Semana movidita si las hubo. Las conclusiones y los análisis están por todas partes, no quiero redundar en eso. Pero sí me gustaría mencionar algo que percibo desde la distancia, desde una altura tal que podamos abarcar nuestro querido continente y alrededores. La caída del muro de Berlín se celebró anticipada y erróneamente como el triunfo de las ideas individualistas y liberales sobre los conceptos integradores y socialistas, mal sintetizados por la guerra fría entre USA y la URSS. Digo mal sintetizadas porque esa guerra la protagonizaron dos superpotencias y sus cuitas poco y nada reflejaban las peripecias y necesidades de un sinnúmero de países "de a pie", más chicos, menos militarizados, menos desarrollados. Fukuyama proclamaba el fin de las ideas que no era otra cosa que decir, "dejen de pensar, mis ideas prevalecieron." En la práctica eso se tradujo en un "Consenso de Washington" que su propio nombre es una contradicción en sí misma, sabiendo que un país como Argentina, en Washington, no puede consensuar demasiado que digamos.
A caballo de eso se montaron los UCD y los más impresentables del peronismo para liquidar un país, que a los tropezones pero aceptablemente, había contenido a su sociedad hasta la llegada de la última dictadura con su circo de asesinos físicos, sociales y económicos que lisiaron de gravedad cualquier equilibrio logrado tras generaciones de esfuerzo.
Como eran de esperar, los experimentos económicos, que no se aplicaron en ningún "país serio del mundo" terminaron devastando desde los vulnerables como Jamaica y Argentina, hasta sólidas economías como Corea del Sur y Brasil, Rusia incluida.
¿Cómo se salió de eso? Con política, con ideas, con sensibilidad y participación social. Las ideas no murieron, fueron anestesiadas para que la anti-política hiciera de las suyas. Hoy los grupos económicos son mucho más poderosos e influyentes que en la década del 70 y la gente, salvo puntuales excepciones, vive peor o con más dificultad que entonces.
Ver un continente movilizado, dolido, hermanado e intercambiando palabras de comprensión y aliento no puede ser mejor síntoma de los tiempos que corren. Estamos llenos de política, de ideas, de integración. Recuperamos el concepto de "tejido social". Yo no me salvo, o mi salvación no tendrá intensidad y sentido si mi prójimo se pierde en el camino. Es un "tejido", un entramado social donde el peor de los mensajes es una filosofía de "sálvese quien pueda" o la darwinniana de "sobrevive el más apto". Las oposiciones en general no comprendieron el cambio de época, dedicadas a denostar a los gobernantes están asombrosamente carentes de ideas, cuando es eso lo que se está demandando de ellas. Algún idea "nuestra", algo superador, algo acorde al siglo XXI. Importar experiencias de otros países, mejor fundados, con pasados más consistentes o con otro grado de desarrollo, con otras idiosincrasias no sirvieron y el votante ya sospecha de eso. El gran ejemplo Chile no pudo sacudirse de 17 años pinochetistas que los tiene todavía sin que logren diagnosticar sus males. Los grandes centros de opinión los tienen como ejemplo pero deben convivir con un obrero minero ganando 70 u 80 veces lo que gana un jubilado, empleos precarios y una educación solo accesible a los que pueden pagar. El otro ejemplo de liberalismo que sobrevive en el continente es Colombia, donde la izquierda se estigmatiza con una guerrilla tan absurda como demodé que cree que plantarse 50 años en la selva es sinónimo de movimiento o evolución social, con armas y todo. Patético, contraproducente y totalmente innecesario. Un ejemplo de lo que digo es el didáctico almuerzo con Mirtha que reapareció por los medios y que compartieron Chávez y Macri, allá por 2003. La mayor esperanza de la diestra vernácula hablando un rosario de lugares comunes sobre mirar al futuro, hacer las cosas bien y otras profundidades conceptuales mientras nuestro desaparecido bolivariano le daba una lección de contextualización histórica y de pertenencia imprescindible para cualquier proyecto político.
O el decadente análisis de Lilita que trata de convencernos que la masiva despedida a Néstor Kirchner era una puesta en escena, una obra de teatro. La bronceada candidata crónica no tiene idea de lo que pasa en la calle, o subestima al destinatario de sus locuras. Ambas posibilidades explican su desaparición política, a pesar de su permanencia mediática.
Podemos no coincidir en las ideas, en los personajes, en los métodos, pero el pueblo latinoamericano despertó de un letargo demasiado largo, hoy está de pie defendiendo lo logrado, y si a alguien no le gusta, tendrá que presentarse con algo superador, algo que lo convenza que lo ofrecido es mejor que el muy imperfecto presente que se tiene, y eso requiere pensar, elaborar y presentar IDEAS, conceptos, discursos. En una palabra, hacer POLITICA, nuevamente, como nunca se debió dejar de hacer. Desde Pericles hasta Obama, donde hay o hubo una democracia, al soberano hay que convencerlo, más aun cuando está despierto y atento.
Dije muchas veces, me felicito vivir en este continente, tan hermoso, tan injusto y tan golpeado, que tenemos mucho por hacer y es fácil y emocionante sentirse protagonista de estos cambios. Y al ser un continente inmensamente rico, los cambios se perciben rápido, no se pueden disimular o negar. Argentina era un país integrado y por ahí muchos pueden negar algún progreso, pero visitar Bolivia hoy y es un país completamente distinto a la Bolivia de los 90, por no ir demasiado atrás.
Debemos asumir nuestro rol de mandantes, se nos murió un mandatario, pero si conocemos el rumbo, no le podemos errar, somos los protagonistas, los que escribimos nuestra historia.
En estos días ejemplares, de tanto simbolismo y tanta significación, mi más emocionado saludo a los hermanos latinoamericanos.
COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES
Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.
lunes, 11 de marzo de 2013
domingo, 11 de noviembre de 2012
Sobre el triunfo de Obama y otros temas surtidos.
Luis O. Corvalán
Tucumán, 11 de noviembre de 2012
Una
tórrida noche tucumana, allá por enero de 1984, cayó por casa el transitorio
novio de una amiga de una amiga. Yo contaba 27 años vertiginosos y este
personaje, que vi por única vez esa noche, sumaba con algo de optimismo unos 18
ó 19, casi una década menos que su circunstancial compañera. Luego de las
informales introducciones y el típico sondeo ajedrecístico de todo nuevo
encuentro, nos descubrimos enfrascados en una discusión política, pasión que
nos unía. Pero las visiones eran muy diferentes, algo que lejos de ser motivo
de discordia y odios, como en nuestro convulsionado e intolerante presente, era
motivo de encendidos e ilustradores contrapuntos.
Mi
sorpresa fue descubrir la solidez de las convicciones de este jovencito y lo
bien sustentadas que estaban tanto en información doctrinaria como en datos
duros de la realidad y la
historia. Era un marxista de paladar negro, o de laboratorio
como los llamábamos una década antes, cuando eran moda. Los más despectivos los
llamaban marxistas de café. A mí me sonaba a algo superado y pude poner en
práctica una serie de respuestas y cuestionamientos que pude elaborar en años
de maduración y dictaduras y que me hubiera encantado poder darlas a mis
compañeros de colegio que me recitaban de manera más primitiva argumentos
similares a los de este nuevo idealista.
Para
recordar el contexto, nuestro querido Alfonso, como llamábamos cariñosamente a
Raúl Alfonsín, llevaba en el poder apenas un mes, y todavía estaba intacta la
ilusión de la democracia recuperada luego de años de la más brutal dictadura de
nuestra intermitente historia republicana. Que un imberbe me hable de
“dictadura del proletariado” solo lo aceptaba por su escasa edad y la total
inconciencia que habrá tenido en los años más crueles del pasado inmediato.
Yo
consideraba mi postura una evolución superadora de las ideas del notable
Karlitos que mis compañeros de colegio tildaban de “perfectas”, razón por la
cual eran de difícil aceptación entre los simples mortales. Carecían de la
necesidad de un “consenso” y eso obligaba a una “dictadura” llevada a cabo por
una élite de autoproclamados esclarecidos. Esta estructura de poder tenía
notables coincidencias con lo que acabamos de superar y en esa discusión yo
dije algo el tiempo me daría la razón: ese modelo de poder tenía sus años
contados. Como sabemos, cinco años después caía el muro de Berlín y hoy Rusia
apoya un modelo económico no tan diferente, pero lo hace mediante el “consenso”
y libre elección de su población.
Pero
de los dichos de mi novel interlocutor, debo sacarme el sombrero por un
vaticinio que me dijo él a mí esa noche, y que me llamó la atención porque era
algo que no había escuchado de boca de mis anteriores expositores marxistas.
Dijo que el gran freno a la proliferación por el mundo de las ideas socialistas
eran los trabajadores y la clase media de los Estados Unidos. Esta marea de
gente no sintonizaba con sus pares del resto del mundo por haberse criado en
una sociedad individualista con una mirada despectiva a todo lo que sea
colectivo o social, y ello era posible gracias a un muy buen nivel de vida y
poder adquisitivo. Ello hacía tolerable e incluso atractivo para ellos un
discurso de libre empresa, libre mercado e individualismo a ultranza. Así el
poder norteamericano propalaba por el mundo estas ideas, y las imponía a todo
occidente como una parte de su guerra ideológica contra el comunismo. El pibe sostenía
que el día que la clase media norteamericana se vea amenazada seriamente por
índices de desocupación peligrosos, caída de sueldos, perdida de sus viviendas
por no poder pagar hipotecas, no poder pagar una salud privada de precios
prohibitivos, iban a tener que abandonar ese egoísmo característico y buscar
políticas más inclusivas y la intervención gubernamental que los defienda
frente a las circunstancias. Eso generaría un cambio del sentido común que
permitiría consolidar un rumbo hacia la izquierda inevitable. La intervención
estatal ante situaciones graves no era una novedad en Estados Unidos, ya que
ocurrió luego de la crisis de los años 30, pero era algo audaz de plantear en
ese momento de pleno apogeo de las “reaganomics” y el rumbo que estaban tomando
las cosas en el mundo. Un tibio intento de proponer algo distinto como hizo
Alfonsín en esos días respecto a la deuda argentina tuvo una respuesta feroz
por parte del “mercado”, llevándose puesto a su primer ministro de economía
Bernardo Grinspun. Y el final de su mandato no fue otra cosa que una bajada
definitiva de pulgar de ese mismo “mercado”.
Pero
debo confesar, que casi 25 años después de esa noche, las condiciones que
planteaba mi circunstancial interlocutor se dieron y el mundo pudo ver con
asombro como las calles de las grandes ciudades del país del norte se llenaban
de indignados y por primera vez se veía una importante cantidad de gente de
clase media en una postura “anti-sistema”. En ese caldo de cultivo se dieron
las elecciones de 2008 con el triunfo de un joven interracial Obama sobre un viejo
anglosajón puro como McCain que no podían ser mejor metáfora de las ideas que
representaban. Hoy, cuatro años más tarde, a pesar de no haber podido cumplir
la mayoría de las promesas de cambio que había anunciado en su primera campaña
electoral, una parte importante del pueblo le permite a Obama un nuevo mandato,
sin dejarse llevar por las viejas y conocidas propuestas de libertad y
repliegue estatal que no es otra cosa que decir en criollo “cada chancho
atiende su rancho”.
No
quiero decir que los USA se están volviendo marxistas ni mucho menos. Es como
el Titanic, un mínimo cambio de rumbo exige un esfuerzo importante y si se lo
hace a tiempo, puede, con algo de suerte, impedir el impacto con el iceberg,
cosa inevitable si alguien con las ideas de Romney agarraba el timón.
Por
similares razones, gran parte del mundo y Latinoamérica en particular,
recibieron con una sensación de alivio los resultados de la elección del
martes, ya que es más fácil para nosotros sintonizar con una persona que dice
“nos salvamos entre todos o no se salva nadie” y que al menos intenta resolver
cuitas internacionales con diálogo más que con el garrote. Eso está por verse,
pero al menos alguien más “como uno” está a cargo del gran pero generalmente
torpe país del norte.
Ahora
se dan cuenta los republicanos que su derrota responde a un cambio demográfico
que ellos se regaron a reconocer. El voto blanco, masculino, heterosexual y
anglosajón ya no es suficiente para ganar una elección por más que los locuaces
y bien difundidos reaccionarios y el campesinado profundo y conservador sigan
incondicionales a las propuestas del Partido Republicano. Para colmo de males
lo peor y los más cavernícolas exponentes del partido se mostraban a la par del
candidato y en cuanta reunión o entrevista que lograra difusión. Los negros,
hispanos, homosexuales, mujeres pensantes e inmigrantes de otras latitudes son
demasiados votos perdidos para esas propuestas excluyentes. A replantear
muchachos!
Las
discusiones clásicas de izquierda y derecha son en torno a ideales que se
elaboraron en el siglo XIX y los siglos XVII y XVIII. Pensar en aplicar esas
filosofías en el siglo XXI es negar los dos últimos siglos de historia. Los
avances en derechos humanos, de la mujer, del niño, la abolición de la
esclavitud, las multinacionales, las uniones económicas, las armas de
destrucción masiva, las Naciones Unidas, y tantas cosas más que dan forma a
nuestra actualidad no existían cuando estas teorías se plantearon. Es momento
de mirar al futuro y buscar nuevas ideas, sintetizar lo mejor del cúmulo de
filosofías que nos trajeron hasta aquí y dar un paso al frente para exigir al
menos la discusión de un nuevo rumbo. Debemos terminar con los rescates
millonarios con fondos públicos a unos pocos bancos y permitir que esos mismos
bancos dejen sin vivienda a 400 mil familias como ocurre en España. ¿No son
“fondos públicos”? ¿Plata del pueblo? España es el ejemplo de lo que ocurre
cuando luego del fracaso de una mala gestión “socialista”, se decide por el rumbo
opuesto. Zapatero no pudo resolver el problema, pero Rajoy era sabido que iba a
empeorar las cosas. Sólo los españoles se sorprendieron del resultado.
Así
como ya nadie habla de “dictadura del proletariado”, planteo de modé si los hay, también debemos
terminar con la mentira del “libre mercado” de una buena vez. Bienvenidas las
nuevas ideas. No me hago grandes ilusiones pero al menos con Obama espero que
no nos pongan palos en la rueda en la construcción de un nuevo sentido común. Un
futuro difícil nos espera.
martes, 11 de septiembre de 2012
11 de Septiembre
por Luis
Corvalán
En este día aniversario del atentado a las Torres Gemelas,
un sentido recuerdo para las tres mil víctimas del odio y el fanatismo.
También un dolido homenaje a Salvador Allende, asesinado por
los golpistas al mando de Augusto Pinochet, respaldado por la CIA y el
Departamento de Estado, en la persona de Henry Kissinger.
No son totalmente inconexos ambos acontecimientos. El gran
país del norte, en su cínico discurso de promover las democracias por el mundo,
no duda en desestabilizar, derrocar y asesinar a líderes democráticos cuando no
les caen simpáticos mientras apoyan a monarquías o dictaduras saludables para
sus negocios.
Celebro que latinoamérica se haya integrado como bloque y
tome sus decisiones con más independencia. El atentado del 11-9-01 ha llevado la atención del
gendarme mundial casi exclusivamente a Afganistán y Medio Oriente y a partir de
ahí nuestro continente pudo crecer tanto en integración como en producción,
disminución de la pobreza y más que nada en una identidad tantas veces
postergada por las frustraciones. La prensa concentrada y nostálgicos que nos
prefieren como un patio trasero se dedican a denostar a los líderes populares
del continente, que a pesar de sus errores y particularidades, han levantado
sus voces en nombre de los que nunca tuvieron nombre. Me parece saludable,
aunque a muchos no les guste, que en las cumbres regionales se vean pieles
oscuras y originarias entre sus líderes. Hay mucho por corregir, mucho más por
recorrer, pero por favor, no retrocedamos. No nos olvidemos de donde venimos,
de los fangos en que nos hundieron instituciones como el FMI, el BM y otras.
No nos olvidemos de Salvador Allende hoy, y de las miles de
víctimas que jalonaron el camino que nos trajo hasta aquí, siempre.
martes, 28 de agosto de 2012
Difícil Presente - Agosto de 2012
Estoy pasando un año de muchos sobresaltos, esfuerzos, compromisos y muy poco descanso. Dejé algo abandonados mis comentarios políticos, muy a pesar mío. Los tiempos, convulsivos, creativos, cambiantes, críticos, invitan a la reflexión, al comentario o al exabrupto. Prometo en el futuro muy cercano empezar a agregar opiniones de nuevo aquí. La crisis europea, las elecciones en Estados Unidos y Venezuela, el renacimiento de Latinoamérica, la crispación en mi país, Argentina, merecen al menos unos comentarios y por qué no unas polémicas. I'll be back...soon.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Lo que es y lo que digo que es....

En una carta a un grupo de egresados de mi querido colegio secundario, el Instituto Técnico, fechada en septiembre de 2002, varios meses antes de las elecciones presidenciales del año 2003, mencioné, como uno de los escollos más importantes a vencer por el próximo gobierno si deseaba ser realmente transformador, a la prensa corporativa. A esta la iba a tener sistemáticamente en contra. La carta en realidad era un artículo algo apresurado y elíptico que comparaba a un hipotético gobierno débil y nuevo con la situación del equipo argentino de Copa Davis, que en esos días perdió una heroica semi-final en Moscú. (hoy se puede ver el artículo aquí)
Celebro haber hecho esa afirmación y en ese momento, cuando Nestor Kirchner era simplemente otra opción dentro de una interna peronista (que fiinalmente no se hizo, ver: Elecciones Presidenciales 2003) y ni siquiera la que mejor medía en ese momento. Este tema en sí merece un comentario propio, pero lo quería incluir aquí ya que es un ejemplo de como un grupo con poder puede exigir a extraños comportamientos y éticas que no puede exhibir como propios, simplemente porque "puede."
Hoy leo que un vocero del Departamento de Estado de USA critica duramente el reconocimiento por parte de Brasil, Uruguay y Argentina del Estado de Palestina. Y uno de sus argumentos de crítica es haber formalizado el reconocimiento sin haber exigido un cese de hostilidades por parte de los palestinos, convalidando la violencia como método de presión política.
Yo en lo personal estoy de acuerdo en que la violencia, y en particular, el poder de fuego de una de las partes no es forma de imponer razones. Como ejemplo cito lo de Malvinas. Lo que me parece inaceptablemente cínico es que esa afirmación provenga de un vocero del gobierno de los Estados Unidos, que hizo de la violencia su herramienta política por excelencia durante el siglo XX y lo que va de éste. (Puedo no poner el acento en éste según las nuevas normas de la RAE, pero soy chapado a la antigua para algunas cosas).
Pero por suerte, para la comunidad de naciones, los Estados Unidos ya no son lo que eran y eso se nota. Lejos de ese liderazgo occidental indiscutido de la época de la guerra fría, hoy el mundo está más informado, indescriptiblemente más comunicado, y las huellas de una vida dispendiosa, guerras crónicas, falta de vuelo político y problemas estructurales están más a la vista. La otrora potencia y nave insignia de occidente, hoy me asemeja a esa señora ya entrada en años, que conserva la pose de épocas mejoras, con algunas joyas aun colgadas, los vestidos algo demodé, que los más jóvenes miran con algo de respeto pero en el fondo no la toman tan en serio. Latinoamérica siguió su propio rumbo, Europa se considera, con bastante razón, estar más evolucionada socialmente así que no presta demasiada atención a sus tendencias culturales (ya hace décadas vimos el escandaloso fracaso de la Disneylandia francesa), y oriente crece a tambor batiente por su lado. China es como ese nuevo rico de la cuadra, que periódicamente le presta dinero a la señora decadente para que no se prive de algunos de sus gustos de otras épocas, sabiendo que tarde o temprano se quedará con mucho de los bienes de la señora, que no da muestras muy concretas de poder devolver los préstamos que se vinieron engordando con los años.
Viendo lo que pasa en la vereda rica de la cuadra, hay que reconocer que en este lado, llamemos así a nuestro querido continente, las cosas se viven con llamativa racionalidad, a pesar de muchas opiniones: números que cierran, crecimiento sostenido, lenta mejoría de los desastrosos índices sociales, convivencia en paz de sus países miembros. Algo tan sereno y gratificante para una región castigada por siglos, ahora en manos de sus propios habitantes. No me la contaron, me tocó vivir esas épocas en que el solo hecho de romper con el FMI era un sueño irrealizable, esa región "violentamente dulce" de Cortázar, la de las "venas abiertas" de Galeano.
Hoy respiro hondo, me lleno los pulmones de un aire de frescura y orgullo, miro la vereda de enfrente, la que me producía envidia y frustración, y me da tanta tranquilidad saber que habito aquí, ahora, en este lado de la calle, y siento la enorme satisfacción de percibir que eso es resultado de nuestro esfuerzo, de años de prédica, de sacrificios, de amigos muertos, de causas perdidas...
Hoy ser latinoamericano me suena bien, inmensamente bien...
martes, 19 de octubre de 2010
Reagan – Tinelli, encontrando el hilo conductor.
Luis Corvalán, septiembre de 2010
La tan mentada década del 70 significó tanto para nuestro país como para el el mundo grandes convulsiones, crisis y conflictos de todo tipo. Fenómenos desconectados entre sí en sus génesis fueron, con los años, confluyendo en sus efectos de tal forma que hoy resulta tentador buscar los vasos comunicantes que vinculan de alguna manera hechos que surgieron de manera aislada.
Michael Moore en su reciente documental sobre el capitalismo, ubica un momento histórico puntual como el inicio de una transformación, para mal, en las ideas que culmina con la profunda crisis de fines del 2008 coincidiendo con el triunfo, impensado meses antes, de un presidente negro y progresista en las elecciones presidenciales norteamericanas de noviembre de ese año. El evento en cuestión es la llegada a la presidencia de Ronald Reagan a principios de los 80 con un discurso que logra convencer a su pueblo y luego al mundo que la codicia es una virtud.
La era Reagan, que arranca en 1981 luego de una década de decadencia en el imperio americano, que incluye la crisis del petróleo con su enorme efecto en la calidad de vida del ciudadano medio, obligando al país a abandonar el patrón oro como sostén de la moneda desatando una fuerte inflación, el escándalo Watergate que se lleva puesto por primera vez en su historia a un presidente en ejercicio y la humillante derrota militar de Vietnam, incluyendo otros episodios menores. Estos hitos, ocurridos todos en un muy breve lapso, dieron la sensación al pueblo americano de un sentimiento de haber “tocado fondo” de alguna manera.
Reagan aparece con su política de liberalismo económico recargada y la codicia como zanahoria para traccionar los alicaídos negocios, disminuyendo cargas impositivas para los más ricos, abandonando planes sociales y todo tipo de intervención estatal a favor de las clases pobres y marginadas. Su matemática simple era que con los votos de los ricos, clases medias y medias altas más los que aspiran a entrar algún día en esas categorías era más que suficiente para ganar elecciones en un país con niveles de vida históricamente altos.
Coincidiendo en el tiempo, Margaret Thatcher era el reflejo inglés de estas políticas y entre ambos guiaron al mundo a un liberalismo extremo, en políticas y en conciencias. En este contexto los EE.UU. presionan el acelerador de la carrera armamentista y empieza a poner en evidencia las grietas económicas y de gestión del vetusto aparato soviético. Para fines de esa década cae el muro de Berlín y los analistas políticos occidentales interpretan esto como el triunfo del capitalismo por sobre el comunismo.
En ese ínterin, en la Argentina ocurría lo suyo: desde 1976 gobernaba la peor dictadura de la historia. Su ideólogo civil en lo económico, José Alfredo Martínez de Hoz era miembro de la Trilateral Comissión. Esta agrupación era la impulsora del concepto de “división internacional del trabajo” que asignaba a cada país un rol determinado en lo productivo según sus características. A la Argentina le tocaba ser proveedora de granos, carne y una mínima agroindustria, ramas en que la consideraban competitiva. Las demás industrias debían sucumbir si no lograban sobrevivir sin protecciones, con un dólar subvaluado y un mercado abierto al mundo.
Luego de siete años de sistemática destrucción del aparato productivo argentino, construido durante décadas por miles de pequeños y medianos emprendedores que formaban en una verdadera burguesía nacional, la mayoría desaparecieron y alguno que otro, en su afán por sobrevivir, transformaron sus fábricas en depósitos y se convirtieron en importadores de lo que antes fabricaban.
Con el país endeudado y destruido, con una guerra perdida, una generación diezmada, una desocupación preocupante y una inflación crónica, se recupera la democracia y la república a fines de 1983.
Raúl Alfonsín asume en pleno apogeo de las ideas de Ronald Reagan y Margaret Thatcher gobernando occidente. Con dignas intenciones en lo político, promoviendo el juicio a las juntas militares que acababan de abandonar el poder, trataba de consolidar las instituciones y de convencer a un pueblo, que desde 1930 venía viviendo entre gobiernos civiles y militares, que la democracia además de un sistema de gobierno es un valor en sí mismo y que su abandono tiene consecuencias literalmente trágicas.
Pero en el aspecto económico no puede avanzar. Con un país desarticulado en lo productivo, desbalanceado y endeudado en lo económico y aislado en su negociación con los acreedores, ya que su proyecto de formar un club de deudores fue enérgicamente rechazado por éstos y sin colegas en la región con el coraje necesario para secundarlo, debe arriar sus banderas y abandonar sus promesas electorales. No se reabren las fábricas, el crédito no existe, no logra impulsar la educación y la salud públicas, ni siquiera logra recuperar el nivel de vida previo a Martínez de Hoz, algo que quedaría en el imaginario colectivo como lejano recuerdo de tiempos mejores.
Sobre el final del mandato de Alfonsín, el poder económico, coordinado por el que sería el artífice del retorno explícito a los postulados de Martínez de Hoz en la siguiente década, Domingo Cavallo, produce un fenomenal golpe de mercado que genera un proceso hiperinflacionario que deja el país sumergido en una pobreza sin precedentes y lo expulsa del gobierno seis meses antes. De paso se da un mensaje claro al presidente electo, haciéndole saber dónde está el poder real en la Argentina.
Tan convincente es el mensaje que el nuevo presidente Carlos Menem, para garantizar su gobernabilidad, entrega el Ministerio de Economía a uno de los grupos económicos más poderosos de esa época: Bunge & Born.
El inicio de su mandato coincide con la mencionada caída del Muro de Berlín. Con Fukuyama declarando el “fin de las ideologías” y el consenso de Washington formalizando el nuevo liberalismo a ser aplicado a todos los países que pretendan algún tipo de pertenencia a o asistencia de los organismos multilaterales de crédito, se institucionaliza el “pensamiento único”. El debate político, el intercambio de ideas, los sueños transformadores, pasan a ser cosas absolutamente “demodé”. Impera el dicho “el que piensa…pierde!”
Y la deuda todavía sin pagar. De ahí al festival que liquidaría los bienes del estado construido con el esfuerzo de generaciones de argentinos había solo un paso.
En ese contexto, surge un joven y fresco conductor que a la medianoche de la recientemente privatizada televisión se dedica a pasar videos y “bloopers” (palabra que conocimos gracias a él) divertidos. Comienza a captar adeptos a ese formato que no requiere de autores, ni guionistas, ni actores, ni ensayos ni elaboradas producciones. Es el ideal del nuevo capitalismo salvaje que comienza a inundar a la sociedad y sus conciencias: minimizar gastos, optimizar ganancias…nace un nuevo fenómeno nacional: “Video Match”.
Sobre el campo arado por la dictadura, que disolvió sindicatos, centros de estudiantes, prohibió la política y reprimió con la tortura y la muerte cualquier tipo de activismo, incluso un simple reclamo por un boleto estudiantil, surgen las nuevas generaciones de jóvenes con nulas inquietudes políticas. Esto será la base de sustentación del “pensamiento único” reinante en la década del 90. La economía en “piloto automático” por años mientras se cerraban empresas, trepaba el desempleo, se deterioraba la educación y la salud pública, la desaparición del ferrocarril, la explotación de hidrocarburos pasando a manos privadas, mayoritariamente extranjeras y tantas otras privatizaciones como la del agua potable o aerolíneas solo se explica por la existencia de sindicatos dóciles y un pueblo desmovilizado, desinteresado, conformista y convencido de que la política había pasado de moda.
Sólo en semejante panorama se entiende el encumbramiento de un personaje tan chato, mediocre y chabacano como Marcelo Tinelli, amo absoluto del rating televisivo.
El modelo único finalmente mostró su inviabilidad y la obstinación por mantenerlo vigente no hizo otra cosa que aumentar el estrépito de su caída. El estallido de diciembre de 2001 que se llevó puesto a cuatro presidentes en una semana, puso al pueblo en la calle por primera vez en años. Todos, no ya sectores, salieron a manifestarse. Parecía que volvía la política. Fue una ilusión linda. Cuando lo peor de la crisis pasó, las asambleas barriales, que fueron la consecuencia de esa participación popular, desaparecieron con la misma velocidad con que nacieron. Pero al menos era una señal, el pueblo mostraba pulso, tenía aún capacidad de reacción.
La salida de la convertibilidad permitió al país volver a producir. Por varios años anduvimos abocados a acomodar los números. Reducir un intolerable nivel de desempleo, recomponer salarios, disfrutar por primera vez en mucho tiempo de superávit de números, dar la espalda al FMI, en una palabra, convertir a la Argentina en un país viable. Incluso prolijar algunas calamidades de los 90 como fue la Corte Suprema de Justicia. La cosa iba poniéndose interesante. En eso estábamos cuando en marzo del 2008 estalló el conflicto del campo. Fue un hecho serio que desembocó en grave por el grado de conflictividad y polarización en la opinión pública que generó.
Por primera vez en mucho tiempo, un conflicto estalla no por una crisis fáctica: un cierre de fábrica, una corrida bancaria, una devaluación, incertidumbre política, sino por un acto administrativo. Un tironeo por intereses, por plata, por utilidades.
Empezaron las discusiones, las tomas de posición, las interpretaciones, las chicanas, los medios tomando parte activa. Así, sin pensarlo demasiado, sin que nadie lo anuncie con bombos y platillos, simplemente un día estaba ahí, en medio de nosotros: la política estaba de vuelta!
Hoy es moneda corriente hablar de “correr por izquierda”, “centroderecha”, “progresismo”, “distribución de riquezas”, “modelo económico”, “sustentabilidad” y tantos otros términos olvidados durante años.
Conflictos hubo siempre. Pero conflictos con debate, con discusión, incluso con peleas e insultos, son señales de salud democrática, de sociedad viva, de posibilidad de transformación.
Dejar de hablar del FMI, de deuda externa, de riesgo país, de “stand by”, para pasar a discutir de jubilación estatal, ley de medios, matrimonio igualitario, uso de reservas y muchos otros temas que merecen aparecer es un buen síntoma de los tiempos que vivimos.
El reclamo, la protesta, la movilización, las manifestaciones son expresiones de una sociedad en transformación que trata de moldear su perfil. No es función del dirigente o del funcionario reprimir estas manifestaciones, sino interpretar y canalizar los reclamos. En mandatario es el pueblo, y las autoridades electas son mandantes del pueblo. Por esa razón, es una muestra de salud intelectual, que los jóvenes estudiantes porteños, en estos días, hayan alzado su voz con sus reclamos. Y hay que atenderlos, porque han tomado conciencia de su lugar en la sociedad, de sus derechos. En una ciudad rica como Buenos Aires, con un estado solvente, con presupuesto, no puede tener los problemas que tiene en el área de la educación pública.
Si esto es solo una manifestación esporádica, como fueron las asambleas barriales, pasará como otra anécdota urbana. Si es el renacer de un debate político entre los chicos, en los centros de estudiantes, en sus casas con los padres, en sus foros y clubes, hay una esperanza de contar con dirigentes capaces y una sociedad vigorosa en un futuro cercano. Si esto es así estaremos presenciando el principio del ocaso del conductor estrella que se mantuvo por dos décadas gracias a un público que prefiere el “no pensar”.
Esta última afirmación es algo optimista, hay que reconocerlo. Pero gracias a los optimistas el mundo avanza, no?
viernes, 9 de julio de 2010
9 de Julio - 194 años después

(discurso polifuncional para acto escolar o similar)
Hoy estamos celebrando un nuevo aniversario de la Declaración de la Independencia. El 9 de julio de 18 16, hace exactamente 194 años, en esta ciudad, entonces un pequeño pueblo de 12 manzanas, delegados de la mayoría de las provincias que formaban el ya extinto Virreinato del Río de la Plata, que estaban reunidos y debatiendo desde el 24 de marzo, dieron forma a la citada declaración. Hoy nos toca rememorar y homenajear ese momento fundacional de la historia patria.
Con el correr del tiempo, nuestro presente como sociedad, y por lo tanto la percepción de la realidad, va mutando con las circunstancias, y de igual manera nuestra forma de interpretar la historia. Como dijo una vez Juan Carlos Pugliese, distinguido legislador que presidió la cámara de diputados en los años 80, cuando recuperamos definitivamente la democracia, con su particular humor entre absurdo e irónico: “la Argentina puede tener un futuro incierto, pero su pasado es imprevisible”.
Justamente estos aniversarios sirven, cada año, para revisitar los acontecimientos y analizarlos desde nuestro presente, que es una consecuencia de lo que nos ocurrió en el pasado.
Para describir brevemente el contexto en que se desarrollaron los hechos de aquel 9 de julio podemos decir que las Provincias Unidas de América del Sud - todavía no se llamaba Argentina-, y que incluían lo que hoy es Bolivia, estaban en una situación crítica. Los realistas, que habían recuperado grandes porciones del continente, el norte (actual Venezuela), el altiplano y la capitanía de Chile, amenazaban las débiles fronteras del único bastión revolucionario que quedaba. San Martín trataba de armar su Ejército de los Andes en Mendoza y en el plano político interno había grandes conflictos de intereses, en especial con las provincias del litoral y la banda oriental, que bajo la influencia de Artigas, habían convocado a otro Congreso unos meses antes y que se negaron a mandar delegados a Tucumán.
Estos conflictos, propios de esa época en que un proyecto de país estaba recién naciendo, eran sorprendentemente similares a los que aún persisten en los debates políticos actuales, y que no hacen más que confirmarnos que no hemos resuelto todavía cuestiones básicas de nuestra organización como nación.
Producida la Revolución de Mayo, en 1810, dentro de los dirigentes de esa época, incluso en la Primera Junta, había un grupo de auténticos revolucionarios que soñaban con un país moderno, participativo, con educación, ciencias, industria y comercio, inclusión, mercado interno, distribución de riquezas. Este sector estaba enfrentado con otro sector que participó de la emancipación de España, pero que había prosperado y consolidado su poder económico y político con el sistema monárquico y no estaba dispuesto a renunciar a sus privilegios. Este último sector pudo imponer su poder y desplazar a los revolucionarios que soñaban con una república moderna: a los 9 meses de aquel 25 de Mayo el cuerpo de Mariano Moreno era arrojado en alta mar, y poco tiempo después Belgrano era destinado lejos, combatiendo a los realistas sin ningún apoyo en el alto Perú.
Seis años después, en el Congreso de Tucumán, estas disputas persistían. Las autoridades de Buenos Aires querían que San Martín abandonara sus proyectos de liberación y fuera al litoral a reprimir a las fuerzas de Artigas, que promovía los ideales republicanos, una profunda reforma en la posesión de las tierras y medidas que amenazaban los intereses de los grandes terratenientes que obtuvieron su riqueza gracias a su vinculación con la Corona y al contrabando. San Martín, en su grandeza, desobedeció esas órdenes y paralelamente apuró a los Congresales para que declarasen la independencia y se definiera rápidamente la situación del país.
Para 1816, después de la profunda crisis que significó la Revolución Francesa, las monarquías se estaban restaurando por todo el continente europeo. La única república que permanecía en el mundo eran los Estados Unidos. Las discusiones entre los republicanos y monárquicos se hacían cada vez más acaloradas dentro del Congreso. Nada se había avanzado desde 1810. Y todavía faltaban casi 40 años para que se consolide la organización nacional mediante la sanción de una Constitución.
Como la mayoría de los actos políticos “consensuados”, la Declaración finalmente acordada el 9 de julio entre los congresales era lo suficientemente vaga como para conformar a todos. El acta redactada ese día hablaba de “romper los violentos vínculos que la ligaban a los Reyes de España… sus sucesores y metrópoli” pero en ese momento no mencionaba nada sobre otras potencias, porque existían entre los Congresales quienes proponían pasar a depender de los portugueses, franceses o ingleses, como manera de garantizar la independencia de España.
Antes de pasar una copia de la declaración al Ejército, que estaba al mando de San Martín, de quien todos conocían sus firmes ideales independentistas y republicanos, el diputado Medrano, que presidía el Congreso, ordenó, en sesión secreta el 19 de julio, agregar las palabras “y de toda dominación extranjera” para evitar el enojo del patriota general, no tanto porque respetaban sus ideas, sino su poder de fuego.
Aunque suene absurdo, este nivel de debate aún persiste en sus formas: todavía escuchamos a varios de nuestros políticos clamar por “relaciones carnales” o alineamientos automáticos con potencias de turno, como manera de garantizar hipotéticas seguridades, inversiones y crecimientos que todavía esperamos. Estamos recién, como regresando de una enorme elipsis de 200 años, volviendo a debatir la realización, la independencia y la fundación de una gran nación latinoamericana que pueda, de una buena vez, integrar a sus pueblos, contener a sus ciudadanos, volver protagonistas a sus habitantes originarios, desplazados y saqueados por siglos. No es otra cosa que intentar realizar los sueños de nuestros más ilustres próceres, que fueron subvertidos durante demasiado tiempo, desechados, reemplazados por ideas más mezquinas.
San Martín y Belgrano, nuestros mayores próceres, fueron protagonistas también de este 9 de julio. El militar, desde su comandancia en Mendoza, estaba pendiente de las deliberaciones en Tucumán, escribiendo varias veces al diputado por Mendoza Godoy Cruz con recomendaciones y consultas. Belgrano, como sabemos, era un Congresal muy activo en Tucumán. Ambos tenían muy claro que la educación era la herramienta fundamental para hacer un país viable.
Sin artes, ciencia, agricultura y población las provincias unidas no se podrán constituir en república escribía San Martín en esos días. Belgrano ya había propuesto casi 20 años antes la educación estatal, gratuita y obligatoria. Estas ideas fueron dejadas de lado por décadas, y estos auténticos personajes murieron, uno en el exilio y el otro pobre y olvidado.
El 9 de Julio de 18 16 se declaraba la independencia de España, a nivel administrativo, político y militar, pero la auténtica independencia de un pueblo, que es el país real, se logra con la educación de sus habitantes. El saber da libertad, da independencia, posibilidades de realización personal. Esa es nuestra función en este ámbito, y ahora, que estamos trabajosamente recuperando un país que fue desvastado durante décadas, es importante tomar conciencia de este presente que vivimos, donde nos volvemos a mirar a la cara con nuestros vecinos, con quienes hemos compartido este trabajoso nacer como naciones y que recién ahora estamos descubriendo que nuestros problemas y sueños son los mismos, que podemos trabajar juntos como continente, que nos podemos complementar y lograr un auténtico desarrollo, sin tutelajes, sin organismos multilaterales, sin influencias homogénicas, esa “metrópoli” de la cual nos declaramos independientes hace 194 años. Uds. alumnos, a quienes va a pertenecer el futuro, tienen la irrepetible oportunidad de vivir y consolidar, quizás por primera vez, la auténtica independencia que en esta ciudad se declaraba, en un día soleado como hoy, el 9 de julio de 18 16.
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