Corea logró su independencia en 1945, cuando los norteamericanos
derrotaron a los japoneses. Luego de 36 años de ocupación, Corea era muy pobre.
Y para colmo, antes de poder empezar alguna recuperación, estalla la guerra. La
primera guerra caliente de la guerra fría. Luego de años de conflicto Corea se
divide en dos, deja atrás 5 millones de muertos, entre ellos una parte
importante de su fuerza laboral, y queda destruido lo poco que tenían. El resto
de la década del 50 el 90% del presupuesto estatal provenía de ayuda y
asistencia externa. Sin nada, empezando de cero, el estado coreano se obsesionó
por lo que consideró lo más importante para empezar la reconstrucción del país:
la educación. Con lo poco que tenían, decretaron la obligatoriedad de la
educación primaria y secundaria, con acento en secundarias técnicas. Formar
carpinteros, torneros, matriceros, electricistas, constructores.
En 1960 asume un gobierno militar, tras un golpe. Diseña un plan
quinquenal que será el puntapié del desarrollo industrial del país. Los
yankees, ocupantes del país y encargados de la defensa, no se entusiasman y
niegan la financiación del plan. Es Alemania la que apoya. Con su industria en
plena expansión, recluta a los nuevos técnicos especializados coreanos y los
llevan a trabajar a Alemania. Estos trabajadores viven con lo indispensable y
remiten los sueldos en marcos a los familiares. Estos, en lugar de gastarlo en
taxis y morfina, lo ahorran. Este ahorro interno en divisas más la ayuda
directa alemana permite poner en marcha el plan. Aparecen industrias livianas
de mano de obra intensiva: textiles, pelucas (pasan a ser primer productor
mundial) y otras actividades livianas. Este proceso se multiplica año tras año.
En 1970 el estado, repito, estado, decide montar una siderúrgica. Nunca un país
con tan poca experiencia industrial, sin industria pesada, había logrado esto.
Pero estaban decididos. En 1973 Corea ya estaba produciendo acero. Una década
después era el 4to productor mundial. Esta industria madre estatal dio
impulso a lo que es lo distintivo de Corea del Sur hoy: sus enormes astilleros
y su industria automotriz. También permitió el desarrollo de su industria
electrónica y su producción de componentes, hoy el primero del mundo.
En 1990, caído el muro de Berlín, aparecieron los señores de traje con
sus recetas. Contaron que el mundo ahora dejó de ser bipolar y todos estaban
adoptando 10 mágicas reglas llamadas “El consenso de Washington”. Corea abrió
su mercado de capitales y de la noche a la mañana desembarcaron los inversores
de Wall Street y compraron activos de las principales empresas coreanas,
extranjerizando una parte importante de la economía construida con el esfuerzo
y el ahorro interno de generaciones de coreanos. En 1997, tras la crisis de
Indonesia, a los muchachos de Wall Street les agarró el pánico y todos salieron
a replegarse de oriente. No había divisas suficientes para el retiro masivo de
los inversionistas. Ahí apareció el bombero loco, presto a solucionar el
impass: el FMI otorgó un multimillonario “rescate” a Corea. El dinero girado
desde Washington un lunes estaba el martes ya en Nueva York, en las cuentas de
todos los inversionistas que se replegaron en masa. Resultado: ahora Corea
tenía una enorme deuda externa, a pagar por el pueblo, que antes no tenía. La
crisis licuó ahorros de toda una vida y otras sutilezas que conocemos también
aquí. Este fue el aporte del liberalismo a ultranza a la economía coreana.
¿Qué hicieron los coreanos? Aprendieron de esta crisis, como en otras
oportunidades. Lo primero, reformaron su sistema financiero y de capitales,
para que no pase de nuevo. Segundo, se esforzaron y para 2001, con 4 años de anticipación
cancelaron la deuda con el FMI, como luego harían Argentina, Brasil y otros
países y siguieron trabajando y creciendo con sus propias decisiones como lo
habían hecho antes.
Corea del Sur, que en 1955 no tenía NADA, empezando desde cero, es hoy
la 12va economía del mundo. Planificación, esfuerzo, ahorro interno,
intervención estatal, barreras, estímulos, políticas activas. Otro caso,
completamente diferente a Noruega, exitoso. Aplicando metodologías acorde a sus
necesidades, capacidades, proyectos y sueños. Nada de tratamiento único para
todo enfermo, en cualquier latitud y de cualquier característica. Estructurar el
sistema económico en función de la realidad y las necesidades del país. Un claro ejemplo que el mercado no puede generar estos procesos exitosos. Son producto de una cuidadosa planificación y políticas activas desde el estado.