COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

sábado, 17 de enero de 2015

El tiempo, la razón y la libertad de expresión.

Reflexiones Domingueras

Se armaron lindos debates respecto de los eventos recientes en Francia, Nigeria y en el pago chico. Los desfruto y me parecen constructivos, aunque algunos se ofuscan tratando de defender sus posturas, sin saber que son eso meramente: posturas. Arrimarse al debate con eso en mente permite disfrutar del mismo, del intercambio de ideas. Yo participé convencido de lo que pienso y sin embargo incorporé perspectivas descuidadas originalmente que ampliaron mi panorama. Este es un año electoral y sería saludable el debate, en general, sobre lo que nos pasa, presente y futuro.
Esto me trajo a la memoria un episodio vivido hace casi 30 años. Justamente un debate, televisivo en este caso. Es ilustrativo mostrar las posturas existentes en la época y explica un poco por qué sostengo con cierta vehemencia mi postura actual. Un músico amigo, que no nombraré, pero algún memorioso sabrá, tuvo la amabilidad de invitarme a participar de un debate en Canal 8, cuando era, junto con el canal 10, los únicos canales que se podían ver. El tema: el himno nacional grabado recientemente por Charly García. Mi amigo me pasó a buscar en su auto para llevarme al canal. Y en el camino empezamos a hablar del tema. Yo, distendidamente, iba relatando mi postura, me parecía una brisa de frescura, una expresión respetuosa y una forma de hacer propia un tema musical que tanto nos representa, sacarlo de los ámbitos acartonados y hacerlo accesible a una juventud que está participando el política por primera vez, la primavera democrática y la mar en coche. Mi amigo coincidía absolutamente con mi punto de vista y me imaginaba a ambos defendiendo, como músicos del rock, a Charly ante los inevitables indignados de que alguien se haya atrevido a mancillar los sacrosantos símbolos patrios. Llegamos al canal y en muy poco tiempo se arma el panel de invitados y nos ubicamos en torno a una típica mesa redonda, como un donut con un mordisco, muy parecido a la disposición de 6,7,8. El conductor de pie. Y comienzan a rodar las cámaras. El conductor comienza hablando del himno, de una ley de la época de Alvear, pasa una parte del himno al aire, pidiendo disculpas a los televidentes ante semejante afrenta. No tenía dudas de su postura ante el tema. Mientras afilaba mentalmente argumentos para contrarrestar los planteos del conductor, estudiaba al resto de los panelistas: a mi lado, una escritora serial de cartas al director que encontraba motivos de queja desde el día que asumió Alfonsín como presidente democrático, así que su punto de vista no me iba a sorprender, el integrante de un conocidísimo dúo folklórico cuyo punto de vista desconocía, pero me esperanzaba siendo él músico, un político conservador asiduo al canal también nostálgico del régimen militar y mi amigo músico. Batalla dura preveía.
El debate comienza con la intervención del folklorista. Expresa inmediatamente su más absoluta indignación. Y como propuesta concreta aporta la prohibición total de la difusión del himno de Charly y literalmente “recorrer en un vehículo disquería por disquería secuestrando todas las copias del disco en cuestión”. Se trataba del álbum “Filosofía barata y Zapatos de Goma” cuyo mero título era una confirmación de la total falta de respeto al sagrado símbolo patrio. No pude contener la risa de su propuesta, pero el resto del panel la tomaba seriamente. Mi vecina planteaba metafóricamente “cavar trincheras para resistir el avance” de estos irrespetuosos que pretendían copar el país. Ahí me animé a meter el primer cometario: “señora, acabamos de zafar de un estado militarista que nos llevó al desastre, me parece poco feliz proponer ‘trincheras’ para defenderse de una expresión musical”.  

Llegó el turno de mi amigo el músico y esperaba los argumentos que habíamos consentido en su auto. El conductor, para habilitar su intervención, le pregunta concretamente, además de su opinión, si la versión de Charly no viola la ley que impone la tonalidad si bemol para el himno. Responde que la versión de Charly sí coincide en la tonalidad, cumpliendo con ese aspecto de la ley. Pero a continuación explica que la versión de Charly es eso, la versión de Charly, que de ninguna manera representa su manera de ver el himno, ni las cosas en general. Coincide que es una falta de respeto y se suma al coro polifónico de críticas unánime del panel. Aparte de la sorpresa de oír radical cambio respecto de lo expresado anteriormente, me doy cuenta de que quedé absolutamente solo con mi punto de vista. A la final, como diría Gasalla, me llega el turno de opinar. Siendo el menos conocido del panel, me dejaron para el último. Salgo hablando de la libertad de expresión, de los años de silencio impuesto, de lo que Charly representa para mi generación y su rol como voz de los silenciados durante los años de plomo, del acercamiento del himno a la juventud y finalmente, algo indignado con los contertulios, comento de cómo nos desgarramos las vestiduras cuando se falta el respeto a “los símbolos patrios” pero cuando se falta el respeto a la propia patria, que somos los ciudadanos, ninguno del panel pareció indignarse. Por supuesto que la conclusión del conductor, que la hizo ya concluido el debate y en ausencia del panel, apoyaba la censura al himno y ninguneaba mi punto de vista. A 30 años de ese debate, popularizado el himno de Charly, cantado en escuelas públicas y transmitido por cadenas oficiales y con muchísima agua bajo los puentes, reivindico mi solitaria postura y celebro que haya resistido el paso del tiempo. Hoy estamos lejos de esos planteos, pero los sucesos actuales me encuentran en el mismo lugar. Soy otra persona, muy difícil de sentirme un inseguro pibe de 20 y pico de años y por ahí me encuentro renegando de errores diversos que cometí a lo largo de los años, pero hoy quise palmarme el hombro por uno de esos eventos con los cuales me puedo aun sentirme identificado. Creo que la libertad de expresión fue un logro, no fácil ni barato, y lo seguiré defendiendo como lo hice toda mi vida. No era el único ni mucho menos. Al volver a casa recibí muchas llamadas de amigos, incluso algunos llegaron para saludarme personalmente y puedo garantizar que no estaba solo cuando defendía mis ideas y por eso pudieron convertirse en sentido común con las décadas. Hoy volvemos a debatirlas, pero es diferente defenderlas desde la casilla del medio que desde la periferia. Escucho otras voces, las comprendo y las tolero, pero la mía también tiene sus fundamentos y pretendo el mismo respeto.          

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