Una despedida a los comentarios políticos en Facebook
Con 7 años recién cumplidos, saliendo de mi escuela
donde cursaba el segundo grado, recibí una noticia que me sacudió como ninguna
otra lo había hecho durante mi brevísima vida: mis padres me contaron que
habían asesinado a JFK, el presidente. Yo vivía en Indiana, un estado
predominantemente republicano, agrícola, conservador.
Me pasé años sintiendo que en cualquier momento
recibía un disparo en la cabeza cada vez que caminaba por la calle o andaba en
bicicleta. Desde esa temprana edad me interesé por la política. A los pocos
meses estaba haciendo campaña entre mis amiguitos por Lyndon Johnson que se
oponía a un conservador de derecha, opositor de las flamantes leyes que
otorgaban igualdad de derechos a los afroamericanos, opositor al estado
benefactor y a la New Deal de Roosevelt que sacó a USA de la depresión de los
años 30. Un libertario que de vivir hoy le provocaría sueños húmedos a mi amigo
Marco Díaz. Ya a los 7 estaba luchando contra esa corriente de pensamiento.
Oponerme a un candidato republicano en un estado republicano me puso en un
lugar que comparto hasta hoy: entre las minorías, diferente, motivo de burlas.
En USA yo era el argentino entre mis compañeros, el diferente, el raro. Al
regresar a la Argentina fui el "yankee", el diferente, el raro. A
principios de los 70 cuando todos mis compañeros de secundaria estaban
abrazando alguna ideología, sea de extrema derecha, de extrema izquierda,
intermedios, peronistas, radicales, Católicos tercermundistas, testigos de
jehová o simplemente "yiros" que solo les interesaba salir a bailar
los fines de semana, yo intentaba mantenerlos mínimamente aglutinados para que
no se maten entre ellos y podamos todos ir de gira de fin de curso.
A los 7 comencé a averiguar de qué iba la gestión
de JFK para tratar de entender el motivo de su asesinato. Leí todo al respecto
y así terminé interesado en la Segunda Guerra Mundial, empezando por la Guerra
del Pacífico. Pocos años después gracias a mi viejo conocí a William
Manchester, que tenía su oficina en el mismo edificio que fue mi última morada
en USA y que fue el autor del primer libro que detallaba los pormenores del
célebre asesinato, muy polémico y conocido a nivel nacional. Ya habíamos
vendido nuestra casa y estábamos al borde de regresar a Argentina y la
Universidad nos prestó un lindo departamento amoblado para pasar ahí las
últimas semanas. Recorriendo de noche los vacíos pasillos descubro el nombre de
Manchester en una de las puertas. Le comento a mi viejo y él al día siguiente
me lo presentó. Era una celebridad en ese momento. Mientras nosotros seguíamos
hacia otro rumbo en ese agosto de 1968, Manchester permaneció en ese pueblo y
universidad hasta su muerte en 2004.
Entre los 7 y los 11 años me mamé la biografía de
Abraham Lincoln, la de Theodoro Roosevelt, me enteré quien era Willy Brandt
años antes de ser Canciller y Primer Ministro de Alemania gracias a que
compartía con mi viejo su postgrado en la vecina Universidad de Yale. Y entre
esos años también viví los asesinatos de Malcolm X, Robert Kennedy, Martin
Luther King y un mayo francés que me sonaba lejano. Todo inmerso en un día a
día que incluía las protestas por la guerra de Vietnam, la revolución de la
música, las drogas, el sexo y un clima de conflicto que hoy me suena a hermosa
calma y transformación de valores indispensables para dejar atrás las
generaciones de padres y abuelos que habían llevado al mundo a dos guerras
mundiales. Hoy ese intento al que apoyé y tuve la suerte de tener conciencia al
vivirlo se escurre entre mis dedos junto con sueños y proyectos que quedaron a
mitad de camino o simplemente desaparecieron.
Llegué a Argentina para enterarme que el gobierno
lo manejaban los militares, que no había Congreso y que los gobernadores no se
elegían. Me sonaba de lo más absurdo del mundo, no entendía como un país
aparentemente culto, civilizado, complejo y lleno de gente capaz podía estar en
tamaña situación. Tuve que reformatear mi cabeza y empezar a ver las cosas
desde este lado del muro. Fue empezar nuevamente. Mis inquietudes por el mundo,
por la historia, por entender permanentemente el contexto que me limitaba y
definía los carriles por donde me iba a desenvolver como persona, tenía que ir
dejándolas de lado al elegir un colegio secundario de doble jornada y luego una
carrera universitaria absorbente. A los 23 años y viviendo una terrible
dictadura, con amigos desaparecidos, asesinados o exiliados, no aguanté más. Ya
viviendo solo decidí abandonar abruptamente mis estudios, saturado por la falta
de tiempo entre un trabajo que me consumía 14 horas al día y materias largas
que me faltaban rendir. Y me dediqué a iniciar una carrera musical y a hundirme
en libros de historia indispensables para reubicarme en una realidad que se
había desmadrado por completo. Era el año 1980. Para 1985 ya tenía escrito un
libro sobre el daño causado por las políticas neoliberales de Martínez de Hoz
durante su gestión como Ministro. Un año de investigación resumidos en un
pequeño escrito de 50 páginas. Pero suficiente para arrancar con un cometido que
continúo hoy: explicar lo mejor posible por qué estas políticas
indefectiblemente destruyen a Argentina y a todos los países donde se aplicaron.
Con eso a cuestas me opuse al gobierno peronista de Menem y su desguace del
Estado en un mar de corrupción. Y por eso dediqué los 2 años previos a la
elección de 2015 para alertar con todo el detalle y rigurosidad a mi alcance de
lo que iba a venir si ganaba Macri.
En el proceso se me ridiculizó, se me tildó de
cuanto adjetivo pululaba por las redes, amigos y familia me dieron la espalda,
me putearon, me bloquearon, llegaron a utilizar mis "ideas políticas"
para no invitarme a reuniones, casamientos y otros eventos. Y eso que jamás
expresé un apoyo explícito a un candidato pero sí a un conjunto de ideas que a
la larga ningún partido o coalición expresaba en su totalidad. Yo describí un
derrotero personal y como eso influyó en mis inquietudes y mi formación. Y
justamente por eso no pretendo que nadie coincida porque cada vida es un
recorrido diferente, con distintos sueños y realidades. Nunca pretendí que
todos piensen parecido. Sí pretendí que todos piensen. Que cuando expresen
algo, con esperanza, o con bronca o incluso con odio, lo hagan con fundamentos.
No repetir memes o consignas, pensar mínimamente lo que expresan, verifiquen si
es cierto, consulten en más de una fuente, duden, recapaciten.
Siento que mucho del esfuerzo fue en vano. Y que
los que sí concuerdan en parte o bastante ya concordaban antes. Dirigirme a los
convencidos de siempre, a los que fielmente me siguieron todos estos años, los
que me dieron aliento para seguir, ya no tiene demasiado sentido. Y recibir las
mismas críticas, las mismas puteadas de la misma gente ya simplemente me cansó.
Me acaba de "mandar a marzo" un amigo muy talentoso pero que la
interpretación de la realidad no es su fuerte. Menos interpretar el metamensaje
que sus propios posts llevan implícitos.
Mi curiosidad por un poco de todo me llevó a no
terminar mi carrera, abandonar en los deportes, el andinismo, quedar a mitad de
camino en la música, nunca consolidar mi trabajo. Pero no sé si mi cosmovisión,
el logro que tamaño sacrificio produjo, la cambiaría por revertir alguno de
esos fracasos. Y por eso apoyo la decisión de Eva en el Paraíso. Comer del
Árbol de la Sabiduría sabiendo que eso conlleva perder la inmortalidad y los
placeres fáciles del Eden fue una decisión que yo también hubiera hecho, sin
pensarlo dos veces. Vivir fácilmente pero sumido en la ignorancia no es una
opción, para mí. Tuve amigos millonarios, rodeados de lujos y capaces de darse
cuanto gusto se les ocurra, poseedores también en una vasta y catedrática
ignorancia. Jamás sentí envidia o nostalgia de no poder acceder a ese nivel de
vida. Sí siento, en cambio, que las horas del día no me alcanzan para aprender
todo lo que quisiera y que mis días por
delante se van haciendo cada vez menos como para seguir dando vueltas a los
mismos temas y discutir cosas que resolví hace décadas.
No reniego de mi tozuda participación en Facebook
durante largos años. Seguiré presente de alguna manera. Pero gastarme en
analizar la realidad, el día a día, advertir sobre el futuro o criticar el
presente creo que ya me aburrió. Tengo, como siempre, otras cosas que hacer.
Necesito vivir más para mí, cuidar y cultivar mi entorno inmediato, prepararme
mejor para los golpes que nos esperan. Ya planté un árbol, ya escribí un libro
y ya tuve un hijo. Y logré ser feliz. De aquí en más la vida se me presenta
gratis. Perdí amigos de mi edad y bastante menores con mucho más y mejores cosas
que ofrecer. Tengo la fortuna de gozar de cierta salud y pienso aprovechar para
cumplir la mayor cantidad de sueños que estoicamente conservo. Música, libros,
videos, escribir, investigar, terminar mi fábrica, gozar del paisaje y de la
tranquilidad de mi pueblo, reunirme con amigos, ver realizado a mi hijo, amar a
mi mujer. Todo. La vida fue generosa conmigo y dentro de mis posibilidades
intenté estimular a mis amigos, compañeros y circunstanciales prójimos a
aprovechar cada momento de las suyas con la cabeza. Al menos reteniendo como
trascendentales los momentos que viven a diario. Sacar una anécdota, un
aprendizaje, una valoración de entre lo más cotidiano de sus vivencias. Somos
lo que recordamos. Con esto quiero cerrar una etapa que la considero cumplida
con creces. Lamentablemente creo que como sociedad estamos ingresando en un
medioevo del que no creo llegar a ver algún renacimiento. Así que voy a
intentar dedicarme a mí y mis placeres pendientes con la tranquilidad de
haberlo intentado por mucho tiempo y de todas las formas a mi alcance.
Recuerdo mi primera charla pública. Agosto de 1976,
tenía 19 años. Un instructor de un colegio religioso que tenía un grupo de
estudio en Ranchillos me convocó. No sé exactamente por qué se le ocurrió que
yo podía transmitirle algo a sus alumnos, chicos de apenas un par de años menos
que yo. Y me dejó elegir el tema. Estuve una semana preparando la charla,
aprovechando los ensayos de una banda de mi viejo en casa del Pato Gentilini
cuya mujer Gloria tenía una biblioteca interesante sobre temas sociales.
Durante la hora y pico que duraba el ensayo yo me sentaba en el piso y devoraba
libros interesantísimos, tomando notas en un cuaderno Gloria. Y el día de la
charla había unos 20 o 25 chicos ansiosos por oírme. Fue una vivencia hermosa.
Y hablé por primera vez con una soltura que ni sabía que tenía. El tema:
"La influencia de los medios de comunicación en la juventud". El
instructor quedó sorprendido y después de un par de horas de terminada la
charla seguía repitiendo: "muy bueno, pero muy bueno lo tuyo". Dentro
de la ignorancia que profesaba en esa época, hoy me sorprendo de haber
redondeado un tema que había aprendido unos días antes sentado en el piso de la
casa del Pato leyendo a las apuradas. Este relato autocomplaciente se lo dedico
a todos esos que durante años me rebatieron con la frase: "te tragaste el
relato". Sí, como no. Los medios la tienen fácil convenciéndome.
Amigos, seguirán padeciendo mis relatos. Pero
versarán de otros temas. Fue divertido, digamos, mientras duró. Si por ahí
necesito hacer algún comentario de la realidad para no atosigarme de conceptos,
estará en mi blog específico. La verdad, me cansé. Feliz domingo.