COMENTARIOS PARA LECTORES OCASIONALES

Inauguré este sitio con 5 artículos que ya tenía escritos, entre 2003 y 2005. Algunos analizaban un momento particluar y pueden sonar desactualizados, pero en la mayoría de los casos son hechos cuyos efectos perduran.
A partir de ahí voy subiendo mis comentarios que considero más interesantes para el público interesado en temas políticos. En general tratan temas de política internacional, de Argentina y Latinoamérica. Muy rara vez escribo sobre la política local de mi provincia, Tucumán.
Espero que disfruten del blog.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Lo que es y lo que digo que es....


En una carta a un grupo de egresados de mi querido colegio secundario, el Instituto Técnico, fechada en septiembre de 2002, varios meses antes de las elecciones presidenciales del año 2003, mencioné, como uno de los escollos más importantes a vencer por el próximo gobierno si deseaba ser realmente transformador, a la prensa corporativa. A esta la iba a tener sistemáticamente en contra. La carta en realidad era un artículo algo apresurado y elíptico que comparaba a un hipotético gobierno débil y nuevo con la situación del equipo argentino de Copa Davis, que en esos días perdió una heroica semi-final en Moscú. (hoy se puede ver el artículo aquí)
Celebro haber hecho esa afirmación y en ese momento, cuando Nestor Kirchner era simplemente otra opción dentro de una interna peronista (que fiinalmente no se hizo, ver: Elecciones Presidenciales 2003) y ni siquiera la que mejor medía en ese momento. Este tema en sí merece un comentario propio, pero lo quería incluir aquí ya que es un ejemplo de como un grupo con poder puede exigir a extraños comportamientos y éticas que no puede exhibir como propios, simplemente porque "puede."
Hoy leo que un vocero del Departamento de Estado de USA critica duramente el reconocimiento por parte de Brasil, Uruguay y Argentina del Estado de Palestina. Y uno de sus argumentos de crítica es haber formalizado el reconocimiento sin haber exigido un cese de hostilidades por parte de los palestinos, convalidando la violencia como método de presión política.
Yo en lo personal estoy de acuerdo en que la violencia, y en particular, el poder de fuego de una de las partes no es forma de imponer razones. Como ejemplo cito lo de Malvinas. Lo que me parece inaceptablemente cínico es que esa afirmación provenga de un vocero del gobierno de los Estados Unidos, que hizo de la violencia su herramienta política por excelencia durante el siglo XX y lo que va de éste. (Puedo no poner el acento en éste según las nuevas normas de la RAE, pero soy chapado a la antigua para algunas cosas).
Pero por suerte, para la comunidad de naciones, los Estados Unidos ya no son lo que eran y eso se nota. Lejos de ese liderazgo occidental indiscutido de la época de la guerra fría, hoy el mundo está más informado, indescriptiblemente más comunicado, y las huellas de una vida dispendiosa, guerras crónicas, falta de vuelo político y problemas estructurales están más a la vista. La otrora potencia y nave insignia de occidente, hoy me asemeja a esa señora ya entrada en años, que conserva la pose de épocas mejoras, con algunas joyas aun colgadas, los vestidos algo demodé, que los más jóvenes miran con algo de respeto pero en el fondo no la toman tan en serio. Latinoamérica siguió su propio rumbo, Europa se considera, con bastante razón, estar más evolucionada socialmente así que no presta demasiada atención a sus tendencias culturales (ya hace décadas vimos el escandaloso fracaso de la Disneylandia francesa), y oriente crece a tambor batiente por su lado. China es como ese nuevo rico de la cuadra, que periódicamente le presta dinero a la señora decadente para que no se prive de algunos de sus gustos de otras épocas, sabiendo que tarde o temprano se quedará con mucho de los bienes de la señora, que no da muestras muy concretas de poder devolver los préstamos que se vinieron engordando con los años.
Viendo lo que pasa en la vereda rica de la cuadra, hay que reconocer que en este lado, llamemos así a nuestro querido continente, las cosas se viven con llamativa racionalidad, a pesar de muchas opiniones: números que cierran, crecimiento sostenido, lenta mejoría de los desastrosos índices sociales, convivencia en paz de sus países miembros. Algo tan sereno y gratificante para una región castigada por siglos, ahora en manos de sus propios habitantes. No me la contaron, me tocó vivir esas épocas en que el solo hecho de romper con el FMI era un sueño irrealizable, esa región "violentamente dulce" de Cortázar, la de las "venas abiertas" de Galeano.
Hoy respiro hondo, me lleno los pulmones de un aire de frescura y orgullo, miro la vereda de enfrente, la que me producía envidia y frustración, y me da tanta tranquilidad saber que habito aquí, ahora, en este lado de la calle, y siento la enorme satisfacción de percibir que eso es resultado de nuestro esfuerzo, de años de prédica, de sacrificios, de amigos muertos, de causas perdidas...
Hoy ser latinoamericano me suena bien, inmensamente bien...






martes, 19 de octubre de 2010

Reagan – Tinelli, encontrando el hilo conductor.


Luis Corvalán, septiembre de 2010
La tan mentada década del 70 significó tanto para nuestro país como para el el mundo grandes convulsiones, crisis y conflictos de todo tipo. Fenómenos desconectados entre sí en sus génesis fueron, con los años, confluyendo en sus efectos de tal forma que hoy resulta tentador buscar los vasos comunicantes que vinculan de alguna manera hechos que surgieron de manera aislada.
Michael Moore en su reciente documental sobre el capitalismo, ubica un momento histórico puntual como el inicio de una transformación, para mal, en las ideas que culmina con la profunda crisis de fines del 2008 coincidiendo con el triunfo, impensado meses antes, de un presidente negro y progresista en las elecciones presidenciales norteamericanas de noviembre de ese año. El evento en cuestión es la llegada a la presidencia de Ronald Reagan a principios de los 80 con un discurso que logra convencer a su pueblo y luego al mundo que la codicia es una virtud.
La era Reagan, que arranca en 1981 luego de una década de decadencia en el imperio americano, que incluye la crisis del petróleo con su enorme efecto en la calidad de vida del ciudadano medio, obligando al país a abandonar el patrón oro como sostén de la moneda desatando una fuerte inflación, el escándalo Watergate que se lleva puesto por primera vez en su historia a un presidente en ejercicio y la humillante derrota militar de Vietnam, incluyendo otros episodios menores. Estos hitos, ocurridos todos en un muy breve lapso, dieron la sensación al pueblo americano de un sentimiento de haber “tocado fondo” de alguna manera.
Reagan aparece con su política de liberalismo económico recargada y la codicia como zanahoria para traccionar los alicaídos negocios, disminuyendo cargas impositivas para los más ricos, abandonando planes sociales y todo tipo de intervención estatal a favor de las clases pobres y marginadas. Su matemática simple era que con los votos de los ricos, clases medias y medias altas más los que aspiran a entrar algún día en esas categorías era más que suficiente para ganar elecciones en un país con niveles de vida históricamente altos.
Coincidiendo en el tiempo, Margaret Thatcher era el reflejo inglés de estas políticas y entre ambos guiaron al mundo a un liberalismo extremo, en políticas y en conciencias. En este contexto los EE.UU. presionan el acelerador de la carrera armamentista y empieza a poner en evidencia las grietas económicas y de gestión del vetusto aparato soviético. Para fines de esa década cae el muro de Berlín y los analistas políticos occidentales interpretan esto como el triunfo del capitalismo por sobre el comunismo.
En ese ínterin, en la Argentina ocurría lo suyo: desde 1976 gobernaba la peor dictadura de la historia. Su ideólogo civil en lo económico, José Alfredo Martínez de Hoz era miembro de la Trilateral Comissión. Esta agrupación era la impulsora del concepto de “división internacional del trabajo” que asignaba a cada país un rol determinado en lo productivo según sus características. A la Argentina le tocaba ser proveedora de granos, carne y una mínima agroindustria, ramas en que la consideraban competitiva. Las demás industrias debían sucumbir si no lograban sobrevivir sin protecciones, con un dólar subvaluado y un mercado abierto al mundo.
Luego de siete años de sistemática destrucción del aparato productivo argentino, construido durante décadas por miles de pequeños y medianos emprendedores que formaban en una verdadera burguesía nacional, la mayoría desaparecieron y alguno que otro, en su afán por sobrevivir, transformaron sus fábricas en depósitos y se convirtieron en importadores de lo que antes fabricaban.
Con el país endeudado y destruido, con una guerra perdida, una generación diezmada, una desocupación preocupante y una inflación crónica, se recupera la democracia y la república a fines de 1983.
Raúl Alfonsín asume en pleno apogeo de las ideas de Ronald Reagan y Margaret Thatcher gobernando occidente. Con dignas intenciones en lo político, promoviendo el juicio a las juntas militares que acababan de abandonar el poder, trataba de consolidar las instituciones y de convencer a un pueblo, que desde 1930 venía viviendo entre gobiernos civiles y militares, que la democracia además de un sistema de gobierno es un valor en sí mismo y que su abandono tiene consecuencias literalmente trágicas.
Pero en el aspecto económico no puede avanzar. Con un país desarticulado en lo productivo, desbalanceado y endeudado en lo económico y aislado en su negociación con los acreedores, ya que su proyecto de formar un club de deudores fue enérgicamente rechazado por éstos y sin colegas en la región con el coraje necesario para secundarlo, debe arriar sus banderas y abandonar sus promesas electorales. No se reabren las fábricas, el crédito no existe, no logra impulsar la educación y la salud públicas, ni siquiera logra recuperar el nivel de vida previo a Martínez de Hoz, algo que quedaría en el imaginario colectivo como lejano recuerdo de tiempos mejores.
Sobre el final del mandato de Alfonsín, el poder económico, coordinado por el que sería el artífice del retorno explícito a los postulados de Martínez de Hoz en la siguiente década, Domingo Cavallo, produce un fenomenal golpe de mercado que genera un proceso hiperinflacionario que deja el país sumergido en una pobreza sin precedentes y lo expulsa del gobierno seis meses antes. De paso se da un mensaje claro al presidente electo, haciéndole saber dónde está el poder real en la Argentina.
Tan convincente es el mensaje que el nuevo presidente Carlos Menem, para garantizar su gobernabilidad, entrega el Ministerio de Economía a uno de los grupos económicos más poderosos de esa época: Bunge & Born.
El inicio de su mandato coincide con la mencionada caída del Muro de Berlín. Con Fukuyama declarando el “fin de las ideologías” y el consenso de Washington formalizando el nuevo liberalismo a ser aplicado a todos los países que pretendan algún tipo de pertenencia a o asistencia de los organismos multilaterales de crédito, se institucionaliza el “pensamiento único”. El debate político, el intercambio de ideas, los sueños transformadores, pasan a ser cosas absolutamente “demodé”. Impera el dicho “el que piensa…pierde!”
Y la deuda todavía sin pagar. De ahí al festival que liquidaría los bienes del estado construido con el esfuerzo de generaciones de argentinos había solo un paso.
En ese contexto, surge un joven y fresco conductor que a la medianoche de la recientemente privatizada televisión se dedica a pasar videos y “bloopers” (palabra que conocimos gracias a él) divertidos. Comienza a captar adeptos a ese formato que no requiere de autores, ni guionistas, ni actores, ni ensayos ni elaboradas producciones. Es el ideal del nuevo capitalismo salvaje que comienza a inundar a la sociedad y sus conciencias: minimizar gastos, optimizar ganancias…nace un nuevo fenómeno nacional: “Video Match”.
Sobre el campo arado por la dictadura, que disolvió sindicatos, centros de estudiantes, prohibió la política y reprimió con la tortura y la muerte cualquier tipo de activismo, incluso un simple reclamo por un boleto estudiantil, surgen las nuevas generaciones de jóvenes con nulas inquietudes políticas. Esto será la base de sustentación del “pensamiento único” reinante en la década del 90. La economía en “piloto automático” por años mientras se cerraban empresas, trepaba el desempleo, se deterioraba la educación y la salud pública, la desaparición del ferrocarril, la explotación de hidrocarburos pasando a manos privadas, mayoritariamente extranjeras y tantas otras privatizaciones como la del agua potable o aerolíneas solo se explica por la existencia de sindicatos dóciles y un pueblo desmovilizado, desinteresado, conformista y convencido de que la política había pasado de moda.
Sólo en semejante panorama se entiende el encumbramiento de un personaje tan chato, mediocre y chabacano como Marcelo Tinelli, amo absoluto del rating televisivo.
El modelo único finalmente mostró su inviabilidad y la obstinación por mantenerlo vigente no hizo otra cosa que aumentar el estrépito de su caída. El estallido de diciembre de 2001 que se llevó puesto a cuatro presidentes en una semana, puso al pueblo en la calle por primera vez en años. Todos, no ya sectores, salieron a manifestarse. Parecía que volvía la política. Fue una ilusión linda. Cuando lo peor de la crisis pasó, las asambleas barriales, que fueron la consecuencia de esa participación popular, desaparecieron con la misma velocidad con que nacieron. Pero al menos era una señal, el pueblo mostraba pulso, tenía aún capacidad de reacción.
La salida de la convertibilidad permitió al país volver a producir. Por varios años anduvimos abocados a acomodar los números. Reducir un intolerable nivel de desempleo, recomponer salarios, disfrutar por primera vez en mucho tiempo de superávit de números, dar la espalda al FMI, en una palabra, convertir a la Argentina en un país viable. Incluso prolijar algunas calamidades de los 90 como fue la Corte Suprema de Justicia. La cosa iba poniéndose interesante. En eso estábamos cuando en marzo del 2008 estalló el conflicto del campo. Fue un hecho serio que desembocó en grave por el grado de conflictividad y polarización en la opinión pública que generó.
Por primera vez en mucho tiempo, un conflicto estalla no por una crisis fáctica: un cierre de fábrica, una corrida bancaria, una devaluación, incertidumbre política, sino por un acto administrativo. Un tironeo por intereses, por plata, por utilidades.
Empezaron las discusiones, las tomas de posición, las interpretaciones, las chicanas, los medios tomando parte activa. Así, sin pensarlo demasiado, sin que nadie lo anuncie con bombos y platillos, simplemente un día estaba ahí, en medio de nosotros: la política estaba de vuelta!
Hoy es moneda corriente hablar de “correr por izquierda”, “centroderecha”, “progresismo”, “distribución de riquezas”, “modelo económico”, “sustentabilidad” y tantos otros términos olvidados durante años.
Conflictos hubo siempre. Pero conflictos con debate, con discusión, incluso con peleas e insultos, son señales de salud democrática, de sociedad viva, de posibilidad de transformación.
Dejar de hablar del FMI, de deuda externa, de riesgo país, de “stand by”, para pasar a discutir de jubilación estatal, ley de medios, matrimonio igualitario, uso de reservas y muchos otros temas que merecen aparecer es un buen síntoma de los tiempos que vivimos.
El reclamo, la protesta, la movilización, las manifestaciones son expresiones de una sociedad en transformación que trata de moldear su perfil. No es función del dirigente o del funcionario reprimir estas manifestaciones, sino interpretar y canalizar los reclamos. En mandatario es el pueblo, y las autoridades electas son mandantes del pueblo. Por esa razón, es una muestra de salud intelectual, que los jóvenes estudiantes porteños, en estos días, hayan alzado su voz con sus reclamos. Y hay que atenderlos, porque han tomado conciencia de su lugar en la sociedad, de sus derechos. En una ciudad rica como Buenos Aires, con un estado solvente, con presupuesto, no puede tener los problemas que tiene en el área de la educación pública.
Si esto es solo una manifestación esporádica, como fueron las asambleas barriales, pasará como otra anécdota urbana. Si es el renacer de un debate político entre los chicos, en los centros de estudiantes, en sus casas con los padres, en sus foros y clubes, hay una esperanza de contar con dirigentes capaces y una sociedad vigorosa en un futuro cercano. Si esto es así estaremos presenciando el principio del ocaso del conductor estrella que se mantuvo por dos décadas gracias a un público que prefiere el “no pensar”.
Esta última afirmación es algo optimista, hay que reconocerlo. Pero gracias a los optimistas el mundo avanza, no?

viernes, 9 de julio de 2010

9 de Julio - 194 años después


(discurso polifuncional para acto escolar o similar)
Hoy estamos celebrando un nuevo aniversario de la Declaración de la Independencia. El 9 de julio de 1816, hace exactamente 194 años, en esta ciudad, entonces un pequeño pueblo de 12 manzanas, delegados de la mayoría de las provincias que formaban el ya extinto Virreinato del Río de la Plata, que estaban reunidos y debatiendo desde el 24 de marzo, dieron forma a la citada declaración. Hoy nos toca rememorar y homenajear ese momento fundacional de la historia patria.
Con el correr del tiempo, nuestro presente como sociedad, y por lo tanto la percepción de la realidad, va mutando con las circunstancias, y de igual manera nuestra forma de interpretar la historia. Como dijo una vez Juan Carlos Pugliese, distinguido legislador que presidió la cámara de diputados en los años 80, cuando recuperamos definitivamente la democracia, con su particular humor entre absurdo e irónico: “la Argentina puede tener un futuro incierto, pero su pasado es imprevisible”.
Justamente estos aniversarios sirven, cada año, para revisitar los acontecimientos y analizarlos desde nuestro presente, que es una consecuencia de lo que nos ocurrió en el pasado.
Para describir brevemente el contexto en que se desarrollaron los hechos de aquel 9 de julio podemos decir que las Provincias Unidas de América del Sud - todavía no se llamaba Argentina-, y que incluían lo que hoy es Bolivia, estaban en una situación crítica. Los realistas, que habían recuperado grandes porciones del continente, el norte (actual Venezuela), el altiplano y la capitanía de Chile, amenazaban las débiles fronteras del único bastión revolucionario que quedaba. San Martín trataba de armar su Ejército de los Andes en Mendoza y en el plano político interno había grandes conflictos de intereses, en especial con las provincias del litoral y la banda oriental, que bajo la influencia de Artigas, habían convocado a otro Congreso unos meses antes y que se negaron a mandar delegados a Tucumán.
Estos conflictos, propios de esa época en que un proyecto de país estaba recién naciendo, eran sorprendentemente similares a los que aún persisten en los debates políticos actuales, y que no hacen más que confirmarnos que no hemos resuelto todavía cuestiones básicas de nuestra organización como nación.
Producida la Revolución de Mayo, en 1810, dentro de los dirigentes de esa época, incluso en la Primera Junta, había un grupo de auténticos revolucionarios que soñaban con un país moderno, participativo, con educación, ciencias, industria y comercio, inclusión, mercado interno, distribución de riquezas. Este sector estaba enfrentado con otro sector que participó de la emancipación de España, pero que había prosperado y consolidado su poder económico y político con el sistema monárquico y no estaba dispuesto a renunciar a sus privilegios. Este último sector pudo imponer su poder y desplazar a los revolucionarios que soñaban con una república moderna: a los 9 meses de aquel 25 de Mayo el cuerpo de Mariano Moreno era arrojado en alta mar, y poco tiempo después Belgrano era destinado lejos, combatiendo a los realistas sin ningún apoyo en el alto Perú.
Seis años después, en el Congreso de Tucumán, estas disputas persistían. Las autoridades de Buenos Aires querían que San Martín abandonara sus proyectos de liberación y fuera al litoral a reprimir a las fuerzas de Artigas, que promovía los ideales republicanos, una profunda reforma en la posesión de las tierras y medidas que amenazaban los intereses de los grandes terratenientes que obtuvieron su riqueza gracias a su vinculación con la Corona y al contrabando. San Martín, en su grandeza, desobedeció esas órdenes y paralelamente apuró a los Congresales para que declarasen la independencia y se definiera rápidamente la situación del país.
Para 1816, después de la profunda crisis que significó la Revolución Francesa, las monarquías se estaban restaurando por todo el continente europeo. La única república que permanecía en el mundo eran los Estados Unidos. Las discusiones entre los republicanos y monárquicos se hacían cada vez más acaloradas dentro del Congreso. Nada se había avanzado desde 1810. Y todavía faltaban casi 40 años para que se consolide la organización nacional mediante la sanción de una Constitución.
Como la mayoría de los actos políticos “consensuados”, la Declaración finalmente acordada el 9 de julio entre los congresales era lo suficientemente vaga como para conformar a todos. El acta redactada ese día hablaba de romper los violentos vínculos que la ligaban a los Reyes de España… sus sucesores y metrópoli” pero en ese momento no mencionaba nada sobre otras potencias, porque existían entre los Congresales quienes proponían pasar a depender de los portugueses, franceses o ingleses, como manera de garantizar la independencia de España.
Antes de pasar una copia de la declaración al Ejército, que estaba al mando de San Martín, de quien todos conocían sus firmes ideales independentistas y republicanos, el diputado Medrano, que presidía el Congreso, ordenó, en sesión secreta el 19 de julio, agregar las palabras “y de toda dominación extranjera” para evitar el enojo del patriota general, no tanto porque respetaban sus ideas, sino su poder de fuego.
Aunque suene absurdo, este nivel de debate aún persiste en sus formas: todavía escuchamos a varios de nuestros políticos clamar por “relaciones carnales” o alineamientos automáticos con potencias de turno, como manera de garantizar hipotéticas seguridades, inversiones y crecimientos que todavía esperamos. Estamos recién, como regresando de una enorme elipsis de 200 años, volviendo a debatir la realización, la independencia y la fundación de una gran nación latinoamericana que pueda, de una buena vez, integrar a sus pueblos, contener a sus ciudadanos, volver protagonistas a sus habitantes originarios, desplazados y saqueados por siglos. No es otra cosa que intentar realizar los sueños de nuestros más ilustres próceres, que fueron subvertidos durante demasiado tiempo, desechados, reemplazados por ideas más mezquinas.
San Martín y Belgrano, nuestros mayores próceres, fueron protagonistas también de este 9 de julio. El militar, desde su comandancia en Mendoza, estaba pendiente de las deliberaciones en Tucumán, escribiendo varias veces al diputado por Mendoza Godoy Cruz con recomendaciones y consultas. Belgrano, como sabemos, era un Congresal muy activo en Tucumán. Ambos tenían muy claro que la educación era la herramienta fundamental para hacer un país viable.
Sin artes, ciencia, agricultura y población las provincias unidas no se podrán constituir en república escribía San Martín en esos días. Belgrano ya había propuesto casi 20 años antes la educación estatal, gratuita y obligatoria. Estas ideas fueron dejadas de lado por décadas, y estos auténticos personajes murieron, uno en el exilio y el otro pobre y olvidado.
El 9 de Julio de 1816 se declaraba la independencia de España, a nivel administrativo, político y militar, pero la auténtica independencia de un pueblo, que es el país real, se logra con la educación de sus habitantes. El saber da libertad, da independencia, posibilidades de realización personal. Esa es nuestra función en este ámbito, y ahora, que estamos trabajosamente recuperando un país que fue desvastado durante décadas, es importante tomar conciencia de este presente que vivimos, donde nos volvemos a mirar a la cara con nuestros vecinos, con quienes hemos compartido este trabajoso nacer como naciones y que recién ahora estamos descubriendo que nuestros problemas y sueños son los mismos, que podemos trabajar juntos como continente, que nos podemos complementar y lograr un auténtico desarrollo, sin tutelajes, sin organismos multilaterales, sin influencias homogénicas, esa “metrópoli” de la cual nos declaramos independientes hace 194 años. Uds. alumnos, a quienes va a pertenecer el futuro, tienen la irrepetible oportunidad de vivir y consolidar, quizás por primera vez, la auténtica independencia que en esta ciudad se declaraba, en un día soleado como hoy, el 9 de julio de 1816.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Obama - McCain El Primer Debate


Que un debate entre candidatos de una campaña presidencial de otro país sea motivo de análisis en una pequeña provincia de un país “periférico” debería llamar la atención, salvo que ese país sea los Estados Unidos.
En este caso los resultados de la elección del próximo noviembre debería preocuparnos más que nada por lo tratado en este primer debate público: la política exterior. Los programas expuestos por uno y otro candidato son dramáticamente distintos, al menos en lo discursivo, y esto involucra de manera directa en la futura relación de la potencia del norte con nuestra América latina.


Sabemos por experiencia que no hay diferencias de fondo entre los dos grandes partidos, ni expectativas de cambios de rumbo importantes en el derrotero de ese país. Celebran elecciones de manera sorprendentemente regular desde 1792, cada cuatro años el primer martes de noviembre y la asunción del presidente electo el 20 de enero del año siguiente. La primera elección, aunque incompleta, que consagró a George Washington como primer presidente se realizó en 1789, única realizada en un año impar y con la constitución nacional todavía no ratificada por todos los estados.
En síntesis nos concentraremos en los tramos del debate que nos deberían preocupar. Ante la pregunta de cómo tratar a los gobiernos “hostiles” a los Estados Unidos, hay una diferencia notable de estilos. Empezando por la definición de “hostiles” y siguiendo por la palabra que generó controversia en el debate mismo: precondiciones.
John McCain propuso como manera de paliar los efectos del actual debacle financiero, en el primer tramo del debate, recortar todos, repito, todos los gastos federales salvo el presupuesto militar y los fondos para los veteranos de guerra, y algún otro gastito que por ahí se determine vital. A esto Obama respondió que donde hace falta un bisturí, McCain propone un hacha. Pero la conclusión de cara a nuestro análisis, debería al menos preocuparnos por el concepto de estado de este viejo veterano de guerra: con un buen ejército, no hace falta nada más.
Con respecto a lo que considera un país hostil, su abanico es un poco más amplio que el de Obama. Aunque ambos condenaron la incursión rusa en Georgia y ya consideran a este país de la ex - URSS prácticamente un miembro pleno de la OTAN, que merece ser protegido del re-expansionismo ruso, McCain se niega al diálogo bilateral con el líder ruso sin las famosas “precondiciones”. Obama respondió con una ironía al considerar poco probable que exigir como condición previa a un diálogo que el contrincante se ponga de acuerdo con todos nuestros puntos de vista. Por otra parte, propuso que un diálogo con Rusia y China, considerados prácticamente enemigos por McCain, podría arrojar acuerdos en el área de la no proliferación nuclear, ya que ambos países tienen a Iran no lejos de sus fronteras, y no ven con buenos ojos a un gobierno teocrático algo imprevisible con armas de destrucción masiva, multilateralizando un tema que Bush y su pollo McCain prefieren solucionar a tiro limpio sin engorrosos trámites previos. Esto último se desprende de un comentario que hizo Obama en un punto del debate. Al criticar la guerra de Irak, a la que Obama se opuso desde el primer momento, y que lo pone frente a la opinión pública que condena esta guerra en una posición más cómoda que la que hubiera tenido Hillary de ganar la interna, mencionó el poco resto que queda en tropas y presupuesto para el conflicto afgano, donde hay una resistencia armada importante y se supone deberían estar los esfuerzos puestos si la intención es matar a Bin Laden, el verdadero malo de la película y que según él los republicanos dejaron de perseguir hace años. Habló de la permeable frontera de Afganistán y Pakistan, donde los talibanes se refugian y el gobierno pakistaní no patrulla. Al respecto dijo que si no se logra acción decidida por parte del gobierno pakistaní habría que atacar esa zona como manera de perseguir a Al-Qaeda y los talibanes, a lo que McCain respondió de manera condescendiente que “eso no se dice públicamente”, criticando, no la idea de Obama, sino el hecho de anunciarla y encima en un debate con enorme audiencia: “se ataca y listo”, dice.
Esto, que una importante porción de los votantes de EE.UU. ven como la actitud de un lider firme, decidido y patriota debería ser motivo de profunda preocupación en el resto del mundo. En particular nuestro continente, que con todos sus problemas internos y conflictos permanece libre de guerras e intervenciones justamente gracias a que los ojos del gendarme están puestos en otra parte del planeta. Pero es importante notar que entre los “hostiles” McCain ubica a líderes como Hugo Chavez y Evo Morales, aparte de los Castro, siempre presentes en la lista de indeseables. Insinuó hace un tiempo incluso que Rodríguez Zapatero, del PSOE español (un partido cuyo nombre tiene dos de sus cuatro palabras prohibidas para los republicanos) debería cumplir con “precondiciones” para ser merecedor de una mesa bilateral, comentario que recordó Obama como ridículo durante el debate, considerando que España es miembro pleno del tratado del Atlántico Norte, y por lo tanto aliado militar de los Estados Unidos.
Obama, durante el debate, mencionó al pasar cuando se rozó el tema Venezuela, su propuesta de sentarse a hablar, actitud que lo diferencia de McCain. En una entrevista realizada por Andrés Oppenheimer, (un periodista argentino naturalizado norteamericano, ex CNN y que ahora tiene un programa propio que propala desde Miami a todo Latinoamérica, de profundas características pro-mercado y anticastrista recogido aquí por América los domingos a la medianoche), Barak Obama desarrolló un poco más su idea sobre Latinoamérica. Comentó que EE.UU. debe sentarse a dialogar con los líderes de la región para tratar los temas que interesan a ambas partes y que ya no se puede hacer lo que históricamente se hacía que era fijar las políticas para la región desde Washington e imponerlas de una manera u otra. Incluso estaría dispuesto a conversar con Raúl Castro, lo que motivó la esperable crítica de los cubanos de Florida. Esto es un tibio avance, al menos en palabras y una clara diferenciación de la política que está proponiendo John McCain.
La única esperanza que la plataforma de McCain tiene para nuestro sub-continente es que planea estar indefinidamente luchando en Irak y con planes concretos de invadir Irán, lo que probablemente lo mantenga ocupado y con su cuota de tiros, sangre y muerte medianamente colmada.
Resumiendo, mi conclusión del debate, al menos en lo que concierne a nuestra región, es el siguiente análisis algo inductivo: para McCain en América del sur hay gobiernos hostiles, para conversar con ellos primero se los debe doblegar, es decir, imponer “precondiciones”, de lo contrario no se sentará a dialogar. Sin diálogo el camino que queda es el militar y si este es el camino elegido, no se avisa, se ataca y listo. Obama, sin ser garantía de nada, propone al menos en la campaña, una visión diferente y su comportamiento como senador da la esperanza de que la opción militar no será necesariamente una primera opción.
Que un debate entre candidatos de una campaña presidencial de otro país sea motivo de análisis en una pequeña provincia de un país “periférico” debería llamar la atención, salvo que ese país sea los Estados Unidos.
Luis Octavio Corvalán
Tucumán, Argentina
28 de Septiembre de 2008

domingo, 29 de junio de 2008

Sobre el Campo - Pasado y Presente

El campo. Yo también opino.
Por Luis Octavio Corvalán

Mis ocupaciones personales me obligaron a estar al margen de la discusión. Ahora, con un poco de tiempo, doy mi opinión. Sólo para pacientes.

Quiero descubrir América y no tengo un mango…

Cristóbal Colón tenía un sueño: encontrar una ruta de comercio más corta hacia el Oriente. Estos viajes de exploración eran, como la motivación colombina, empresas netamente burguesas, con fines de negocios. No consiguiendo la financiación necesaria entre sus paisanos genoveses, recurre sistemáticamente a los dirigentes de España, Portugal y Francia, en reiteradas oportunidades. Finalmente, como todos sabemos, obtiene un tibio apoyo de los Reyes Católicos de España. El decreto que debe aceptar el navegante garantiza para el reino de España todas las tierras a descubrir, con sus riquezas, bienes y gentes incluidas.
Esto permitió transformar una aventura con intenciones comerciales en un fenomenal negocio para la monarquía española, lo que permitió por siglos prolongar el medioevo en España mientras sus rivales directos, Inglaterra y Francia y gran parte de Europa, evolucionaban hacia el modernismo, la revolución industrial y sistemas de representación más dinámicos. La teoría bastante bien fundamentada por Eduardo Galeano en su monumental “Las Venas Abiertas de América Latina” analiza muy detalladamente este fenómeno. Hasta la muerte de Francisco Franco en 1975, España era uno de los países menos evolucionados de Europa Occidental.
Para ir a autores menos extremos, Aldo Ferrer, en su clásico libro “La Economía Argentina”, concluye que “la” causa del atraso y desigualdad de América Latina radica en la manera que se distribuyó la tierra. El continente se distribuyó entre cortesanos y nobles influyentes, adelantados, encomendados y otros títulos que garantizaran alguna cercanía con la corona. El resto de los mortales de a pie que se aventuraban a cruzar el mar debían resignarse a actividades que no requirieran de la posesión de la tierra. Es bueno recordar que en el siglo XVI una parcela de tierra podía significar la diferencia entre subsistir con cierta dignidad y el hambre o la indigencia. La superficie descubierta era más de 50 veces todo el territorio de la península ibérica, por lo tanto una mínima distribución de tierras entre inmigrantes era absolutamente viable.
Una de las evidencias que expone Ferrer para sostener su interpretación es la abismal diferencia de evolución del subcontinente latinoamericano comparado con los EE.UU. y Canadá, donde se repartieron la tierra entre los que llegaban para trabajarla, creando un mercado interno y desarrollo social muy distinto.

La Independencia.
Vista previa
Con el correr de los siglos, una confluencia de razones entre políticas, militares, comerciales y sociales llevaron a los procesos de autonomía, guerras de independencia y finalmente las nuevas organizaciones que dieron lugar a los actuales países latinoamericanos.
Durante estos procesos lo que estaba en discusión era justamente el “modelo” de país a construir. Los que tenían ideas republicanas e inclusivas, a favor de la integración del pueblo, su educación, la promoción de la industria y un crecimiento algo más equitativo que lo que garantizaba la estructura monárquica vigente hasta el 25 de mayo de 1810 fueron inteligentemente apartados del poder por los que simplemente querían desembarazarse del rey de España, pero que no se tocara ninguno de los intereses y privilegios conseguidos gracias a éste.
Así, los próceres como Moreno, Belgrano, San Martín, Balcarce, Monteagudo y tantos otros terminaron en los libros de historia, avenidas y plazas, pero muertos o lejos de la “cocina” del poder, donde permanecieron los Pueyrredón, los Anchorena, los Alvear, durante los años de formación de la patria.
Luego vendría Rosas, un gran terrateniente que increíblemente se convirtió en caudillo popular porque comía asados con la peonada, su derrota en manos de Urquiza, también dueño de grandes extensiones y exportador, y de ahí a la “organización nacional”, la constitución y el inicio de la Argentina democrática.

La Democracia Conservadora.

Durante 60 años el país fue gobernado por conservadores gracias a mecanismos electorales fácilmente manipulables, y en este período se convirtió en el “granero del mundo”, asombrando a europeos el nivel de riqueza de las familias tradicionales argentinas, que veraneaban en Europa por largos períodos tirando “manteca al techo”, al punto de que para esa época se acuñó en el viejo continente la frase “rico como argentino”. De esta época son los numerosos palacios que aún hoy dan la característica arquitectónica de los barrios más tradicionales de Buenos Aires, y muchos majestuosos cascos de estancias.
En ese mismo período se amplió la frontera agrícola gracias a la conquista del desierto, que fue financiada por contribuyentes privados, para no tocar las crónicamente escuálidas finanzas públicas, con un esquema no muy diferente al pacto entre Colón y la reina: las tierras conquistadas irían a parar a los financistas como pago a su contribución patriótica. Esto generó una concentración aún mayor de la tierra, ya que en ese momento los que estaban en condiciones de financiar semejante campaña no eran otros que los que ya tenían tierras.
A todo esto, durante esa época dorada, el médico español Bialet Massé, de extensísima trayectoria en el país, es comisionado en 1904 para relevar la condición laboral de la población obrera en Argentina. Es así que Bialet deja documentadas las paupérrimas condiciones de vida de los peones rurales, que trabajaban para esa misma gente que no tenía idea de cómo gastar las obscenas fortunas que esos trabajadores ayudaban a generar. El “efecto derrame”, que aún esperábamos 100 años después durante el resurgimiento liberal de los 90 de Menem, nunca llegó.

Recaudación, Déficit Fiscal, Devaluación.

Durante los 150 años que pasaron desde la Constitución de 1953, dos características crónicas de la economía argentina fueron el déficit fiscal y la devaluación de la moneda. Los conservadores y luego los liberales que, sorprendentemente, en Argentina confluyen en intereses y política, siempre hablaron de reducir el gasto público, es decir, gastar menos en educación, salud, gastos sociales, infraestructura, en un país donde no sobra nada de eso, y nunca mencionaron aumentar la recaudación, que produciría igual efecto, pero que casi inevitablemente los aludiría, ya que eran y siguen siendo, la franja social con más capacidad para aportar al fisco. La solución, en cambio, pasaba por devaluaciones, que afectaban directamente los ingresos de los trabajadores, empleados y asalariados en general, licuaba deudas en pesos y aseguraba ganancias en dólares a los exportadores. Esta transferencia generalizada de ingresos a favor de los agro-exportadores por parte del resto de la sociedad transcurrió como un fenómeno de la naturaleza absolutamente inevitable durante esos 150 años de vida “democrática”.
Es indudable que el poder real en el país pasa por los dueños de la tierra, que en cada ocasión de crisis, de revolución o conflicto profundo, lograron imponer políticas y medidas que dejaron a salvo sus intereses, y siempre en desmedro del interés del conjunto de la sociedad, desde el descubrimiento del continente, el proceso de independencia, las guerras civiles, la organización nacional, los golpes de estado y los incontables planes de estabilización económica aplicados cuando las cuentas fiscales no cerraban.

Y ahora De Angeli…
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Aunque el paso de los siglos pueda haber diluido la distribución original de las tierras, apareciendo nuevos grupos y empresas que se suman a las familias tradicionales, y muchas de éstas perdieron sus fortunas con la sucesión de generaciones y algunas grandes propiedades se atomizaron, una característica que perdura aún hoy es que el 80% del campo productivo está en manos de unos 6000 propietarios y el 20% restante en manos de unos 300 mil productores cuya realidad es muy distinta. De todas maneras, un país netamente agro ganadero de 40 millones de habitantes, donde una pequeña parte de los agricultores que a su vez son menos del 1% de su población explota la mayor parte la tierra, es un síntoma inequívoco de que las mismas no se distribuyeron bien. Es difícil construir una democracia en un país cuyo suelo fue repartido de la manera menos democrática posible, y en 200 años de vida independiente jamás se hizo algo por corregir esa asimetría.
Pero es incuestionable que este núcleo duro de la sociedad argentina, que concentra gran parte de la riqueza del país, genera más de la mitad de todas las exportaciones, cobra en divisas y cuya actividad requiere poca mano de obra en comparación a otras, resiste violentamente cuando se tocan sus intereses. No es a lo que están acostumbrados históricamente, no tienen problemas en ningunear a dirigentes, autoridades u otros actores que no piensen como ellos y se sienten con derecho a jaquear la vida del resto de la sociedad en su protesta. Los medios de comunicación han contribuido para instalar la imagen de “trabajadores del campo”, víctimas de políticos resentidos y poco capaces, y han logrado aglutinar detrás de esta causa un apoyo que incluye a las clases medias, que serían directamente víctimas de las medidas buscadas por los dirigentes del campo, y a la patética oposición que busca cualquier oportunidad para sentirse parte de una multitud que son incapaces de reunir por ellos mismos. Un gran responsable de esta singular unión es el propio gobierno, que no ha mostrado ni cintura política para aplicar sus medidas económicas ni muñeca para timonear en la tormenta que su propia torpeza ha generado.
La presente discusión no nace el 11 de marzo como plantea la dirigencia del campo. Probablemente si Colón hubiera tenido la fortuna necesaria para bancar su viaje o hubiese contado con socios adecuados, o si a lo largo de los 500 años desde entonces hasta hoy se hubiese producido un verdadero cambio de fondo, este continente estaría disfrutando de otra manera las enormes riquezas que tiene. Pero eso sería como mucho, no?

Luis Octavio Corvalán, 1° de junio de 2008.

martes, 30 de octubre de 2007

AGUANTE EL DIEGO

Diego de Villaroel y Fernando Mate de Luna
Noviembre de 2003 - Publicado por el Diario EL TRIBUNO el 3 de Noviembre de 2007
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En una búsqueda de razones que expliquen el mediocre presente de los tucumanos, a pesar de ser una provincia pequeña con todas las condiciones para ser exitosa, empecé por los primeros años de nuestra existencia como tal.
Me llamó la atención un comportamiento que me pareció recurrente por casualidad -o no- a lo largo de los siglos: Tucumán fue fundada en 1565, luego trasladada y fundada nuevamente 120 años después, para empezar de nuevo desde cero. Muchas situaciones similares han ocurrido desde entonces, como por ejemplo: nuestro mayor símbolo provincial, la Casa Histórica, fue demolida y reconstruida 60 años más tarde.
Como anticipo breve de un trabajo que espero sea más extenso, quiero reflexionar sobre estos dos acontecimientos fundacionales: el de 1565 y el de 1685. Un dato de la actualidad que no tiene correlato con la historia, es nuestro feriado ciudadano del 29 de septiembre, que hace referencia a la fundación de San Miguel de Tucumán. Esto no es así: fundar, lo que se dice fundar, es la acción que realizó don Diego de Villaroel el 31 de mayo de 1565 en el paraje “en lengua de los naturales llamado Ibatín”, por lo tanto es evidente que nuestro actual feriado no se refiere a esa fecha.
Surge de inmediato la idea de que el 29 de septiembre se debe referir al traslado de la ciudad, que algunos pueden interpretar como refundación. Tampoco. El traslado de la ciudad, llevado a cabo en 1685, se venía discutiendo desde por lo menos 1678, año en que se produjo la más grave de las inundaciones producto de la crecida del actual río Pueblo Viejo (el motivo de su nombre es evidente). La fecha de la fundación de la ciudad en su sitio actual fue formalizada el 27 de septiembre, los preparativos del traslado comenzaron el 24, partiendo los estandartes con el grueso de los vecinos el día 25 “entre las 11 y las 12 del día”.
Por lo tanto, el 29 de septiembre no corresponde a ninguna de las dos fechas históricas: es simplemente el día del santo patrono de la ciudad. Es como si los catamarqueños, en lugar de celebrar el 5 de julio como fundación de su ciudad (de nuevo Fernando Mate de Luna involucrado), celebraran el 30 de mayo, día de San Fernando.
Dejando el tema de la fecha de lado, la otra gran injusticia que desde mi punto de vista ha realizado la historia con los años, es el desproporcionado reconocimiento de la ciudad a don Fernando Mendoza Mate de Luna, en detrimento de Diego de Villaroel. El impacto histórico de cada uno en su tiempo es desigual. Villaroel era un adelantado con una importante trayectoria. Participó muy joven, junto a su tío Francisco de Aguirre, en el famoso saqueo de Roma de 1527, comandado por Carlos V. Descubrió las minas de Potosí, fundó esa ciudad en 1547 y fundó personalmente nuestra ciudad, como dijimos, en 1565.
Fernando Mate de Luna, gobernador de Tucumán en 1685, ejercía desde la ciudad de Salta, y por lo tanto ni siquiera estuvo presente durante el traslado y fundación de la ciudad, tarea que estuvo a cargo de su lugarteniente Miguel de Salas y Valdez. El se limitó a dictar el auto ordenando el traslado, que por otra parte no era más que cumplir con una real cédula llegada desde España, en respuesta a una carta desesperada enviada por el entonces gobernador Juan Diez de Andino en 1679 al rey. Sin embargo, la avenida más importante de la ciudad lleva su nombre, relegando para don Diego de Villaroel una callecita de barrio de poco más de diez cuadras de largo, muchas de las cuales ni siquiera tienen pavimento. Nadie se acuerda de la fecha del 31 de mayo, ningún acto de colegio se lleva a cabo ese día.
En contraste, Buenos Aires conmemora con gran solemnidad la fracasada primera fundación de don Pedro de Mendoza en 1536, cuyo nombre figura tallado en la base del obelisco. También hay un famoso parque que lleva el nombre “3 de Febrero”, y otras menciones por el estilo. En menor medida se celebra la segunda y definitiva fundación realizada por Juan de Garay en 1580.
Lo nuestro es, por lo menos, motivo de reflexión. Si hemos interpretado nuestro pasado tan equivocadamente, ¿no seguiremos haciendo lo propio con nuestro presente?

Luis Corvalán, Tucumán, 19 de noviembre de 2003

CUIDAME DE LA PAZ, QUE DE LA GUERRA ME CUIDO YO....


Comentarios sobre Política Exterior
Luis Corvalán, Tucumán 07 de enero de 2004
Artículo Publicado en diario EL SIGLO - Tucumán

La caída del muro de Berlín en 1989 y la implosión de la Unión Soviética sucedida poco tiempo después llevó a los analistas políticos a sacar conclusiones apresuradas, oportunistas y, como se comprobaría luego, en muchos casos erradas: la muerte de las ideologías, el pensamiento único, la globalización irrestricta y varios subproductos.
El período mencionado coincidió con el gobierno de Carlos Menem y de su mano la Argentina compró el paquete completo: renunció al Movimiento de Países No-alineados, enfrió sus relaciones con Cuba, asumió actitudes despectivas con nuestros vecinos latinoamericanos, adoptó las relaciones carnales con Washington, privatizó indiscriminadamente todo lo estatal, tomamos el dólar como moneda de referencia, dejamos de reclamar por Malvinas, participamos de la Guerra del Golfo I abandonando décadas de neutralidad, y muy probablemente por esta razón fuimos blanco del terrorismo internacional.
La década del 90 consolidó a Estados Unidos como única superpotencia, provista de un formidable poder de fuego: infraestructura militar, presupuesto, tecnología y recursos humanos volcados al arte de la guerra. Como corolario inmediato de esta realidad, es evidente que cualquier enemigo que entre en conflicto con Washington no va a recurrir a una guerra convencional para solucionarlo. El poderío militar incuestionable, sumado a una política exterior irrespetuosa, prepotente y agresiva en defensa de sus intereses estratégicos es garantía de que Estados Unidos será blanco de sabotajes, actos terroristas, guerrillas urbanas, ataques bacteriológicos o cualquier otro medio de agresión no convencional.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial se logró dar a la recién creada ONU un status de peso como foro de discusión y herramienta de solución pacífica de conflictos, y más recientemente, como brazo armado de la comunidad internacional para atemperar incluso militarmente ánimos encontrados, con discutible resultado. De todas maneras, con todas sus imperfecciones, este es el mejor medio disponible para evitar que los problemas entre países y comunidades se resuelvan a tiros.
El ataque del 11 de septiembre de 2001, condenable desde todo punto de vista, ha coincidido, casualmente o no (en lo particular sostengo lo segundo), con una administración republicana manejada por petroleros tejanos, casualmente la misma procedencia de Lyndon Johnson, que llevó la guerra de Vietman a proporciones apocalípticas luego del asesinato de JFK, pero con una administración demócrata. George W. Bush, que no sabía distinguir entre Suiza y Suecia al asumir, aprovechó las circunstancias para atacar a enemigos históricos, con dudosas vinculaciones o ninguna en absoluto con los autores de los atentados. El despropósito no logró el apoyo institucional de la comunidad internacional a través de la ONU y este emprendimiento debió llevarse a cabo en una soledad diplomática sin precedentes, con el apoyo casi exclusivo de José M. Aznar y Tony Blair, que hundieron sus índices de popularidad puertas adentro a niveles de muerte política. El caso del británico es patético: a pesar de éxitos indiscutibles en temas tan sensibles como la desocupación, hoy prácticamente inexistente en el Reino Unido, una encuesta de imagen reciente lo ubica último entre 30 políticos.
Consumada la invasión a Irak sin el consentimiento de las Naciones Unidas, la guerra fue violenta y breve, con escasas bajas entre los atacantes. Luego de formalmente concluida, las víctimas entre los triunfadores empezaron a aparecer. La maquinaria de guerra se muestra torpe y a veces hasta indefensa en su rol de ejército de ocupación. Para atemperar el costo en votos que significa ver a sus muchachos volver en bolsas, George W. Bush busca ahora desesperadamente en los ámbitos que antes tildaba de inadecuados y obsoletos, nuevos socios en la peligrosa y poco épica tarea de mantener sojuzgado al pueblo iraquí hasta tanto aprendan a vivir en una democracia lo más parecida posible a las occidentales, con partidos inocuos y colaboradores con la economía de los ocupantes.
Este fin de año ha sido en Estados Unidos y Londres el más intranquilo en mucho tiempo. Muchos habrán extrañado esos años apacibles en que misiles soviéticos les apuntaban, aunque jamás necesitaron suspender actos y espectáculos públicos, reuniones y vuelos internacionales. Hasta en el Congreso se vivieron escenas de pánico en estos días. La ciudad de Las Vegas, tan apegada a celebraciones millonarias para fin de año, debió suspender sus eventos con pérdidas incalculables para productores, artistas y empresarios. Los enemigos de Estados Unidos ganaron una batalla importante desde el punto de vista del daño causado, sin haber gastado una bala, ni medio kilo de trotyl, ni sacrificado combatiente alguno. La fuerza bruta se demostró incapaz de siquiera garantizar un mínimo de tranquilidad a su poseedor.
Cuando la comunidad de naciones está llegando a grados de entendimiento trascendentes, creando un Tribunal Penal Internacional compuesto por juristas de reconocida trayectoria de diversos países, como manera de hacer cumplir tratados internacionales respecto a derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, Estados Unidos se niega a someterse a su jurisdicción, consciente de que su Departamento de Estado, sus espías y agentes encubiertos han recurrido a crímenes de guerra y violaciones de elementales derechos humanos, como lo corroboran sus propios archivos desclasificados recientemente. Esta herramienta le hubiera servido de excelente medio para juzgar y condenar internacionalmente a los autores materiales e intelectuales de los ataques terroristas de los que fue objeto su país, y le hubiera permitido disponer de un estamento militar más legítimo para perseguir, encarcelar o eliminar a sus agresores.
El problema, lamentablemente, no se limita a la búsqueda de justicia/venganza por parte del pueblo norteamericano, sino a la irracional apetencia de recursos naturales, geo-estratégicos y económicos de su clase dirigente, que aprovecha el alto grado de desinformación e indiferencia del pueblo en temas que van más allá de sus fronteras. Esta desinformación, producto de la autosuficiencia típica de los habitantes del país del norte, también es prolijamente resguardada por las autoridades mediante una descarada censura a sus medios masivos de información respecto de las imágenes y testimonios de los frentes de conflicto, censura que no es repudiada masivamente justamente por esa otra característica mencionada: la indiferencia.
A pesar del ejercito de opinadores y medios locales en Argentina que claman por un alineación automática con la superpotencia, como en los tiempos de Menem, la postura independiente adoptada por la Cancillería argentina -compartida por países como Canadá, Alemania, Francia o nuestro socio mayor, Brasil- debe ser considerada sana y prudente, dadas las circunstancias actuales.
De no triunfar este año en Estados Unidos un candidato con una visión completamente opuesta en materia de política exterior, el país del Norte habrá consolidado para este comienzo de siglo una triste paradoja: aún cuando su enemigo histórico, el único con capacidad militar para infligirle daño serio y con una visión política antagónica, ha desaparecido, los Estados Unidos lograron convertir al mundo en un lugar más inseguro para vivir que durante la tan temida guerra fría.