Argentina es un país mediano.
Lleno de particularidades. Geográficamente es un país enorme. El octavo más grande
dentro de un universo de 230 países. En población, sin embargo, no es tan
grande. En densidad de población, como resultado de esto, ocupa el puesto 203
de los mencionados 230. O sea, muy poca población para el tamaño.
Argentina, como absolutamente
todos los países del mundo, está llena de particularidades y conocerlas aunque
sea de manera somera es indispensable a la hora de evaluar una determinada política
y por ende a los personajes que se presentan endosándolas. Solo pensar que Mónaco
y el enclave de Macau, los dos países más densos del mundo en población y entre
los más pequeños en espacio físico, con 2 y 30 km cuadrados cada uno necesitan
exactamente las mismas políticas económicas y sociales que Argentina como
sostienen algunos es muy difícil de imaginar. Sin embargo, hay escuelas de
pensamiento que afirman esto. En Mónaco podés atravesar el país en pocos
minutos a pie. La política de transporte público y privado razonablemente será
diferente a la de un país como Argentina donde podés manejar 1600 kms por la
Ruta 40 sin salir de la primera provincia.
También si el grueso de la economía
local la mueve el turismo y actividad bancaria seguramente el grado de apertura
con el resto del mundo será profundamente distinta a la de un país que pretende
industrializarse y necesita administrar las divisas internacionales con más
cuidado. O si tu población es mayoritariamente opulenta o de clase media alta
tu sistema de salud, educación y seguridad seguramente resultará distinta a la
de un país con una gran clase media, media baja, grandes sectores pobres y una
preocupante cantidad de indigentes.
Si conservé tu atención hasta aquí
estamos logrando ciertos avances. Con lo descrito ya muchos habrán deducido que
la manera de hacer política y aplicar medidas económicas en uno u otro extremo
de los ejemplos será necesariamente diferente.
Esto pretende ser una simple manera
de introducir mi punto de vista aquí: el liberalismo económico parte de asumir que
la economía es una ciencia y que se maneja con ecuaciones, reglas y paradigmas inelásticos
e indiscutibles. Aplicable tanto a Argentina como a Mónaco, Kuwait o Jamaica. De
ahí la soberbia con que sus creyentes las presentan y si uno no comulga con ellas
te mandan a estudiar, te tratan de ignorante o no conocer lo suficiente para estar
a la altura de un debate con ellos. Este temperamento brota en los mediáticos Milei
o Espert, los actuales promotores de este concepto como en el pasado supieron hacer
Alvaro Alsogaray y su respingada hija María Julia, de patético desempeño en la
función pública y que falleció aun presa de sus crímenes. Idéntica superioridad
exuda mi amigo liberal que tan apasionadamente me discute con teorías que no
puede reflejar en hechos.
Encontrar las medidas económicas
que se adapten al país que se tiene, a la población que lo compone, a su
distribución, a su preparación, idiosincrasias, costumbres, pasiones, los
climas, fertilidad de la tierra, medios de comunicación y niveles de
desarrollo, requiere de una sutileza de análisis y apertura de cabeza que el
economista formateado en la estructura liberal carece por completo, salvo
contadas excepciones que en este momento no se me ocurren.
Argentina venía logrando un
desarrollo autónomo en muchas áreas y si bien no hubiera podido competir a
campo abierto con los automotoras japonesas o chinas, por ejemplo, tampoco lo
hubieran podido hacer países como Méjico, Turquía o muchos europeos que también
fabrican autos. Esto se mantiene con protecciones. Políticas de comercio
exterior. Algo que todos los países que combinan agricultura con industria hacen.
Singapur o Hong Kong pueden abrir sus fronteras libremente al comercio y los
capitales internacionales. Pero Estados Unidos, Canadá, Alemania o Francia no
lo pueden hacer. Subsidian parte de su economía, protegen con aranceles otras,
permiten solo cuotas muy estrictas de importación, o ponen tantas exigencias
formales, técnicas, de salud pública, o de ciertas especificaciones como Japón
que se hace casi imposible venderles ciertos productos.
Así funciona el mundo y todo lo
que digo aquí lo puedo referenciar con documentos, leyes, aranceles, bibliografía
o lo que sea.
Pero más que nada con resultados. Y
por eso hacemos un a fiesta si logramos vender un limón a EEUU, o un litro de
biodiesel, o una caño sin costura, o tantos bienes y productos donde Argentina
sí es muy competitiva. El mercado mundial no es abierto, mal que le pese a
Espert y mi amigo liberal. La apertura indiscriminada de Argentina al mundo creó
un desequilibrio financiero formidable, destruyó su industria local, provocó un
aumento de desempleo y como consecuencia destruyó su recaudación fiscal
provocando la necesidad permanente de ajustar el gasto público hasta niveles
ridículos. No hay repuestos básicos para la Gendarmería. Esto no lo leí. Lo sé
por tener que llevar a un gendarme a su casa porque los colectivos que lo suelen
llevar de puesto en puesto están parados por esa razón. Las motocicletas Yamaha
900 que supieron tener están paradas por falta de cadenas y piñones, cubiertas
o por no tener plata para la verificación técnica. Conocimiento de primera mano
si los hay. Ahora se necesita pasar una reforma laboral porque el brutal ajuste
llevado adelante hasta ahora no es suficiente por lo que acabo de decir, la
recaudación baja persistentemente al dinamitar la actividad económica local.
Ajuste sobre ajuste sobre ajuste. Lo que tuvo que hacer Grecia durante una década
sin salir de su penuria, con un país destruido y sus principales empresas,
aeropuertos, astilleros y energéticas en manos de otros países, principalmente
Alemania, su acreedor estrella.
EL LIBERALISMO NO FUNCIONA.
Otro tema absurdo que lo propagan
como sentido común es que la energía producida en Argentina, transportada en
Argentina y consumida en Argentina debe pagarse a precios internacionales. Esto
es falso. Por la misma razón que una banana en Ecuador debería (y es) más
barata que en Londres. O que un litro de nafta en Arabia es más barata que en
España. Es parte de la gran ventaja competitiva de Argentina: tiene energía. ¿Cómo
vamos a poder competir en el mundo si nuestras industrias locales deben pagar
la energía al mismo precio que un país que no tiene energía y la debe importar?
Son absurdos que ni siquiera el
liberalismo justifica. Son medidas impuestas por un gobierno compuesto por
gente vinculada a las empresas energéticas que impusieron ese erróneo concepto
que los precios internos en un país productor de energía debe empardarse al
precio mundial. FALSO. Es una idea, no es una ley. Y eso nos impide ser
competitivo al no aprovechar justamente las ventajas competitivas que como país
gozamos. Para lograr esto, es imperioso que la energía en general esté
mayoritariamente en manos del Estado, como estuvo durante los largos años en
que Argentina creció, se industrializó y se desarrolló como el país más
igualitario del continente.
Por ahora lo termino aquí, pero
habrán notado que aparte de mencionar un par de economistas y de citar ciertas
políticas implementadas por la actual gestión, no mencioné ni políticos ni
partidos políticos porque esto que sostengo no es mérito de partido alguno y
las ideas contra las que lucho tampoco. Esto va de IDEAS. Es mi contribución en
el campo de las ideas que atraviesan grietas, partidos e individuos. Yo puedo
mostrar los resultados de lo que sostengo. Períodos de crecimiento, desarrollo
e industrialización versus períodos de decadencia, endeudamiento, retroceso
tecnológico, desocupación y extrema pobreza e indigencia. Si alguien dice que
es culpa de este o aquel partido, miente. El que dice que son 70 años miente,
ya que Argentina mostró sus mejores índices de todo durante esos supuestos 70
años de decadencia. El que dice que con ideas liberales se sale de esto no
puede mostrar un solo ejemplo en el mundo de lo que está afirmando. La apertura
indiscriminada solo sirvió para beneficiar un nicho exportador de productos básicos
como granos y minerales, las energéticas gracias a la política descripta y a
los servicios, como los bancarios directamente beneficiados por la bicicleta
financiera y la necesidad permanente de financiar al Estado o los peajes en
mano de los gobernantes y sus socios directos. Empresas vinculadas a la
alimentación se están fundiendo, muestra de lo absolutamente errada de la política
económica aplicada. Ni mencionar otras actividades menos indispensables.
Algo tenemos en claro y sugiero no
olvidar: estas políticas seguirán inamovibles en el futuro si las actuales
autoridades son verificadas en las urnas.
Invito a la reflexión, pensar por
fuera de los noticieros, salirse del día a día y analizar de manera distinta. Es
un punto de vista.
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