La derecha siempre tiene el argumento apropiado y el medio dispuesto a propalarlo. Nos convenció que para terminar con la corrupción K nada mejor que un empresario cuya familia lleva 40 años de negociados, sobreprecios en obra pública, contrabando, fuga de divisas, estatización de deuda privada, espionaje y otras exquisiteces.
Ahora con el triunfo de Trump saldrán a decir que el mundo gira sabiamente a la derecha. Otro error garrafal. Ayer salió una encuesta confirmando lo que vengo diciendo desde hace meses: Bernie Sanders hubiera ganado la general por 54 a 46% o 55 a 45%, según la encuestadora. En ese caso ¿diríamos que el mundo gira a la izquierda? También hubiera sido un error ese análisis. El mundo, en general, está harto de la política tradicional, sea del signo que fuera, porque desde hace muchos años no acompaña los deseos y necesidades de la base electoral. En España gobernada por la derecha con un partido "obrero" travestido la alternativa antisistema surge por izquierda. En Francia, caso contrario, la alternativa aparece como extrema derecha. Como mencioné en abril, Sanders y Trump tienen en común su feroz crítica al sistema político tradicional. Y Hillary era el prototipo del político enquistado, corrupto, pro-sistema bancado por las corporaciones.
¿Pero a qué llamo sistema? Como mencioné en un largo artículo sobre el liberalismo, en 1980 se produce un quiebre entre la productividad de las empresas y los niveles de ingreso de sus trabajadores. Y eso se acentuó hasta la fecha. El mundo avanzó generando enormes riquezas pero la clase trabajadora hoy gana menos que entonces, necesita trabajar más horas, le cuesta más conservar su puesto de trabajo. Por primera vez desde la revolución industrial las generaciones presentes viven peor que las anteriores. Luego de la caída del muro de Berlín en 1989 se quiso dejar grabado a fuego que esta manera de hacer las cosas era la única opción y que al ciudadano medio no le quedaba otra que mirar la realidad como un simple espectador. La muerte de las ideologías, ya no hay nada que pensar. Bajar los brazos, resignarse. Se unieron los grandes vencedores de estas ideas: capitalistas, banqueros, grandes conglomerados, millonarios de ocasión y sus indispensables medios de comunicación. A esto llamo "sistema". Cooptaron el poder político en todas partes. Promoviendo gobiernos afines y limitando el accionar de gobiernos contrarios. Esto llevó a los partidos populares, como el PSOE español o la izquierda francesa, incluso el actual gobierno griego, a moverse a la derecha abandonando sus bases. Le pasó incluso a Dilma cuando nombró a Levi como ministro de finanzas con los resultados a la vista. Pero las ideologías no murieron, ni mucho menos. Decir eso es ideológico, justamente. Es una manifestación política, interesada, aviesa, disimulada como un análisis de la realidad. Por supuesto que hay otras opciones. Algunos saben capitalizar el descontento a su favor aunque no tengan la más mínima intención de cambiar nada. Trump me late a eso, al igual que Macri que ni se le mueve un pelo al incumplir todo lo prometido. El siglo XXI deberá generar los mecanismos políticos de transformación porque no podrán mentir ad infinitum. Las clases populares tienen un límite de tolerancia, pueden consultarlo con Luis XVI. Ya lo dijo J.F. Kennedy el 13 de marzo de 1962: "Aquellos que hacen imposibles las revoluciones pacíficas convierten a las revoluciones violentas en inevitables". Pero para la indispensable transformación ordenada necesitamos políticos que vean y piensen más allá de sus aceitadas narices, que solo olfatean las inmediaciones de sus propias y miserables apetencias. Por hoy la dejamos aquí. Después podemos ver los ejemplos y las alternativas, que las hay.
¿Pero a qué llamo sistema? Como mencioné en un largo artículo sobre el liberalismo, en 1980 se produce un quiebre entre la productividad de las empresas y los niveles de ingreso de sus trabajadores. Y eso se acentuó hasta la fecha. El mundo avanzó generando enormes riquezas pero la clase trabajadora hoy gana menos que entonces, necesita trabajar más horas, le cuesta más conservar su puesto de trabajo. Por primera vez desde la revolución industrial las generaciones presentes viven peor que las anteriores. Luego de la caída del muro de Berlín en 1989 se quiso dejar grabado a fuego que esta manera de hacer las cosas era la única opción y que al ciudadano medio no le quedaba otra que mirar la realidad como un simple espectador. La muerte de las ideologías, ya no hay nada que pensar. Bajar los brazos, resignarse. Se unieron los grandes vencedores de estas ideas: capitalistas, banqueros, grandes conglomerados, millonarios de ocasión y sus indispensables medios de comunicación. A esto llamo "sistema". Cooptaron el poder político en todas partes. Promoviendo gobiernos afines y limitando el accionar de gobiernos contrarios. Esto llevó a los partidos populares, como el PSOE español o la izquierda francesa, incluso el actual gobierno griego, a moverse a la derecha abandonando sus bases. Le pasó incluso a Dilma cuando nombró a Levi como ministro de finanzas con los resultados a la vista. Pero las ideologías no murieron, ni mucho menos. Decir eso es ideológico, justamente. Es una manifestación política, interesada, aviesa, disimulada como un análisis de la realidad. Por supuesto que hay otras opciones. Algunos saben capitalizar el descontento a su favor aunque no tengan la más mínima intención de cambiar nada. Trump me late a eso, al igual que Macri que ni se le mueve un pelo al incumplir todo lo prometido. El siglo XXI deberá generar los mecanismos políticos de transformación porque no podrán mentir ad infinitum. Las clases populares tienen un límite de tolerancia, pueden consultarlo con Luis XVI. Ya lo dijo J.F. Kennedy el 13 de marzo de 1962: "Aquellos que hacen imposibles las revoluciones pacíficas convierten a las revoluciones violentas en inevitables". Pero para la indispensable transformación ordenada necesitamos políticos que vean y piensen más allá de sus aceitadas narices, que solo olfatean las inmediaciones de sus propias y miserables apetencias. Por hoy la dejamos aquí. Después podemos ver los ejemplos y las alternativas, que las hay.