Reflexiones Domingueras
Se armaron lindos debates
respecto de los eventos recientes en Francia, Nigeria y en el pago chico. Los
desfruto y me parecen constructivos, aunque algunos se ofuscan tratando de
defender sus posturas, sin saber que son eso meramente: posturas. Arrimarse al
debate con eso en mente permite disfrutar del mismo, del intercambio de ideas.
Yo participé convencido de lo que pienso y sin embargo incorporé perspectivas
descuidadas originalmente que ampliaron mi panorama. Este es un año electoral y
sería saludable el debate, en general, sobre lo que nos pasa, presente y
futuro.
Esto me trajo a la memoria un
episodio vivido hace casi 30 años. Justamente un debate, televisivo en este
caso. Es ilustrativo mostrar las posturas existentes en la época y explica un
poco por qué sostengo con cierta vehemencia mi postura actual. Un músico amigo,
que no nombraré, pero algún memorioso sabrá, tuvo la amabilidad de invitarme a
participar de un debate en Canal 8, cuando era, junto con el canal 10, los únicos
canales que se podían ver. El tema: el himno nacional grabado recientemente por
Charly García. Mi amigo me pasó a buscar en su auto para llevarme al canal. Y en
el camino empezamos a hablar del tema. Yo, distendidamente, iba relatando mi
postura, me parecía una brisa de frescura, una expresión respetuosa y una forma
de hacer propia un tema musical que tanto nos representa, sacarlo de los ámbitos
acartonados y hacerlo accesible a una juventud que está participando el política
por primera vez, la primavera democrática y la mar en coche. Mi amigo coincidía
absolutamente con mi punto de vista y me imaginaba a ambos defendiendo, como músicos
del rock, a Charly ante los inevitables indignados de que alguien se haya
atrevido a mancillar los sacrosantos símbolos patrios. Llegamos al canal y en
muy poco tiempo se arma el panel de invitados y nos ubicamos en torno a una típica
mesa redonda, como un donut con un mordisco, muy parecido a la disposición de
6,7,8. El conductor de pie. Y comienzan a rodar las cámaras. El conductor
comienza hablando del himno, de una ley de la época de Alvear, pasa una parte
del himno al aire, pidiendo disculpas a los televidentes ante semejante
afrenta. No tenía dudas de su postura ante el tema. Mientras afilaba
mentalmente argumentos para contrarrestar los planteos del conductor, estudiaba
al resto de los panelistas: a mi lado, una escritora serial de cartas al
director que encontraba motivos de queja desde el día que asumió Alfonsín como
presidente democrático, así que su punto de vista no me iba a sorprender, el
integrante de un conocidísimo dúo folklórico cuyo punto de vista desconocía,
pero me esperanzaba siendo él músico, un político conservador asiduo al canal
también nostálgico del régimen militar y mi amigo músico. Batalla dura preveía.
El debate comienza con la
intervención del folklorista. Expresa inmediatamente su más absoluta indignación.
Y como propuesta concreta aporta la prohibición total de la difusión del himno
de Charly y literalmente “recorrer en un vehículo disquería por disquería
secuestrando todas las copias del disco en cuestión”. Se trataba del álbum “Filosofía
barata y Zapatos de Goma” cuyo mero título era una confirmación de la total falta
de respeto al sagrado símbolo patrio. No pude contener la risa de su propuesta,
pero el resto del panel la tomaba seriamente. Mi vecina planteaba metafóricamente
“cavar trincheras para resistir el avance” de estos irrespetuosos que pretendían
copar el país. Ahí me animé a meter el primer cometario: “señora, acabamos de
zafar de un estado militarista que nos llevó al desastre, me parece poco feliz
proponer ‘trincheras’ para defenderse de una expresión musical”.
Llegó el turno de mi amigo el músico
y esperaba los argumentos que habíamos consentido en su auto. El conductor,
para habilitar su intervención, le pregunta concretamente, además de su opinión,
si la versión de Charly no viola la ley que impone la tonalidad si bemol para el
himno. Responde que la versión de Charly sí coincide en la tonalidad,
cumpliendo con ese aspecto de la ley. Pero a continuación explica que la versión
de Charly es eso, la versión de Charly, que de ninguna manera representa su
manera de ver el himno, ni las cosas en general. Coincide que es una falta de
respeto y se suma al coro polifónico de críticas unánime del panel. Aparte de
la sorpresa de oír radical cambio respecto de lo expresado anteriormente, me
doy cuenta de que quedé absolutamente solo con mi punto de vista. A la final,
como diría Gasalla, me llega el turno de opinar. Siendo el menos conocido del
panel, me dejaron para el último. Salgo hablando de la libertad de expresión,
de los años de silencio impuesto, de lo que Charly representa para mi generación
y su rol como voz de los silenciados durante los años de plomo, del
acercamiento del himno a la juventud y finalmente, algo indignado con los
contertulios, comento de cómo nos desgarramos las vestiduras cuando se falta el
respeto a “los símbolos patrios” pero cuando se falta el respeto a la propia
patria, que somos los ciudadanos, ninguno del panel pareció indignarse. Por
supuesto que la conclusión del conductor, que la hizo ya concluido el debate y
en ausencia del panel, apoyaba la censura al himno y ninguneaba mi punto de
vista. A 30 años de ese debate, popularizado el himno de Charly, cantado en
escuelas públicas y transmitido por cadenas oficiales y con muchísima agua bajo
los puentes, reivindico mi solitaria postura y celebro que haya resistido el
paso del tiempo. Hoy estamos lejos de esos planteos, pero los sucesos actuales
me encuentran en el mismo lugar. Soy otra persona, muy difícil de sentirme un
inseguro pibe de 20 y pico de años y por ahí me encuentro renegando de errores
diversos que cometí a lo largo de los años, pero hoy quise palmarme el hombro por
uno de esos eventos con los cuales me puedo aun sentirme identificado. Creo que
la libertad de expresión fue un logro, no fácil ni barato, y lo seguiré
defendiendo como lo hice toda mi vida. No era el único ni mucho menos. Al
volver a casa recibí muchas llamadas de amigos, incluso algunos llegaron para
saludarme personalmente y puedo garantizar que no estaba solo cuando defendía
mis ideas y por eso pudieron convertirse en sentido común con las décadas. Hoy
volvemos a debatirlas, pero es diferente defenderlas desde la casilla del medio
que desde la periferia. Escucho otras voces, las comprendo y las tolero, pero
la mía también tiene sus fundamentos y pretendo el mismo respeto.
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