Reflexiones Domingueras
Sentarme a escribir se ha vuelto
una tarea cada vez más pesada. Me ha provocado saludos entusiasmados de amigos
pero también contratiempos y hasta insultos de otros y de familiares, con
distanciamientos y corte de relaciones. Y eso que no me cansé de explicar que
los mío no va de personas ni de partidos sino de un conjunto de ideas y
valores. Por otra parte, es casi una constante que quienes más ladran por mis
opiniones no vuelcan una idea en sus muros, cooptados por perritos que cantan y
videos con méritos ajenos o puteadas preimpresas, en el mejor de los casos.
Quienes me leen saben que soy muy crítico del peronismo, entre otras razones
porque no responde a un conjunto de ideas concretas que pueden imprimir un
rumbo virtuoso al país sino de un rejunte de voluntades todas juntas por
razones diferentes y alevosamente contrapuestas. John W. Cooke y José López
Rega no pudieron ser más diferentes en sus ideas sin embargo estuvieron en la
mesa chica del general en sus momentos. Menem y Kirchner resultaron muy
diferentes y hasta opuestos en su manera de conducir el estado a pesar de las
fotos que los muestran juntos y a los abrazos justamente por estar bajo el
mismo paraguas del justicialismo. Celebré las elecciones del 2003 donde
radicales y peronistas iban con 3 candidatos por cabeza, porque a pesar de la
atomización, que no me parece saludable, el blanco indefinido que se había
convertido el color político de ambos se refractó en sus colores primarios
permitiendo elegir entre derecha, centro e izquierda sin convalidar con el voto
a uno de ellos las políticas del otro, aunque, como decía el sobrevaluado
general “son todos peronistas”.
Esta manera de pensar la política no por ideas sino por camisetas es lo que aró el campo para permitir que un gobierno absolutamente clasista y anti-popular como el PRO llegue al poder en elecciones libres. El partido de gobierno anterior, el Frente para la Victoria, se rehusó a todo debate posible, hasta que fue demasiado tarde, porque estaba jugando en el campo “nosotros versus ellos” que le planteó la oposición de entonces para centrar la discusión en el estilo y las formas, campos donde el cristinismo hacía aguas, y no en el campo de las ideas. Cuando Scioli trató de hacer hincapié en el conjunto de ideas y propuestas, el enjerto de Cambiemos simplemente empezó a repetir que esas eran las suyas también, prometiendo cosas que sabía perfectamente que no iba a cumplir: conservar los puestos de trabajo, los programas sociales y los beneficios de la gestión anterior. Con respecto a la corrupción y a los estilos, expresé en enero del 2015 que era un error votar en función de esas consignas ya que los gobiernos corruptos eran una constante y no saldríamos de eso hasta que el ciudadano medio, ya sea por ejemplo de las autoridades o por iluminación divina, cambie su manera de proceder y se convierta en un miembro probo de la sociedad. Aquí unos ejemplos. En 1999 la Alianza llega al poder por el carisma del Chacho Alvarez, principalmente, y no por la avalancha de votos radicales que ya se veían escuálidos desde 1995, con el fiasco de Massachesi como candidato. Ya entonces la fórmula de Bordón-Chacho había superado los 5 millones de votos y era la segunda fuerza nacional, mostrando lo que yo siempre digo: la principal oposición a un gobierno peronista proviene del peronismo. Eso en 2013 se repitió con la buena elección del Massa. Cuando Chacho descubrió las coimas en el Senado promovidas por su propia fuerza política, levantó la voz y la denunció. Pensaba que con el tema sobre la mesa el gobierno de De la Rúa, que había hecho de la lucha contra la corrupción su caballito de batalla en la campaña, rectificaría su proceder. Pero ocurrió lo contrario: De la Rúa respaldó la corrupción y Chacho optó por presentar la renuncia. Yo le señalé por correspondencia al Chacho lo que yo pensé fueron errores estratégicos por parte de él antes y durante la gestión aliancista pero rescato hasta el día de hoy su actitud inflexible contra la corrupción. No hizo plata con la política y renunciado debió volver a sus clases de historia para vivir. Hoy Chacho no tiene carrera política alguna, es un personaje olvidado y paralelamente muchos funcionarios de ese corrupto gobierno están hoy de nuevo en funciones. Esto es prueba fehaciente que el argentino medio no valora la honestidad como pergamino al momento de elegir dirigentes.
Al FpV se le criticó el manejo discrecional de cuentas públicas, la corrupción en la adjudicación de obras, la falta de diálogo con la oposición, el estilo autoritario de manejarse, la injerencia en la justicia, la colocación de parientes y amigos en cargos jugosos del estado y el de subordinar a gobernadores con el chantaje del presupuesto. Este nuevo gobierno que vino a cambiar todo hace exactamente esto, hasta en los más mínimos detalles. Cambiaron los nombres pero las costumbres son las mismas. Esto confirma mi predicción de hace más de un año: no era la corrupción el motivo para emitir el voto. Todos son corruptos. Cuando realmente nos interese el tema, cuando se castigue realmente al corrupto con su voto, entonces tendremos gobiernos más honestos. Antes no. Esta lamentable realidad es la que nos hace mirar con envidia, desazón o perplejidad, según el carácter del observador, como sociedades como las nórdicas o algunas asiáticas pueden progresar y alcanzar niveles de integración que a nosotros nos resultan esquivos. Son los ciudadanos, ahí radica la diferencia. Es difícil, sin embargo, afirmar que ahí radica el embrión del problema. Ese dato primigenio es a su vez consecuencia. Un continente conquistado a fuerza de rapiña y destrucción y repartido a placer de reyes y millonarios difícilmente conciba ciudadanos probos y conformes con su dirigencia. Es un tema para largo y lleno de subjetividades. Hoy simplemente quiero destacar que todos esos confiados votantes que pensaban que empoderaban (como está de moda decir) a un gobierno probo porque usó la corrupción como cencerro de campaña, voy viven inmersos en un presente que conserva intacto o incluso potenciado todo lo peor que tuvieron en común los gobiernos argentinos. Pero encima en este caso, la legalidad del voto les permite “transferir”, por no decir robar, grandes riquezas en la dirección de sus propios intereses dejando cientos de miles de familias en peores condiciones o simplemente al margen gracias a la desocupación y a la merma de ingresos. Como mintieron con las consignas de campaña, no es difícil deducir que esa payasada de explicar la enorme inflación actual como una “herencia” cuando se tomaron medidas maco-económicas radicales ni bien se asumieron, también lo sea. Si nos llevamos de lo que expresan lo medios salimos del peor gobierno de la historia argentina para estar hoy en manos de los más geniales y honestos, dialoguistas y tolerantes. Eso es el discurso. Divierte ver a Leuco insistir todos los días con literalmente este mensaje mientras Nelson Castro, con un encono personal de años contra Macri, no puede con su genio y destroza suavemente con su canción a la gestión que llegó al poder entre otras cosas por su constante prédica contra Cristina. Repito, me faltan ganas de escribir y lo hago con esfuerzo porque este sistema político marmolado argentino donde todo es una parte de todo, separar en blanco y negro es una imposibilidad. Yo me recluyo en mi oficinita donde genero las ideas y los escasos recursos que me mantienen a flote y al menos una vez a la semana los comparto con mis amigos, que en proporciones similares me putean y aplauden. Esa partecita del espíritu de mi carácter no la quiero abandonar. Feliz domingo.
Esta manera de pensar la política no por ideas sino por camisetas es lo que aró el campo para permitir que un gobierno absolutamente clasista y anti-popular como el PRO llegue al poder en elecciones libres. El partido de gobierno anterior, el Frente para la Victoria, se rehusó a todo debate posible, hasta que fue demasiado tarde, porque estaba jugando en el campo “nosotros versus ellos” que le planteó la oposición de entonces para centrar la discusión en el estilo y las formas, campos donde el cristinismo hacía aguas, y no en el campo de las ideas. Cuando Scioli trató de hacer hincapié en el conjunto de ideas y propuestas, el enjerto de Cambiemos simplemente empezó a repetir que esas eran las suyas también, prometiendo cosas que sabía perfectamente que no iba a cumplir: conservar los puestos de trabajo, los programas sociales y los beneficios de la gestión anterior. Con respecto a la corrupción y a los estilos, expresé en enero del 2015 que era un error votar en función de esas consignas ya que los gobiernos corruptos eran una constante y no saldríamos de eso hasta que el ciudadano medio, ya sea por ejemplo de las autoridades o por iluminación divina, cambie su manera de proceder y se convierta en un miembro probo de la sociedad. Aquí unos ejemplos. En 1999 la Alianza llega al poder por el carisma del Chacho Alvarez, principalmente, y no por la avalancha de votos radicales que ya se veían escuálidos desde 1995, con el fiasco de Massachesi como candidato. Ya entonces la fórmula de Bordón-Chacho había superado los 5 millones de votos y era la segunda fuerza nacional, mostrando lo que yo siempre digo: la principal oposición a un gobierno peronista proviene del peronismo. Eso en 2013 se repitió con la buena elección del Massa. Cuando Chacho descubrió las coimas en el Senado promovidas por su propia fuerza política, levantó la voz y la denunció. Pensaba que con el tema sobre la mesa el gobierno de De la Rúa, que había hecho de la lucha contra la corrupción su caballito de batalla en la campaña, rectificaría su proceder. Pero ocurrió lo contrario: De la Rúa respaldó la corrupción y Chacho optó por presentar la renuncia. Yo le señalé por correspondencia al Chacho lo que yo pensé fueron errores estratégicos por parte de él antes y durante la gestión aliancista pero rescato hasta el día de hoy su actitud inflexible contra la corrupción. No hizo plata con la política y renunciado debió volver a sus clases de historia para vivir. Hoy Chacho no tiene carrera política alguna, es un personaje olvidado y paralelamente muchos funcionarios de ese corrupto gobierno están hoy de nuevo en funciones. Esto es prueba fehaciente que el argentino medio no valora la honestidad como pergamino al momento de elegir dirigentes.
Al FpV se le criticó el manejo discrecional de cuentas públicas, la corrupción en la adjudicación de obras, la falta de diálogo con la oposición, el estilo autoritario de manejarse, la injerencia en la justicia, la colocación de parientes y amigos en cargos jugosos del estado y el de subordinar a gobernadores con el chantaje del presupuesto. Este nuevo gobierno que vino a cambiar todo hace exactamente esto, hasta en los más mínimos detalles. Cambiaron los nombres pero las costumbres son las mismas. Esto confirma mi predicción de hace más de un año: no era la corrupción el motivo para emitir el voto. Todos son corruptos. Cuando realmente nos interese el tema, cuando se castigue realmente al corrupto con su voto, entonces tendremos gobiernos más honestos. Antes no. Esta lamentable realidad es la que nos hace mirar con envidia, desazón o perplejidad, según el carácter del observador, como sociedades como las nórdicas o algunas asiáticas pueden progresar y alcanzar niveles de integración que a nosotros nos resultan esquivos. Son los ciudadanos, ahí radica la diferencia. Es difícil, sin embargo, afirmar que ahí radica el embrión del problema. Ese dato primigenio es a su vez consecuencia. Un continente conquistado a fuerza de rapiña y destrucción y repartido a placer de reyes y millonarios difícilmente conciba ciudadanos probos y conformes con su dirigencia. Es un tema para largo y lleno de subjetividades. Hoy simplemente quiero destacar que todos esos confiados votantes que pensaban que empoderaban (como está de moda decir) a un gobierno probo porque usó la corrupción como cencerro de campaña, voy viven inmersos en un presente que conserva intacto o incluso potenciado todo lo peor que tuvieron en común los gobiernos argentinos. Pero encima en este caso, la legalidad del voto les permite “transferir”, por no decir robar, grandes riquezas en la dirección de sus propios intereses dejando cientos de miles de familias en peores condiciones o simplemente al margen gracias a la desocupación y a la merma de ingresos. Como mintieron con las consignas de campaña, no es difícil deducir que esa payasada de explicar la enorme inflación actual como una “herencia” cuando se tomaron medidas maco-económicas radicales ni bien se asumieron, también lo sea. Si nos llevamos de lo que expresan lo medios salimos del peor gobierno de la historia argentina para estar hoy en manos de los más geniales y honestos, dialoguistas y tolerantes. Eso es el discurso. Divierte ver a Leuco insistir todos los días con literalmente este mensaje mientras Nelson Castro, con un encono personal de años contra Macri, no puede con su genio y destroza suavemente con su canción a la gestión que llegó al poder entre otras cosas por su constante prédica contra Cristina. Repito, me faltan ganas de escribir y lo hago con esfuerzo porque este sistema político marmolado argentino donde todo es una parte de todo, separar en blanco y negro es una imposibilidad. Yo me recluyo en mi oficinita donde genero las ideas y los escasos recursos que me mantienen a flote y al menos una vez a la semana los comparto con mis amigos, que en proporciones similares me putean y aplauden. Esa partecita del espíritu de mi carácter no la quiero abandonar. Feliz domingo.