BAJO EL
MISMO DOGMA
Los que regularmente me leen sabrán
que mis posteos son recurrentes respecto de las críticas al liberalismo. Y
constantemente trato de fundarlas refiriendo tanto a la historia como al
presente. Si pretendes un enclave decimonónico donde tus recursos provengan de
exportar granos y tener a tu clase trabajadora trabajando "hasta los
domingos", sin representación sindical, sin derechos y reprimiendo
cualquier manifestación callejera, date el gusto, dejá todo liberado a la
oferta y demanda. Si pretendes un país moderno, democrático, inclusivo,
industrializado y con un mercado interno pujante, el liberalismo es lo peor que
podés elegir como sistema. Ya lo dijo Alexander Hamilton, el diseñador del
sistema económico de Estados Unidos y su primer Secretario del Tesoro en 1790
al aclararle al propio Adam Smith que sus teorías no se podían aplicar a un
país que siendo básicamente agrario pretendía desarrollar su industria y su
mercado interno. Los resultados están a la vista. Mientras el 100% de los
gastos del Estado se financiaban con derechos aduaneros que protegían su
industria, Estados Unidos pasó a ser una potencia industrial en pocas décadas y
luego el país más poderoso del mundo. Con tamaño ejemplo seguir insistiendo con
la apertura plena de la economía y dejar todo el mercado de productos y de
capitales librado a la marchanta del mercado produce exactamente los resultados
que vivimos a diario, tal como anticipé antes de las elecciones del 2015 con
exactamente el mismo ejemplo relatado aquí.
Y encima decir a los 4 vientos que
este es "el único rumbo" y que se lo seguirá a muerte preanuncia
justamente eso: vamos hacia la muerte del Estado Argentino y al colapso de su
sociedad como consecuencia directa. Y se hace con las medidas macro tomadas por
esta gestión pero también con las decisiones diarias que siguen el mismo dogma.
Veamos. Argentina tiene una carencia
de dólares crónica producto de exportar menos de lo que importa. La apertura
comercial tomada en nombre del libre mercado empeoró esta realidad. Ya expresé
que 2017 terminó con el déficit comercial más alto de la historia y 2018 lo
está superando. Dejemos esta idea aquí y pasemos a otra anécdota.
Hace un tiempo Macri visitó una
fabrica automotriz que solía pertenecer a la familia. Y en esa visita
interactuó con un trabajador que fue dirigente sindical y le hizo recordar un
acuerdo logrado durante los años 90 que permitió, en palabras de Macri, salvar
las fuentes de trabajo. Lo que estaba ensalzando el presidente es haber
logrado, bajo presión de la patronal, torcer el brazo de los trabajadores y
llegar a un acuerdo por fuera del convenio para que ellos resignen derechos y
condiciones de trabajo en favor de la empresa. Y vale recordar que durante esos
años no había discusiones salariales porque todo estaba congelado producto de
la paridad 1 peso 1 dólar. Salvo, por supuesto, las tarifas que se ajustaban
automáticamente con la inflación de EEUU, más alta que la argentina en esos
años. Eso logrado como empresario Macri lo replica como presidente, con los
resultados a la vista. Lo que Macri oculta y el dirigente sindical
probablemente ignoraba es que ninguna automotriz se fue del país por excesivos
beneficios de sus trabajadores. Sí se fueron cuando el mercado interno menguaba
o algún iluminado desde el Ministerio de Economía abría las puertas de par en
par a la competencia externa. Congelemos esta idea aquí.
Volviendo a la falta de dólares,
solo el dogma liberal y la apetencia por negocios espurios pueden explicar por
qué se le compró a Israel en 54 millones de dólares (que no tenemos)
patrulleros fluviales que tranquilamente podríamos haber fabricado en
Argentina. Y aquí hilvanemos las historias narradas. Astilleros Río Santiago,
que fabrica desde enormes buques petroleros hasta destructores y corbetas
militares, tranquilamente podría haber construido patrulleros semejantes. Pero
mientras que Macri en los 90 festejaba haberle torcido el brazo a un dirigente
sindical en su provecho propio, los laburantes del astillero mencionado se
resistían a las enormes presiones privatizadoras, con detenciones y muertes
incluidas. Y fue uno de los pocos centros productores del Estado que
permanecieron en el Estado luego de la década destructora menemista, proceso
aplaudido por muchos que hoy se hacen los distraídos en el gran movimiento del
general cuanto valés que no tuvieron empacho en traicionar a su base electoral
cuando los vientos del Consenso de Washington soplaban. Pero lejos está Macri
de convalidar justamente a ese enorme complejo industrial dándole tareas concretas
para que muestren su valor tanto productivo como estratégico. Mejor pedir
prestado dólares, que los pague las generaciones venideras de argentinos,
comprar naves foráneas y hoy batir palmas diciendo que a los Astilleros Río
Santiago habría que dinamitarlos con el apoyo explícito de la Hada Buena que
soñaba con comprar los votos necesarios para llegar a la presidencia en 2019.
Esa es la calaña de dirigentes con quienes nos deleitamos mientras nos vamos a
la mierda atado a un dogma que nadie en el mundo sigue. Menos producción
nacional, menos exportaciones, más importaciones, más déficit comercial, más
desocupación, más endeudamiento, año tras año. Mientras el rebaño de creyentes
del discurso liberal como mi amigo Marco Díaz hablan de tormentas, de Turquía,
de Trump y de paros salvajes como las causas de la debacle actual y los medios
descubren que los desequilibrios los causan 8 cuadernos, la realidad va
siguiendo el único rumbo que este gobierno trazó: directo al abismo. Esto lo
dije en términos demasiado similares a lo que ocurre el 15 de noviembre de 2015
a puro análisis de la historia, mundial y la argentina en particular. Tengo
amigos que aun insisten que fue un emboque al estilo de esos videos de Facundo
Campazzo tirando desde el otro extremo de la cancha. Mis reflexiones
domingueras y otros escritos con algo de sustancia están subidos a mi blog de
manera que cualquiera puede consultar mis opiniones desde el 2003 a la fecha y
extraer de allí las pifiadas que quieran en cuanto a diagnóstico de la realidad
se refiere. Y de paso no necesitar meter palabras en mi boca o interpretaciones
inexistentes.
Que al Estado no le cierren los
números no es una calamidad del destino, es una decisión política. E intentar
cerrar el desequilibrio ajustando gastos y no haciendo nada por aumentar la
recaudación también.
Para cerrar cito dos ejemplos
concretos. Para 2012 YPF en manos de Repsol extraía menos petróleo que una
década antes. Se perforaban entre 25 y 40 pozos nuevos al año y debíamos
importar cada vez más petróleo. Luego de la nacionalización YPF pasó a perforar
algo de 1000 pozos al año. Y esto no le costó un centavo a las arcas del
Estado. Simplemente se canalizaron a tareas de exploración las ganancias que
daba la petrolera que antes se remitían directamente a sus accionistas, la
mayoría extranjeros, dólares que salían de Argentina a sus países de origen.
Una muestra de cómo una empresa mayoritariamente estatal puede incidir en el
desarrollo del país con políticas activas comparada con las mezquinas políticas
de renta fácil y rapiña de una empresa privada lucrando con bienes y valores
que pertenecen a todos los argentinos. Con Aerolíneas Argentinas pasó parecido.
Recuperar la empresa para el Estado significó que el ingreso por venta de
pasajes, fletes y servicios pasó a ser del Estado y de esta manera se la pudo
equipar con una flota nueva de aviones, recuperar rutas, conectar mejor el
interior, comprar nuevamente simuladores para sus pilotos. Tenía un déficit
operativo pero el principal gasto que significó su recuperación salía en gran
medida de los ingresos recuperados. Imaginemos por un momento que los peajes
que empresas privadas cobran de rutas nacionales construidas con nuestros
impuestos fueran a parar a Vialidad Nacional en lugar de grandes grupos económicos
como Autopistas del Sol, en manos de la familia Macri. Argentina podría
autofinanciar la construcción de caminos sin tener que recurrir al deficitario
presupuesto nacional. Ya se probó favoreciendo a estos grupos concentrados y el
fracaso está a la vista. Salir de esta significará tocar los intereses de
algunos por más que lo pinten como calamidad. Deberá haber nuevos perdedores en
la construcción de una Argentina exitosa. Ya probamos haciendo perder a los
laburantes, a los jubilados y a la clase media y fracasamos. La gestión
venidera deberá tocar otros privilegios, mucho más sustanciosos y perjudiciales
para las cuentas públicas que los remedios para jubilados y la construcción de
radares, por ejemplo. Pero para eso deberemos desembarazarnos de las creencias
y los dogmas rotundamente fracasados. Y tener una dirigencia con ideas, huevos
para llevarlas adelante y por sobre todo, la honestidad y patriotismo que hasta
ahora carecen muchos. Feliz Domingo.
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