Central Hidroeléctrica El Chocón
La Crisis Futura del Sistema Energético Argentino
COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES
viernes, 14 de enero de 2022
50 SOMBRAS DE VERDE
domingo, 11 de julio de 2021
CAMBIAR POR CAMBIAR
Reflexiones Domingueras
Yo me pasé ese año, los anteriores y los
posteriores hablando del neoliberalismo, sus errores conceptuales, su pésimo
registro en términos de igualdad, de derechos y de compromiso con la
democracia, etc. Y de cómo las
gestiones pro libre mercado destruyeron a la Argentina. E indefectiblemente la discusión cae en el
peronismo-antiperonismo y yo terminé acusado de ser K, tragarme un relato and
what not. Cuando nunca hice un
planteo en términos partidarios.
Y yo voy a insistir en mi postura: en los coletazos
finales del capitalismo, como los años que vivimos, el poder de fuego de los
que sostienen lo insostenible -hacer
lo que "el mercado" quiere- tiene tanta artillería comunicacional a su disposición que es difícil
reorientar a mis interlocutores hacia el razonamiento propio, sacar
conclusiones de la realidad, de
la historia y olvidarse de los partidos y apellidos por un rato. En
particular cuando uno termina aceptando como verdades casi axiomáticas eventos que ni siquiera ocurrieron. O creer en declaraciones hoy que los
propios autores cuestionaban hace algunos años. Como los exabruptos de Patricia Bullrich
sobre la quiebra del Correo,
definiéndola como una persecución política cuando ella misma, antes de la quita
de la concesión en 2004, denunciaba lo actuado por el grupo Macri y pidiendo la quiebra (Octubre 2001).
Argentina es un país periférico pero de una
industrialización mediana. Supo estar mucho más industrializado hace décadas,
con un ferrocarril único en Sudamérica por su longitud y capacidad de carga, flota
mercante, astilleros y grandes fábricas. Fueron los economistas liberales
montados sobre cualquier signo político, sean militares, peronistas o radicales,
los que destruyeron al país. Y por esa razón y mínimo conocimiento de la
historia que referentes de otras corrientes de opinión, como Osvaldo Bayer, pedíamos
a gritos que no se permita que alguien como Macri acceda a la presidencia (Si gana Macri no sé a donde va a ir a
parar el país, adonde va a ir a parar la clase media, la clase trabajadora
- O. Bayer 10-11-2015). Solo un canalla puede acusar a Bayer de ser K, o
peronista siquiera. Pero era la idea.
A los que
querían un cambio, sin tener idea de qué cambio le estaban proponiendo, les
preguntaría dónde se ubican hoy, cuando sus sueldos y jubilaciones valen la
mitad en dólares que antes del "cambio". Pero más me interesa saber dónde
están parados cuando el mundo se va enterando que la gestión que apoyaron tuvo
un rol activo en un golpe de estado que derrocó al gobierno democrático de un
país vecino. Y no solo un gobierno democrático, pero el que levantó al pueblo
de un abandono y pobreza de 200 años de la mano de gobiernos "como la
gente". ¿Les pesa saber que votaron a esa clase de dirigentes? ¿Les da
igual? Y de cara al futuro ¿lo seguirán haciendo? ¿Qué opinión tienen de las
declaraciones de TODOS los miembros y candidatos de esa cofradía cuando dicen
que en esta elección "se juega la república"? ¿En serio, luego de 4
años de gestión y de los descubrimientos que siguen apareciendo, creen que
ellos son el resguardo de la democracia y la república?
¿O se justifican dudando de todo lo que aparece y atribuyéndolo a una "persecución política"? Repito, por enésima vez, yo no soy peronista, no soy radical, no estoy afiliado a partido alguno. Pero ante las disyuntivas históricas, voté al radicalismo, voté al peronismo y siempre con la misma consigna: votar al que menos daño haga a los sectores populares y al Estado. Y en general el electorado se comportó de esta manera y los sectores conservadores y liberales en lo económico sacaban entre 3 y 10% de los votos, medianamente en proporción a la población que representan. Solían recurrir a golpes militares para poder acceder al poder. Los medios, y sí, los grandes responsables, hicieron creer a vastos sectores populares: empleados, laburantes, autónomos, desocupados, que grandes empresarios con frondosos antecedentes con todo tipo de perjuicios al estado, Correo incluido, los iban a representar de alguna manera.
Lo que me
encantaría que muchos concluyan, luego de un análisis medianamente racional e
introspectivo, es que los medios que los bombardean con la información diaria
pertenecen a ese mismo colectivo y, por supuesto, relatarán acorde a sus intereses.
Y, obviamente, no son los de la clase laburante, la de los empleados, los
maestros, los jubilados y mucho menos los desocupados o los que trabajamos en
nuestros propios y dificultosos proyectos personales.
Así, al menos,
cuando alguien nos proponga un cambio, y con la arrogancia de agregarle el
adjetivo "todos", incluyendo a una indefinida masa con la pomposa meta
de ser algún tipo de mayoría, se nos ocurra preguntar, de mínima, de qué cambio
estamos hablando.
Cuando se inventó
la democracia en los términos similares a la actual, en la Grecia de Pericles, el
gran filósofo Sócrates era un crítico implacable del sistema. Sabía que mucho
de los electores estaban nadando en la más absoluta de las ignorancias. Era la
situación del momento. Y proponía, en cambio, una dirigencia aristocrática de
filósofos para gobernar.
25 siglos después
aprendimos como debe ser la sociedad para que una democracia funcione: debe
estar educada. Sarmiento y Alberdi, entre otros, lo entendieron. Entonces, un
criterio sencillo para saber si a un gobierno le interesa la república y la
democracia podría ser, por ejemplo, ver cuantas escuelas construye, cómo trata
a sus docentes, si apoya la investigación, etc. Un simple criterio, hay otros.
La otra es leer
el diario a ver qué dice de tal o cual gestión. Ahí también desarrollarás un
criterio. El del dueño del diario.
Perdón la falta
de humor. Feliz domingo a todos.
domingo, 6 de junio de 2021
EL FIN DE LA HISTORIA, EL COMIENZO DE LA INCERTIDUMBRE
En la época de las monarquías, el sistema se mantenía por la propagación del siguiente sentido común: un pueblo mayoritariamente creyente de la existencia de un dios supremo, tarea a cargo de una iglesia muy activa y en estrecha consonancia con la corte del rey, y la difusión del concepto que el rey lo es por determinación divina. Es Dios quien decidió que sea rey. De esta manera, el pueblo, en su miseria generalizada, acepta como inevitable a sus gobernantes y como que es poco y nada el lugar para el cambio. La ilustración de fines del siglo XVII y su florecimiento en el siglo XVIII melló esta idea y la gente se animó a rebelarse y a cuestionar la autoridad del rey. Las máximas expresiones de esta transformación fueron la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos, que abrieron la era de las democracias occidentales y la declinación de las monarquías. Luego de la caída del muro de Berlín, y el colapso de la URSS, la superpotencia que venía rivalizando con los Estados Unidos desde fines de la Segunda Guerra Mundial, los pensadores occidentales concluyeron que lo que fracasó fue una ideología. La más popular de estas expresiones coincide con parte del título de un libro de Francis Fukuyama, docente, escritor y analista norteamericano que dice que la historia ha terminado. (The End of History and the Last Man -1992). En este libro pronostica que las democracias occidentales, la economía de mercado y el estilo de vida occidental serán las formas definitivas de gobierno y sociedad para el hombre. Ya para 1995 el propio Fukuyama cuestiona esa presurosa conclusión en otro libro (Trust: Social Virtues and Creation of Prosperity). Pero, esperablemente, este volumen tuvo mucha menos repercusión y análisis dentro de los centros de poder y mucho menos entre el público en general. El primer título es todo lo que se necesitaba para establecer que el único camino posible era el neoliberalismo. Con este concepto se desintegró a la Argentina, se llevó a países prósperos y desendeudados como Corea del Sur a una crisis de deuda y colapso financiero, se produjo el colapso social y económico de potencias como la propia Rusia o Brasil, desencadenó la pobreza en países tranquilos y equilibrados como Jamaica y muchos otros ejemplos que deberían haber certificado el fracaso de las ideas liberales ya a principios del siglo. (El Malestar en la Globalización - Joseph Stiglitz 2002). Pero de manera similar a los argumentos que sostenían a los monarcas hasta el siglo XVIII e incluso más, se esparció el sentido común que la libertad de mercado, poniendo énfasis en la palabra "libertad", era el único camino posible. Y eso continúa hasta hoy, increíblemente. Mientras sociedades que se mantuvieron al margen de esta tendencia de los 90, o que intentaron ese camino pero rápidamente vieron su fracaso y retomaron posturas diferentes, o mantuvieron un estado sólido y participativo en la economía lograron mantener sus niveles de vida o crecer durante estas últimas décadas, los países que abrazaron esas ideas conservadoras (para ser abarcativo de varios conceptos) vieron surgir nuevos multimillonarios y languidecer a sus clases medias a punto tal que hoy tienen igual o menos capacidad adquisitiva que hace 50 años a pesar del fuerte crecimiento del PBI mundial en ese período. Tal fue la imposición del sentido común (Noam Chomsky: Manufacturing Consent 1988; Jorge Alemán : Capitalismo, Crimen Perfecto o Emancipación 2019 y otros) que el gran público considera incorrecto, demodé, o fracasado cualquier propuesta transformadora seria y en consecuencia los políticos intentan, ante cada elección, mostrarse lo más "confiado" posible ante mercados y centros de poder, dando mensajes de prudencia y consentimiento para evitar sucumbir ante las fuerzas dominantes. La consecuencia de esto, a mi entender, es la sucesión de "estallidos" de pueblos frustrados con sus clases dirigentes y que en estos años aparecieron en el continente: Chile, Perú, Colombia y Ecuador son los casos más resonantes, pero no exclusivos. Y la otra variante por donde escapa la frustración de las masas es en la elección de dirigentes atípicos, que se muestran distantes del político clásico que es fácilmente identificable con las estructuras gastadas del poder tradicional. Y así surgieron esperpentos políticos como Trump o Bolsonaro, simplemente porque se mostraron provenientes de sectores "alejados de la política". Y generalmente eran mentiras. Ambos ejemplos están muy ligados a los poderes reales. Lo que impuso esta falsa idea de que la historia llegó a su fin y ya no hay que discutir la política, la economía o las estructuras sociales fue una ausencia llamativa de debate político profundo. Se discuten formas, estéticas o estilos de gobierno pero nadie se atreve a ofrecer una plataforma que realmente cambie la estructura de poder. Estructura que ya demostró hasta el literal hartazgo ser incapaz de dar satisfacción a reclamos populares más que razonables. Y toda esa discusión, o ausencia de la misma, lo que hace es disimular o postergar el real dilema que recorre el mundo. Como el elefante en la habitación que nadie quiere mencionar: la agonía del capitalismo como sistema. Así, lo dije. La pandemia llevó a ciertas autoridades, celebridades o intelectuales que habitualmente no tocan el tema, a finalmente ponerlo al menos en tela de juicio. "El capitalismo fracasó…" dijo el Papa Francisco." “Es hora de entender que el capitalismo no ha dado buenos resultados” expresó Alberto Fernández. Podemos atribuir orígenes peronistas a ambos, pero también expresaron lo mismo en otras palabras pensadores de otras vertientes. Erik Kobayashi, colaborador de la muy poco justicialista revista Forbes declara que "el capitalismo falló cuando más lo necesitábamos" y un sinfín de otros vienen expresando lo mismo, exasperados por los resultados de la pandemia pero que además lo venían sosteniendo con menos vehemencia desde los movimientos Occupy de 2014. La desigualdad, constante en la historia de la humanidad, se había reducido gracias a siglo y pico de democracias en occidente hasta el arribo del dúo Reagan -Thatcher que impusieron un liberalismo renovado luego de 3 décadas de estados benefactores que crearon un crecimiento en el nivel de vida y de pretensiones de las clases populares y medias del mundo. Y a partir de ahí la desigualdad se disparó hasta niveles más escandalosos que los previos a la Revolución Francesa (Thomas Piketty: El Capital en el Siglo XXI - 2013). La caída del muro les permitió una vuelta de tuerca más a lo que se venía dando. Los estallidos obligan a cambios. Lo dijo Thomas Jefferson al proponer una revolución cada generación y no esperar al ciclo natural de "opresión, rebelión y reforma, opresión, rebelión y reforma…" Es la frase inspiradora de la expresión de John Kennedy "aquel que impida la revolución pacífica hará inevitable la revolución violenta". Cito a norteamericanos insospechados de comunistas o progres para ilustrar que no se trata de un fenómeno soñado por una izquierda romántica ni utópica. Es la manifestación de pensadores centrales de occidente y en distintas etapas históricas. Algo que cualquiera, en cualquier momento histórico y con 2 dedos de frente, percibe. Hoy se pretende que sea un debate inexistente o superado. A partir de la caída del muro y de la expresión, luego repudiada por el propio Fukuyama, del fin de la historia, el indispensable debate de ideas se ha visto encerrado en lo que se convirtió en una olla a presión que empieza a estallar en distintas latitudes. El capitalismo, mal que le pese a muchos, está en una crisis anticipada por el propio Marx hace más de siglo y medio. No pretendo verlo abolido en mi ciclo biológico pero es más que necesario arrancar con un debate sobre lo que vendrá. Y no seguir con la foto estática que nos proponen justamente aquellos que tienen algo que perder en la transformación. No puede ser que una minoría imponga la agenda e inunde el sentido común, tal como hacía la monarquía previo a su virtual desaparición. Ya tenemos experiencia en estos procesos. El mercantilismo reemplazó, luego de un proceso largo, al feudalismo. El capitalismo, gradualmente, desplazó al mercantilismo hace unos 3 siglos. Ya es hora de empezar a discutir como saldremos del capitalismo. Es eso, o seguir languideciendo con medidas tibias que están destinadas a fracasar desde su propia discusión. No propongo la solución, pero sí insisto con empezar con el planteo de la misma. Feliz domingo.
domingo, 15 de noviembre de 2020
ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS - HISTORIA Y CONTEXTO - LATINOAMERICA
Observar que ocurre en Estados Unidos puede parecer lejano para algunos paisanos latinos pero no debería serlo. Desde la Segunda Guerra Mundial es la potencia hegemónica mundial y somos justamente los latinos quienes hemos vivido bajo su influencia en lo que ellos llaman su "patio trasero". Así que vamos a intentar analizar lo que ocurre ahí ahora, en una transición importante para su historia reciente.
El
sistema electoral norteamericano es similar al que se adoptó en Argentina cuando
a mediados del siglo XIX establecimos una Constitución a imagen y semejanza de
la elaborada en Filadelfia en 1787. Cada región (Estado) organiza el voto
popular y según el resultado nombra a los electores que concurrirán al Colegio
Electoral donde ahí se vota y se
consagra al presidente. En 48 de los 50 estados de EEUU el partido que logra la
mayoría de votos se lleva el 100% de los electores designados para ese estado.
La cantidad de electores va a depender de la población de ese estado. En
Argentina adoptamos un sistema más europeo y los electores por cada provincia
son establecidos por un sistema proporcional. Este sistema evitó, durante su
existencia hasta la reforma de 1994, que sea consagrado presidente un candidato
que no había ganado el voto popular. El sistema de EEUU permitió que en 5
ocasiones fuera nombrado presidente un candidato que perdió la votación
popular. Esta anomalía hizo que hoy en Estados Unidos el sistema de Colegio
Electoral esté muy cuestionado.
El
sistema de votación popular en EEUU tiene además otro inconveniente y es que no
existe una autoridad electoral federal. Cada estado fija las normas de votación
y es el encargado del recuento de votos. Tampoco hay un centro de cómputos
central oficial, así que los resultados los entrega cada Estado a algún medio
de comunicación y estos son los encargados de hacerlos llegar al público. El
sistema de "ganador lleva todo" cuando de electores se trata hizo
innecesario un escrutinio fino entre los partidos salvo en casos de muy poca
diferencia (menos de 0,5%) entre candidatos en que un recuento manual puede ser
exigido por la justicia. Finalmente la oficialización del nombramiento presidencial
lo hace el Colegio Electoral generalmente a principios o mediados de diciembre.
La votación popular siempre se realiza el primer martes de noviembre.
Tanto
la determinación de esa fecha, durante un día hábil, el sistema de Colegio
Electoral y la creación de la Cámara de Senadores -que durante 130 años no se
elegía por voto popular- eran métodos adoptados para menguar el impacto de la
voluntad popular en la designación del presidente.
La
gran diferencia entre el desarrollo de Canadá y Estados Unidos respecto de
Latinoamérica se debe, en palabras del gran economista argentino Aldo Ferrer, a
la manera que se distribuyeron las tierras en ambas regiones. En EEUU la
colonización fue un proceso típicamente burgués: llegaban familias e individuos
dispuestos a conseguir oportunidades para el trabajo y tierras cultivables. Y
eso signó la expansión desde el Atlántico hacia el oeste. La entrega de parcelas
a cada familia, que iban desde 70 hectáreas en las zonas más fértiles hasta más
de 150 hectáreas en las praderas, permitió el establecimiento de un sólido
mercado interno compuesto por pequeños productores rurales y las actividades
que acompañaban a esta estructura económica: artesanos, proveedores de
servicios, almacenes, talleres e industrias a lo largo y ancho del país. Recién
cuando se terminó la frontera, fenómeno que se produjo a fines del siglo XIX,
este proceso de entrega de tierras ya no pudo seguir y entonces EEUU comienza
su transformación en un potencia colonial, buscando regiones fuera de su
frontera para poner bajo su órbita. Esto arrancó con Cuba y Filipinas, ex
colonias españolas. Ahora, esa política burguesa, muy distinta al proceso de
conquista monárquica que ejecutó las coronas española y portuguesa en el resto
del continente, generó una base social de propietarios, emprendedores y cuenta
propistas con una conciencia individualista y meritocrática que la hizo
sensible a políticas que hoy consideraríamos conservadoras y libre mercadistas.
Los partidos actuales, Demócratas y Republicanos, reflejan esa corriente de
pensamiento mayoritaria. En la actualidad, luego de 40 años de políticas neo
liberales y un paulatino repliegue del estado benefactor que llevó al país a la
bonanza post guerra, recién están apareciendo grandes colectivos que necesitan
un rol más activo del estado para suplir lo que el marcado ya no les provee. Esto
a partir de las transformaciones liberales de Ronald Reagan y las
administraciones posteriores consolidadas luego del colapso del muro en 1989. Y
este repliegue del Estado Benefactor junto con el estancamiento del poder adquisitivo,
el aumento de la desocupación que luego se contrarrestó con trabajos precarios,
generó un malestar creciente en un sector importante de la población que hizo
entrar en crisis a los partidos tradicionales. En especial al Demócrata que
identifican más con la defensa de la clase trabajadora. La incursión de Bernie
Sanders -un independiente que se define socialista- que logró un apoyo popular en
2016 y en menor medida en 2020, responde a esta necesidad. Senador por décadas
como independiente, el establishment demócrata hizo lo imposible para impedir
su triunfo en 2016. Y luego enterró toda toda su plataforma progresista de cara
a esas elecciones. Pero la perdieron en el Colegio Electoral. Este año Biden
tuvo la perspicacia y agudeza política de incorporarlo a su espacio, tanto al
candidato mismo como a su plataforma progresista a pesar de derrotarlo
claramente en la interna. Esto no
significa un cambio radical, pero sí en detalles que pueden llegar a influir en
el día a día de los sectores más vulnerables. Y también significa un diálogo
más amigable con el resto del mundo, en especial los aliados históricos que
quedaron muy ofendidos con el estilo prepotente y descalificador de Trump.
Cambios mínimos desde una perspectiva progresista, pero cambios al fin.
Latinoamérica
no está bajo el radar principal de EEUU en este momento. Salvo en su lucha con
China por la supremacía futura y como correlato su influencia en el
subcontinente. China es el verdadero problema actual para Estados Unidos. El
país asiático sigue creciendo a ritmo sostenido porque tiene márgenes para
hacerlo, según el axioma marxista de tendencia al descenso de la tasa de
ganancia. China todavía está en el proceso de elevar la capacidad adquisitiva
de su clase trabajadora y como consecuencia vigorizar su mercado interno, etapa
que occidente vivió entre 1950 y 1980. Y por lo tanto puede todavía aprovechar
las ventajas competitivas del sistema capitalista. Va rumbo a superar a EEUU en
el propio campo de juego del rival. Un sistema alternativo a la democracia
occidental y un concepto distinto de nación está sacudiendo no solo
económicamente sino también en el campo de las ideas e instituciones a
occidente. Y a Estados Unidos en particular, especialmente en el rubro de poderío militar. China tiene así hoy una presencia sin precedentes en América Latina y África.
Y con fuertes lazos comerciales con Europa. Con Rusia la une una alianza estratégica
que no pudo establecerse durante la Guerra Fría por rivalidades hoy superadas.
Es
hoy el socio comercial más importante de Argentina, superando a Brasil. Los
EEUU van a dejar de ser la primera potencia mundial en muy poco tiempo. Esta es
la agenda principal que los preocupa y tiene razón de serla. Latinoamérica
indefectiblemente va a volver a los gobiernos progresistas más que nada por el
rotundo fracaso del viraje a la derecha que muchos países adoptaron a mediados
de esta década que termina. Viraje que solo se explica por un bombardeo
mediático y judicial que con el tiempo pierde eficiencia porque la realidad no
acompañó los relatos de cada caso. Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Méjico y
otros han regresado, o están en proceso de hacerlo, hacia formas y modelos
menos ortodoxos y más independientes de la influencia de Estados Unidos. Ver
pilotear a Joe Biden en los años por venir va a ser un espectáculo de observar.
La pandemia actual ha acelerado los tiempos porque produjo una caída fuerte de
la actividad y el PBI en Estados Unidos mientras China pudo seguir con su
crecimiento, menguado pero positivo. Argentina deberá muñequear su política
exterior y económica para sacar el mayor provecho de una coyuntura que le puede
ser favorable dentro de una guerra comercial que promete perdurar en el tiempo.
viernes, 27 de marzo de 2020
LIBERTAD

domingo, 8 de diciembre de 2019
ENERGÍA ENAJENADA - Modelos Equivocados
Y esto abrió las puertas a la privatización y principalmente a la extranjerización de la energía en la década del 90, de la mano del peronismo(2) .
Para atraer a un inversor privado, obsesión de dudosa ventaja para un país como Argentina, en el rubro energético la teoría liberal dice que hay que prometerle un precio internacional por lo que se propone explotar y vender y por lo tanto el vigente en el mercado interno(3). Sea esto petróleo, gas, energía eléctrica o minerales. Resultado de esto a partir de la privatización es que un particular, una pyme o incluso un organismo público, debe pagar la energía que consume en la forma que fuere a valores internacionales. Esto elimina de un plumazo la ventaja inicial de tener abundante energía en el país. Y un productor debe pagar por la energía consumida exactamente lo mismo que un país que debe importar su energía. Esto, aparte de ser absurdo, deja a todo en conjunto de la sociedad y a sus industrias productivas al margen de la natural ventaja que tiene Argentina de poseer sus propias fuentes de energía.
Y para empeorar las cosas, además de hacer menos competitiva su industria que no puede aprovechar grandes escalas porque la Argentina tiene una población modesta, les impone la necesidad de generar divisas excedentes para que los propietarios privados puedan remitir al exterior sus utilidades. Esto exacerba el principal problema argentino: la falta de dólares. Por su enorme extensión geográfica y sus abundantes recursos, Argentina debería tener una población económicamente holgada como lo ocurre en países grandes con recursos energéticos propios y con poca población, como Noruega, Australia, Canadá y otros.
Argentina, durante el período que podemos arrancar con la Primera Guerra Mundial y finalizando en la dictadura de 1976-83, tuvo una política activa de sustitución de importaciones y de explotación mayoritariamente estatal de sus recursos energéticos. La apertura indiscriminada que llevó adelante Martínez de Hoz destruyó en gran medida la industria nacional que por décadas se había desarrollado en base al mercado interno(4).
Además de la energía, el Estado también había desarrollado nichos estratégicos para su desarrollo industrial como lo fue la producción de acero, vital para el desarrollo. El combo de SOMISA, los altos hornos más grandes de Sudamérica en ese momento, más las minas de Sierra Grande (mineral de hierro) y Río Turbio (carbón de piedra) cerraba un ciclo productivo de acero que colocaba a la Argentina en una posición estratégica privilegiada para desarrollar su industria pesada, la metalmecánica y la automotriz al poder incidir en el precio interno de esa vital materia prima: el acero(5). Esto traslada las ventajas competitivas propias del país al tener su propio yacimiento de mineral de hierro y la energía para su producción (carbón) hacia los otros actores de la cadena productiva: la industria que requiere acero como materia prima. Esto realmente sentaba las bases para un muy buen desarrollo industrial integrado, estratégico y fundamental para atravesar la barrera de una producción destinada casi exclusivamente al mercado interno para pasar a ser un país exportador de productos industrializados. Este proceso ya estaba en marcha y dio como resultado que en el año 1974 el país logró el record de participación industrial en el total de exportaciones.(6) Este resultado alentador se dio solo dos años antes de que en 1976 José Alfredo Martínez de Hoz convenció a muchos que todo lo que se venía haciendo estaba mal.(7)
Argentina, de tener un proyecto integral de país con un manejo racional y promovido desde el Estado para su desarrollo industrial y energético, con políticas activas e inversiones estratégicas en nombre del pueblo argentino pasó a entregar sus recursos y medios de producción de energía y acero a capitales extranjeros. Esto atomizó el sistema eléctrico nacional y derivó en intereses privados las inversiones necesarias para mantener la oferta de energía.(8) Estas inversiones privadas derivaron en un cambio radical de la matriz energética ya que ningún inversor particular le interesa un modelo de generación basado en fuentes hidráulicas o nucleares que requiere de un tiempo de amortización largo. Florecieron las centrales de gas y de ciclo combinado que aprovecharon justamente la abundancia de ese combustible gracias a décadas de inversiones estatales en yacimientos, gasoductos y centrales de bombeo que el país ya tenía montados bajo la gestión estatal.(9)
Esto es una introducción a un trabajo más extenso que se completará en 2020 pero quise adelantar a mis lectores con motivo del recambio de gestión a producirse en 48 horas. Los puntos salientes ya se aprecian: Argentina renunció a aprovechar su enorme ventaja estratégica de costos al privatizar y extranjerizar su energía, en todas sus formas. La privatización de zonas mineras estimuló el desarrollo de la minería en el país pero entregó escandalosamente la renta de las riquezas mineras que por Constitución pertenecen al pueblo argentino a empresas extranjeras. Se perdió el carácter estratégico de las inversiones energéticas y de insumos vitales para la industria al dejar todas las decisiones al mercado y a privados. Argentina sufrió un paulatino proceso de desindustralización, violenta extranjerización y sucesivas crisis de deuda cada vez que intentó un proceso de liberalización y apertura de su economía. Los procesos de industrialización, integración para el crecimiento, baja del desempleo, aumento de calificación de la fuerza laboral y resultados positivos de macroeconomía con nula o muy baja dependencia de deuda externa se produjeron durante los períodos en que se aplicaron políticas muy diferentes a las liberales y neoliberales.
La extensión de este análisis proseguirá más adelante. Pero queda abierto el debate. Aclaro que considero positivo el actual cambio de rumbo, pero como se deduce de lo expresado, estamos lejos de un ideal que, por el momento, no es mucho más de lo ya experimentado en Argentina durante más de 60 años de crecimiento con asenso social sostenido y logrando la ciudadanía más igualitaria de latinoamérica, con educación, salud pública y seguridad social como en ningún otro país. Los que se pasaron una vida criticando ese modelo todavía no lograron mostrar que su soberbio discurso produce algo mejor, ni siquiera medianamente exitoso. Estamos saliendo del peor de los mundos bajo una batuta neoliberal equivocada, corrupta y de una ingente ineptitud. Argentina se puede, no solo eso, ya lo pudo. Saludos.
2) Ley 24065 - 19/12/1991
3) PRECIO MAYORISTA DE LA ENERGIA ELECTRICA Marco Legal – Criterios Procedimientos e Implementación - Ministerio de Economía y Minería - Presidencia de la Nación - 2016
4) NACIMIENTO, DESARROLLO Y DECADENCIA DE LA INDUSTRIA ARGENTINA - Luis Octavio Corvalán - Tucumán, 1986
5) SOMISA - UNA HISTORIA DE ACERO; Ricardo Primo
6) EL PROCESO DE INDUSTRILIZACION EN ARGENTINA - Jorge Katz-Bernardo Kosacoff - Biblioteca Universitarias, Centro Editor de América Latina - Cepal - 1989
7)¿LA CULPA ES DE MARTÍNEZ DE HOZ? - Alberto Müller - Universidad de Buenos Aires Facultad de Ciencias Económicas- 2011
8) TRANSFORMACION DEL SECTOR ELECTRICO ARGENTINO - Carlos Manuel Bastos-Manuel Ángel Abdala (prólogo de Domingo Cavalo) - Buenos Aires - 1995
9) GAS NATURAL Y ENERGIA ELECTRICA - UNA CRISIS BUSCADA - Luis Octavio Corvalán - Diario EL SIGLO - Tucumán - Julio de 2004
viernes, 30 de agosto de 2019
EL DÍA DESPUÉS

![]() |
Mi provincia Tucumán se hizo sinónimo mundial de hambre al cabo de una década de liberalismo. Niño atendido por desnutrición en un país exportador de alimentos. |