Una visión personal
El siglo XXI encuentra al mundo navegando aguas turbulentas
de mares nuevos con los instrumentos políticos del siglo XVIII y XIX. Algunos
países lograron una síntesis de conceptos incorporados pragmática o
criteriosamente según sus particulares realidades y escalas de valores
consensuados por sus sociedades. Y son los ejemplos exitosos a los que siempre
recurro.
Pero buscando una simplificación de raíz, un cuerpo calloso
primario sobre el cual se construyen los diferentes matices de pensamiento,
encontramos, a mi parecer, solo dos corrientes de pensamiento. Las corrientes
políticas y fácticas que de variadas maneras determinaron el rumbo de los últimos
dos siglos (por poner caprichosamente un marco temporal) han conducido a la
humanidad a las situaciones de enorme desigualdad que vemos hoy. Esto que
muchos autores, analistas y dirigentes vinieron tratando desde siempre cobró
notoriedad entre la academia hace un par de años cuando el economista francés
Thomas Piketty publicó su monumental trabajo de más de 1000 páginas “El Capital
del Siglo XXI” donde saca conclusiones de 200 años de estadísticas donde
muestra fehacientemente como el mundo fue constantemente, salvo contadas
excepciones, hacia la concentración obscena de la riqueza en poquísimas manos
que tenemos hoy. A punto tal que 80 personas tienen la misma riqueza que la
mitad de la población mundial combinada.
Esta desigualdad, en palabras de Piketty, está superando a
la que existía en las décadas previas a la Revolución Francesa. En este caso
los grandes capitales reemplazaron a la decadente monarquía, pero el esquema de
injusticia social es idéntico. Y la pregunta obvia que se hace Piketty es hasta
cuando la sociedad tolerará esta desigualdad creciente sin un estallido general
como fue en el siglo XVIII la Revolución Francesa que marcó un cambio de era.
Expresado este concepto aquí viene mi interpretación
personal que pinta mi visión política primaria: las ideas, programas,
propuestas, banderas, actitudes políticas ¿en qué rumbo nos coloca como
sociedad? ¿Vamos hacia una mayor concentración o vamos hacia distintas formas
de redistribución o de participación de las rentas de manera de obtener una
sociedad menos injusta? Aquí no defino ni un partido ni un movimiento histórico
ni un concepto rígido de ideas. Defino un rumbo, un horizonte. Lo demás, los
medios, la manera, las propuestas concretas, serán como siempre motivo de
discusión, de debate, de consensos y de discrepancias. Pero me gustaría que se
comprenda lo que para mí es el punto de partida: hacia donde queremos ir.
En mi caso particular este concepto me llevó a simpatizar
con diferentes propuestas a lo largo de las décadas pero siempre con la misma
premisa. Lo mío va de buscar el rumbo que intente la mayor igualdad social
posible. Y la mayoría de las veces termino optando por el que ofrece menos
desigualdad, lejos de mi ideal. Y muchas veces termino catalogado por la foto y
no por la película. Así fui señalado de radical, peronista, socialista, K o lo
que fuere.
Hoy la realidad desnuda crudamente esta dicotomía. Y la
gestión que tenemos actualmente en Argentina no disimula su intención de ir
hacia la concentración, aún mayor, de la riqueza en pocas manos. Todos los días
se toman medidas en este sentido. Y fue la razón por la cual en el pasado este
conjunto de ideas solo llegaba al poder impuesto por la fuerza de los sectores
minoritarios. Hoy llegaron gracias al voto popular porque el refrán
publicitario superó a la consigna política. Pero las consecuencias de estas políticas
son menos fáciles de maquillar.
El otro aspecto de este panorama que yo pinto bipolar es
que el primer grupo tiene una gran variedad de herramientas para el ejercicio
del poder y articula aceitadamente todos sus movimientos. Mediante presión económica,
mediante grandes medios de comunicación, a través de organismos multilaterales,
a través de presión política, mediante embajadas, ejércitos, convenios
comerciales, tratados de libre comercio, generación de sentido común, etc. Todo
suma hacia un objetivo simple e indisimulado: captar la mayor porción de renta
posible. Y la contracara, en cambio, es un abanico de buenas intenciones y de
las otras, en un mar de banderas y propuestas, cada uno con su tópico o matiz
que defiende como si les fuera la vida en eso. Los ambientalistas, los socialistas,
los nacionales y populares, las corrientes internas de partidos que militan a
ambos lados de esta frontera conceptual, etc. Un cocoliche de diferencias
sutiles que impide la construcción de un gran frente indispensable para
confrontar con tan formidable enemigo. Una Armada Brancaleone cuando lo
necesario es una muy clara estructura de conceptos básicos que deben ser un
norte que pueda unir voluntades. Justicia social, integración, contención. El
Papa lo llamó techo, tierra y trabajo. Otros lo llaman inclusión social.
Igualdad de oportunidades. Lo que les plazca. La pregunta, vuelvo a insistir,
necesita aclarar el rumbo: ¿Vamos hacia una mayor desigualdad o hacia una mayor
justicia en la distribución de la riqueza? ¿Está bien que el esfuerzo de las
comunidades sea captado por un minúsculo grupo de personas o debemos buscar la
manera de construir una sociedad más equilibrada? Respondidas estas preguntas
simples, recién podemos avanzar hacia el próximo paso. Pero estaremos
definiendo el más elemental de los conceptos de cara a un recorrido que llevará
generaciones concretar. Todo lo demás serán las formas, pero lo imperdonable es
errar el fondo a la hora de tomar la decisión. En mi humilde visión.