrales nucleares. Sí, amigos, las centrales nucleares son verdes, en el sentido que no aportan al efecto invernadero ni al calentamiento global. Deal with it.
¿Y los consumidores? Seguirán estando en las grandes concentraciones urbanas y en las zonas industriales del país. Y en general, estos lugares de consumo están distantes de los puntos de generación y van camino a distanciarse más, en la medida que la matriz se haga más verde. Porque tanto el altiplano como la Patagonia están lejos de los centros de consumo.
Entonces, para desgracia de la comodidad de las empresas privadas que explotan la transmisión y distribución de la energía, estas formidables obras como la red de 500kV de la que el tramo Chocón Ezeiza forma parte, van a necesitar algún día reforzarse. Y como bien sabemos, no son los privados quienes aportarán el capital para hacerlo.
Basta con revisar cualquier verano la novela de los cortes de energía de la zona GBA, como está pasando actualmente. Dirán que son las tarifas bajas y la culpa es del gobierno. La culpa del gobierno es no quitarles las concesiones a Edenor y Edesur, que explotan las redes troncales de distribución que encontraron instaladas desde la época de Segba, y a pesar de explotarlas por 30 años con el crecimiento de la demanda producida y a pesar de las altísimas tarifas gozadas durante la larga década menemista y los 4 años de Macri, esas inversiones brillaron por su ausencia. Centros de distribución, mejoras en las líneas secundarias y celo a la hora de evitar el robo de energía no aumenta el límite en la capacidad de transmisión de las principales e históricas líneas principales. Y mientras el costo político de los cortes los pague el gobierno, no hay el mínimo interés privado en hacer esas inversiones. En muchos casos, como el descrito de El Chocón y su línea de transmisión, es el Estado el que tiene algo que decir en la producción de energía y acercarla al lugar de consumo. Pero en muchos casos, como las mencionadas y EDET en el caso tucumano, son empresas enteramente privadas las responsables de la distribución de la energía. Y es indefectiblemente en esta etapa donde se produce el cuello de botella y los problemas cuando hay calor, cuando hay frío, cuando hace falta llevar energía a un consumidos nuevo, etc. El modelo ideado por Carlos Bastos y Domingo Cavallo en los 90 ya demostró su fracaso como herramienta de política energética. Se pasó de tener reservas de gas para un siglo a tener que importar gas en apenas una década de implantado el modelo privado tanto de explotación del sistema eléctrico como en la extracción de hidrocarburos(1). Y esto se agravará rápidamente por lo que detallaré a continuación.
Más verde aún: con el correr de los años, los vehículos particulares, los colectivos, camiones, trenes y demás irán migrando paulatinamente hacia lo eléctrico. Es la tendencia mundial y no seremos excepción. Esto significa que en los centros de demanda de energía: grandes centros urbanos y zonas industriales, el consumo de energía eléctrica se multiplicará. En breve, en lugar de cargar en el tanque del auto un derivado del petróleo que llega por camión al surtidor, se hará una carga de energía eléctrica ya sea en un centro de carga, equivalente al surtidor de hoy, o en la comodidad del hogar durante la noche. O sea, esa energía deberá ser transportada desde los remotos lugares de generación hasta los centros de consumo, líneas mediante. Y será mucho más energía que la actual, al usarla para el transporte, nada menos, que antes no se usaba. El sistema de transmisión y distribución deberá incrementarse significativamente en los próximos años, no hay otra alternativa.
¿Y cómo se hará eso? ¿Se seguirá permitiendo que empresas privadas, muchas extranjeras y demandantes de divisas (verdes escasos) para remitir o fugar sus utilidades sigan lucrando con las inversiones que afrontamos todos los ciudadanos a través de sus impuestos o de una vez por todas se dará por concluida la aventura privatista de algo tan estratégico como la energía y volverla a manos del Estado? Esto además permitiría aplicar políticas serias de desarrollo, tanto industrial como demográfico, social y ambiental.
Esta discusión debería ser hoy tema central en las comisiones del Congreso, en los ministerios respectivos, en las provincias. Y no lo veo en esos lugares que se requieren.
Esta nota es solo para llamar la atención.
(1). Este tema de cómo desapareció nuestra disponibilidad de gas en tan breve tiempo lo desarrollé hace muchos años en una nota publicada en un diario en el año 2004. Aquí está reproducida: http://locpolitico.blogspot.com/.../crisis-energtica-2004...

domingo, 11 de julio de 2021

CAMBIAR POR CAMBIAR

Reflexiones Domingueras

 Tengo muchos conocidos, entre amigos y familia, que votaron por Macri en 2015. Y los argumentos más escuchados y que respeté fueron del estilo de "el peronismo es lo peor que le pasó a la Argentina" o que "gobernaron por 70 años y así estamos" hasta los más neutros del estilo "es bueno para la democracia alternar".

Yo me pasé ese año, los anteriores y los posteriores hablando del neoliberalismo, sus errores conceptuales, su pésimo registro en términos de igualdad, de derechos y de compromiso con la democracia, etc. Y de cómo las gestiones pro libre mercado destruyeron a la Argentina. E indefectiblemente la discusión cae en el peronismo-antiperonismo y yo terminé acusado de ser K, tragarme un relato and what not. Cuando nunca hice un planteo en términos partidarios.

Y yo voy a insistir en mi postura: en los coletazos finales del capitalismo, como los años que vivimos, el poder de fuego de los que sostienen lo insostenible -hacer lo que "el mercado" quiere- tiene tanta artillería comunicacional a su disposición que es difícil reorientar a mis interlocutores hacia el razonamiento propio, sacar conclusiones de la realidad, de la historia y olvidarse de los partidos y apellidos por un rato.  En particular cuando uno termina aceptando como verdades casi axiomáticas eventos que ni siquiera ocurrieron. O creer en declaraciones hoy que los propios autores cuestionaban hace algunos años. Como los exabruptos de Patricia Bullrich sobre la quiebra del Correo, definiéndola como una persecución política cuando ella misma, antes de la quita de la concesión en 2004, denunciaba lo actuado por el grupo Macri y pidiendo la quiebra (Octubre 2001).   

Argentina es un país periférico pero de una industrialización mediana. Supo estar mucho más industrializado hace décadas, con un ferrocarril único en Sudamérica por su longitud y capacidad de carga, flota mercante, astilleros y grandes fábricas. Fueron los economistas liberales montados sobre cualquier signo político, sean militares, peronistas o radicales, los que destruyeron al país. Y por esa razón y mínimo conocimiento de la historia que referentes de otras corrientes de opinión, como Osvaldo Bayer, pedíamos a gritos que no se permita que alguien como Macri acceda a la presidencia (Si gana Macri no sé a donde va a ir a parar el país, adonde va a ir a parar la clase media, la clase trabajadora - O. Bayer 10-11-2015). Solo un canalla puede acusar a Bayer de ser K, o peronista siquiera. Pero era la idea.

A los que querían un cambio, sin tener idea de qué cambio le estaban proponiendo, les preguntaría dónde se ubican hoy, cuando sus sueldos y jubilaciones valen la mitad en dólares que antes del "cambio". Pero más me interesa saber dónde están parados cuando el mundo se va enterando que la gestión que apoyaron tuvo un rol activo en un golpe de estado que derrocó al gobierno democrático de un país vecino. Y no solo un gobierno democrático, pero el que levantó al pueblo de un abandono y pobreza de 200 años de la mano de gobiernos "como la gente". ¿Les pesa saber que votaron a esa clase de dirigentes? ¿Les da igual? Y de cara al futuro ¿lo seguirán haciendo? ¿Qué opinión tienen de las declaraciones de TODOS los miembros y candidatos de esa cofradía cuando dicen que en esta elección "se juega la república"? ¿En serio, luego de 4 años de gestión y de los descubrimientos que siguen apareciendo, creen que ellos son el resguardo de la democracia y la república?

¿O se justifican dudando de todo lo que aparece y atribuyéndolo a una "persecución política"? Repito, por enésima vez, yo no soy peronista, no soy radical, no estoy afiliado a partido alguno. Pero ante las disyuntivas históricas, voté al radicalismo, voté al peronismo y siempre con la misma consigna: votar al que menos daño haga a los sectores populares y al Estado. Y en general el electorado se comportó de esta manera y los sectores conservadores y liberales en lo económico sacaban entre 3 y 10% de los votos, medianamente en proporción a la población que representan. Solían recurrir a golpes militares para poder acceder al poder. Los medios, y sí, los grandes responsables, hicieron creer a vastos sectores populares: empleados, laburantes, autónomos, desocupados, que grandes empresarios con frondosos antecedentes con todo tipo de perjuicios al estado, Correo incluido, los iban a representar de alguna manera.  

Lo que me encantaría que muchos concluyan, luego de un análisis medianamente racional e introspectivo, es que los medios que los bombardean con la información diaria pertenecen a ese mismo colectivo y, por supuesto, relatarán acorde a sus intereses. Y, obviamente, no son los de la clase laburante, la de los empleados, los maestros, los jubilados y mucho menos los desocupados o los que trabajamos en nuestros propios y dificultosos proyectos personales.

Así, al menos, cuando alguien nos proponga un cambio, y con la arrogancia de agregarle el adjetivo "todos", incluyendo a una indefinida masa con la pomposa meta de ser algún tipo de mayoría, se nos ocurra preguntar, de mínima, de qué cambio estamos hablando.  

Cuando se inventó la democracia en los términos similares a la actual, en la Grecia de Pericles, el gran filósofo Sócrates era un crítico implacable del sistema. Sabía que mucho de los electores estaban nadando en la más absoluta de las ignorancias. Era la situación del momento. Y proponía, en cambio, una dirigencia aristocrática de filósofos para gobernar.

25 siglos después aprendimos como debe ser la sociedad para que una democracia funcione: debe estar educada. Sarmiento y Alberdi, entre otros, lo entendieron. Entonces, un criterio sencillo para saber si a un gobierno le interesa la república y la democracia podría ser, por ejemplo, ver cuantas escuelas construye, cómo trata a sus docentes, si apoya la investigación, etc. Un simple criterio, hay otros.

La otra es leer el diario a ver qué dice de tal o cual gestión. Ahí también desarrollarás un criterio. El del dueño del diario.

Perdón la falta de humor. Feliz domingo a todos.

 

 

domingo, 6 de junio de 2021

EL FIN DE LA HISTORIA, EL COMIENZO DE LA INCERTIDUMBRE



En la época de las monarquías, el sistema se mantenía por la propagación del siguiente sentido común: un pueblo mayoritariamente creyente de la existencia de un dios supremo, tarea a cargo de una iglesia muy activa y en estrecha consonancia con la corte del rey, y la difusión del concepto que el rey lo es por determinación divina. Es Dios quien decidió que sea rey. De esta manera, el pueblo, en su miseria generalizada, acepta como inevitable a sus gobernantes y como que es poco y nada el lugar para el cambio. La ilustración de fines del siglo XVII y su florecimiento en el siglo XVIII melló esta idea y la gente se animó a rebelarse y a cuestionar la autoridad del rey. Las máximas expresiones de esta transformación fueron la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos, que abrieron la era de las democracias occidentales y la declinación de las monarquías. Luego de la caída del muro de Berlín, y el colapso de la URSS, la superpotencia que venía rivalizando con los Estados Unidos desde fines de la Segunda Guerra Mundial, los pensadores occidentales concluyeron que lo que fracasó fue una ideología. La más popular de estas expresiones coincide con parte del título de un libro de Francis Fukuyama, docente, escritor y analista norteamericano que dice que la historia ha terminado. (The End of History and the Last Man -1992). En este libro pronostica que las democracias occidentales, la economía de mercado y el estilo de vida occidental serán las formas definitivas de gobierno y sociedad para el hombre. Ya para 1995 el propio Fukuyama cuestiona esa presurosa conclusión en otro libro (Trust: Social Virtues and Creation of Prosperity). Pero, esperablemente, este volumen tuvo mucha menos repercusión y análisis dentro de los centros de poder y mucho menos entre el público en general. El primer título es todo lo que se necesitaba para establecer que el único camino posible era el neoliberalismo. Con este concepto se desintegró a la Argentina, se llevó a países prósperos y desendeudados como Corea del Sur a una crisis de deuda y colapso financiero, se produjo el colapso social y económico de potencias como la propia Rusia o Brasil, desencadenó la pobreza en países tranquilos y equilibrados como Jamaica y muchos otros ejemplos que deberían haber certificado el fracaso de las ideas liberales ya a principios del siglo. (El Malestar en la Globalización - Joseph Stiglitz 2002). Pero de manera similar a los argumentos que sostenían a los monarcas hasta el siglo XVIII e incluso más, se esparció el sentido común que la libertad de mercado, poniendo énfasis en la palabra "libertad", era el único camino posible. Y eso continúa hasta hoy, increíblemente. Mientras sociedades que se mantuvieron al margen de esta tendencia de los 90, o que intentaron ese camino pero rápidamente vieron su fracaso y retomaron posturas diferentes, o mantuvieron un estado sólido y participativo en la economía lograron mantener sus niveles de vida o crecer durante estas últimas décadas, los países que abrazaron esas ideas conservadoras (para ser abarcativo de varios conceptos) vieron surgir nuevos multimillonarios y languidecer a sus clases medias a punto tal que hoy tienen igual o menos capacidad adquisitiva que hace 50 años a pesar del fuerte crecimiento del PBI mundial en ese período. Tal fue la imposición del sentido común (Noam Chomsky: Manufacturing Consent 1988; Jorge Alemán : Capitalismo, Crimen Perfecto o Emancipación 2019 y otros) que el gran público considera incorrecto, demodé, o fracasado cualquier propuesta transformadora seria y en consecuencia los políticos intentan, ante cada elección, mostrarse lo más "confiado" posible ante mercados y centros de poder, dando mensajes de prudencia y consentimiento para evitar sucumbir ante las fuerzas dominantes. La consecuencia de esto, a mi entender, es la sucesión de "estallidos" de pueblos frustrados con sus clases dirigentes y que en estos años aparecieron en el continente: Chile, Perú, Colombia y Ecuador son los casos más resonantes, pero no exclusivos. Y la otra variante por donde escapa la frustración de las masas es en la elección de dirigentes atípicos, que se muestran distantes del político clásico que es fácilmente identificable con las estructuras gastadas del poder tradicional. Y así surgieron esperpentos políticos como Trump o Bolsonaro, simplemente porque se mostraron provenientes de sectores "alejados de la política". Y generalmente eran mentiras. Ambos ejemplos están muy ligados a los poderes reales. Lo que impuso esta falsa idea de que la historia llegó a su fin y ya no hay que discutir la política, la economía o las estructuras sociales fue una ausencia llamativa de debate político profundo. Se discuten formas, estéticas o estilos de gobierno pero nadie se atreve a ofrecer una plataforma que realmente cambie la estructura de poder. Estructura que ya demostró hasta el literal hartazgo ser incapaz de dar satisfacción a reclamos populares más que razonables. Y toda esa discusión, o ausencia de la misma, lo que hace es disimular o postergar el real dilema que recorre el mundo. Como el elefante en la habitación que nadie quiere mencionar: la agonía del capitalismo como sistema. Así, lo dije. La pandemia llevó a ciertas autoridades, celebridades o intelectuales que habitualmente no tocan el tema, a finalmente ponerlo al menos en tela de juicio. "El capitalismo fracasó…" dijo el Papa Francisco." “Es hora de entender que el capitalismo no ha dado buenos resultados” expresó Alberto Fernández. Podemos atribuir orígenes peronistas a ambos, pero también expresaron lo mismo en otras palabras pensadores de otras vertientes. Erik Kobayashi, colaborador de la muy poco justicialista revista Forbes declara que "el capitalismo falló cuando más lo necesitábamos" y un sinfín de otros vienen expresando lo mismo, exasperados por los resultados de la pandemia pero que además lo venían sosteniendo con menos vehemencia desde los movimientos Occupy de 2014. La desigualdad, constante en la historia de la humanidad, se había reducido gracias a siglo y pico de democracias en occidente hasta el arribo del dúo Reagan -Thatcher que impusieron un liberalismo renovado luego de 3 décadas de estados benefactores que crearon un crecimiento en el nivel de vida y de pretensiones de las clases populares y medias del mundo. Y a partir de ahí la desigualdad se disparó hasta niveles más escandalosos que los previos a la Revolución Francesa (Thomas Piketty: El Capital en el Siglo XXI - 2013). La caída del muro les permitió una vuelta de tuerca más a lo que se venía dando. Los estallidos obligan a cambios. Lo dijo Thomas Jefferson al proponer una revolución cada generación y no esperar al ciclo natural de "opresión, rebelión y reforma, opresión, rebelión y reforma…" Es la frase inspiradora de la expresión de John Kennedy "aquel que impida la revolución pacífica hará inevitable la revolución violenta". Cito a norteamericanos insospechados de comunistas o progres para ilustrar que no se trata de un fenómeno soñado por una izquierda romántica ni utópica. Es la manifestación de pensadores centrales de occidente y en distintas etapas históricas. Algo que cualquiera, en cualquier momento histórico y con 2 dedos de frente, percibe. Hoy se pretende que sea un debate inexistente o superado. A partir de la caída del muro y de la expresión, luego repudiada por el propio Fukuyama, del fin de la historia, el indispensable debate de ideas se ha visto encerrado en lo que se convirtió en una olla a presión que empieza a estallar en distintas latitudes. El capitalismo, mal que le pese a muchos, está en una crisis anticipada por el propio Marx hace más de siglo y medio. No pretendo verlo abolido en mi ciclo biológico pero es más que necesario arrancar con un debate sobre lo que vendrá. Y no seguir con la foto estática que nos proponen justamente aquellos que tienen algo que perder en la transformación. No puede ser que una minoría imponga la agenda e inunde el sentido común, tal como hacía la monarquía previo a su virtual desaparición. Ya tenemos experiencia en estos procesos. El mercantilismo reemplazó, luego de un proceso largo, al feudalismo. El capitalismo, gradualmente, desplazó al mercantilismo hace unos 3 siglos. Ya es hora de empezar a discutir como saldremos del capitalismo. Es eso, o seguir languideciendo con medidas tibias que están destinadas a fracasar desde su propia discusión. No propongo la solución, pero sí insisto con empezar con el planteo de la misma. Feliz domingo.

domingo, 15 de noviembre de 2020

ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS - HISTORIA Y CONTEXTO - LATINOAMERICA


Observar que ocurre en Estados Unidos puede parecer lejano para algunos paisanos latinos pero no debería serlo. Desde la Segunda Guerra Mundial es la potencia hegemónica mundial y somos justamente los latinos quienes hemos vivido bajo su influencia en lo que ellos llaman su "patio trasero". Así que vamos a intentar analizar lo que ocurre ahí ahora, en una transición importante para su historia reciente.

El sistema electoral norteamericano es similar al que se adoptó en Argentina cuando a mediados del siglo XIX establecimos una Constitución a imagen y semejanza de la elaborada en Filadelfia en 1787. Cada región (Estado) organiza el voto popular y según el resultado nombra a los electores que concurrirán al Colegio Electoral donde ahí se vota y  se consagra al presidente. En 48 de los 50 estados de EEUU el partido que logra la mayoría de votos se lleva el 100% de los electores designados para ese estado. La cantidad de electores va a depender de la población de ese estado. En Argentina adoptamos un sistema más europeo y los electores por cada provincia son establecidos por un sistema proporcional. Este sistema evitó, durante su existencia hasta la reforma de 1994, que sea consagrado presidente un candidato que no había ganado el voto popular. El sistema de EEUU permitió que en 5 ocasiones fuera nombrado presidente un candidato que perdió la votación popular. Esta anomalía hizo que hoy en Estados Unidos el sistema de Colegio Electoral esté muy cuestionado.

El sistema de votación popular en EEUU tiene además otro inconveniente y es que no existe una autoridad electoral federal. Cada estado fija las normas de votación y es el encargado del recuento de votos. Tampoco hay un centro de cómputos central oficial, así que los resultados los entrega cada Estado a algún medio de comunicación y estos son los encargados de hacerlos llegar al público. El sistema de "ganador lleva todo" cuando de electores se trata hizo innecesario un escrutinio fino entre los partidos salvo en casos de muy poca diferencia (menos de 0,5%) entre candidatos en que un recuento manual puede ser exigido por la justicia. Finalmente la oficialización del nombramiento presidencial lo hace el Colegio Electoral generalmente a principios o mediados de diciembre. La votación popular siempre se realiza el primer martes de noviembre.

Tanto la determinación de esa fecha, durante un día hábil, el sistema de Colegio Electoral y la creación de la Cámara de Senadores -que durante 130 años no se elegía por voto popular- eran métodos adoptados para menguar el impacto de la voluntad popular en la designación del presidente.

La gran diferencia entre el desarrollo de Canadá y Estados Unidos respecto de Latinoamérica se debe, en palabras del gran economista argentino Aldo Ferrer, a la manera que se distribuyeron las tierras en ambas regiones. En EEUU la colonización fue un proceso típicamente burgués: llegaban familias e individuos dispuestos a conseguir oportunidades para el trabajo y tierras cultivables. Y eso signó la expansión desde el Atlántico hacia el oeste. La entrega de parcelas a cada familia, que iban desde 70 hectáreas en las zonas más fértiles hasta más de 150 hectáreas en las praderas, permitió el establecimiento de un sólido mercado interno compuesto por pequeños productores rurales y las actividades que acompañaban a esta estructura económica: artesanos, proveedores de servicios, almacenes, talleres e industrias a lo largo y ancho del país. Recién cuando se terminó la frontera, fenómeno que se produjo a fines del siglo XIX, este proceso de entrega de tierras ya no pudo seguir y entonces EEUU comienza su transformación en un potencia colonial, buscando regiones fuera de su frontera para poner bajo su órbita. Esto arrancó con Cuba y Filipinas, ex colonias españolas. Ahora, esa política burguesa, muy distinta al proceso de conquista monárquica que ejecutó las coronas española y portuguesa en el resto del continente, generó una base social de propietarios, emprendedores y cuenta propistas con una conciencia individualista y meritocrática que la hizo sensible a políticas que hoy consideraríamos conservadoras y libre mercadistas. Los partidos actuales, Demócratas y Republicanos, reflejan esa corriente de pensamiento mayoritaria. En la actualidad, luego de 40 años de políticas neo liberales y un paulatino repliegue del estado benefactor que llevó al país a la bonanza post guerra, recién están apareciendo grandes colectivos que necesitan un rol más activo del estado para suplir lo que el marcado ya no les provee. Esto a partir de las transformaciones liberales de Ronald Reagan y las administraciones posteriores consolidadas luego del colapso del muro en 1989. Y este repliegue del Estado Benefactor junto con el estancamiento del poder adquisitivo, el aumento de la desocupación que luego se contrarrestó con trabajos precarios, generó un malestar creciente en un sector importante de la población que hizo entrar en crisis a los partidos tradicionales. En especial al Demócrata que identifican más con la defensa de la clase trabajadora. La incursión de Bernie Sanders -un independiente que se define socialista- que logró un apoyo popular en 2016 y en menor medida en 2020, responde a esta necesidad. Senador por décadas como independiente, el establishment demócrata hizo lo imposible para impedir su triunfo en 2016. Y luego enterró toda toda su plataforma progresista de cara a esas elecciones. Pero la perdieron en el Colegio Electoral. Este año Biden tuvo la perspicacia y agudeza política de incorporarlo a su espacio, tanto al candidato mismo como a su plataforma progresista a pesar de derrotarlo claramente en la interna.  Esto no significa un cambio radical, pero sí en detalles que pueden llegar a influir en el día a día de los sectores más vulnerables. Y también significa un diálogo más amigable con el resto del mundo, en especial los aliados históricos que quedaron muy ofendidos con el estilo prepotente y descalificador de Trump. Cambios mínimos desde una perspectiva progresista, pero cambios al fin.

Latinoamérica no está bajo el radar principal de EEUU en este momento. Salvo en su lucha con China por la supremacía futura y como correlato su influencia en el subcontinente. China es el verdadero problema actual para Estados Unidos. El país asiático sigue creciendo a ritmo sostenido porque tiene márgenes para hacerlo, según el axioma marxista de tendencia al descenso de la tasa de ganancia. China todavía está en el proceso de elevar la capacidad adquisitiva de su clase trabajadora y como consecuencia vigorizar su mercado interno, etapa que occidente vivió entre 1950 y 1980. Y por lo tanto puede todavía aprovechar las ventajas competitivas del sistema capitalista. Va rumbo a superar a EEUU en el propio campo de juego del rival. Un sistema alternativo a la democracia occidental y un concepto distinto de nación está sacudiendo no solo económicamente sino también en el campo de las ideas e instituciones a occidente. Y a Estados Unidos en particular, especialmente en el rubro de poderío militar. China tiene así hoy una presencia sin precedentes en América Latina y África. Y con fuertes lazos comerciales con Europa. Con Rusia la une una alianza estratégica que no pudo establecerse durante la Guerra Fría por rivalidades hoy superadas.

Es hoy el socio comercial más importante de Argentina, superando a Brasil. Los EEUU van a dejar de ser la primera potencia mundial en muy poco tiempo. Esta es la agenda principal que los preocupa y tiene razón de serla. Latinoamérica indefectiblemente va a volver a los gobiernos progresistas más que nada por el rotundo fracaso del viraje a la derecha que muchos países adoptaron a mediados de esta década que termina. Viraje que solo se explica por un bombardeo mediático y judicial que con el tiempo pierde eficiencia porque la realidad no acompañó los relatos de cada caso. Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Méjico y otros han regresado, o están en proceso de hacerlo, hacia formas y modelos menos ortodoxos y más independientes de la influencia de Estados Unidos. Ver pilotear a Joe Biden en los años por venir va a ser un espectáculo de observar. La pandemia actual ha acelerado los tiempos porque produjo una caída fuerte de la actividad y el PBI en Estados Unidos mientras China pudo seguir con su crecimiento, menguado pero positivo. Argentina deberá muñequear su política exterior y económica para sacar el mayor provecho de una coyuntura que le puede ser favorable dentro de una guerra comercial que promete perdurar en el tiempo.

viernes, 27 de marzo de 2020

LIBERTAD

Trump puso en duda el pedido de Andrew Cuomo, gobernador del estado de New York, de 40000 respiradores. NY tiene una población de 19,5 millones de habitantes. Hay al menos 3 presidentes decididamente neoliberales que sobresalen del resto, ahora que ya no está nuestro reposero, que son Trump, Bolsonaro y Piñera. Los 3 están rifando su capital político gracias a esta pandemia. El argumento más fuerte de Trump para asegurar su reelección eran los índices económicos, con la desocupación más baja en décadas. En 15 días se le fue todo al carajo. En el país que no cree en indemnizaciones ni en demasiados derechos laborales, en un par de semanas el índice de desocupación se disparó a niveles alarmantes y la economía entró en una depresión que esperan sea la peor desde la de 1929. Cuando las papas queman, la inconsistencia de esa filosofía económica, que llevo 40 años combatiendo, sale a la luz. Ayer descubrimos que Farmacity, la cadena del íntimo de Mauricio Macri, tenía estoqueados 9000 botellas de alcohol en gel y las góndolas de sus farmacias vacías. Eso se llama libre mercado, oferta y demanda. Eso votaron los argentinos en 2015 y el 41% lo volvió a hacer en 2019. Si algo terminamos aprendiendo de esta crisis debería ser un cambio de paradigma. Muchos que se cagaron de risa o se enojaron de mis publicaciones despotricando contra el liberalismo y las leyes del mercado hoy están debajo de sus camas rogando que el Estado encuentre una solución, que los proteja, que se haga cargo de sus sueldos caídos, que extienda sus contratos de alquiler, que les asegure que el chino de la esquina no se quede sin papel higiénico y fideos, que los rescate de sus lugares de veraneo cuando la empresa privada que los llevó los abandona. El único libro en prosa de Walt Whitman se llama Días Ejemplares, ese título le puso mi viejo en castellano, el traductor de la obra. Se refiere al comportamiento de los médicos y enfermeros durante la Guerra Civil de Estados Unidos, la más sangrienta de su historia. Días ejemplares hoy olvidados, ya que EEUU carece casi por completo de salud pública y así se convirtió en pocas semanas en el país con mayor cantidad de infectados del mucho, a pesar de tener una cuarta parte de la población china. A ver si entendemos para qué pagamos impuestos, para qué había hospitales para inaugurar que la gestión liberal anterior se negó a poner en servicio, para qué se compraron drogas, vacunas y equipo de electromedicina que quedaron abandonados en despósitos, la mayoría del Correo Argentino, sospechosamente. Y para qué en muchos casos se deben controlar precios.
No todo es negocio y no se dejen engañar con la palabra "libertad" que no se les cae de la boca a esos economistas que hoy, saludablemente, ya no pasean tan seguido por cuanto canal existe. Todas las filosofías políticas pueden clasificarse en dos grandes grupos: los que parten de considerarnos una sociedad y las que parten de mirar al individuo y que la sociedad sea resultado de la suma de lo que a cada uno se le venga en gana. Cuando nos tenemos que salvar entre todos y los pelotudos que con su tabla de surf, sus mentiras para subir contaminados a un buque o un avión, su avaricia de ocultar alcohol o sus manifestaciones que ningún gobierno los va a obligar a quedarse entre cuatro paredes nos indigna a todos, no tenemos que olvidar que desde hace medio siglo nos bombardean con que esa filosofía política y social es la correcta. Es la famosa "libertad" con que envaselinan el mensaje ruin y miserable con que formatearon esas mentes que, gracias a esta crisis, sobresalen y producen rechazo. Siempre debió ser así, no solo en estas condiciones. Gran oportunidad gran, la de mirarnos como sociedad, como país, como mundo. ¿Vamos a seguir dejando que esas ideas nos indiquen el camino? ¿O aprenderemos algo de esto? Vayamos pensando, porque, como estoy convencido, esto algún día va a pasar y sentiremos que por fin "volveremos a la normalidad". Y van a intentar que esa normalidad sea la misma que existía antes de la pandemia. Y ahí sí que no habremos aprendido nada. Invito a pensarlo.