Observar que ocurre en Estados Unidos puede parecer lejano para algunos paisanos latinos pero no debería serlo. Desde la Segunda Guerra Mundial es la potencia hegemónica mundial y somos justamente los latinos quienes hemos vivido bajo su influencia en lo que ellos llaman su "patio trasero". Así que vamos a intentar analizar lo que ocurre ahí ahora, en una transición importante para su historia reciente.
El
sistema electoral norteamericano es similar al que se adoptó en Argentina cuando
a mediados del siglo XIX establecimos una Constitución a imagen y semejanza de
la elaborada en Filadelfia en 1787. Cada región (Estado) organiza el voto
popular y según el resultado nombra a los electores que concurrirán al Colegio
Electoral donde ahí se vota y se
consagra al presidente. En 48 de los 50 estados de EEUU el partido que logra la
mayoría de votos se lleva el 100% de los electores designados para ese estado.
La cantidad de electores va a depender de la población de ese estado. En
Argentina adoptamos un sistema más europeo y los electores por cada provincia
son establecidos por un sistema proporcional. Este sistema evitó, durante su
existencia hasta la reforma de 1994, que sea consagrado presidente un candidato
que no había ganado el voto popular. El sistema de EEUU permitió que en 5
ocasiones fuera nombrado presidente un candidato que perdió la votación
popular. Esta anomalía hizo que hoy en Estados Unidos el sistema de Colegio
Electoral esté muy cuestionado.
El
sistema de votación popular en EEUU tiene además otro inconveniente y es que no
existe una autoridad electoral federal. Cada estado fija las normas de votación
y es el encargado del recuento de votos. Tampoco hay un centro de cómputos
central oficial, así que los resultados los entrega cada Estado a algún medio
de comunicación y estos son los encargados de hacerlos llegar al público. El
sistema de "ganador lleva todo" cuando de electores se trata hizo
innecesario un escrutinio fino entre los partidos salvo en casos de muy poca
diferencia (menos de 0,5%) entre candidatos en que un recuento manual puede ser
exigido por la justicia. Finalmente la oficialización del nombramiento presidencial
lo hace el Colegio Electoral generalmente a principios o mediados de diciembre.
La votación popular siempre se realiza el primer martes de noviembre.
Tanto
la determinación de esa fecha, durante un día hábil, el sistema de Colegio
Electoral y la creación de la Cámara de Senadores -que durante 130 años no se
elegía por voto popular- eran métodos adoptados para menguar el impacto de la
voluntad popular en la designación del presidente.
La
gran diferencia entre el desarrollo de Canadá y Estados Unidos respecto de
Latinoamérica se debe, en palabras del gran economista argentino Aldo Ferrer, a
la manera que se distribuyeron las tierras en ambas regiones. En EEUU la
colonización fue un proceso típicamente burgués: llegaban familias e individuos
dispuestos a conseguir oportunidades para el trabajo y tierras cultivables. Y
eso signó la expansión desde el Atlántico hacia el oeste. La entrega de parcelas
a cada familia, que iban desde 70 hectáreas en las zonas más fértiles hasta más
de 150 hectáreas en las praderas, permitió el establecimiento de un sólido
mercado interno compuesto por pequeños productores rurales y las actividades
que acompañaban a esta estructura económica: artesanos, proveedores de
servicios, almacenes, talleres e industrias a lo largo y ancho del país. Recién
cuando se terminó la frontera, fenómeno que se produjo a fines del siglo XIX,
este proceso de entrega de tierras ya no pudo seguir y entonces EEUU comienza
su transformación en un potencia colonial, buscando regiones fuera de su
frontera para poner bajo su órbita. Esto arrancó con Cuba y Filipinas, ex
colonias españolas. Ahora, esa política burguesa, muy distinta al proceso de
conquista monárquica que ejecutó las coronas española y portuguesa en el resto
del continente, generó una base social de propietarios, emprendedores y cuenta
propistas con una conciencia individualista y meritocrática que la hizo
sensible a políticas que hoy consideraríamos conservadoras y libre mercadistas.
Los partidos actuales, Demócratas y Republicanos, reflejan esa corriente de
pensamiento mayoritaria. En la actualidad, luego de 40 años de políticas neo
liberales y un paulatino repliegue del estado benefactor que llevó al país a la
bonanza post guerra, recién están apareciendo grandes colectivos que necesitan
un rol más activo del estado para suplir lo que el marcado ya no les provee. Esto
a partir de las transformaciones liberales de Ronald Reagan y las
administraciones posteriores consolidadas luego del colapso del muro en 1989. Y
este repliegue del Estado Benefactor junto con el estancamiento del poder adquisitivo,
el aumento de la desocupación que luego se contrarrestó con trabajos precarios,
generó un malestar creciente en un sector importante de la población que hizo
entrar en crisis a los partidos tradicionales. En especial al Demócrata que
identifican más con la defensa de la clase trabajadora. La incursión de Bernie
Sanders -un independiente que se define socialista- que logró un apoyo popular en
2016 y en menor medida en 2020, responde a esta necesidad. Senador por décadas
como independiente, el establishment demócrata hizo lo imposible para impedir
su triunfo en 2016. Y luego enterró toda toda su plataforma progresista de cara
a esas elecciones. Pero la perdieron en el Colegio Electoral. Este año Biden
tuvo la perspicacia y agudeza política de incorporarlo a su espacio, tanto al
candidato mismo como a su plataforma progresista a pesar de derrotarlo
claramente en la interna. Esto no
significa un cambio radical, pero sí en detalles que pueden llegar a influir en
el día a día de los sectores más vulnerables. Y también significa un diálogo
más amigable con el resto del mundo, en especial los aliados históricos que
quedaron muy ofendidos con el estilo prepotente y descalificador de Trump.
Cambios mínimos desde una perspectiva progresista, pero cambios al fin.
Latinoamérica
no está bajo el radar principal de EEUU en este momento. Salvo en su lucha con
China por la supremacía futura y como correlato su influencia en el
subcontinente. China es el verdadero problema actual para Estados Unidos. El
país asiático sigue creciendo a ritmo sostenido porque tiene márgenes para
hacerlo, según el axioma marxista de tendencia al descenso de la tasa de
ganancia. China todavía está en el proceso de elevar la capacidad adquisitiva
de su clase trabajadora y como consecuencia vigorizar su mercado interno, etapa
que occidente vivió entre 1950 y 1980. Y por lo tanto puede todavía aprovechar
las ventajas competitivas del sistema capitalista. Va rumbo a superar a EEUU en
el propio campo de juego del rival. Un sistema alternativo a la democracia
occidental y un concepto distinto de nación está sacudiendo no solo
económicamente sino también en el campo de las ideas e instituciones a
occidente. Y a Estados Unidos en particular, especialmente en el rubro de poderío militar. China tiene así hoy una presencia sin precedentes en América Latina y África.
Y con fuertes lazos comerciales con Europa. Con Rusia la une una alianza estratégica
que no pudo establecerse durante la Guerra Fría por rivalidades hoy superadas.
Es
hoy el socio comercial más importante de Argentina, superando a Brasil. Los
EEUU van a dejar de ser la primera potencia mundial en muy poco tiempo. Esta es
la agenda principal que los preocupa y tiene razón de serla. Latinoamérica
indefectiblemente va a volver a los gobiernos progresistas más que nada por el
rotundo fracaso del viraje a la derecha que muchos países adoptaron a mediados
de esta década que termina. Viraje que solo se explica por un bombardeo
mediático y judicial que con el tiempo pierde eficiencia porque la realidad no
acompañó los relatos de cada caso. Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Méjico y
otros han regresado, o están en proceso de hacerlo, hacia formas y modelos
menos ortodoxos y más independientes de la influencia de Estados Unidos. Ver
pilotear a Joe Biden en los años por venir va a ser un espectáculo de observar.
La pandemia actual ha acelerado los tiempos porque produjo una caída fuerte de
la actividad y el PBI en Estados Unidos mientras China pudo seguir con su
crecimiento, menguado pero positivo. Argentina deberá muñequear su política
exterior y económica para sacar el mayor provecho de una coyuntura que le puede
ser favorable dentro de una guerra comercial que promete perdurar en el tiempo.